Por Eduardo Anguita. Daniel Cecchini “Estoy enterado de la oferta de dos mil pesos que la Gendarmería promete por mi captura, pobre recurso de fracasados, eso es lo mismo que hacer confesión de incompetencia, lástima que mi detención haya sido cotizada a tan bajo precio, yo creía que a estas horas mi vida valía mucho más. Mis amigos chaqueños se ríen de la oferta y yo confiado duermo a veces en sus hogares, en la certeza que no seré vendido así nomás, algunas veces charlan conmigo al respecto y vierten opiniones, unos critican la bonita moral que quieren enseñar al pueblo, ser un traidor”, decía la carta que recibió el director de la revista Ahora, de Buenos Aires, a fines de marzo de 1940.
El texto, publicado en el número del 29 de marzo del semanario causó revuelo, aun sin saberse todavía que sería el último rastro de la existencia de Segundo David Peralta, alias “Mate Cosido”, por entonces el bandido más buscado de la Argentina.
Desde ese momento no se supo más de él, mientras los jefes de la recién creada Gendarmería Nacional y de la Policía del Chaco nadaban en un mar de versiones y datos falsos, el único resultado que obtuvieron al ofrecer la jugosa recompensa de 2.000 pesos por cualquier información que llevara a su captura.
El 7 de enero de ese año se les había escapado cuando ya creían que lo tenían en sus manos. Ocurrió a pocos kilómetros de la estación de Villa Berthet, Chaco, cuando Peralta y su banda esperaban que les arrojaran desde un tren un paquete con los 50.000 pesos del rescate del estanciero Jacinto Berzón, al que habían secuestrado el 22 de diciembre de 1939.
La Gendarmería supo de la entrega y los sorprendió disparándoles desde el tren cuando iban a recoger el paquete. Hubo un tiroteo pero ninguna captura. Mate Cosido, herido en la cadera, pudo huir con sus cómplices.
Esa fue la última vez que estuvieron cerca de él. Supieron que se había escondido en el monte luego de que lo curara un farmacéutico, pero las redadas no dieron ningún resultado.
Desde entonces empezó a forjarse la leyenda de Segundo David Peralta. Mate Cosido, el bandido rural sospechoso de anarquismo, el socio de Bairoletto en el fallido asalto a la empresa británica La Forestal, el secuestrador de potentados, el ladrón de las partidas de sueldos de Bunge & Born y del Ingenio Ledesma, el “Robin Hood de los pobres” del norte argentino, el hombre que evitaba la violencia cuando podía, pero que no vacilaba en disparar si se sentía acorralado.
Su fama llegó a tal punto que el historiador británico Eric Hobsbawm investigó su historia y la incluyó en su artículo Social Bandits (Bandidos Sociales), donde lo comparó con los más renombrados bandidos europeos.
Por meterse con la mujer del comisario
Segundo David Peralta nació el 3 de marzo de 1898 en Monteros, en la provincia de Tucumán, cuando esa localidad tenía menos de cuatro mil habitantes. Era hijo de Julio Blanco Peralta y Rosa Díaz, un matrimonio de trabajadores que envió a sus cinco hijos a la escuela y los incitó a aprender un oficio que les sirviera para ganarse la vida. A los 13 años, Segundo David entró como aprendiz en la única imprenta del pueblo, donde también se transformó en un lector insaciable.
Hoy Monteros lo tiene como uno de sus personajes más famosos, pero los vecinos actuales poco saben de su historia. “Se habla mucho de él, pero no conocemos casi nada porque siempre fue un personaje muy polémico. Dicen que se fue de muy jovencito de acá y que no volvió nunca más. Que era un delincuente, pero que robaba para los pobres y siempre atacaba a los ricos” cuenta Luis Pastrana, de 74 años, uno de los monterizos más antiguos.
De su temprana ida del pueblo, a los 21 años, se cuentan muchas historias, pero una de ellas –la más probable- es la que parece haber definido su futuro como bandolero. La versión sostiene que mantenía una relación clandestina con la mujer del comisario y que fue descubierto, lo que le valió que lo acusaran de robo, lo metieran preso y le dieran golpes para que tuviera y guardase. Uno de esos golpes, con un palo, le produjo una herida en la cabeza y le dejó la cicatriz que definiría su apodo, “Mate Cosido”.
“Las detenciones se repitieron varias veces, ya que entre 1918 y 1920 pasó pequeñas estadías en la cárcel.
Finalmente, fue acusado de ser homosexual, práctica que estaba vedada por la ley en esos años, en el contexto de una sociedad tradicional y su permanencia en la celda abarcó dos meses en esa oportunidad”, reconstruye María Soledad Cabo en su investigación Bandoleros rurales, una visión desde la incipiente narrativa de David Viñas.
