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sábado, 25 de junio de 2022

Walter Riso: “La historia la cambiaron quienes fueron ovejas negras y no les importó la opinión de otros”

Por estos días, el siempre inquieto Walter Riso recorre el planeta de la mano de su “oveja negra”. Y es que este prolífico autor, de nacionalidad ítalo-argentina, que arrasa en las ventas con sus libros, ahora se encuentra embarcado en un nuevo desafío: ayudar, con su nueva obra, a que den la cara, se animen y sean valientes todos aquellos que se consideran “ovejas negras”, “bichos raros” o “patitos feos”. 

 “Al término oveja negra lo relacionamos con el hijo que está descarriado. Pero ¿quién ha cambiado la historia? Empecemos desde Sócrates hasta Giordano Bruno y pasando por todos. Han sido ovejas negras”, afirma el autor en charla con Infobae Leamos. Lo cierto es que este doctor en Psicología, especializado en Terapia Cognitiva y Magíster en Bioética, que pasó su infancia y adolescencia en Argentina, lleva consigo más de 50 mil horas de consulta como psicólogo clínico, práctica que alterna con el ejercicio de la enseñanza universitaria y la escritura de sus libros. 

Gracias a estas horas con pacientes, Riso exploró una nueva área y por ello decidió que era el momento de volcarlo en su nueva publicación. En Atrévete a ser quien eres (aunque no gustes), editado por Planeta, el autor apunta a la valentía y al coraje de ser uno mismo. Entre los puntos que resalta Riso en su libro, donde conjuga teoría con datos históricos y ejercicios prácticos, hay uno que él mismo se encarga de destacar: “La oveja negra tiene que tener una gran condición para mí, y te diría que la principal, y es que no le importa la opinión de los otros.

 No tiene necesidad de aprobación”. Riso alienta la consigna de no temer y aventurarse para alejarse del modelo que nos imponen. “Prefiero tener una Mafalda que una Susanita”, resumió. - Cuando escribiste este libro, ¿cuál fue el público objetivo al que te dirigiste? ¿Jóvenes, adultos? - Fundamentalmente el libro está orientado a la gente que se siente joven. Puedes tener 18 años y ser un viejo amargado. Tengo pacientes de 85 años que se pusieron a estudiar filosofía. Es un libro rupturista.

El libro surge porque yo empecé a ver toda la gente que he dado de alta en 50 mil horas de consultas. Y observé qué pasaba cuando dejaban de mirar hacia afuera. Si estás metida en el afuera, estás metida en el consumismo, en el “qué dirán”. - Nombrás varios casos en el libro en los cuales algunas personas no se atrevían a tomar decisiones vitales por miedo a sus padres, por ejemplo. ¿Cuál debería ser la tarea de los progenitores para fomentar la individualidad? - Para desarrollar la propia personalidad es importante no censurar, se puede educar a los niños en Derechos Humanos. No valoramos a las personas porque hacen tal o cual cosa, lo que da valor es el amor. Amamos y, porque amamos, valoramos. No es que valoramos para amar. 

 Yo pondría materias obligatorias en los colegios como por ejemplo “Autoconocimiento I, II y III” y “Aprendiendo a perder”. También incluiría “Enamórate de ti” y agregaría que eso no es egoísmo ni narcisismo, es dignidad personal, es autogobierno, es autodeterminación, es autonomía. Esos son valores que hay que inculcar. Tiene en su haber más de 50 mil horas de psicología clínica. Tiene en su haber más de 50 mil horas de psicología clínica. - ¿Qué otra cosas deberían hacer los padres para fomentar la singularidad? - Hay que lograr que ayuden a sus hijos a desarrollar la autonomía, la capacidad de defender sus derechos, la capacidad de autobservarse y que tengan inteligencia emocional. Los niños tienen que ir construyendo su propio Yo. 

 La historia de la resiliencia empezó con una investigación que se hizo con unos niños de Haití que vivían en familias espantosas. Después de 30 años, se encontró que el 30% de esos niños eran personas modelo. ¿Qué pasó aquí? Y, ¿sabes lo que encontraron? Que tenían un adulto a su lado, que podía ser un vecino, un papá o una mamá que los aceptaba incondicionalmente.

 Aceptar incondicionalmente significa que a tu esencia yo la respeto, que eres una persona y que tienes para decir cosas que vale la pena escuchar. Y entender que no te amo porque sacas buenas notas o porque eres un niño juicioso; yo te veo juicioso porque te amo. Uno no puede limitar la autonomía de los niños. Yo cuento los problemas de la obediencia debida. Tiene que haber un espacio para la desobediencia porque, si no, nuestros hijos serían robots. 

