sábado, 5 de junio de 2021

Mensaje de Lacalle Pou en Alvaro Delgado visita a compatriotas en Jornada Nacionalista en Bs As

Ultimo discurso de Jorge Larrañaga en destacamento de Bomberos en Santa Clara

Jorge Larrañaga: su vínculo con los Lacalle

EL PUEBLO QUE SOBREVIVE GRACIAS A LA RUTA 40🇦🇷 | BAJO CARACOLES🙌👀

Lula y Fernando Henrique Cardoso apoyan la posición de Alberto Fernández sobre el Mercosur: no a las reducciones arancelarias

 

En una nota en el Folha de Sao Paulo, la periodista brasileña Monica Bergamo cita pasajes de un texto suscripto por ambos expresidentes
“Coincidimos con la posición del presidente de la Argentina, Alberto Fernández, de que este no es el momento para reducciones tarifarias unilaterales de parte del Mercosur, sin ningún beneficio para las exportaciones del bloque”, dice un pasaje de una nota firmada por los expresidentes de Brasil Fernando Henrique Cardoso y Lula da Silva. 

 “Coincidimos también en que es necesario mantener la integridad del bloque, para que todos sus miembros desarrolen plenamente sus capacidades industriales y tecnológicas y participen de modo dinámico y creativo en la economía mundial contemporánea”, dice un texto suscripto por los ex mandatarios, según escribió la periodista brasileña Mónica Bergamo, en el diario Folha de Sao Paulo, uno de los más tradicionales e influyentes medios brasileños. La nota recuerda que el ministro de Economía brasileño, Paulo Guedes, impulsa la reducción de los aranceles del Mercosur, “pero los argentinos temen por la industria de su país”.

 Según la columnista, la firma del texto “marca otro punto de convergencia entre Cardoso y Lula, que acaban de abrir un diálogo que había sido interrumpido por décadas de enfrentamiento electoral directo - desde 1994, han disputado las elecciones en campos opuestos, ya sea como candidatos o apoyando los nombres de sus respectivos partidos. El 21 de mayo pasado, ambos expresidentes se habían reunido en la casa del exministro del Tribunal Supremo, Nelson Jobim, y posaron para una fotografía que marca un punto de inflexión político y electoral, de cara las elecciones presidenciales de 2024 y de oposición a la gestión del actual presidente Jair Bolsonaro. 

 Para el Gobierno argentino es un espaldarazo a la posición de Alberto Fernández, que a fines de marzo, en la reunión virtual de líderes por los 30 años del Mercosur, había quedado en minoría frente a las posiciones de Bolsonaro y del presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, que abogan por una mayor liberalización del bloque comercial. En su exposición, en la que pidió más libertad para negociar acuerdos de Libre Comercio, Lacalle refirió la palabra “lastre” y Alberto Fernández le respondió “si somos un lastre, tomen otro barco”.

 El expreso apoyo de Lula y Cardoso a la posición argentina es motivo de regocijo en el Gobierno argentino, que se ocupó de difundir la nota del Folha. Al respecto, fuentes oficiales señalaron que el ministro Martín Guzmán y el embajador en Brasil, Daniel Scioli, vienen haciendo un trabajo de zapa sobre el tema del que también participa, en la elaboración técnica, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. La política brasileña La nueva coincidencia entre Cardoso y Lula refuerza la critica de ambos a Bolsonaro. 

Ya en marzo, Cardoso había dicho que en un eventual ballotage presidencial entre Lula y el actual presidente, votaría por Lula, de quien dijo que “fue formado por las necesidades de la vida, eso cuenta e hizo un discurso correcto, acertando en los puntos fundamentales”, pese a que parte de la la base parlamentaria del PSDB, el partido de Cardoso, y varios gobernadores, entre ellos Joao Doria, de San Pablo, apoyaron en la segunda vuelta a Bolsonaro en lugar de Fernando Haddad, el candidato del Partido de los Trabajadores de Lula. Cardoso se confesó arrepentido de haber votado en blanco en la elección de 2018, teniendo además en cuenta que Bolsonaro había dicho en los años ’90, dijo que el prestigioso sociólogo y expresidente merecía ser asesinado por haber privatizado la minera estatal Vale do Rio Doce. 

