Mostrando entradas con la etiqueta inmigrantes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta inmigrantes. Mostrar todas las entradas

lunes, 26 de junio de 2023

Uruguayos reencontrándose con su origen y afirmando lealtad al adoptivo

 na historia de vida de un matrimonio de Salto Uruguay con más de 40 años Residiendo en la región y sus ci vencidos desde esos tiempos, sin embargo eso nunca les impidió trabajar y criar su familia gracias a la generosidad de este Pais que hoy con esa misma esencia buscan darles la documentación Argentina para recibir los beneficios que este Pais brinda y tengan una vida digna en sus vejez,

Gracias Alejandro Barjas ,Andrea del HCD por vuestra preocupación y a Monica el hada madrina de estos dos abuelos, nuestro Consulado hará la renovación de los antiguos documentos Uruguayos y es bueno si alguien más necesita de estos trámites se comuniquen con los referentes mencionados

jueves, 10 de junio de 2021

Los nietos de los que vinieron en los barcos se están yendo en avión porque el gobierno de Alberto Fernández no deja de expulsarlos

 

La periodista y conductora se refirió a la degradación de la palabra presidencial tras los polémicos dichos de mandatario argentino junto a su par español Pedro Sánchez
Cristina Pérez Por Cristina Pérez 10 de Junio de 2021 

 Quiero decirles con un poco de irreverencia que esto no empezó acá. El primer “frente de confrontación internacional” que tuvo el Presidente, como lo llamó en su momento Miguel Wiñazki, fue durante una conferencia junto a José Pepe Mujica en la Universidad Tres de Febrero. Ese día Alberto Fernández, flamante presidente electo, refutó duramente a Bugs Bunny al que llamó un “gran estafador” y reivindicó al Coyote frente al Correcaminos. Además, criticó al ratón Mickey porque un día descubrimos que, literal, “un ratón tenía un perro”. 

Ese era Pluto. Esto es todo verdad. Esto ocurrió. Para buscar esto puse en Google: Alberto Fernández, Pluto, Mickey, Coyote, Bugs Bunny. Y me dió un poco se vergüenza. Pobre Pepe Mugica en ese momento. Esto empezó así, señores. ¿Qué nos llama la atención ahora? Qué nostalgia da esa época donde los ofendidos eran los dibujos animados, ¿no? Tragicómico. Después comenzó la fase de ofender a la Constitución, a periodistas, a opositores, a jueces. Ayer nomás prácticamente el presidente incitó a tomar tierras diciendo que no tiene sentido tener tierras improductivas en nombre de la solidaridad.

 Pero claro, la escalada del presidente hasta saltó la grieta. ¿Se acuerdan cuando llegó a defender a los vacunados VIP porque no era delito saltarse de la fila cuando la vacuna significa que te salves o que te mueras? Y ahora, no contento con sus recientes ofensas como “el personal sanitario se relajó” o “los chicos discapacitados no entienden”, se despachó contra la Patria Grande en pleno: borró de un plumazo a las comunidades originarias de nuestro país y descalificó a mexicanos y brasileños en una mezcla de ignorancia y desatino. 

O como lo que piensan en este momento en los países hermanos, racismo. Veamos. Primero, hay que saber que le adjudicó al Nobel de Literatura Octavio Paz una estrofa de Lito Nebbia. Sin desmerecer a Lito Nebbia. Dicho esto, a quién le pertenece la letra es lo de menos en este caso. Aún cuando Paz inesperadamente y en un acto de delirio hubiera afirmado que los mexicanos salen de los indios y los brasileños salen de la selva, el Presidente debió darse cuenta de que estaba diciendo una barbaridad. Porque el Presidente es su palabra también Y es tal la volatilidad y la levedad de la palabra presidencial que así como cambia de opinión no calibra que el poder no le da licencia para decir cualquier cosa y tener razón. Y que su palabra legitima su poder. 