Lo que tiene que hacer un padre o la sociedad es fomentar la singularidad de cada persona, respetarla y fomentarla. Prefiero tener una Mafalda que una Susanita. - Parecería que, en el ámbito laboral, ser diferente suele ser sinónimo de quedar fuera del sistema. ¿Cómo se puede manejar esa situación? - Y… hay un costo. La rebeldía hay que entenderla.

 La RAE da muchos significados. Para mí hay uno que es el que mejor lo toma. Rebeldía es ofrecer resistencia a cualquier cosa que te lastime. La rebeldía no es pasarse un semáforo en rojo. Si tú estás en un trabajo, lo primero que te tienes que preguntar es si eso que te exigen está en contra de tus principios, de tus valores más sentidos, si te lastiman. Tu jefe te dice “trae el betún y lustra mis zapatos”. Ahí ¿qué tengo que hacer? ¿Será que tengo que arrodillarme hasta ese extremo, inclinarme para cuidar el trabajo o será que, a veces, no es negociable? Si te obligan a hacer algo en contra de tus principios y te obligan a renunciar a ciertos valores a costa de perder el amor, por ejemplo, te vas a sentir inhumanizado, enajenado.

 Cuando son cuestiones de principios, los principios no se negocian nunca, por eso mis libros de amor han tenido tanta acogida. Siempre nos enseñaron que tenemos que negociar nuestra dignidad por el amor pero eso no es así. Si tu pareja te lastima, empaca y vete. Hay separaciones que hay que festejar. - Uno de los puntos que destacás es el yo interior, la idea de saber alimentarlo para ser más auténtico y feliz. ¿Cómo influyó la pandemia en esta mirada para adentro? - Mi libro Más fuerte que la adversidad tiene que ver con eso. Estaba encerrado en Barcelona, me tocó todo lo que pasó en Europa, que fue especialmente fuerte.

 Las situaciones límites, las adversidades personales o colectivas, como las que tuvimos, pueden llevarte al estrés postraumático, que es que te volvés mierda, como un soldado que vuelve de la guerra. O podés tener un crecimiento postraumático porque esa información que recibiste te hace una especie de revolución interior donde empiezas a ver cosas que no veías antes, la relación con vos mismo, con las demás y, si sos creyente, con un ser superior. 

 La pandemia produjo en algunas personas revisiones muy profundas, vieron que muchas cosas que creían imprescindibles eran prescindibles. Eso es sabiduría, sabiduría pura. Vieron que lo que era valioso no era tan valioso y su escala de valores empezó a revisarse, y empezaron a ponderar cosas que antes no veían. Todo lo que sucedió en la pandemia nos acercó al tema de la muerte y ver que somos más vulnerables como especie. 

Eso nos acercó al “carpe diem”: vive cada día lo mejor que puedas. Tenía pacientes que me decían “acabo de descubrir que mi marido es medio tonto, yo pensé que era más inteligente”; otro me decía “pensé que mi mujer era más linda” porque eran parejas de fin de semana. Al estar juntos, uno empieza a descubrir muchas cosas. Porque el contacto es importante y eso hace recuperar tu Yo. 

Mucha gente se fue al campo, cambió de pareja. La solidaridad está muy bien pero pasa también por lo individual. Si yo no cambio, no pasa nada. Me cuido para cuidarte. Mi carta de navegación, la que yo propongo para cualquier cambio en la vida, tiene que ser la Carta Universal de los Derechos Humanos; si un creyente quiere leer la Biblia, cada cual con su creencia, lo que quiera. Inclusive creo que hacer el amor tiene que ser con la Carta Universal bajo la almohada. "Pizzería Vesubio", otro de los libros del ítalo-argentino. "Pizzería Vesubio", otro de los libros del ítalo-argentino. - Julia Cameron en su libro “El Camino el Artista” menciona a los lunáticos como aquellas personas que aparecen para bloquearnos en momentos en que el yo creativo está en expansión. 

Vos hablás de los “insoportables”. ¿Cuál es su papel? ¿Tienen incidencia en las ovejas negras? - Creo que algunas de estas personas te hacen reafirmar muchas de tus creencias más fundamentales y te demuestran que no estás tan equivocada. Esa persona insoportable te está devaluando, esas personas te obligan a pensar, pero cuando violan tus derechos hay que sacarlos de la vida. De los lunáticos y los insoportables, yo pienso que uno puede aprender lo que no debe hacer, es la sabiduría del no. 