 En el contexto del encuentro del mes pasado, Lula devolvió los gestos de Cardoso y dijo que también votaría por él si se enfrentara a Bolsonaro y enfatizó que siempre mantuvo una “disputa civilizada” con Cardoso, quien lo derrotó en dos elecciones presidenciales, en 1994 y 1998. “Me alegro por decir que votaría por mí, yo haría lo mismo si fuera al revés. Siempre ha sido un intelectual y sabe que no se puede inventar una candidatura”, acotó Lula.

Egresados 2015 PNA

Prefecturianos en emotiva ceremonia de egreso.wmv

Desfile de cadetes y oficiales en ceremonia egresados PNA Zarate 2011.wmv

El G-7 llega a un acuerdo para reformar el sistema fiscal global

 

El ministro de Finanzas británico, Rishi Sunak, ha adelantado que se ha alcanzado un pacto sobre un impuesto mínimo de sociedades de “al menos el 15%”
RAFA DE MIGUEL Londres - 05 JUN 2021 - 11:02 GMT-3 

Las economías más desarrolladas del mundo, reunidas en el G-7, llegaron este sábado en Londres a un acuerdo “histórico” sobre la reforma del sistema fiscal global, según anunció el ministro británico de Finanzas, Rishi Sunak. El acuerdo requerirá que los gigantes tecnológicos multinacionales hagan una mayor contribución fiscal. En el comunicado hecho público este sábado se plasma la solución provisional a los dos principales escollos que enfrentaba la reunión. 

El acuerdo establece un impuesto mínimo de sociedades de “al menos un 15%”. De ese modo, se abre la posibilidad de elevar ese suelo que había propuesto Estados Unidos. Francia, por ejemplo, aspira a una cifra común más alta. Se vincula además el avance en la medida a la eliminación del gravamen por servicios digitales que algunos países, como el Reino Unido o Francia habían impuesto unilateralmente con la oposición de Washington. “Facilitaremos la coordinación apropiada entre la aplicación de las nuevas normas impositivas internacionales y la retirada de todos los impuestos sobre servicios digitales, y otras medidas relevantes similares, sobre todas las compañías. Nos comprometemos a un impuesto mínimo global de al menos el 15%, aplicado por cada país”, afirma el texto resultado de la reunión. Estados Unidos quería la eliminación inmediata del gravamen digital, pero sus aliados europeos temían que de ese modo las grandes tecnológicas pasarían a pagar ya menos, mientras el Congreso estadounidense tardaría aún tiempo en aprobar la legislación derivada del nuevo acuerdo. 

A cambio de impulsar el impuesto mínimo, Estados Unidos accede a una demanda histórica del resto de naciones avanzadas. El acuerdo establece que aquellas grandes compañías que obtengan “un margen de beneficios del 10% o más” deberán pagar al menos un 20% de los impuestos sobre sus beneficios globales en los territorios donde operen, y no solo donde tengan la sede social. Queda por decidir el listado definitivo de “grandes compañías” que quedarán sometidas a la nueva medida. “Mis homólogos de finanzas y yo hemos llegado a un acuerdo histórico sobre la reforma fiscal mundial que exige a los mayores gigantes tecnológicos multinacionales que paguen su parte justa de impuestos”, ha explicado Sunak en la red social, donde ha adelantado una parte de lo acordado en la reunión, celebrada en el palacete de Lancaster House, en el centro de Londres.

 Los ministros del G-7 (Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia, Canadá, Italia y Japón) acordaron el suelo impositivo, aunque el pacto será analizado en la reunión de ministros de Finanzas del G-20 —países desarrollados y emergentes— y de gobernadores de bancos centrales que se celebrará en julio en Venecia. En ese comunicado oficial destacan su compromiso para “garantizar la sostenibilidad a largo plazo de las finanzas públicas” muy tocadas por la pandemia, y aseguran que “es vital seguir aprendiendo lecciones de la Covid-19″, para garantizar que el mundo esté preparado para futuras pandemias. El pacto está pensado para adaptar el sistema fiscal a la era digital global. “Es crucial asegurar que es justo, de modo que las compañías correctas [los gigantes tecnológicos] pagan el impuesto adecuado en el lugar correcto y eso es un precio enorme para el contribuyente británico”, añadió el titular británico de Finanzas sobre una cuestión que se ha debatido durante la última década pero sin llegar a consenso.

