Un año de política
Las incógnitas de 2015 están en
la política, no en la economía
Operadores y empresarios coinciden en vaticinar que la actividad
seguirá planchada y en descartar una crisis. Menos predictible
resulta, en cambio, la política, porque CFK no tiene sucesor.
por Observador
En el último año del kirchnerismo en la Casa Rosada las principales dudas surgen de la política. Aunque la posibilidad de una crisis económica nunca debe ser descartada en una economía con fuertes desequilibrios macro, la decisión de la presidenta Cristina Fernández de reajustar las estrategias monetaria, cambiaria y salarial redujo las expectativas de un colapso en el segundo semestre de 2014 y se estimaa que tendrá igual efecto en 2015.
Más si se tiene en cuenta que el ajuste "ortodoxo" no tuvo consecuencias negativas para el gobierno, sino lo contrario. La presidenta mejoró las opiniones favorables a su gestión que en el primer y segundo trimestre del año pasado eran bajas y las chances de que el oficialismo gane las presidenciales aumentaron. Daniel Scioli encabeza la intención de voto en más de una encuesta desde fines de diciembre pasado.
No habrá inversiones y los proyectos económicos importantes esperarán hasta la próxima gestión, pero la posibilidad de un colapso fue reducida. La receta será dólar anclado y restricción de la liquidez. El Banco Central cerró el 2014 con una absorción récord de casi 99 mil millones de pesos y sus reservas quebraron la tendencia a la baja de los últimos tres años sumando más 800 millones de dólares. El precio de esta estrategia "ortodoxa" es la recesión y la caída del consumo, pero CFK da muestras de estar dispuesta a pagarlo. Por lo menos por ahora.
La pregunta es qué efecto tendrá este ambiente recesivo y menos tumultuoso en el panorama electoral. Todos los sondeos coinciden en que hay tres candidatos con chances reales: Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa. Hay variaciones constantes de los niveles de apoyo, pero los expertos en opinión pública señalan que "grosso modo" cada uno cuenta con el apoyo de un 25% del electorado. Hacia donde se incline el 25% restante definirá la elección.
Las últimas mediciones registran un repunte de Scioli. Si se considera que gobierna el distrito más grande, con el 40% de los votantes, y que el gobierno nacional enderezó el barco, es el que aparece mejor perfilado. Lo probable, entonces, es que la sucesión se defina dentro del propio oficialismo.
Su adversario de mayor cuidado por lo tanto no es ni Macri, ni Massa, sino la presidenta Cristina Fernández. No tiene sucesor, está amenazada por problemas judiciales y se encuentra obligada por razones de supervivencia a demostrar que su "proyecto" seguirá después de que se mude de la Quinta de Olivos. Pero lo real es que el kirchnerismo no tiene sucesor, ni candidato que lo represente.
Esto la obliga a jugar todas sus fichas en la interna "K" y a esta altura es evidente que resolvió darle batalla al gobernador promoviendo a Florencio Randazzo en la interna oficialista. Sabe que es altamente improbable derrotar a Scioli, no sólo porque le lleva muchísima ventaja a Randazzo, sino porque detrás de él se alineará el grueso del peronismo -gobernadores, intendentes- que quieren un candidato ganador en la "externa". Su objetivo es simplemente que Scioli no gane las PASO con el 80% de los votos, lo que lo convertiría en el dueño del PJ.
¿En qué medida la hoy presidenta podrá condicionar a un Scioli instalado en la Casa de Gobierno? La fantasía del retorno de CFK en 2019 y de la formación de un bloque "cristinista" que complique al nuevo presidente en el Congreso parece inviable. Quedó probado en la última década que el que maneja la chequera maneja al oficialismo y, en medida apreciable, hasta a la oposición. Con esa plasticidad tan propia del peronismo los jóvenes "camporistas" no serán una excepción a la regla. Lo lógica política más elemental indica también que Scioli deberá deshacerse del kirchnerismo si llega al poder, así como los Kirchner se deshicieron de Duhalde. Es un simple principio de autopreservación.