Esto que me está haciendo, no lo debo hacer a otra persona. - En relación a este nuevo libro, ¿qué aspectos definen a una oveja negra? - Por lo pronto, defiende su singularidad, es autónomo o lo intenta, da una lucha permanente por ser libre, por la autorrealización. Esa es la verdadera libertad interior, la buena, la positiva. Si sigues al rebaño, te automatizas, sos un borrego, pierdes conciencia. Esa oveja negra es la muestra real, igual que el patito feo o el bicho raro, de que uno debe tener una aceptación incondicional con lo que se es, no debe engañarse a uno mismo. 

Uno debe ser el mejor amigo de uno, la oveja negra es coherente. Este término –la oveja negra- lo relacionamos con el hijo que está descarriado pero ¿quién ha cambiado la historia? Empecemos desde Sócrates pasando por Giordano Bruno y por todos, han sido ovejas negras. Piensa en Galileo Galilei, cuando saca un catalejo y descubre que la Tierra no es el centro del universo sino el sol de nuestra galaxia y se lo va a mostrar a los curas.

 Los curas nunca miraron por el catalejo. Esa oveja negra hizo una revolución copernicana, que fue cambiar toda la visión del universo. Las personas que hacen esos cambios se tienen que salir del montón. Todos tenemos una oveja negra dentro. Recibí miles de emails, ¡¡miles eh!!, de gente de todas partes que dicen “yo soy una oveja negra”. La oveja negra hay que asociarla a una rebeldía responsable y constructiva, a ser capaz de decir no, no dejarse manipular. La oveja negra tiene que tener una gran condición para mí, la principal diría, y es que no le importa la opinión de los otros. Es que no tiene necesidad de aprobación.

sábado, 3 de julio de 2021

La historia de la mascarilla: una barrera frente al contagio que ha evolucionado durante siglos

 

Por Marta Rodriguez Martinez
Policías en Seattle con máscaras hechas por la Cruz Roja, durante la pandemia de 1918. Diciembre de 1918.
 - Derechos de autor Wikimedia brote final de la peste negra, los médicos llevaban unas mascarillas que se alejaban mucho del imaginario actual. Con largos picos y lentes parecían cuervos. La alargada extremidad les permitía esconder dentro plantas aromáticas y mantener la distancia con el aliento de los enfermos. 

 Era mediados del siglo XVII y una de las pandemias más devastadoras de la historia de la humanidad hacía estragos en Europa. Y esta era una de las medidas adoptadas para evitar el contagio. Cuatro siglos adelante, el continente se vuelve a encontrar en proceso de desenmascarse. En España, el sábado se cumple una semana sin la obligatoriedad de portar las mascarillas en los espacios al aire libre. En Italia, esta medida se levantó el pasado lunes.

 Y en Francia, este acto de vuelta a la normalidad lleva vigente desde el pasado 17 de junio. Aunque se estén perdiendo de vista, el uso obligatorio de las mascarilla ha demostrado la facilidad con la que se adapta la humanidad. Pasaron de convertirse en un elemento poco habitual en las calles europeas, a un elemento omnipresente. Los datos así lo demuestran: según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas de España (CIS), el 99,4% de los españoles la llevaba habitualmente. 

 Desde la peste negra hasta el coronavirus Las peculiares máscaras utilizadas durante la peste negra forman hoy parte del folclore del carnaval de Venecia, aunque nos permiten constatar que su uso no se ha extendido tan solo en la última pandemia, sino que han sido medida preventiva del contagio de epidemias desde el Medievo en Europa. "Aunque el uso generalizado del tapaboca nos parece una medida preventiva sin precedentes, fue indicado muchas veces en la historia cuando la situación sanitaria lo requería", explican a Euronews las historiadoras María y Laura Lara. "Las mascarillas, a menudo despreciadas y burladas, han evolucionado mucho con el paso del tiempo". Autoras de Los caballos amarillos: enfermedades que nadie vio venir, las historiadoras han buceado en los últimos siglos para hacer una retrospectiva del uso de la mascarilla y han averiguado que se remonta al menos al siglo VI a.C. Prueba de ello se refleja en las puertas de las tumbas persas, donde se encontraron imágenes de personas con telas sobre la boca.

 "Según Marco Polo, los sirvientes de la China del siglo XIII se cubrían la cara con bufandas tejidas", añade Laura Lara. "La idea era que el emperador no quería que su aliento afectara el olor y sabor de su comida". La letal peste negra, que mató al menos a 25 millones de personas entre 1347 y 1351, asentó el rol de la mascarilla como instrumento médico. "El símbolo de la plaga, esa siniestra imagen de individuo con máscara de pájaro que parecía la Sombra de la Muerte surgió en los últimos estertores del brote final, a mediados del siglo XVII", indican las hermanas Lara.