 Hasta ahora. A las buenas noticias y optimismo de Sunak se unían otros de los ministros. “Es una buena noticia para la justicia fiscal y para la solidaridad, y malas noticias para los paraísos fiscales del mundo”, ha dicho el alemán Olaf Scholz. La secretaria de Estado del Tesoro estadounidense hablaba de un “compromiso muy significativo y sin precedentes”. El descomunal gasto público con el que los países han tenido que responder al embate de la pandemia ha acelerado debates que se arrastraban durante años. En concreto, el de la necesidad de un sistema fiscal justo y eficaz en la era de la economía digital. Los ministros de Economía del G-7, reunidos desde el viernes en Londres ya se mostraron optimistas desde el inicio del encuentro. Foto de familia del G-7 este sábado en Londres.

 De izquierda a derecha, Paolo Gentiloni, comisario de Economía de la UE; Paschal Donohoe, presidente del Eurogrupo; David Malpass, presidente del Banco Mundial: Daniele Franco, ministro de Economía y Finanzas de Italia; Bruno Le Maire, ministro de Finanzas de Francia; Chrystia Freeland, ministra de Finanzas de Canadá; Rishi Sunak, canciller de Hacienda del Reino Unido; Kristalina Georgieva. directora general del FMI; Olaf Scholz, ministro de Finanzas de Alemania; Janet Yellen, secretaria del Tesoro de EE UU; Mathias Cormann, secretario general de la OCDE, y Taro Aso, ministro de Finanzas de Japón, Foto de familia del G-7 este sábado en Londres. De izquierda a derecha, Paolo Gentiloni, comisario de Economía de la UE; Paschal Donohoe, presidente del Eurogrupo; David Malpass, presidente del Banco Mundial: Daniele Franco, ministro de Economía y Finanzas de Italia; Bruno Le Maire, ministro de Finanzas de Francia; Chrystia Freeland, ministra de Finanzas de Canadá; Rishi Sunak, canciller de Hacienda del Reino Unido; Kristalina Georgieva. directora general del FMI; Olaf Scholz, ministro de Finanzas de Alemania; Janet Yellen, secretaria del Tesoro de EE UU; Mathias Cormann, secretario general de la OCDE, y Taro Aso, ministro de Finanzas de Japón, 

 La reunión de Londres es el primer encuentro cara a cara de los responsables de Finanzas de las siete economías más avanzadas del mundo desde que la crisis del coronavirus acabó con las grandes reuniones presenciales. Antes de comenzar una intensa discusión, sus participantes leyeron el viernes la carta abierta firmada por los ministros de las cuatro mayores economías de la eurozona, publicada en EL PAÍS y los principales periódicos europeos. “El dumping fiscal no puede ser una opción en Europa ni en ningún país del mundo”, afirmaban en el texto la española Nadia Calviño, el francés Bruno Le Maire, el alemán Olaf Scholz y el italiano Daniele Franco. “Esta práctica solo llevaría a una caída aún mayor de la recaudación del impuesto sobre sociedades, más desigualdad y la imposibilidad de financiar los servicios públicos básicos”. Denunciaban los cuatro la práctica llevada a cabo por las grandes tecnológicas de desplazar sus beneficios globales a aquellos territorios ―Irlanda, por ejemplo― que les ofrecen mayores ventajas fiscales.

 Eso a pesar de que su presencia es ya global, y sus ventas y beneficios son particulares en cada país concreto. La convicción de que hoy más que nunca resulta necesaria una coordinación impositiva que evite la existencia de ganadores y perdedores en la nueva economía digital ha concitado en pocos meses el consenso que se persiguió sin éxito durante años. La nueva Administración estadounidense de Joe Biden fue la que puso sobre la mesa la cifra del 15% ―aunque inicialmente propuso un 21%―.

