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sábado, 25 de septiembre de 2021

Rucci muerto a balazos: el plan de Montoneros, cómo su familia lo vio morir y la fuga de los guerrilleros

 


Con la localización de la casa donde vivía José Ignacio Rucci, sobre la calle Avellaneda, en el barrio de Flores, toda la estructura de movilidad del grupo de inteligencia —dos camionetas Chevrolet, un Peugeot 504 y una Citroneta— empezó a utilizarse para las tareas de observación. Estacionaban sobre la vereda de enfrente de la casa y hacían guardias con turnos rotativos.

Una noche vieron bajar a Rucci de un Torino, seguido por dos autos de su custodia. Esa fue la segunda vez que lo pudieron ver, después de un primer contacto visual, cuando ingresaba a una reunión del Consejo del Partido Justicialista en la calle Córdoba. (Ver nota 1). Esta información fue trasladada por el grupo de inteligencia al jefe militar de la operación. A partir de entonces se empezó a diseñar el plan para matarlo. El diseño operativo Las reuniones se realizaban en un departamento alquilado del barrio de Once. Armaron distintos esquemas. Uno era la utilización de un explosivo tipo mina “vietnamita”, con una chapa gruesa con forma de “U”, repleta de tornillos, tuercas y bulones. 

La idea fue introducir el explosivo en la caja trasera de la Citroneta y activarlo con un detonador a telecomando en el momento en que llegara el auto de Rucci. Se trataba de una operación nocturna, muy difícil de sincronizar. El mecanismo podía demorar la activación de la bomba y estallar después de que el blanco bajara del auto. ¿Y si el auto estacionaba a mucha distancia de la Citroneta y no lograba impactarlo? Era otro de los riesgos. Esta opción fue descartada. Después se pensó en otro plan: armar un grupo comando de diez personas cubiertas con cascos y chalecos antibalas y subirlas a dos camiones volcadores. Encerrar el auto de Rucci cuando saliera de su casa y dispararle a él y a los dos autos de la custodia. .

El jefe de las FAR, el abogado Roberto Quieto, supervisó los detalles del plan en una de las reuniones en el departamento de Once. También lo descartó. Durante el tiempo en que durara el enfrentamiento contra los custodios podrían sumarse policías y patrulleros. Podría haber caídas propias. O heridos. Y la operación —Quieto lo afirmó una vez más— no podía ser asumida públicamente por FAR-Montoneros. Por eso ninguno de los hombres que actuara en la operación podría tener antecedentes de pertenencia a esas agrupaciones. Quieto pidió otro plan. El fracaso de la fórmula tentativa Perón-Balbín Juan Domingo Perón era reticente a aceptar que su esposa Isabel lo acompañara en la fórmula presidencial, pero el Partido Justicialista insistió en promoverla en forma pública.

 Después de la renuncia de Héctor Cámpora, Perón se reunió en dos oportunidades con el jefe del radicalismo, Ricardo Balbín, para estudiar la posibilidad de una fórmula conjunta. Creía que lograr un acuerdo con la UCR era la mejor manera de asegurar la “unidad nacional” y la institucionalidad de la Argentina. La fórmula Perón-Perón, además, en términos personales, le provocaba incomodidad. El General reconocía que no le alcanzaría la salud para terminar el período presidencial en el que resultaría electo y no quería obligar a Isabel a asumir la sucesión. Inmerso en una herencia de poder que se estaba disputando en forma cada vez más violenta, el justicialismo carecía de sutilezas políticas y no creía adecuado regalarle la Presidencia a la UCR, más allá de los pactos gubernamentales que pudieran formularse.

