Yaqiu Wang se dedica a analizar en Human Rights Watch los derechos de las mujeres en su país de origen, donde las autoridades del Partido Comunista acaban de anunciar que aumentarán el limite de hijos por familia de dos a tres, como consecuencia del envejecimiento poblacional. En diálogo con Infobae, contó por qué no es una decisión que cambie mucho la situación actual ni sea para celebrar Sofía Benavides 6 de Junio de 2021 sbenavides@infobae.com
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Yaqiu Wang, investigadora de Human Rights Watch, en diálogo con Infobae, sobre por qué el Gobierno chino no optó por directamente descartar la política de control de natalidad
El envejecimiento poblacional en China ha empujado al gobierno del Partido Comunista a anunciar esta semana que la política conocida como del hijo único, que en el año 2016 se había ampliado a dos hijos, aumentaría el límite hasta tres niños por familia.
Rápidamente, los medios del mundo se hicieron eco de este giro en el país de casi 1.400 miles de millones de habitantes, pero pocos se preguntaron sobre cómo impactará este cambio en las mujeres, responsables de traer esos niños al mundo. De acuerdo con la investigadora de Human Rights Watch, Yaqiu Wang, solo una mirada superficial puede leerlos como positivos.
“Desde una perspectiva de derechos no cambia demasiado. Sigue siendo, fundamentalmente, un límite profundo a los derechos reproductivos de las mujeres. Ya sea un hijo, dos hijos, o tres hijos”, afirmó, en una entrevista con Infobae.
Niños chinos en una clase en Beijing
Niños chinos en una clase en Beijing
Ella, que nació en China como “ilegal” por ser la tercera hija de sus padres durante el régimen del hijo único, conoce perfectamente cómo el control de natalidad impacta en las mujeres, y cómo ese impacto no es igual en las distintas clases sociales.
Habla de la “obsesión” del régimen por controlar a su población, de los hijos como un bien de lujo, de las diferencias entre el campo y la ciudad, de la vulnerabilidad de las mujeres en el mercado laboral, del aborto y de las enormes desigualdades sociales. También se refirió al fenómeno de la “paternidad de Tigre” o Tiger Parenting, jiwa, en chino: un régimen de competencia feroz en el que los padres trabajan incansablemente para lograr el “éxito” de sus hijos.
—Esta semana el gobierno chino anunció que las mujeres y las parejas estarán habilitadas a tener hasta tres hijos, en un nuevo cambio en su histórica política de hijo único nacida en la década del setenta. ¿Qué opina de esta decisión y qué expectativas tiene sobre sus consecuencias?
—Primero que nada, superficialmente puede parecer una medida que aumenta las opciones de las mujeres en relación a cuántos hijos pueden tener. Pero creo que desde una perspectiva de derechos no cambia demasiado.
Sigue siendo, fundamentalmente, un límite profundo a los derechos reproductivos de las mujeres. Ya sea un hijo, dos hijos, o tres hijos. He estado leyendo los posteos en las redes sociales desde que se conoció la noticia, las reacciones, y es realmente divertido. Hay mucho cinismo... La gente está descontenta. Un posteo que leí decía: “Si no me compro un Rolls Royce no es porque exista un límite en relación a cuántos Rolls Royce puedo comprar”.
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Entrevista con Yaqiu Wang, investigadora de Human Rights Watch enfocada en derechos de las mujeres explicando los castigos que les cabía a quienes no cumplieran con las políticas de natalidad
—¿Eso significa que la gente no quiere tener más hijos porque no puede pagarlo?
—Sí, la gente dice que no puede pagarlo y que no puede afrontar el estrés de tener más hijos.
Ese es un aspecto, vinculado a cuestiones prácticas: no puedo pagarlo, no tengo tiempo para criar a tres niños. Otro aspecto es que después de 35 años de la política del hijo único, y ante el problema del envejecimiento poblacional, ahora el gobierno viene y pide que tengan más hijos, porque es lo que el país y el mismo Gobierno necesita. Por eso la gente reaccionó con cinismo a la noticia, porque piensa: “Antes me decían que solo podían tener un hijo, ahora me dicen que tengo que tener más hijos, bueno, no quiero jugar a este juego, no quiero hacer lo que me dicen que tengo que hacer”. Así que creo que este cinismo viene en parte de preocupaciones reales, y en parte de la resistencia ante los controles de natalidad.
—Hablando de estas nuevas resistencias, durante los 35 años que duró la política del hijo único es esperable que hubiera mujeres y familias que incumplían las políticas de control de natalidad.
¿Qué tipo de castigos le cabían a quién no siguiera las indicaciones del Gobierno?