“Si me matan, fue él”: una mujer denunció a un alcalde chavista y apareció muerta

 

Dorialcely Tocuyo, de 29 años, fue asesinada a balazos en El Callao, estado de Bolívar. En una protesta el pasado 25 de mayo, había denunciado al gobernante Alberto Hurtado por corrupción y complicidad con redes de prostitución
Las muertes de Dorialcely Tocuyo, de 29 años; y Martha Aristizábal, de 37; conmocionaron a la población minera de El Callao, en el sur del estado venezolano de Bolívar. Las mujeres aparecieron muertas luego de denunciar a un alcalde chavista por corrupción y complicidad con redes de prostitución. “Si me matan, fue él”, expresó Dorialcely en una protesta el pasado 25 de mayo para escrachar al alcalde chavista Alberto Hurtado. 

“Quien grita es Dorialcely Tocuyo. ‘Él’ es el alcalde de El Callao, Alberto Hurtado (del PSUV), a quien Dorialcely acusa de corrupción y de complicidad con redes de prostitución. A ella y a Martha Aristizábal las asesinaron a balazos. ¿Quién responde?”, se preguntó en su cuenta de Twitter Javier Tarazona, director de la ONG Fundaredes, quien compartió los videos donde se ve a la mujer en la protesta y se la escucha decir que si la asesinaban responsabilizaba al político oficialista. El fiscal Tarek William Saab confirmó que se abrió una investigación. “#JUSTICIA. Ante el abominable homicidio serial de Martha Aristizábal (37 años) y Dorialcely Tocuyo (29 años) ocurrido en El Callao (Bolívar) hemos designado al Fiscal 5to del Ministerio Público para investigar y sancionar de manera ejemplar tan terrible hecho”, expresó en su cuenta de Twitter. Según reconstruyó El Pitazo, Tocuyo era madre soltera, tenía cuatro hijos y trabajaba como manicura, comerciante informal y trabajadora sexual en El Callao y Tumeremo desde hacía cuatro años. 

Nació en Cumaná, estado de Sucre, pero de chica se mudó a San Félix junto a su abuela. El mismo periódico informó que, en la escena del crimen, los investigadores encontraron 10 cartuchos de balas. La familia de la joven habló con el diario local Correo del Caroní y pidió investigar al alcalde. “La investigación deberían hacerla las autoridades a ver qué tan culpable es el alcalde, porque no puede ser casualidad que una vez que ella le haya dicho todas sus verdades aparezca muerta y torturada”, manifestó un pariente al medio de comunicación. 

 “Aquí voy a estar para cuando me quieras llevar presa, porque estoy peleando por los derechos de mis cuatro hijos. Una cosa es hablar y otra es irrespetar”, se la escucha decir a la mujer en la protesta que fue filmada y que se hizo viral en las últimas horas. El alcalde Alberto Hurtado (@AlbertoH_PSUV) El alcalde Alberto Hurtado (@AlbertoH_PSUV) En otro tramo del video, en el que no se observa al alcalde pero sí a efectivos de seguridad, Tocuyo advirtió que si algo le pasaba sería responsabilidad del mandatario local. “Si no me mata el COVID, me va a matar el hambre. Ustedes comen, nosotros no. Que me maten, aquí hay bastante cámara. Si me matan fue él (…). Prefiero que me maten a que mis hijos me pidan comida y yo no tenga qué darles”, dijo la mujer.

La triste historia de Juan Romero, el chico que auxilió a Bobby Kennedy mientras moría asesinado y se sintió culpable el resto de su vida

 

El 5 de junio de 1968, hace 53 años, el senador por Nueva York fue acribillado por el joven palestino Sirhan Bishara Sirhan en la cocina de un hotel de Los Ángeles. Romero, un adolescente que trabajaba como camarero, le sostuvo la cabeza en su agonía. Los motivos que lo llevaron a creer -erróneamente- que su presencia había motivado el crimen
Ese chico que, con un grito silencioso eternizado en la foto, sostiene la cabeza baleada de Robert Kennedy, es Juan Romero. La noche del asesinato, el 5 de junio de 1968, hace hoy 53 años, Juan estaba por cumplir sus 18. Era camarero en el Hotel Ambassador de Los Ángeles. Era, también, un admirador de Bobby Kennedy por la defensa que el entonces senador por Nueva York y precandidato presidencial hacía de los inmigrantes hispanos en Estados Unidos. 

