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miércoles, 1 de septiembre de 2021

Sequía e incendios: así muere el río Paraná

 

 Apenas un hilo de agua discurre por el ancho lecho del Paraná Viejo a su paso por Rosario, en Argentina. Es uno de los muchos afluentes del río Paraná que se ha quedado "en los huesos" debido, en gran parte, a la sequía histórica que sufre Brasil. Los expertos están alarmados. 

 "De la vasta red de cauces secundarios que cause principal alimenta solamente están operando hoy en día transportando caudales muy exiguos por la bajante entre el 10 y el 20% solamente los cauces secundarios más grandes llevan agua y en el resto de la superficie carece de ella", explica el geólogo Carlos Ramonell. El Paraná no alcanzaba un nivel tan bajo desde hace casi ochenta años y nadie sabe a ciencia cierta si se trata de un proceso irreversible ni si es una consecuencia directa del cambio climático: "No podemos expedirnos hoy, la ciencia no está en condiciones para este decir cuál es la causa última de esta bajante. Obviamente, ha sido un déficit de lluvias", añade Ramonell.

 Un déficit con consecuencias catastróficas para varios países de la región, en especial para Bolivia y Paraguay, que no tienen salida al mar. El bajo nivel de las aguas impide el transporte fluvial desde hace varios meses, ha mermado considerablemente la pesca y la producción hidroeléctrica, y ha puesto en peligro la fauna y la flora de un coloso que durante siglos fue el décimo cauce del planeta. 

 "Si esto sigue podemos perder grandes cantidades de especie de altísimo valor ecológico y ambiental, incluso hay personas que dependen de la pesca obviamente para la subsistencia", afirma el militante ecologista Luis Martínez. Para colmo de males, los incendios en el Delta del Paraná están dañando uno de los ecosistemas de humedales más importantes de Sudamérica. Según las autoridades argentinas, 8 600 hectáreas han sido arrasadas por las llamas. La mayoría de esto fuegos fueron intencionados y tenían como objetivo ganar terreno para alimentar al ganado. El año pasado así ardieron 300 000 hectáreas. Los ecologistas denuncian que la mayoría de esas acciones quedaron impunes.

jueves, 13 de mayo de 2021

“¡No me dejes, no te vayas, que me van a matar!”: así fue la operación policial más sangrienta de Río de Janeiro

 28 personas murieron hace una semana en una incursión en la favela de Jacarezinho. EL PAÍS reconstruye con testigos lo ocurrido

Si alguien que huye de la policía aporrea tu puerta para refugiarse, abres. Y punto. Es la ley que impera en las favelas como esta, donde el poder del crimen organizado ha ocupado el vacío dejado por el Estado. Y cualquier vecino de Jacarezinho (cocodrilito) que levanta más de un palmo recuerda otros muchos tiroteos y muchas operaciones policiales, pero ninguna tan sangrienta y brutal. Con 28 muertos ―un policía y 27 presuntos “criminales”, según las autoridades―, es la más letal perpetrada por uniformados en la historia de la ciudad. Tantas víctimas en un día causaron conmoción en Río, que ya solo se espanta cuando las balas perdidas matan a niños porque la violencia de la guerra contra las drogas es cotidiana. 

 La ONU pide una investigación independiente de la masacre en una favela de Río de Janeiro 25 muertos en la segunda operación policial más letal registrada en Río de Janeiro Bolsonaro recupera popularidad y solo Lula le ganaría en una eventual segunda vuelta en 2022 El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, no perdió la ocasión de felicitar a la Policía Civil, que también se incautó de una treintena de armas. La mano dura contra el crimen es una de sus banderas. 

Para el militar de extrema derecha, Río y los policías son grandes caladeros electorales en un país donde está arraigada la idea de que el mejor delincuente es el delincuente muerto. La rutina de matar sospechosos se instaló hace mucho. Desde 1998, la policía ha matado a una persona cada 10 horas en el Estado de Río de Janeiro, según el diario O’Globo. Al alba del jueves pasado, antes de las seis, unos 200 policías armados para una guerra avanzaron por todas las entradas de Jacarezinho, un enjambre de infraviviendas de ladrillo a una hora en metro y tren de la playa de Copacabana. Un policía que intentaba quitar una de las barricadas colocadas por los traficantes que dominan la barriada, plaza fuerte del Comando Vermelho, fue la primera víctima. 