El 4 de agosto de 1973, en el Teatro Cervantes, con los palcos colmados de hombres y de armas, se lanzó a viva voz la fórmula “Perón-Perón”, que fue votada por aclamación por todo el congreso partidario. Perón se tomó quince días para analizar la propuesta. Finalmente la aceptó. La casa de al lado Magdalena Villa de Colgre vivía al lado de la casa que ocupaba la familia Rucci. Desde hacía cinco meses su casa estaba en venta. Una inmobiliaria había colocado un cartel en el primer piso de la vivienda. En septiembre de 1973 un miembro del equipo de inteligencia, vestido con saco y corbata, visitó a la propietaria. Estaba interesado en conocer la vivienda, pero para no sumar costos a la posible operación prefería evitar el contacto con la inmobiliaria. 

 La señora lo hizo pasar. La segunda vez que la visitó le pidió el plano de la casa. Lo hacía por encargo del profesor, titular de una supuesta academia de enseñanza de idiomas, quien tomaría la decisión definitiva de la compra. El plano, le dijo, serviría para calcular cuántas aulas podrían utilizarse para la enseñanza. La obtención del plano les resultaba indispensable para diseñar la retirada luego del atentado. Al fondo de la propiedad había una pared y después un largo pasillo de viviendas que conducía a una puerta de calle, en Aranguren 2950. Les pareció la alternativa justa para evitar la fuga por el frente de la calle Avellaneda, que era muy transitada.

 La víspera electoral: un escenario violento Para septiembre de 1973 Rucci estaba enfrentado con el ministro de Economía José Gelbard por el rumbo del Pacto Social, que atendía la voluntad de Perón de alcanzar la “concertación social”, por la cual la corporación empresaria y sindical se comprometía a no formular demandas salariales ni realizar aumentos de precios durante dos años. Sin embargo, en el cumpleaños del presidente Raúl Lastiri, el día 11 de septiembre, Rucci le anticipó a Gelbard que pensaba retirarse del Acta de Compromiso que había firmado en mayo, porque, mientras los gremios estaban vedados de negociar paritarias por dos años, el costo de los productos de primera necesidad seguía subiendo. Ya se advertían signos de escasez de alimentos, que se iban de las estanterías de los comercios al “mercado negro”.

En verdad, el sindicalismo buscaba deteriorar la figura de Gelbard en el futuro gobierno de Perón. Preferían al dirigente Antonio Cafiero, con quien Rucci tenía una relación personal y a quien lo hubiese preferido candidato a presidente antes que a Cámpora. El titular de la CGT decía contar con el aval de Perón para esa acción de desgaste sobre Gelbard. Ese mes, el 6 de septiembre, la guerrilla marxista del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) había copado el comando de Sanidad Militar en Capital Federal y se había llevado armas. “Ninguna tregua al Ejército opresor”, sostenía la organización liderada por Roberto Santucho. 

Un teniente coronel resultó muerto en el tiroteo. El ERP entendía que la democracia, y el peronismo en sí mismo, postergaban la “guerra del pueblo”, eje del verdadero enfrentamiento entre el Ejército opresor y el Ejército revolucionario. Tres días después, un grupo desprendido de esa organización guerrillera, el ERP “22 de Agosto”, secuestró a un directivo del diario Clarín, Bernardo Sofovich, y a modo de rescate exigió al diario la publicación de tres solicitadas en las que quería difundir su apoyo a las elecciones, reclamar una investigación parlamentaria por los fusilamientos de Trelew, y, en la tercera, ridiculizar a Lastiri y a López Rega. Clarín las publicó dos días después y Sofovich fue liberado. Pero en represalia, grupos de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y otros que se organizaron desde el Ministerio de Bienestar Social entraron en el edificio del diario con granadas y bombas incendiarias y provocaron destrozos.

.Perón justificó el ataque en forma pública. Explicó: “El que procede mal suele sucumbir por su mal procedimiento. Clarín tuvo un mal procedimiento y alguien que se sintió herido, le metió otro mal procedimiento. Ese mes, las 62 Organizaciones Peronistas —columna vertebral del movimiento sindical— anticiparon su postura frente a Montoneros y la Tendencia Revolucionaria. A pesar de su disfraz de mascaritas iremos a buscarlos uno a uno, porque los conocemos. Han rebasado la copa y ahora tendrán que atenerse a las consecuencias”. Argentina vivía la efervescencia electoral que conduciría a Perón a tomar el poder por tercera vez en la historia. 