Y si usa su palabra como una moneda falsa, que cambia según la ocasión, eso también habla de el. El Presidente se degrada a sí mismo cuando ofende. Y también nos avergüenza porque representa al país al que todos pertenecemos. Y cuando muestra que no registra el peso de lo que dice como si no tuviera la obligación de la consistencia, nos hace preguntar lo que nos preguntamos desde que llegó al gobierno: ¿Quién es el Presidente? Porque si los argentinos venimos de los barcos, queda claro que Alberto viene de Cristina y nada más que eso. Pero fíjense que ayer se repitió lo mismo que ocurrió cuando el Presidente estuvo en Francia.

 En ese momento, Alberto Fernández se declaró europeísta ante Emmanuel Macron. Ayer hizo lo mismo ante el jefe del gobierno español y terminó usando esta otra frase desafortunada. Voy a tratar de describir esto que quiero decir con una anécdota que contó el otro día Teresa Calandra en el programa PH al que fui invitada. Calandra contó una anécdota divertidísima de Roberto Giordano, diciendo que a cada provincia que iba con sus desfiles le decía al gobernador local que estaba en la provincia del próximo presidente de la republica. 

 Y yo hoy pensaba que el Presidente es como Giordano. Va y habla a la medida del interlocutor. Habla ante Putin y dice que el capitalismo fracasó. Habla ante Macron y se declara europeísta y dice que Francia expresa lo mejor del capitalismo. ¿En qué quedamos? Esta contradicción la señaló el colega Jaime Rosemberg en La Nación el domingo pasado. Y ayer lo hizo de nuevo Alberto Fernández: ejecutó su habilidad para la obsecuencia sin medir daños. Y tuvo que salir a pedir perdón porque del ridículo no se vuelve. Pero pedir perdón, dentro de todo, es un acto de grandeza. Hace un rato Jair Bolsonaro puso una foto suya con una tribu amazónica al parecer y escribió en mayúsculas SELVA con un signo de admiración, haciendo de la descalificación del presidente argentino una muestra de orgullo por esas poblaciones.

 Miren que hay que hacer un gran esfuerzo para que Jair Bolsonaro te corra por izquierda. Hay que llegar hasta ahí. En lo que corresponde al sentir de nuestro país, el Presidente con sus dichos de ayer no sólo borró a los pueblos originarios sino que fue falso al invocar a la Argentina de la inmigración. Porque esa Argentina representa en gran parte la impronta de trabajo duro, de mérito y de progreso que su gobierno se encarga de intentar destruir cada día un poco más. 

 Si al Presidente le importaran los valores de quienes vinieron con un brazo adelante y otro atrás en los barcos a poner lo mejor para hacer de esta tierra su hogar, ese espíritu se notaría en sus políticas. Y la verdad es que no se nota. Y lo único cierto es que los nietos de los que vinieron en los barcos se están yendo en avión porque el gobierno de Alberto Fernández no deja de expulsarlos.

 *Editorial de Cristina Pérez en “Confesiones en la noche” - Radio Mitre

martes, 25 de mayo de 2021

Mala gente en Ceuta

 


OTHER NEWS (David Torres*)- Más allá del trasfondo histórico y de los intereses políticos, la imagen del inmigrante exhausto consolado por una voluntaria de la Cruz Roja es una Pietà en blanco y negro, uno de esos momentos que exhibe a la humanidad en su punto más alto, bañada en compasión, ternura y consuelo. Decía Ernesto Sábato que un soldado haciendo guardia de noche mientras custodia el sueño de sus compañeros representa un absoluto, un valor universal por encima del horror de la guerra, el color de los uniformes, los términos y móviles del combate. 

Qué no diría entonces de una caravana de niños hambrientos, de las muchedumbres sin tierra, de los miles y miles de refugiados que se agolpan tras las alambradas y no encuentran más refugio que el adjetivo con que los marcamos a fuego en Europa. Como la humanidad tiene al menos dos caras, no han faltado los comentarios repugnantes que han visto en una acción básica de salvamento una rendición, una cobardía, una estupidez, o incluso algo peor. Hay que tener el corazón relleno de estricnina y el alma hecha de mierda y sebo rancio para no compadecerse de la desgracia de esas personas que no tienen otro horizonte que la desesperación, no digamos ya de quienes sospechan un gesto de lujuria en un abrazo.