Le pegaron un tiro en la cabeza. Y estalló el pandemonio. Fuego intenso con fusiles, ráfagas desde helicópteros, granadas y casi 40.000 vecinos convertidos, de nuevo, en rehenes. Agazapados en un rincón, implorando a Dios y siguiendo las noticias por el móvil o WhatsApp. Joice Pereira, de 42 años, contaba el martes que se escondió con sus ocho críos en el cuarto de baño durante horas. El lugar más seguro en este habitáculo con paredes de papel que se asoma a uno de los callejones escenario de la espectacular balacera. Muchas de las escenas de aquel sangriento jueves parecen sacada de la película Ciudad de Dios, un retrato de la vida en las favelas cariocas que triunfó hace dos décadas. Durante más de dos horas el tiroteo fue tremendo, con sospechosos huyendo por azoteas y callejones para salvar el pellejo y los colegas del agente muerto rabiosos, invadiendo viviendas sin orden judicial. Las tiendas no abrieron. El punto de vacunación del coronavirus, tampoco.

 Agujeros de bala en una pared en la favela de Jacarezinho. Agujeros de bala en una pared en la favela de Jacarezinho.LEONARDO CARRATO Cuando llegó una cierta calma, los vecinos más necesitados, los hambrientos que no tienen qué comer porque la pandemia les arrebató lo poco que ganaban, se aventuraron a salir a por un plato caliente. Lucas Louback, de 30 años, activista proderechos humanos de Río de Paz, una ONG de Jacarezinho, participó en un reparto de alimentos: “Me chocó que en medio de la operación la gente estuviera recogiendo comida”, recuerda. Pasadas las once de la mañana, “ya no había tiroteo, pero la policía seguía dentro”.

 Tras ese paréntesis engañoso, las balaceras volvieron con furia, mientras los móviles del vecindario hervían con noticias de que los sospechosos se estaban rindiendo. Es precisamente lo que familiares de algunas víctimas contaron el lunes al Defensor del Pueblo, según el presidente de la asociación de vecinos, Leonardo Pimentel, de 34 años, al que en estas callejuelas tratan como un alcalde. “Contaron que recibieron vídeos de las personas que murieron diciendo ‘estoy vivo, me voy a entregar. Mira, estoy  La vida después de la masacre en la favela de Jacarezinho Cuando siete horas después del primer muerto terminó la operación, había cadáveres tirados en callejones y cuartos en varios puntos de la favela. Las fotos y vídeos que circulan por WhatsApp muestran a varios con tiros en la cabeza. 

Y uno sentado en una silla, con un dedo en la boca. La mayoría, en bañador y chanclas. La policía se llevó los cuerpos al hospital, envueltos en sábanas, alterando las escenas de las muertes. Otra rutina. Ante las denuncias de ejecuciones extrajudiciales y la destrucción de pruebas, la ONU reclamó inmediatamente una investigación independiente.

 La Fiscalía investiga ya las denuncias. El activista Louback lanza una batería de preguntas: “¿Había necesidad de tantas muertes? ¿Cuáles son los protocolos de la policía? ¿Se aplicaron? ¿Y dónde están las otras políticas públicas, la cultura, el ocio? Porque la única política pública que llega [a la favela] es la del enfrentamiento?”. Vecinos y defensores de derechos humanos ―siempre denostados por Bolsonaro— claman que incluso si las víctimas trapicheaban con drogas, tenían derecho a ser detenidos, juzgados y, si acaso, condenados y encarcelados. Una familia de una de las viviendas que recibió disparos durante el operativo policial. Una familia de una de las viviendas que recibió disparos durante el operativo policial.LEONARDO CARRATO Pero Brasil no funciona siempre así.

 La brutalidad policial es endémica. De las 47.000 muertes violentas de 2019, el 13% ocurrieron durante intervenciones policiales, según el anuario más reciente del Fórum Brasileño de la Seguridad. Y Río destaca como el lugar más letal para los sospechosos. Los tiroteos son tan frecuentes que Fogo Cruzado, una aplicación de móvil, alerta a cualquiera en tiempo real. Es una de las pesadillas familiares en las favelas. Cuenta Fernanda, de 42 años, que cada vez que estalla una operación policial corre a casa para estar junto a sus hijos. El chico es el que más le preocupa a esta mujer que elige este nombre falso para protegerse. “Tengo muchísimo miedo de dejarlo solo en casa porque, con 15 años, es muy corpulento”. Cuando uno es un brasileño joven, negro y pobre, la sospecha se dispara. Tras la incursión policial, poco tardó el negocio del narcotráfico en reabrir. 