La situación se le hizo insostenible en Monteros y decidió irse al Chaco.
Nace un bandido
Las falsas acusaciones de robo en Tucumán, con sus consiguientes estadías en la cárcel, le crearon una fama de la que ya no pudo escapar. El propio Mate Cosido contaría que se le hizo casi imposible conseguir un trabajo honesto en el Chaco y que no tuvo otra opción que delinquir.
“Muchas veces intenté rehacer mi vida y volver al camino que un día me descarrilé. ¡Vano intento! Caerá en un craso error y pecará de utopista aquel que crea que es posible realizarlo donde la policía conozca sus antecedentes, lo primero que hacen es quererlo conquistar como delator, si no acepta vienen las persecuciones”, escribiría muchos años después en la carta dirigida al director de Ahora.
Encontró en otro ex preso, Antonio Rossi, un socio para el delito, y juntos perpetraron varios robos no sólo en el Chaco sino también en Córdoba, Santiago del Estero y Corrientes. Fueron apresados en 1926 y condenados a cinco años de cárcel, que pasaron en el sórdido penal de Resistencia.
Según la propia versión de Peralta, cuando salió quiso reencauzarse, pero nuevamente fracasó en el intento. “Allá por 1931, después de haber salido de la cárcel de Resistencia, me dirigí a Tucumán a abrazar a mi madre. Un día mi pobre vieja, entre lágrimas y sollozos, me pedía que rehiciera mi vida y retornara al trabajo, le dije que no era fácil realizar lo que me pedía y le describí los obstáculos con que iba a tropezar”, contará.
Una banda rural contra los ricos
Es difícil saber si Segundo David Peralta intentó realmente cambiar de vida al salir del penal de Resistencia. Lo que sí es un dato cierto es que poco después encabezaba una banda que se transformó en el terror de hacendados y empresarios, al tiempo que provocaba el apoyo y la admiración de no pocos obreros y campesinos de las zonas rurales del Chaco.
Según los informes policiales, Mate Cosido lideraba un grupo de “pesados” integrado por Pascual “El Tato” Miño; Eusebio “El Vasco” Zamacaola; Mauricio “El Indio” Herrera; Antonio “El Calabrés” Rossi y Pedro “El Alemancito” Fitz, entre otros. También se consignaba que muchos de ellos eran “simpatizantes de las ideas anarquistas”.
La manera en que operaban llamaba la atención por una verdadera “labor de inteligencia” previa a los asaltos, lo que los hacía muy eficaces y difíciles de capturar. La información la conseguían de muchas fuentes; prostitutas, policías corruptos e, incluso, de empleados de las compañías que asaltaban o de peones de los estancieros que secuestraban.
Sus blancos preferidos eran empresas como La Forestal, Bunge & Born o Dreyfus. Sabían cuándo y por dónde circularía el dinero de los sueldos desde el banco hasta la empresa y montaban exitosas emboscadas. En ninguno de esos casos hirieron a nadie.
También asaltaban trenes y perpetraron por lo menos cinco secuestras exitosos –con fuertes rescates – de estancieros y directivos de esas mismas empresas. Su fama por robar a los ricos les significó también cierto apoyo popular.
“La banda de Mate Cosido encontró refugio seguro en la zona central del Chaco, en los ranchos de los colonos pobres, entre los obreros de las hachadas y en la selva habitada por campesinos miserables de origen indígena. Los bandidos repartían generosas ‘propinas’ entre sus amigos, simpatizantes y encubridores -sus ‘adictos’, les llamaría Peralta–, pero sobre todo aparecían ante ellos como el brazo vengador contra la injusticia”, relata el abogado e historiador Hugo Chumbita.
Una corta sociedad con Bairoletto
Segundo David Peralta no era el único bandido famoso del centro y el norte de la Argentina de entonces. Competía en prestigio con otro, el santafesino Juan Bautista Bairoletto.
Tenían prácticamente la misma edad –Bairoletto era apenas tres años mayor– y la historia que los había llevado a transformarse en bandidos era muy parecida. El santafesino había quedado fuera de la ley después de matar a un comisario pampeano llamado Elías Farach, en una disputa amorosa por una amante compartida.
Peralta y Bairoletto se conocieron en Buenos Aires y decidieron trabajar en sociedad, aunque la relación duró muy poco tiempo.
En marzo de 1938 asaltaron a un ejecutivo de Quebrachales Fusionados, una subsidiaria de La Forestal. Dos meses después, en mayo, se lanzaron con un golpe más audaz: asaltar directamente el establecimiento para hacerse del dinero de los salarios.
Lo que Bairoletto y Mate Cosido no sabían era que había un traidor en el grupo. La policía los estaba esperando y los recibió a tiro limpio. En medio de la balacera cayó muerto el mayordomo Oscar Mieres. Por primera vez en su larga trayectoria de asaltante, Mate Cosido dejaba un muerto atrás.