 Han sido tantas las amenazas y tan asquerosos los insultos que ha recibido Luna Reyes, la voluntaria de la Cruz Roja que reconfortó al inmigrante africano al que encontró llorando y golpeándose la cabeza con una piedra, que ha tenido que cerrar todas sus cuentas en las redes sociales. En el caos angustioso de ese día, Juan Francisco, un submarinista de la Guardia Civil, salvó de morir ahogado a un bebé caído al agua que ya mostraba graves signos de hipotermia. «Hace falta estar ciego», escribió en un poema Rafael Alberti, «tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio/, cal viva/, arena hirviendo/, para no ver la luz que salta en nuestros actos». 

Fue otro gran poeta, Antonio Machado, quien definió a la perfección el talante de esos malnacidos que ven una invasión en la diáspora mortal de los desgraciados que se lo juegan todo a una sola carta: «Mala gente que camina/ y va apestando la tierra». Es cuando menos paradójico que una buena porción de esa gente se considere a sí misma católica y cristiana a mucha honra, un catolicismo de cartón-piedra, un cristianismo hipócrita de ir a misa y de rezar el rosario, cuando si algo predicó Cristo es la compasión y el amor al prójimo, la ayuda a los desfavorecidos, el amparo a los refugiados: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, en la cárcel y vinisteis a verme». 

Para esa gente nunca es buen momento de poner en práctica las enseñanzas cristianas, la compasión y la caridad: si se habla de mejorar las condiciones de vida de los animales, replican que primero están las personas; si se les señala a los inmigrantes de las pateras, dicen que primero están los españoles; cuando toca ayudar a los españoles pobres y hambrientos, se les llama mantenidos subvencionados, porque lo primero, siempre, en cualquier caso, es su cuenta corriente y su propio culo. Cuando las fronteras, las vallas y los tratados son más importantes que las personas, el cristianismo y la acción humanitaria poco tienen que hacer, como intentar remediar un naufragio con un cubo o apagar un incendio con las manos. No les quepa duda de que si Jesucristo volviera en carne y hueso cruzando media África y pidiera refugio a esa gente, esa mala gente, lo devolverían a patadas al desierto después de echarle los perros.

 Eso sí, tampoco les quepa duda de que Jesucristo les escupiría a la cara. *Escritor y periodista español. Columnista habitual del diario Público.es. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, ganó su primer premio en 1999 (con Nanga Parbat) tras publicar diversos relatos y poemas en las revistas Cartographica, Poeta de Cabra y Ariadna, el título más traducido de Ediciones Desnivel, con versiones en francés, polaco e italiano. En Público.es, 21.05- 2021 Foto: Bernat Armangue / AP / Sputnik Other News UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias

lunes, 17 de mayo de 2021

Ambev y Heineken, imputadas por tener a inmigrantes venezolanos en situación de esclavitud en Brasil

 

Una auditoria encuentra a 23 personas que trabajaban en situaciones deplorables para una trasportadora tercerizada. Las cerveceras aseguran que trabajan para asistir a las víctimas
No tenía trabajo, pasaba hambre, tenía tres hijas y su esposa estaba embarazada de dos meses. En estas condiciones, Andrés* se vio obligado a tomar una dura decisión. Dejó atrás a su familia y abandonó Caracas para ampliar el creciente éxodo venezolano en busca de sustento en otros países, un fenómeno que se ha intensificado desde 2018.

 Haciendo autostop, cruzó los casi 1.300 kilómetros que lo separaban de la pequeña localidad de Pacaraima, ya en territorio brasileño. Tardó cuatro días en hacer los últimos 200 kilómetros a pie hasta la capital del Estado de Roraima, donde llegó a mediados de 2019. En Boa Vista, nada fue fácil: durmió en la calle durante ocho meses, rebuscando comida en la basura y sobreviviendo como podía: “Dormía sobre cartones viejos y comía los restos de comida de los mercadillos y lo que encontraba en la basura”, cuenta a EL PAÍS. 