Pero la violencia ya estaba en el aire. El atentado Mientras tanto, el grupo operativo que atentaría contra Rucci vivía recluido en un departamento de la avenida Gaona, en Flores. Otro grupo de observación se mantenía en la camioneta, frente a la casa de la calle Avellaneda. Su misión era dar aviso cuando Rucci llegara para dormir. 

No lo hacía todas las noches ni con una rutina establecida. La operación se concretaría cuando el jefe sindical saliera de la casa durante la mañana siguiente. Como la frecuencia del equipo de comunicaciones del auto de observación no podía captarse en el departamento de avenida Gaona, utilizaron como puente a una unidad básica de la JP en la calle Neuquén. Allí, en el altillo, se instalaron miembros del grupo de inteligencia con handies para recibir la información que llegaba desde la camioneta de la calle Avellaneda y transmitírsela al grupo operativo de la avenida Gaona. El domingo 23, el FREJULI (Frente Justicialista de Liberación), con la fórmula Perón-Perón, obtuvo 7.359.252 votos (61,85%); el segundo puesto lo ocupó la UCR con el binomio Balbín-De la Rúa con 2.905.719 (24,42%) y en tercer lugar, la Alianza Popular Federalista, con Manrique-Martínez Raymonda, 1.450.998 (12,19%). Las horas finales José Ignacio Rucci volvió a la casa de la calle Avellaneda en la noche del lunes 24. 

Su hijo Aníbal, de 14 años, lo había llamado por teléfono. Quería que estuviese más tiempo con su familia. El último verano, para estar junto a su padre, había pasado sus vacaciones en el edificio de la CGT y lo había acompañado en sus actividades públicas. El 14 de febrero de 1973 había visto cómo mataban al guardaespaldas y chofer de su padre, Oscar Bianculli, tras un acto de campaña del FREJULI en Chivilcoy, en un tiroteo del que él y su padre habían logrado salir indemnes. 

La esposa de Rucci, Nélida Blanca Vaglio, “Coca”, le pedía a su marido que abandonara la representación gremial porque temía otro atentado. Era usual que en la central obrera se recibieran cartas destinadas al jefe de la CGT con dibujos de ataúdes. Incluso el 31 de agosto, en el único acto público de la candidatura de Perón, la Tendencia Revolucionaria desfiló frente al edificio de la CGT al grito de “Rucci, traidor, saludos a Vandor”, convertido en una consigna de guerra de las movilizaciones de Montoneros. El jefe sindical nunca expresaba en forma pública temor a un atentado. José Ignacio Rucci volvió a la casa de la calle Avellaneda en la noche del lunes 24. Su hijo Aníbal, de 14 años, lo había llamado por teléfono. 

Quería que estuviese más tiempo con su familia José Ignacio Rucci volvió a la casa de la calle Avellaneda en la noche del lunes 24. Su hijo Aníbal, de 14 años, lo había llamado por teléfono. Quería que estuviese más tiempo con su familia Su custodia no era profesional. Ninguno de sus miembros había sido formado en la Policía Federal u otras fuerzas de seguridad. Lo conducían habitualmente por el mismo recorrido. El día previo al atentado, antes de levantar una reunión ampliada en la CGT en la que se festejó la victoria de Perón, Rucci comentó que iba a dormir a la casa de Avellaneda. La frase se escuchó, y durante mucho tiempo se creyó que había sido víctima de un complot interno del sindicalismo, gestado desde la propia central obrera. 