Y fue, tal vez, la última persona a la que Kennedy estrechó la mano, antes de caer abatido por los disparos de Sirhan Bishara Sirhan, si es que el entonces joven palestino de 23 años fue el único en disparar aquella noche. El chico Romero pensó siempre que, tal vez, si no hubiese intentado dar la mano a Kennedy, el seguro candidato a presidente en las elecciones de aquel año1968 no habría muerto. Era un disparate, pero fue la culpa que lo persiguió toda su vida. Esta es su historia, la de otra víctima, no fatal, de aquella noche trágica. Juan Romero nació en Mazatán, Sonora. Cuando tenía diez años, su familia emigró a Los Ángeles y se instaló en una barriada del Este de la ciudad, sacudida por la violencia y la delincuencia. En sus años de estudiante de la Roosevelt High School Romero vio nacer, sin participar, las primeras manifestaciones contra la discriminación de los estudiantes de origen mexicano.

 El padre de Romero no quiso que su chico se metiera en problemas: ni en los políticos, ni en los sociales en una zona en la que la delincuencia era común; trabajaba en el Hotel Ambassador y logró que Juan entrara como lavaplatos primero y como camarero poco después. Cada día, después de la escuela, Juan era un empleado más, uno de los más jóvenes, del lujoso hotel que había albergado en su momento seis entregas de premios Oscar y había escuchado cantar a leyendas como Frank Sinatra, Judy Garland, Marilyn Monroe, Sammy Davis, Barbra Straissand y Bing Crosby, entre otros. 

 Otra foto de Bobby en el suelo después de recibir cuatro disparos. Aquí se ve claramente el Rosario que le dejó Juan Romero (Reuters/archivo) Otra foto de Bobby en el suelo después de recibir cuatro disparos. Aquí se ve claramente el Rosario que le dejó Juan Romero (Reuters/archivo) Ese fue el hotel, base de campaña en Los Ángeles, que Robert Kennedy eligió para seguir paso a paso las primarias de California, que ganó por sólo tres puntos. Minutos antes de caer baleado en la cocina del hotel, Bobby dijo: “Ahora vamos a la convención de Chicago. Y vamos a ganar allí también”. En la cocina lo esperaba Romero, para estrecharle la mano.

 De nuevo. Lo había hecho el día anterior en la que, revelaría luego, fue una experiencia fantástica. Pese a su abstinencia política, el chico veía en la casa de sus amigos mexicanos del barrio del Este, retratos del asesinado presidente John Kennedy junto a los de su hermano; sabía que Bobby tenía a un estrecho colaborador en Los Ángeles, César Chávez, un líder hispano de los trabajadores rurales y los estudiantes mexicanos. Chávez había lanzado una huelga, exitosa, en favor de los recolectores de uvas y verduras: logró que el salario subiera a 1,75 dólares la hora. Chávez había lanzado un eslogan con el que terminaba sus discursos: “¡Viva la huelga! ¡Viva la causa!”. 

Las dos frases eran repetidas a menudo por Bobby, en un español champurreado y gracioso. Para conocer a Bobby Kennedy, Juan Romero sacrificó tiempo y dinero. Le cambió a un colega todas las propinas del día, quince dólares de 1968, y se comprometió a levantar todas sus mesas, a cambio de que le permitiera llevar al candidato cualquier cosa que pidiera al room service. El 3 de junio, Bobby Kennedy pidió la cena en su habitación, y allí fue Juan con el pedido. Años después, recordaría: “Cuando entré estaba hablando por teléfono. Bajó el auricular para decirnos: ‘Come on in, boys. Entren, chicos’. Te miraba diferente, te miraba con distinción. No vio ni mi edad, ni el color de mi piel. Me miraba como a un estadounidense. Me dio un fuerte apretón de manos y sonreía de modo muy especial. Salí de allí sintiendo que medía como tres metros”. 