La marihuana, la coca y el crack se vendían este martes a la vista de todos en unas mesitas instaladas en la calle, como si fueran chucherías. Cada favela personaliza su mercancía con un envoltorio que la distingue de las otras barriadas. El tráfico de drogas es uno de los ingredientes del cóctel criminal de Río de Janeiro tras su bella fachada. La disputa por el territorio es feroz y los pujantes grupos paramilitares, con sospechosos vínculos con el clan Bolsonaro, ya controlan más espacio que el narco. Completan el cóctel la delincuencia de toda la vida ligada al juego clandestino y una clase política carcomida por la corrupción. Aquí en Jacarezinho dio sus primeros toques el futbolista Romario, ahora senador. Cuenta Pimentel, al que los vecinos paran todo el tiempo, que fue un polo industrial que al languidecer vio aumentar la violencia. 

En estas callejuelas abundan las penurias y las tentaciones. Estos chavales “no tienen oportunidades de tener otra vida”, insiste el seudoalcalde. Un antiguo líder vecinal, Marcos de Castro, añade que cuando tu madre no tiene para el alquiler y vives en un lugar sin empleo, oportunidades ni diversión, ser el chaval del fusil que llama la atención de las chicas es muy tentador. Dinero fácil. Titánico es, en cambio, el esfuerzo de muchas madres para sacar adelante a su prole y que siga el buen camino. “La policía no puede ser como los delincuentes, están para protegernos”, proclama una indignada vecina de Jacarezinho. Vista de la favela de Jacarezinho desde la azotea de la parroquia de Nuestra Señora Auxiliadora de los Salesianos.

jueves, 6 de mayo de 2021

Tiros, explosiones y tensión en Río de Janeiro: un operativo policial contra el narcotráfico dejó al menos 25 muertos en una favela

Las fuerzas policiales se enfrentaron con narcotraficantes en Jacarezinho, una de las barriadas más violentas de la ciudad. Los tiroteos se extendieron y alcanzaron a pasajeros que viajaban en el metro


Al menos 25 muertos dejó este jueves una operativo de la Policía contra narcotraficantes en una favela de Río de Janeiro y varias personas más resultaron heridas, entre ellas dos pasajeros que viajaban en el metro por la zona donde se registraron los enfrentamientos. Según la Policía, un uniformado falleció minutos después de recibir un impacto de bala en la cabeza y 14 sospechosos murieron durante el operativo. La cifra luego se elevó a 25 fallecidos en total, según consignó el portal brasileño G1. 

Otros dos uniformados también resultaron heridos en el tiroteo en esta ciudad brasileña. Play Los tiroteos en la favela La intensa confrontación armada se vivió desde tempranas horas en la zona norte de la ciudad, en la favela de Jacarezinho, una de las comunidades más deprimidas y violentas de la urbe, cuando cerca de 200 agentes policiales fueron enviados para reprimir a una banda de narcotraficantes. De acuerdo con las autoridades, la banda de narcotráfico que controla la zona viene reclutando menores de edad para realizar acciones criminales. La facción es investigada por asesinatos, robos y secuestros. Play Pasajeros del metro baleados luego de un operativo policial en la favela de Jacarezinho Habitantes de la favela señalaron que, además de los tiroteos, se oyeron explosiones en diferentes puntos de la comunidad, que los obligó a permanecer en sus casas.

 Un helicóptero en el operativo Los enfrentamientos entre bandas de narcotraficantes rivales, así como entre estas y milicianos (paramilitares) y policías, son habituales en varias de las favelas de Río de Janeiro Los enfrentamientos entre bandas de narcotraficantes rivales, así como entre estas y milicianos (paramilitares) y policías, son habituales en varias de las favelas de Río de Janeiro Helicópteros apoyaron desde el aire las acciones de los uniformados y algunos delincuentes lograron huir por los tejados de las casas. Policías y militares en la favela de Jacarezinho, en Río de Janeiro 
Policías y militares en la favela de Jacarezinho, 

 Hasta el mediodía se desconocía el estado de salud de los dos civiles que resultaron heridos en el metro por una bala que atravesó la ventana de uno de los vagones. La intensa confrontación armada se vivió desde tempranas horas en la zona norte de la ciudad 

 La intensa confrontación armada se vivió desde tempranas horas en la zona norte de la ciudad de acuerdo con testigos de los hechos, dos hombres fueron impactados con el mismo proyectil, uno de ellos en un brazo y otro en la cabeza. El momento en el que llegaban más refuerzos a la favela La favela de Jacarezinho es una de las bases del Comando Vermelho (comando rojo), la mayor banda de narcotráfico en Río de Janeiro. Los enfrentamientos entre bandas de narcotraficantes rivales, así como entre estas y milicianos (paramilitares) y policías, son habituales en varias de las favelas de Río de Janeiro, una de las ciudades más castigadas por el narcotráfico en Brasil.

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