—Bueno, yo soy un ejemplo de eso, porque soy la tercera hija de mi familia. Cuando nací, era ilegal, así que mi familia tuvo que pagar una multa al Estado y para eso vendieron todo lo que teníamos en la casa, fue muy caro. Pero vendieron todo y pudieron pagar la multa. Eso significó que yo pude ser registrada y, en consecuencia, acceder a la escuela pública, a los servicios de salud; fui afortunada, porque era legal. Pero hay muchas familias que no son capaces de pagar la multa, y esos hijos siguen siendo ilegales, no pueden ser registrados, por lo tanto no pueden ir a la escuela, no pueden gozar de los servicios sociales, no acceden a la salud.
Hay muchas historias sobre esto, generalmente, cuando el segundo o el tercer hijo era ilegal, hay muchas historias del hijo mayor yendo a la escuela y después volviendo y llevando a casa los libros de textos y la tarea y enseñándole a su hermano menor. Es muy triste.
Una pareja de padres chinos con sus dos hijos. REUTERS/Aly Song
Una pareja de padres chinos con sus dos hijos. REUTERS/Aly Song
—¿Por qué crees que, dada la actual crisis demográfica, el gobierno no optó directamente por descartar la política del control de la natalidad? ¿Por qué sigue indicando cuántos hijos debe tener la gente, si lo que necesita ahora es que se reproduzcan?
—Es una buena pregunta. Primero que nada, creo que hay algo ideológico. Al Partido Comunista chino le gusta controlar a la gente. Es su impulso. Incluso cuando la gente no quiere tener tres hijos, el Gobierno les dice “este es el número de hijos que van a tener”. Y quizás después no funcione y necesiten más hijos, entonces tendremos la política de los cuatro hijos, la de los cinco hijos, etcétera, incluso aunque la gente no esté teniendo esa cantidad de hijos.
A un nivel práctico, hay una burocracia gigantesca que existe a lo largo de China, gente que es contratada por el gobierno para perseguir a otra gente por tener más hijos, para supervisar, para regular. Es mucha gente empleada en ese tipo de tareas, y al cambiar la burocracia, suele haber inercia. Es difícil ajustar, llenar el agujero en el sistema.
—¿La medida impactará en todos los sectores sociales de la misma manera?
—No, y justamente esa creo que es una de las razones por las que el gobierno sostiene el control de natalidad. Cuando uno lee los medios chinos se percibe cierta preocupación ante la posibilidad de que la gente en áreas pobres comience a tener más hijos, porque el gobierno no quiere que eso le signifique una mayor carga en el servicio social. No es que sea algo que aparezca de forma explícita, pero si prestas atención al tema en los medios se puede detectar que el gobierno busca que las mujeres educadas en áreas urbanas sean las que tengan más hijos, porque esos son los niños de “alta calidad”.
No quieren que tengan hijos las personas con bajo nivel educativo, ni aquellos que no pueden pagarlo.
—Pero esas mujeres educadas de áreas urbanas, ¿quieren tener más hijos?
—Ahí está el asunto. Dado el enorme problema de China en cuanto a la desigualdad social, la clase media se queja de que no puede pagar tener un segundo hijo, ni hablar de un tercero. Esto es especulación, pero supongamos que China libere totalmente cualquier restricción en materia de los hijos que se puedan tener. Es posible que la gente muy rica tenga cinco o seis hijos, porque pueden pagarlo, y que, por el contrario, la clase media no reaccione ante un anuncio así. Los hijos serían casi un bien de lujo. Quizás el gobierno no quiera ver eso.
China anunció que permitirá que las parejas tengan hasta tres hijos.
China anunció que permitirá que las parejas tengan hasta tres hijos. (AP Photo/Ng Han Guan, File)
—Hablando de las clases medias educadas, quisiera preguntarle sobre el fenómeno de jiwa, o la paternidad de tigre: esta enorme presión que hay sobre los padres al respecto del “éxito” de sus hijos. ¿Cree que es uno de los motivos por los que la gente en la clase media no quiera tener más hijos?
—Sí, sí, absolutamente, creo que se trata de una de las razones más importantes detrás de esto que pasa en las familias educadas de clase media.
Es un fenómeno cultural de una feroz competencia. Yo tengo amigos cuyos hijos están en el jardín de infantes y los padres trabajan muchísimo ayudándolos con la tarea, a niños que son casi bebés. Esta cultura de la competencia impone que los niños tienen que ir a la mejor escuela, tocar el violín, tocar el piano, hacer deportes a un nivel profesional, en lo posible, y después, cuando entren al mercado laboral, tener los mejores empleos y hacer dinero. Eso está pautado desde que nacen, y es difícil que los padres se queden afuera de esa competencia por presión social.
Pasa en China, por supuesto, pero yo ahora vivo en Estados Unidos, y observo el mismo fenómeno en las familias chinas que viven aquí, tienen que ir a las mejores escuelas, buscar los empleos más prestigiosos, y eso implica una presión gigantesca sobre los padres.
—Llama la atención esa cultura de feroz competencia en un país gobernado por el Partido Comunista, que se supone debería darle oportunidades a todos sus ciudadanos.