 El 24 de septiembre, durante la noche, el Torino de la custodia estacionó sobre la calle Avellaneda, treinta metros antes de la casa que ocupaba Rucci. Uno de los custodios vio una camioneta Chevrolet con caja estacionada sobre la mano de enfrente. Cruzó para inspeccionar, levantó la lona, miró adentro y enseguida la bajó. En la oscuridad de la caja de la camioneta había dos hombres con un handy, sentados sobre una banqueta. El custodio no los vio. Al rato llegó Rucci y entró en la casa. Desde la camioneta de observación avisaron que el objetivo ya había llegado y nada hacía prever que se moviera de allí. Durante la noche, la camioneta cambió de lugar.

 Luego de más de tres meses de tareas de inteligencia y con la acción militar ya diseñada, se puso en marcha la operación contra el jefe sindical Luego de más de tres meses de tareas de inteligencia y con la acción militar ya diseñada, se puso en marcha la operación contra el jefe sindical Luego de más de tres meses de tareas de inteligencia y con la acción militar ya diseñada, se puso en marcha la operación contra el jefe sindical. A primera hora de la mañana del 25 de septiembre, el joven interesado en la compra de la casa de Avellaneda 2951, acompañado por “el profesor”, se acercó a la propiedad de la señora Magdalena Villa de Colgre. Tocaron el timbre. 

Venían a devolverle el plano y ajustar las condiciones de venta. Cuando la propietaria les abrió la puerta, la tomaron del brazo e ingresaron. Enseguida la amordazaron, la ataron de pies y manos y le colgaron un cartel: “No tiren, dueña de casa”. El papel estaba escrito con su lápiz labial. Primero tiraron un explosivo con mecha a la vereda para crear confusión y le dispararon con ametralladoras, escopetas y fusiles Primero tiraron un explosivo con mecha a la vereda para crear confusión y le dispararon con ametralladoras, escopetas y fusiles Unos minutos después, cuando un Torino de la custodia ya estaba estacionado frente a la vivienda donde dormía Rucci, el resto del grupo operativo ingresó en la casa vecina simulando ser un grupo de pintores dispuesto a iniciar su jornada de trabajo. 

Dentro de lonas, rollos de cartón y latas de pintura, ingresaron las armas; también una escalera, que luego utilizarían para escapar por el fondo de la casa. Algunos miembros del grupo armado se apostaron detrás de las ventanas cerradas de la planta baja. Otros, frente la ventana del piso de arriba. A las 12.10, de la casa que ocupaba la familia Rucci, se asomó un custodio que miró a ambos lados de la vereda. Detrás de él salió el jefe de la CGT. Las persianas de las ventanas de la planta baja y el primer piso de la casa tomada se levantaron simultáneamente. Primero tiraron un explosivo con mecha a la vereda para crear confusión —otros dos que fueron lanzados no explotaron— y le dispararon con ametralladoras, escopetas y fusiles. También apuntaron contra el baúl del Torino, para neutralizar el equipo de comunicaciones. José Ignacio Rucci yace sin vida sobre la vereda de la calle Avellaneda. José Ignacio Rucci yace sin vida sobre la vereda de la calle Avellaneda. La esposa de Rucci, que estaba hablando por teléfono, corrió hacia la puerta y vio morir a su marido cuando todavía no había terminado la sucesión de disparos. Los hijos llegarían del colegio media hora después. El cuerpo todavía estaba en la vereda. El grupo comando ya había escapado por los fondos.

 Y atravesaron el pasillo de la vivienda de la calle Aranguren al grito de “Policía Federal”. Dos autos estacionados sobre la calle Aranguren les permitieron la fuga. Estaban abiertos, con las llaves guardadas en el parasol. Parte del grupo operativo fue hacia una imprenta del barrio de Barracas. Consiguieron el diario de la tarde, que había alcanzado a publicar el atentado contra Rucci. Leyeron la noticia sentados en un bar.

sábado, 29 de mayo de 2021

Dos muertes violentas y la coincidencia de dos casas: la historia del montonero que asesinó a Rucci

 