 Las historiadoras describen esta máscara como "sin duda la más extraña que la medicina haya inventado". "En forma de pico de pájaro, venía acompañada por gafas, un largo vestido de tela encerada, pantalones y guantes de cuero y un palo para tocar o alejar a los enfermos". El motivo de su particular estética: "algunos creían que la enfermedad se propagaba a través del aire envenenado o 'miasma', creando un desequilibrio en los fluidos corporales de una persona", señala Laura Lara. "Intentaban evitar que el aire fétido les llegara cubriéndose la cara o llevando ramilletes de olor dulce".

 El pico servía de espacio para colocar perfumes, especias y hierbas para contrarrestar el denominado "miasma". En el siglo XIX, se abandona la teoría de los miasmas, pero se refuerza la necesidad del uso de las mascarillas, con el descubrimiento del francés Louis Pasteur de la existencia de agentes infecciosos microscópicos. "Ante este cambio de paradigma, un médico alemán, Carl Flügge, demostró que estos nuevos microbios podían ser transmitidos de individuo a individuo incluso a distancia, a través de gotas posiblemente invisibles", explica la historiadora María Lara. "Como consecuencia, le pidió al profesor de cirugía Jan-Antoni Mikulicz Radecki diseñar una mascarilla para que los cirujanos eviten contaminar a sus pacientes". 

 Este entonces inventó una "venda bucal", señalan las historiadoras, que se parece mucho más a la mascarilla actual, puesto que se trata de una compresa de muselina, pero dejaba al aire libre la boca, ya que cubría tan solo la nariz y las fosas nasales. 'Usar una máscara y salvar su vida', el eslogan de la gripe española La consolidación del uso de la mascarilla llegó en el siglo XX, con la gripe de 1918, o comúnmente conocida como gripe española, porque España, neutral en la Primera Guerra Mundial, fue el primer país en informar sobre el brote. La pandemia dejó al menos 50 millones de muertos en todo el mundo y se cree que los desplazamientos y el hacinamiento a causa del fin de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) aceleraron el contagio. 

 "Las tropas apiñadas en vagones de tren y camiones se aseguraron de que la infección, altamente contagiosa, pasara de un hombre a otro", señalan las hermanas Lara. "Luego se extendió desde las estaciones de tren hasta el centro de las ciudades, y de allí a los suburbios y al campo". Las historiadoras explican que varias empresas, incluida la London General Omnibus Co, intentaron frenar la propagación de la infección "rociando una solución antigripal sobre trenes y autobuses y haciendo que sus empleados usaran tapabocas"

. Explican que las autoriades instaron a la gente común a 'usar una máscara y salvar su vida'", un eslogan que resuena con fuerza estos días, más de un siglo después. "Muchos se hicieron la suya con gasa o añadían gotas de desinfectante a artilugios que se ponían debajo de la nariz", añaden. De las vendimias de la gripe española a las cosechas del coronavirus: así rebrotan las pandemias ¿Cómo terminó la pandemia de la gripe española y qué lecciones podemos aprender de hace un siglo? 

Pocos años después, la Segunda Guerra Mundial estableció los patrones de su fabricación quirúrgica. "Se distinguieron entonces de los dispositivos de protección respiratoria como las mascarillas FFP2/KN95", señalan las historiadoras. También en el siglo XX, las mascarillas empezaron a ganar terreno como elemento protector frente a la contaminación atmostérica que se hacía cada vez más presente en las grandes urbes, dos siglos después del inicio de la Revolución Industrial. "En la década de 1930, las mascarillas 'anti-esmog' se volvieron tan de rigor en la cara como los sombreros de fieltro en la cabeza", señalan las hermanas Lara. 

 Las historiadoras señalan que el peor episodio de "esmog" del que se tiene constancia ocurrió en Londres en 1952: "entre el 5 y el 9 de diciembre al menos 4.000 personas murieron inmediatamente después, y se estima que otras 8.000 murieron en las siguientes semanas y meses". Pero su uso como protección ante la contaminación nunca se extendió tanto en Europa como en Asia. "Japón lleva décadas -incluso siglos- usando la mascarilla como un elemento de su vida diaria", señala Laura Lara. "Varios analistas señalan que el uso extendido de la mascarilla, que se ve en la sociedad japonesa desde hace décadas, es una de las razones detrás de la tasa baja de contagios y muertes por COVID-19". En Europa, hay una generación que recordará haber adquirido en 2021 el hábito de llevar mascarilla. Ahora habrá que ver qué marca deja este hábito en la larga historia de esta prenda.

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