 Juan Romero con los crucifijos que le enviaba la gente, agradecida por su gesto. El jamás lo vio así: siempre pensó que si no lo hubiese saludado, Kennedy se habría salvado de su asesino. Juan Romero con los crucifijos que le enviaba la gente, agradecida por su gesto. El jamás lo vio así: siempre pensó que si no lo hubiese saludado, Kennedy se habría salvado de su asesino. Bobby Kennedy sabía que lo iban a matar. Al menos, que iban a atentar contra su vida en algún momento. Primero, creía en el factor imitación: alguien iba a tratar de repetir la historia de su hermano presidente en Dallas. Pero después se convenció de los poderosos intereses que iban contra su candidatura, que ya era inevitable. La leyenda cuenta que la tarde del día en que fue baleado, mientras llegaban los resultados de la votación en California, Bobby dijo a los suyos: “Acabo de ver allí afuera a los tipos que me van a matar”. 

Tal vez haya sido una broma, pero se refería a tres agentes de la CIA, David Morales, Gordon Campbell y George Joannides, de la división Anti-Castro de la CIA en Miami. Días antes, el novelista francés Romain Gary le había dicho a Pierre Salinger, ex jefe de prensa de John Kennedy y que colaboraba ahora con Bobby: “A tu candidato lo van a matar”. Y hubo algo más. El día del crimen, en una charla informal entre periodistas, Jimmy Breslin, del “New York Daily News” y John Lindsay, de “Newsweek” mantuvieron un diálogo, breve y revelador, que quedó registrado. Breslin preguntó, y se preguntó, si Bobby tenía lo suficiente para llegar hasta el final. Y Lindsay le dijo: “Por supuesto que tiene lo necesario para llegar hasta el final.

 Pero no va a llegar hasta el final: alguien lo va a matar. Yo lo sé, ustedes lo saben, y es tan cierto como que estamos sentados aquí. Y él está allí afuera, esperando que lo maten”. Todo esto fue narrado por el historiador Richard Mahoney en un libro fundamental sobre los hermanos Kennedy: “Sons and Brothers”. Sin saber nada de esto, Juan Romero se atrincheró en la cocina del Ambassador a esperar que pasara Bobby en la noche del 4 al 5 de junio. La cocina del hotel era una ruta alternativa si es que el candidato no podía abandonar el hotel, o subir a sus habitaciones, por el hall central, repleto de gente. Alguien más conocía esa posibilidad: Sirhan, que, por la tarde del 4 de junio, preguntó si Kennedy podía optar por la cocina del hotel como camino a la salida del hotel o a su cuarto

 Y a Kennedy lo llevaron por la cocina del hotel, tal como estaba pensado, en los primeros minutos del 5 de junio. Allí lo esperaba Romero. “Vi que Bobby saludaba a todas las manos que tenía enfrente. Me propuse felicitarlo y ver si me recordaba. Estiré mi mano derecha lo más que pude y, cuando llegó a mí, estrecho mi mano, dio un paso y, cuando soltaba mi mano, escuché los disparos.” Los disparos fueron al menos trece. La pistola de Sirhan podía disparar solo ocho. Enigma para expertos, jamás develado. Kennedy cayó de espaldas, los brazos extendidos en cruz, quienes estaban a su alrededor buscaron refugio y Romero se quedó solito frente al senador caído. “Me arrodillé junto a él y puse mi mano entre el concreto y su cabeza para que estuviera cómodo. 

Vi que sus labios se movían, así que me acerqué y le escuché decir: ‘¿Está todo el mundo bien?’ Le dije ‘todo el mundo bien’. Él dijo ‘Todo va a ir bien’ Y sentí su sangre correr entre mis dedos. Así me di cuenta de que estaba herido, y grave. Yo tenía en el bolsillo de mi camisa un rosario que mi mamá me había regalado. Y pensé que él iba a necesitarlo más que yo. De modo que lo até alrededor de su mano derecha”. Rose Kennedy -la madre de Robert F. Kennedy- y Ethel Kennedy, la esposa del senador asesinado, dejan el altar de la Catedral de San Patricio en Nueva York tras la misa de Requiem en honor del difunto. Rose Kennedy -la madre de Robert F. Kennedy- y Ethel Kennedy, la esposa del senador asesinado, dejan el altar de la Catedral de San Patricio en Nueva York tras la misa de Requiem en honor del difunto. Todo fue registrado por las cámaras de dos fotógrafos, Boris Yaro, de “Los Ángeles Times” y Bill Eppridge, de “Life”. 