El 29 de mayo de 1977 cayó muerto Juan Julio Roqué, miembro del comando guerrillero que en 1973 mató al líder sindical. El destino hizo que la casa donde se hallaba cuando años después y que fue rodeada por un grupo de tareas de la ESMA, estuviera a solo tres cuadras y en la misma vereda donde tenía su vivienda la familia Rucci
Por Aldo Duzdevich 29 de Mayo de 2021 Periodista y escritor Juan Julio Roqué, el jefe montonero que participó del asesinato a José Ignacio Rucci Juan Julio Roqué, el jefe montonero que participó del asesinato a José Ignacio Rucci El 29 de mayo de 1977, en El Ceibo 1175 de Haedo, cayó muerto Juan Julio Roqué, miembro del comando montonero que en 1973 mató a José Ignacio Rucci. 

A tres cuadras, por la misma vereda, en El Ceibo 877, tenía su vivienda la familia Rucci. Contrariamente a lo que muchos pueden imaginar, la única propiedad inmueble que tuvo el Secretario General de la CGT de 1970 a 1973, fue una modesta casa en ese sencillo barrio de trabajadores de Haedo. Según cuenta su hijo Aníbal, su padre compró el terreno, con una construcción precaria, que fue ampliando y convirtiendo en vivienda, trabajando él mismo de albañil. 

Vivieron allí hasta mayo de 1973, cuando la familia se mudó a una casa prestada por su amigo Antonio Ianinni sita en Avellaneda 2953, donde Rucci fue asesinado el 25 de Septiembre de 1973 . Por razones de seguridad, Rucci vivía durante la semana, en un departamento en el edificio de la CGT en la calle Azopardo; pero los fines de semana los pasaba con su familia. Según el ex-montonero que dio testimonio a Ceferino Reato para su libro Operación Traviata “los hijos de Rucci iban a la escuela Almirante Brown de Haedo, y una maestra nos dio el dato (…) así, siguiendo a los chicos llegamos a la casa de la calle Avellaneda”.

 La escuela queda a 8 cuadras de la casa de El Ceibo 877, y por la mudanza a mitad de año, los padres decidieron mantenerlos allí. José Ignacio Rucci Rucci provenía de una familia humilde de Alcorta, Santa Fe. Su padre no tenía trabajo fijo e iba peregrinando por distintas estancias haciendo labores. José después de la primaria siguió en la Escuela de Artes y oficios. En Santa Fe hizo varios trabajos ocasionales. En 1945 viajó a probar suerte a Buenos Aires. En 1946 ingresó como tornero en la metalúrgica La Hispano Argentina, y luego a Catita, la fabrica de cocinas y estufas. Eran los años de expansión industrial del peronismo, donde el gremio metalúrgico paso de 6000 a 200.000 afiliados en pocos años. 

Como la mayoría de los jóvenes obreros de la época, estuvo el 17 de octubre en Plaza de Mayo. En 1947 fue elegido delegado de fábrica y allí comenzó su carrera como gremialista. Según su biógrafo Luis Fernando Beraza, en esos años, estuvo muy cercano a Esteban Rey, un dirigente que provenía del troskismo integrado al peronismo. Esto le valió a José algunas acusaciones de “zurdo”. Aunque también el mismo Timoteo Vandor, tuvo entre sus asesores, ex-troskistas de la llamada línea nacional. Rucci fue leal a Perón hasta el día de su muerte Rucci fue leal a Perón hasta el día de su muerte En el bombardeo del 16 de Junio, Rucci subió a un camión junto a sus compañeros de fábrica para llegar a Plaza de Mayo y en Paseo Colón fueron recibidos por ráfagas de metralla que caían desde el cielo. Después del 55 participó de la Resistencia en sabotajes y colocación de bombas de estruendo.