—Es que China no ha sido un país comunista por mucho tiempo. Por el contrario, es un país bastante capitalista.
—En uno de sus artículos, usted relaciona esa idea de éxito, que define como un concepto estrecho, con el control ideológico y la censura. ¿Cómo funciona esa conexión esa conexión?
—Efectivamente hay una cultura de la competencia feroz tanto dentro como fuera de China. Sin embargo, creo que si China fuera un país libre habría más ideas sobre cómo vivir la vida.
Quizás alguna personas podrían salir y decir que simplemente quieren disfrutar de su vida, vivir más tranquilos, u otro tipo de cosas. Pero dado el control que tiene el Partido Comunista sobre el país, hay un rechazo a las ideas diferentes sobre esto, no quieren que alguien piense por sí mismo, no quieren que se plantee el debate sobre la democracia, ni sobre los derechos humanos, por ejemplo. Esas son ideas que no se pueden difundir, y que son objeto de mecanismos de censura. El mensaje del gobierno es que trabajes duro, ganes dinero, compres bolsos de lujo, ropa y casas. Esas cosas sí están permitidas. Y creo que es en parte por eso que la sociedad de las grandes ciudades -aunque no solo de las ciudades- es tan materialista. Solo ser materialista está permitido. Y al gobierno no le gustan otras formas de vida porque las siente amenazantes.
El mensaje del gobierno a la población es: salgan, trabajen y ganen dinero. Pero, ¿qué espera de las mujeres? ¿Qué salgan a trabajar o que se queden en casa criando hijos?
—El Gobierno tiene una idea muy contradictoria sobre esto. El Partido Comunista es, al menos en la superficie, un partido comunista. Y la igualdad de género es una parte importante de la ideología comunista. Entonces si uno va a los papeles, a la línea oficial del Partido Comunista chino, las declaraciones oficiales son todas sobre igualdad de género y sobre la emancipación de la mujer, y ellos tienen que sostener esas ideas, al menos en la superficie, porque son un partido comunista, ¿correcto? Pero por otro lado tienen preocupaciones prácticas, como que necesitan mas niños.
Y a su vez tienen esta mirada tradicional de la mujer en el hogar como la encargada de la crianza, y siendo menos capaz que el hombre en el mercado laboral. Entonces estas miradas tradicionales sumadas a las necesidades concretas de tener más niños están empujando al Partido Comunista a enviar a las mujeres al hogar. Creo que son contradicciones que conviven en el partido, difunden dos ideas que son contradictorias.
—El último informe de Human Rights Watch (HRW) afirmaba que la política de control de natalidad impulsada por el gobierno chino aumenta la discriminación de las mujeres en el mercado laboral. ¿Por qué?
—Durante los 35 años que China tuvo la política del hijo único los empleadores solamente contemplaban una licencia por maternidad por empleada, y esperaban que las mujeres solamente tuvieran que cuidar un niño en su casa. En muchos países, incluida China, la carga de los cuidados pesa sobre las mujeres.
Cuando entró en vigencia la política de los dos hijos, eso significó que potencialmente, contratar a una mujer iba a significar dos licencias por maternidad, así que era menos conveniente para los empleadores contratar mujeres, porque podían costar dos licencias por maternidad.
—¿Existen las licencias por paternidad?
—No. La licencia por maternidad es, por ley, de 98 días, y la de paternidad es cero. Los empleadores están obligados a darle la licencia a las mujeres, pero no lo deben hacer con los hombres, lo que, por supuesto, desincentiva a los empleadores a contratar mujeres.
Pero esto afecta no solo a las mujeres que tienen hijos o quieren tenerlos, afecta a todas las mujeres, así que esto ha aumentado significativamente la discriminación contra las mujeres en el mercado laboral. También hay muchas mujeres que han sido despedidas por quedar embarazadas, aunque una ley prohíbe que las empresas despidan a las mujeres por estar embarazadas.
El gobierno no regula correctamente este tipo de leyes y no hay castigos significativos para quienes la incumplen.
Fotografía del Aniversario número 95 de la fundación del Partido Comunista Chino (AFP)
Fotografía del Aniversario número 95 de la fundación del Partido Comunista Chino (AFP)
—Por último, ¿qué lugar tienen las mujeres en el Gobierno y en la política chinos?
—Human Rights Watch ha elaborado informes en base a estudios sobre el reclutamiento de trabajadores para el sector público. Hay muchísimos anuncios, hasta un 80%, que declaran una preferencia por trabajadores varones.
Es decir que el Gobierno chino tiene una clara preferencia hacia los hombres a la hora de contratar empleados en el sector público. Me refiero a lo que sucede en un nivel bajo del Estado. Pero cuando te metes un poco más a investigar qué sucede dentro del sector público, también te encuentras con preferencias a la hora de ascender a los hombres frente a las mujeres. Y el resultado es que en la plana mayor del Partido se observa una abrumadora mayoría de varones.