A través de representantes del ejército brasileño y de ONG que trabajan en la Operación Acogida, un programa de ayuda humanitaria para inmigrantes, consiguió trabajo de camionero en São Paulo en febrero de 2020. Pero los desafíos de Andrés en suelo brasileño estaban lejos de terminar. En marzo de 2021 fue uno de los 23 extranjeros liberados en una acción del Programa de Erradicación del Trabajo Esclavo en el Estado de São Paulo, vinculada al ministerio de Economía. Durante la operación, que empezó la madrugada del 3 de marzo, los inspectores desmantelaron un sistema de trabajo en condiciones análogas a la esclavitud que implicaba a dos de las mayores cerveceras del mundo, las multinacionales Ambev y Grupo Heneiken (que en Brasil se llama Cervejarias Kaiser Brasil), y a una empresa de transporte subcontratada por ambas, Sider, que empleaba directamente a los trabajadores. Ahora las empresas, que preparan un calendario para pagar a los empleados los daños morales, tendrán unas semanas para preparar su defensa en el caso. En total, cada trabajador rescatado recibirá unos 657.270 reales (125.000 dólares). 

 La odisea de los venezolanos que se convirtieron en ciudadanos brasileños Brasil acelera el programa para repartir a los venezolanos por su territorio Los inmigrantes, 22 venezolanos y un haitiano, vivieron durante meses (algunos más de un año) en la cabina de los camiones aparcados en las sedes de Sider en Limeira y Jacareí, ciudades del interior de São Paulo, un derecho que tienen por ley y que la empresa se había comprometido a cumplir. Trabajaban durante jornadas extenuantes y sin ningún día libre. Además, no tenían acceso a agua potable. También se les impusieron tasas extras y descuentos, como el cobro por la ropa y calzado de trabajo y por nacionalizarles el permiso de conducir. El venezolano Bruno contó a EL PAÍS algunas de las situaciones que vivió durante los meses que trabajó para Sider: “Si se te cae la carga, te la descuentan del sueldo. 

Si se te pincha la rueda, también te la descuentan. A un colega se le reventó la rueda durante el viaje y le costó mil reales (unos 200 dólares). Dice que entre los trabajadores hicieron una colecta para ayudarle a pagar los daños. Tras quejarse de estos cargos abusivos, supuestamente escuchó de un supervisor: “Si no te gusta, te vuelves a Venezuela y te mueres de hambre”. “Fue una época muy difícil. Nos trataban como perros, como animales. Viví durante 11 meses en mi camión, en un espacio donde solo podía echarme y dormir, nada más”, afirma. La legislación brasileña establece que les correspondería a Heineken y Ambev supervisar que el contratista tercerizado (Sider) cumpla las obligaciones laborales, por lo que también se les responsabilizará por tener a trabajadores esclavizados. Según el informe, ambas cerveceras actuaron con “ceguera deliberada al ignorar la debida verificación del cumplimiento” de las leyes por parte de la empresa de transporte, con el objetivo de obtener beneficios “en detrimento de las normas de protección laboral”. Según la inspectora de trabajo Lívia dos Santos Ferreira, la responsabilización de las contratistas “deriva del hecho de que la Ley de Subcontratación les obliga a garantizar las condiciones de salud y seguridad de quienes les prestan servicios”. Por lo tanto, “la extenuante jornada laboral y las condiciones degradantes por no tener alojamiento, por ejemplo, son condiciones que tendría que haber controlado el contratista [Ambev y el Grupo Heineken]”. 

 El informe es categórico en cuanto al papel de las cerveceras: “El Grupo Heineken falló al elegir y contratar a Sider como proveedor de servicios de transporte, al no inspeccionar ni exigir que la contratada cumpliera la legislación laboral y, por último, al no garantizar directamente las condiciones de higiene, salud y seguridad de los trabajadores rescatados”. Lo mismo se aplica a Ambev. Código de conducta En un comunicado, el Grupo Heineken afirmó que se enteró del caso “a través de la Superintendencia Regional del Trabajo, y que colaboró activamente para garantizar todos los derechos fundamentales de los trabajadores tal como indicaron los auditores”.