 La UOM, en noviembre de 1956, desafió al dictador Pedro Eugenio Aramburu con un paro por tiempo indeterminado que terminó con 400 trabajadores detenidos. Surgía una nueva generación de dirigentes combativos entre ellos Vandor, Armando Cabo, Avelino Fernández, Paulino Niembro y Abdallah Balluch, entre otros. En enero de 1959, en solidaridad con la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, la UOM impulsó un paro nacional y fueron detenidos todos sus dirigentes, entre ellos Rucci, quien pasó un año preso en el penal de Santa Rosa. Al poco tiempo de ser liberado, volvió a prisión, por la aplicación del Plan Conintes de Arturo Frondizi. Rucci fue asesinado el 25 de Septiembre de 1973 Rucci fue asesinado el 25 de Septiembre de 1973 En julio de 1970, por la propuesta del jefe de la UOM Lorenzo Miguel y con el expreso apoyo de Perón, José Rucci fue elegido Secretario General de la CGT. El 14 de septiembre lanzó un documento que retomaba las consignas de La Falda de 1957. El mismo proponía “la nacionalización de la banca, el comercio exterior y el seguro; liquidación de los latifundios; reforma agraria; defensa de la industria nacional; participación obrera en propiedad, dirección y ganancias de las empresas” Dentro del sindicalismo convivieron siempre dos corrientes de pensamiento. 

Quienes entienden que los sindicatos deben estar en una lucha meramente reivindicativa de sus representados y quienes entienden que el movimiento obrero debe tener una identidad política con el objetivo de construir una sociedad mas justa e igualitaria. En 1970 esa identidad política era el peronismo y la lucha por el retorno de Perón. Con el peronismo en el gobierno Rucci fue una de las tres patas del Pacto Social. Un amplio acuerdo de concertación entre Gobierno-Empresarios y Sindicatos, tutelado por el poder político de Perón. Rucci garantizaba en esa mesa la presencia de los trabajadores. Nunca quiso ni tuvo aparato propio. Fue hasta el día de su muerte un dirigente a las ordenes de Perón. Esa lealtad la pagó con su vida. Juan Julio Roqué Nació en la provincia de Córdoba 1940. Se recibió de Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Trabajó de docente y fue rector de un colegio de enseñanza media. 

 Según Horacio Tarcus, Roqué comenzó a militar políticamente a los 14 años en la escuela secundaria y luego en la universidad, con posiciones ideológicas de liberal, anarquista y también intelectual izquierdista. Estudió el marxismo y la epistemiologia, y consideraba que la educación tenía un papel clave en la transformación de la sociedad. Participó activamente del Cordobazo de 1969. Luego fue uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en dicha provincia. Recibió instrucción militar en Cuba y se reveló como un experto y certero tirador. En 1972 dirigió la ejecución en Rosario del General Juan Carlos Sánchez. La tapa del diario con la muerte de Roqué La tapa del diario con la muerte de Roqué En una carta para sus hijos, escrita al pasar a la clandestinidad en 1971, explica cuando nació su vocación revolucionaria: “Descubrir el dolor ajeno y sentirlo como propio, es el primer paso para convertirse en revolucionario.(…) Yo recuerdo exactamente cuando comencé a convertirme en un revolucionario. Fue un día de invierno muy frío, en que un compañero de la escuela primaria se cayó casi congelado en la puerta del edificio donde estaban las aulas. Yo tendría 8 ó 9 años.

 Ví que ese chico tenía solo el guardapolvo escolar encima de una camisa rotosa. Su frío fue para mí un sufrimiento concreto. De pronto sentí una profunda vergüenza por mis ropas abrigadas, por mis zapatos y medias de lana. (…) ‘Los argentinos somos ricos porque la Argentina es un país riquísimo’ seguía diciendo la maestra y citaba largas listas de producción de trigo, carne, azúcar y ventajosas ubicaciones en los rankings de producción en los países del mundo. Sin embargo yo conocía compañeros que no comían nada antes de caminar los cinco kilómetros que los separaban de la escuela, y que aguantaban el hambre hasta la tarde con una batata asada que les daban sus padres al salir de su casa.

