Postaportenia ha dado a conocer una nota de Correo de los viernes, firmada por Santiago Torres y publicada hace diez años. Creo necesario hacer unas puntualizaciones al respecto, para complementar lo que se dice en la nota.Eran los primeros días de junio, en 1972. Wassen, que desde el 27 de mayo permanecía en el Florida fue consciente de que la actitud del Comandante Legnani y de los demás oficiales que habían participado en la caída de la Cárcel del Pueblo había cambiado. Ya no era el militante “ferretero” y dispuesto a todo, según decía Píriz Budes en su legajo, o por lo menos no lo era totalmente.
Con su actitud tanto en los momentos previos a la caída de la Cárcel y su papel determinante para que los carceleros no cumplieran la consigna de ejecutar a los secuestrados, había causado desconcierto en los oficiales, a esas alturas convencidos de que los tupamaros eran simples asesinos. Por algo el Cmte. Legnani no lo “devolvió” al 14 de Infantería.
Wassen, el Negro López, o el Nepo, además de sus condiciones para la acción fue un destacado analista y seguramente también pensó que destruido como estaba el MLN, bien valía la pena intentar una salida que evitara un desastre todavía mayor.
Fue Wassen quien le planteó a Legnani la posibilidad de una tregua y fue Wassen quien logró reunir en el Florida a quienes estaban desperdigados en otras unidades: Fernández Huidobro en Punta de Rieles, Rosencof en el 9º de Caballería, Manera en un cuartel de Artillería y la Negra Mercedes, su referente en todo momento, en Jefatura.
Cuando el 15 de junio, en presencia de Legnani, Wassen me comunicó que él ya había asumido su responsabilidad en relación a la caída de la Cárcel pero que el “cabeza de turco” era yo, Legnani ya estaba dispuesto a “jugarse” ante los mandos y plantear la posibilidad, “la necesidad” decía, de “evitar una guerra que puede durar años…”
La Dirección del MLN presentó una contrapropuesta inadmisible y la tregua se rompió. Aunque sin tregua, las conversaciones continuaron, pero ahora centradas en las razones que habían causado esa guerra a la que ambas partes querían poner fin.
El “¿entonces por qué peleamos?”, de Cristi, dio pie para que los presos se explayaran acerca de su proyecto Artiguista y nacionalista y las posiciones se acercaron.
Tanto se acercaron que terminaron teniendo proyectos comunes.
Entre ellos, combatir la corrupción política, a la que ambos bandos hacían responsable de la guerra. El otro proyecto era acabar con la guerra y para ello había que convencer a Sendic y si no se podía, dejarlo sin sus apoyos internos, tarea que cumplieron a cabalidad, lo que culminó con su propia detención.
Para el primero, el MLN aportó la documentación que Campos Hermida recogió en Amazonas 1440 y que el Ñato y Calcagno fueron a buscar a Jefatura. Luego el Ñato dirá que esa información les fue “arrancada con torturas”, pero como dijo Marenales, “el Ñato siempre le da color a las cosas…”
Como a los oficiales había que explicarles cómo funcionaba la corrupción, se formaron las famosas “escuelitas”, en las que los expertos del MLN impartían sus cursillos. Mucho se habla del Florida, pero tanto o más importante fue la de Artillería 1, en el cuartel de La Paloma.
Para ayudar en las investigaciones, se resolvió colaborar en los interrogatorios a los detenidos por las FF.AA., detenidos por las informaciones y con la participación directa de los mismos presos.
Aparecieron entonces los voluntarios, que olvidando los momentos pasados por ellos mismos en los interrogatorios no solo gritaban para crear “ambiente”, sino que participaron directamente en los interrogatorios y en las torturas a los detenidos. Que fueron algunos, es verdad, pero los dirigentes presos avalaron esa conducta.
De la misma forma que avalaron los operativos conjuntos. De la misma manera que avalaron los señalamientos callejeros para detener a los apoyos de Sendic. De la misma manera que avalaron y participaron en la comedia montada en el Florida para convencer a Efraín Martínez Platero de que estaban siendo torturados y se mostraron encadenados, cuando comían y cenaban en el casino de oficiales.
Mientras esto sucedía, también se hablaba del Golpe a la peruana y del gobierno de concertación, “antes de que los fascistas tomen el poder”. Ya ningún militar hablaba de Nasser ni de nasserismo, seguramente porque Perú quedaba más cerca.
Los capitanes del Florida y de Artillería 1, con el consentimiento de sus jefes, decidieron actuar por su cuenta, que para eso se habían jugado en la calle, decían, y se montaron operativos conjuntos, que tuvieron su punto culminante con la detención de Jorge Batlle y el operativo cofres fort, organizado en La Paloma, en la que los presos armados y uniformados por sus compañeros oficiales esperaron inútilmente la puesta en marcha del operativo, que finalmente se suspendió.
Mientras esto ocurría, yo redactaba mi manuscrito y ante la negativa de Siete Días Ilustrados de publicarlo, decidí intentarlo con Federico Fasano, al que junto con el original le envié una nota que en unos de sus pasajes decía:
Te reitero pedido de reserva absoluta con todos, especialmente con Pierri, que fue detenido y puesto en libertad pero trabaja con oficiales FF.AA. en investigaciones delitos socio-económicos.
Mi negativa a eliminar los nombres de los políticos de mi manuscrito llevó a Fasano y a la mayoría de los políticos implicados a montar la historia de la confabulación de Amodio Pérez con los golpistas, campaña de la que fueron portavoces Wilson Ferreira y Jorge Batlle, pese a que ambos sabían que Amodio Pérez nada tenía que ver con dichas maniobras.
Ante ese panorama, Cristi comprobó que el tema “comisiones de los ilícitos se le escapaba de sus manos y mandó parar".
Luego se dirá que Fasano “salvó las instituciones”, cuando en realidad lo que hizo fue acabar con las comisiones de los ilícitos y las conversaciones para concretar el “golpe bueno” en el que tantas esperanzas tenían puestas sus socios en el MLN.
Después todos apoyarán los comunicados 4 y 7, pero eso es otra historia
Héctor Amodio Pérez