Los candidatos opositores, en tanto, correrán con desventaja si la calma económica se consolida. El que más lo sentirá es Massa, cuyo principal activo es el periodismo opositor que lo promueve. Macri, en cambio, puede tener chances reales de competir con Scioli, pero para eso debe entrar en el balotaje.
Más si se tiene en cuenta que el ajuste "ortodoxo" no tuvo consecuencias negativas para el gobierno, sino lo contrario. La presidenta mejoró las opiniones favorables a su gestión que en el primer y segundo trimestre del año pasado eran bajas y las chances de que el oficialismo gane las presidenciales aumentaron. Daniel Scioli encabeza la intención de voto en más de una encuesta desde fines de diciembre pasado.
No habrá inversiones y los proyectos económicos importantes esperarán hasta la próxima gestión, pero la posibilidad de un colapso fue reducida. La receta será dólar anclado y restricción de la liquidez. El Banco Central cerró el 2014 con una absorción récord de casi 99 mil millones de pesos y sus reservas quebraron la tendencia a la baja de los últimos tres años sumando más 800 millones de dólares. El precio de esta estrategia "ortodoxa" es la recesión y la caída del consumo, pero CFK da muestras de estar dispuesta a pagarlo. Por lo menos por ahora.
La pregunta es qué efecto tendrá este ambiente recesivo y menos tumultuoso en el panorama electoral. Todos los sondeos coinciden en que hay tres candidatos con chances reales: Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa. Hay variaciones constantes de los niveles de apoyo, pero los expertos en opinión pública señalan que "grosso modo" cada uno cuenta con el apoyo de un 25% del electorado. Hacia donde se incline el 25% restante definirá la elección.
Las últimas mediciones registran un repunte de Scioli. Si se considera que gobierna el distrito más grande, con el 40% de los votantes, y que el gobierno nacional enderezó el barco, es el que aparece mejor perfilado. Lo probable, entonces, es que la sucesión se defina dentro del propio oficialismo.
Su adversario de mayor cuidado por lo tanto no es ni Macri, ni Massa, sino la presidenta Cristina Fernández. No tiene sucesor, está amenazada por problemas judiciales y se encuentra obligada por razones de supervivencia a demostrar que su "proyecto" seguirá después de que se mude de la Quinta de Olivos. Pero lo real es que el kirchnerismo no tiene sucesor, ni candidato que lo represente.
Esto la obliga a jugar todas sus fichas en la interna "K" y a esta altura es evidente que resolvió darle batalla al gobernador promoviendo a Florencio Randazzo en la interna oficialista. Sabe que es altamente improbable derrotar a Scioli, no sólo porque le lleva muchísima ventaja a Randazzo, sino porque detrás de él se alineará el grueso del peronismo -gobernadores, intendentes- que quieren un candidato ganador en la "externa". Su objetivo es simplemente que Scioli no gane las PASO con el 80% de los votos, lo que lo convertiría en el dueño del PJ.
¿En qué medida la hoy presidenta podrá condicionar a un Scioli instalado en la Casa de Gobierno? La fantasía del retorno de CFK en 2019 y de la formación de un bloque "cristinista" que complique al nuevo presidente en el Congreso parece inviable. Quedó probado en la última década que el que maneja la chequera maneja al oficialismo y, en medida apreciable, hasta a la oposición. Con esa plasticidad tan propia del peronismo los jóvenes "camporistas" no serán una excepción a la regla. Lo lógica política más elemental indica también que Scioli deberá deshacerse del kirchnerismo si llega al poder, así como los Kirchner se deshicieron de Duhalde. Es un simple principio de autopreservación.
Los candidatos opositores, en tanto, correrán con desventaja si la calma económica se consolida. El que más lo sentirá es Massa, cuyo principal activo es el periodismo opositor que lo promueve. Macri, en cambio, puede tener chances reales de competir con Scioli, pero para eso debe entrar en el balotaje.