 Esos padres trabajaban cultivando enormes trigales y cuidando centenares de vacas y no tenían más que una batata para darle a sus hijos.” Según varios autores (menos Juan Gasparini) el comando de FAR-Montoneros que ejecutó a Rucci estuvo integrado por Julio Roqué, Eduardo Tomás Miguel Molinete, Horacio Antonio Arrue, y Marcelo Daniel Kurlat, entre otros. El 29 de mayo de 1977 un grupo de tareas de la ESMA al mando de Jorge Vildoza rodeó la casa y se desató un intenso tiroteo. Al quedarse sin munición, Lino Roqué se suicidó El 29 de mayo de 1977 un grupo de tareas de la ESMA al mando de Jorge Vildoza rodeó la casa y se desató un intenso tiroteo. Al quedarse sin munición, Lino Roqué se suicidó A fines de 1976, cuando la conducción montonera partió al exilio, Roqué se quedó en el país como único miembro de la conducción nacional. En marzo de 1977 en una nota a una revista chilena Roqué expresó sus dudas sobre la estrategia adoptada por la organización. 

“La correlación de fuerzas en el plano militar, en tanto nosotros nos definamos como un ejército, como un aparato militar y pretendamos enfrentar al enemigo en esos términos, es tan desfavorable que nuestro aniquilamiento es seguro, tarde o temprano.” En la casa de El Ceibo 1175 vivían en la planta baja, el matrimonio Vasallo (también militantes montoneros) con sus dos niños y en la planta alta Roqué. La normalidad de los Vasallo ofrecía una cobertura creíble. Ese 29 de mayo, Vasallo salió en su renoleta a “cubrir una cita” de un militante que venía hablar con Roqué. Pero, el militante había sido capturado y torturado y “entregó la cita”. Vasallo fue secuestrado y obligado a dar su dirección. Al poco tiempo un grupo de tareas de la ESMA al mando de Jorge Vildoza rodeó la casa y se desató un intenso tiroteo. Al quedarse sin munición, Lino Roqué se suicidó. La cercanía de ambas casas No esta claro si se trata de una casualidad o causalidad. 

Sabemos que la casa operativa de montoneros estaba ocupada desde tiempo antes. Allí vivieron durante 1976 Lino y su pareja Gabriela Yofre, hasta el mes de octubre, cuando Gabriela fue detenida y se “levanto” la casa. La casa montonera en El Ceibo 1175 La familia Rucci vivió en El Ceibo 877 hasta el 25 de mayo de 1973. Según cuenta Aníbal, en el 74 o 75 volvieron a vivir allí, porque era la única casa que tenían. Pero los niños sufrían mucho por el recuerdo de su padre y finalmente la tuvieron que vender y buscar un sitio nuevo. Los tiempos de la casa montonera, en principio, no coinciden con los de la familia Rucci. Pero, como le contó el ex-montonero a Reato, montaron una vigilancia de la escuela de los niños, entonces, la cercanía podría dejar de ser casualidad, a tener una causa muy concreta. Los interrogantes de los hijos María Inés Roque en 2004 estrenó una película llamada Papa Iván, donde hace un largo recorrido de la vida de su padre y de las circunstancias de su muerte, buscando respuestas que finalmente no encuentra. 

 Claudia Rucci, militante del PRO, conserva un enconado disgusto con los sobrevivientes montoneros y aquellos que según cree, los protegen. Aníbal Rucci mantiene otra actitud; la vida y la militancia política en el peronismo lo han llevado a una reflexión madura. Incluso pudo sentarse y conversar con el hijo de Firmenich, Marito, en la inteligencia de que los hijos no tienen porque hacerse cargo de la historia de sus padres. Rucci junto a sus hijos Josecito Duhalde, militante peronista de Morón, quien me acercó esta historia dice: “El cantante y compositor Carlos Barocela oriundo de Haedo, que vivía a pocas cuadras de la calle El Ceibo, en una canción homenaje a su ciudad escribió que ‘cuatro calles podían ser el universo’. Quizás en este caso una misma calle pueda encontrar cara a cara a Rucci y a Roqué y mezclarlos para la eternidad en la vida y en la muerte.”

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