Segundos después, Romero fue apartado por una desesperada Ethel Kennedy, embarazada de su undécimo hijo, y por los primeros médicos que fueron pedidos de urgencia ante el mismo micrófono desde el que Kennedy había anunciado su victoria en California. El senador fue llevado inconsciente al Hospital Buen Samaritano. Murió veintiséis horas más tarde, a los 42 años. La historia de Juan Romero siguió caminos poco luminosos. Aquella madrugada declaró ante la policía del condado de Rampart, donde había ocurrido el asesinato. 

En la mañana, cuando subió a un bus que lo llevaría a Roosevelt High, notó sangre seca en sus manos, que no limpió hasta muchas horas después. Nunca pudo quitar de sí, la sombra de haber contribuido a la muerte de Bobby Kennedy, un trauma hondo en un chico de 17 años que la adultez no pudo superar. Empezó a recibir centenares de cartas, de todo tipo. Algunas lo felicitaban por su acción. Otras lo culpaban por la muerte de Kennedy. Le llegaron miles de crucifijos que intentaban reemplazar el rosario que había dejado en la mano de Bobby. Centenares de personas lo buscaban a diario en el hotel para fotografiarse con él. 

Dijo basta. Dejó Los Ángeles y se mudó a Wyoming donde hizo una vida nueva. Se casó, tuvo cinco hijos, tres mujeres y dos varones. Romero, después de décadas, pudo visitar la tumba de Robert Kennedy en el cementerio de Arlington, en Washington Romero, después de décadas, pudo visitar la tumba de Robert Kennedy en el cementerio de Arlington, en Washington Terminó por regresar a California para instalarse en San José y dedicarse a la construcción y a la pavimentación de caminos. Entabló amistad con el periodista Rigo Chacón. Los dos visitaban en cada aniversario de la muerte de Kennedy, un parque céntrico donde se alza una estatua de Bobby. Romero solía dejar flores en ella porque era el escenario en el que Kennedy había hablado poco antes de su muerte, para decir a una multitud que la pobreza y el analfabetismo eran indecentes y que él veía cierta “erosión en la decencia nacional”. También fue amigo de Steve López, columnista de “Los Ángeles Times”, que fue quien escuchó la confesión de Romero: la sensación de culpa le había enturbiado la vida, lo había cercado y lo había dejado en cierto modo detenido en aquella noche de junio de 1968. 

Una nueva pareja, otro intento por rehacer su vida, le había abierto una hendija de aquella puerta cerrada. Recién a inicios del 2000, le dijo a López, pudo volver a ver las dramáticas fotos de Yaro y de Eppridge. “Fueron cincuenta años muy largos. Pero lo que vi en aquella foto, fue a un chico que ayudaba a alguien que lo necesitaba mucho y que en ese momento no tenía a nadie a su lado”. Romero dijo a su amigo periodista que no había sido un tipo perfecto, pero que había intentado vivir según los valores que Kennedy había defendido. Fue Steve López quien, en 2010, convenció a Romero para que, juntos, visitaran en el Cementerio Nacional de Arlignton, la tumba de Bobby Kennedy, no muy lejos de la de su hermano John. Romero, entonces, compró el primer traje de su vida y viajó a Arlington. “Sentí que necesitaba pedirle perdón por no haber podido evitar que lo balearan. Y allí, con mi traje nuevo, me sentí igual que el día que lo conocí. 

Orgulloso, como de tres metros”. Juan Romero poco antes de morir en 2018 en su casa de Modesto, California, sostiene la foto donde asiste al moribundo Kennedy. Juan Romero poco antes de morir en 2018 en su casa de Modesto, California, sostiene la foto donde asiste al moribundo Kennedy. Romero volvió varias veces a Arlington, para poner en paz a su pasado. María Shriver Kennedy, sobrina de Bobby ex primera dama de California, casada con Arnold Schwarzzeneger, dijo que siempre sintió mucha empatía por Romero, por lo difícil que le fue superar aquella noche. “Es difícil comprender por qué, alguien queda aferrado a algo para siempre. Para mí, su imagen será siempre la de una persona que intentó ayudar a otra”. Aunque nunca lo conoció en persona, deseó que Romero hubiera comprendido que había hecho algo humano en un momento trágico; esperaba que, finalmente, hubiera hallado paz. El Hotel Ambassador, escenario de esta historia, fue demolido en 2005.