Eso marcó también el fin de la breve sociedad de los dos bandidos más famosos de la época. La delación sembró una desconfianza que los llevó a seguir por caminos distintos.
Ese asalto tuvo también otra consecuencia: por presiones de La Forestal y Bunge & Born, el 28 de julio de ese mismo año, el Congreso Nacional aprobó la ley de creación de la Gendarmería Nacional. Una de las primeras misiones que encaró la fuerza recién creada fue la de tratar de capturar, vivo o muerto, a Segundo David Peralta, alias Mate Cosido.
La captura que no fue
“La ley de creación de la Gendarmería se sancionó dos meses después del asalto a La Forestal, y casi inmediatamente se decidió organizar la Inspección Norte en el Chaco, aunque sus cuarteles se instalaron recién al año siguiente. Mate Cosido tuvo tiempo de dar varios golpes más entre 1938 y 1939, actuando en compañía de su hermano Marcelino, el Tata Miño, Pío Tanicho Domínguez, Andrés Chazarreta, Ismael García y otros”, cuenta Hugo Chumbita.
Por entonces, la banda se dedicó casi exclusivamente a los secuestros extorsivos, dejando de lado los asaltos a las empresas. A criterio de Mate Cosido, eran menos riesgosos y, al no haber tiros, se evitaban las víctimas. Los testimonios de quienes fueron sus rehenes coinciden en que fueron bien tratados, sin sufrir otra violencia que la del momento del secuestro.
La última de esas operaciones, el 22 de diciembre de 1939, tuvo como blanco a Jacinto Berzón, encargado de la estancia de la sucesión Firken. El pedido de rescate le llegó por carta a la hermana de la víctima, María, y decía: “Exigimos los 50.000 pesos o la vida de su hermano, quien pasará a alimentar a los cuervos (…) Ya han transcurrido ocho días desde el secuestro, y la policía ni el polvo nos ha visto ni verá. El jefe de la Gendarmería y sus satélites no sirven más que para torturar a gente de trabajo e indefensa”.
Las instrucciones de la carta eran precisas, el pago debía arrojarse el 7 de enero en un paquete desde un tren en movimiento poco después de que saliera de la estación de Villa Berthet, en el Chaco.
La Gendarmería preparó una emboscada. “La noche del 7 de enero, saliendo el tren de Villa Berthet, los bandidos hicieron la señal con una linterna, y el paquete simulando contener el dinero fue arrojado por una ventanilla. Cuando Mate Cosido y sus compañeros se acercaron a recogerlo, una bomba luminosa destelló en el cielo y los gendarmes los tirotearon desde el tren.
Peralta recibió un tiro en la cadera, y se salvó providencialmente de ser barrido con una ametralladora situada en un vagón abierto, cuyo mecanismo estaba trabado (parece que en el apuro olvidaron quitarle el seguro)”, reconstruye Chumbita.
Volvió a escapárseles por un pelo poco después, cuando los gendarmes llegaron al rancho donde habían tenido al secuestrado. Lo último que supieron los gendarmes es que Mate Cosido había sido atendido de su herida por un farmacéutico. No hubo más rastros.
Una carta de despedida
La recompensa de $2.000 por cualquier información que llevara a la captura de Segundo David Peralta tuvo un efecto contrario al deseado. A la Gendarmería le llovieron informaciones: que habían visto a Mate Cosido en Asunción, que se había escondido en Buenos Aires, que estaba en medio del monte chaqueño.
Ninguna resulto cierta.
Para entonces, la revista Ahora venía publicando una serie de notas sobre las andanzas de Mate Cosido. La historia vendía y la tirada de la revista aumentaba con cada entrega.
Uno de los lectores de la saga era el propio Peralta, y así se lo hizo saber al director: “Estoy siguiendo paso a paso la lectura de Ahora en lo que a mí se refiere, y en capítulos veo conceptos elogiosos de mi proceder con secuestrados, y le agradezco sinceramente, ya que esa información no es errónea”, le escribió.
También se burlaba de los gendarmes que lo buscaban: “El comandante de Gendarmería en el Chaco, capitán Leopoldo Moreno, manifestó que prácticamente estoy abatido.
La contestación la dejo trunca, para que el futuro establezca quién tiene razón; y aunque logre eliminarme, no será ninguna gloria para él. Si mi captura se realizase a base de perseverancia, con astucia que demuestre una inteligencia superior, podría ser un galardón que adornaría su triunfo; pero desgraciadamente no es así”, decía.
Fue la última vez que se supo de él. Faltaban menos de dos meses para su cumpleaños número 43. Y entonces nació la leyenda.