 La empresa también afirmó que “todos los proveedores se someten a un riguroso proceso de selección y firman un código de conducta en el que se comprometen a cumplir plenamente la legislación laboral y relativa a los derechos humanos”. Ambev ha declarado que “en cuanto tuvimos conocimiento de la denuncia a Sider, una empresa de transporte que presta servicios a Ambev y a otras compañías, nos aseguramos inmediatamente de que los conductores fueran trasladados a un hotel, donde se les dio cobijo y recibieron todo el apoyo necesario”. En el comunicado también afirma que, “siguiendo las directrices y con el acuerdo de los inspectores de trabajo, aseguramos el pago de todas las indemnizaciones laborales y que la empresa de transportes facilitara el regreso de los conductores a su lugar de origen o trajera a su familia, según la elección de cada uno”. EL PAÍS entró en contacto con Sider por correo electrónico y teléfono, pero no obtuvo respuesta.

 Vidas en peligro El régimen laboral al que estaban sometidos estos trabajadores ponía en riesgo sus vidas y las de los demás. Algunas de las principales infracciones que comprobaron los inspectores y que corroboraron la tesis de las condiciones análogas a la esclavitud en este caso fueron “la supresión del descanso semanal remunerado” (días libres) y la pausa entre un viaje de entrega y el siguiente, que según la legislación debe ser de 11 horas. En la práctica, se les sometió a una jornada agotadora al volante, sin descansos. “El resultado [de estas condiciones] ha sido un aumento del número de accidentes de trabajo y, sobre todo, de enfermedades profesionales, que incluso han provocado muertes y suicidios relacionados con el trabajo”, afirma el informe de los auditores. Sin derecho a descanso ni a días libres, algunos trabajadores informaron que tenían que “escabullirse del garaje de Sider después de las 11 de la noche para encontrarse con sus familiares”. 

 La remuneración mensual de estos trabajadores oscilaba entre 1.900 y 4.000 reales (entre 360 y 750 dólares), en función de los descuentos y las tasas. A primera vista, esta cantidad puede considerarse elevada, por encima del salario mínimo de 1.100 reales (210 dólares). Pero el auditor Ferreira explica cómo funcionaba la retribución: “Este salario incluía pagos dentro y fuera de la nómina. Y el trabajador solo alcanzaba el valor máximo cuando era sometido a todas estas violaciones, viviendo en la cabina y sin días libres. Así que el valor del salario es proporcional al número de infracciones que sufre”. Sider ofrecía a los trabajadores la posibilidad de vender sus días libres, lo que no es ilegal. Pero sin tener adónde ir —ya que la empresa no les ofrecía alojamiento— y desesperados por ahorrar dinero para ayudar a sus familias en casa, muchos aceptaban la propuesta. “Si paraba [para tomarme un día libre] no podía enviar dinero a Venezuela para alimentar a mi familia. Fue agotador, soy un ser humano. Pero conocía la situación de mi país. Allí, un kilo de arroz cuesta 50 reales (9,5 dólares). Un pollo cuesta unos 200 reales (38 dólares)”, dice Andrés. 

En el informe, los inspectores afirman que esta práctica constituía “un abuso de la vulnerabilidad del trabajador inmigrante”. En un mensaje de audio encontrado en el teléfono móvil de uno de los coordinadores de Sider, al que los inspectores tuvieron acceso durante la operación, uno de los conductores que acababa de descargar el camión en Petrópolis, en el estado de Río de Janeiro, a las nueve de la noche, después de haber conducido todo el día, se niega a continuar el viaje inmediatamente hasta Extrema, en el estado de Minas Gerais, donde debería estar a las seis de la mañana del día siguiente para una nueva carga. 

La empresa le exigía que hiciera un viaje de siete horas de noche, después de haberse pasado todo un día en la carretera y sin descanso. “Que envíen a otra persona. Somos conductores, no esclavos”, dice el venezolano en la grabación. Los inspectores no pudieron averiguar qué le ocurrió a este trabajador que se negó a continuar conduciendo. Tras ser explotado en São Paulo durante más de un año, Andrés consiguió ahorrar dinero para alquilar una casa. “Ahora vivo con dignidad”, dice. Debería reunirse con su familia en junio. “Hace un año y medio que no los veo. Están en Boa Vista y pronto vendrán aquí a Jacareí. Entonces conoceré por fin a mi hija de un año que estaba en la barriga de su madre en Caracas cuando vine a Brasil. Gracias a Dios, las cosas están funcionando ahora”. Los nombres de todos los trabajadores entrevistados y citados en este reportaje son ficticios para evitar represalias.

Noticias que interesan