 En su lugar, se alzan hoy las Robert F. Kennedy Schools. Juan Romero murió el 1 de octubre de 2018, por un ataque cardíaco. Tenía 68 años. Por Alberto Amato Ese chico que, con un grito silencioso eternizado en la foto, sostiene la cabeza baleada de Robert Kennedy, es Juan Romero. La noche del asesinato, el 5 de junio de 1968, hace hoy 53 años, Juan estaba por cumplir sus 18. Era camarero en el Hotel Ambassador de Los Ángeles. Era, también, un admirador de Bobby Kennedy por la defensa que el entonces senador por Nueva York y precandidato presidencial hacía de los inmigrantes hispanos en Estados Unidos. Y fue, tal vez, la última persona a la que Kennedy estrechó la mano, antes de caer abatido por los disparos de Sirhan Bishara Sirhan, si es que el entonces joven palestino de 23 años fue el único en disparar aquella noche. 

 El chico Romero pensó siempre que, tal vez, si no hubiese intentado dar la mano a Kennedy, el seguro candidato a presidente en las elecciones de aquel año1968 no habría muerto. Era un disparate, pero fue la culpa que lo persiguió toda su vida. Esta es su historia, la de otra víctima, no fatal, de aquella noche trágica. Juan Romero nació en Mazatán, Sonora. Cuando tenía diez años, su familia emigró a Los Ángeles y se instaló en una barriada del Este de la ciudad, sacudida por la violencia y la delincuencia. En sus años de estudiante de la Roosevelt High School Romero vio nacer, sin participar, las primeras manifestaciones contra la discriminación de los estudiantes de origen mexicano. El padre de Romero no quiso que su chico se metiera en problemas: ni en los políticos, ni en los sociales en una zona en la que la delincuencia era común; trabajaba en el Hotel Ambassador y logró que Juan entrara como lavaplatos primero y como camarero poco después. 

Cada día, después de la escuela, Juan era un empleado más, uno de los más jóvenes, del lujoso hotel que había albergado en su momento seis entregas de premios Oscar y había escuchado cantar a leyendas como Frank Sinatra, Judy Garland, Marilyn Monroe, Sammy Davis, Barbra Straissand y Bing Crosby, entre otros. Otra foto de Bobby en el suelo después de recibir cuatro disparos. Aquí se ve claramente el Rosario que le dejó Juan Romero (Reuters/archivo) Otra foto de Bobby en el suelo después de recibir cuatro disparos. Aquí se ve claramente el Rosario que le dejó Juan Romero 

Ese fue el hotel, base de campaña en Los Ángeles, que Robert Kennedy eligió para seguir paso a paso las primarias de California, que ganó por sólo tres puntos. Minutos antes de caer baleado en la cocina del hotel, Bobby dijo: “Ahora vamos a la convención de Chicago. Y vamos a ganar allí también”. En la cocina lo esperaba Romero, para estrecharle la mano. De nuevo. Lo había hecho el día anterior en la que, revelaría luego, fue una experiencia fantástica. Pese a su abstinencia política, el chico veía en la casa de sus amigos mexicanos del barrio del Este, retratos del asesinado presidente John Kennedy junto a los de su hermano; sabía que Bobby tenía a un estrecho colaborador en Los Ángeles, César Chávez, un líder hispano de los trabajadores rurales y los estudiantes mexicanos. 

Chávez había lanzado una huelga, exitosa, en favor de los recolectores de uvas y verduras: logró que el salario subiera a 1,75 dólares la hora. Chávez había lanzado un eslogan con el que terminaba sus discursos: “¡Viva la huelga! ¡Viva la causa!”. Las dos frases eran repetidas a menudo por Bobby, en un español champurreado y gracioso. Para conocer a Bobby Kennedy, Juan Romero sacrificó tiempo y dinero. Le cambió a un colega todas las propinas del día, quince dólares de 1968, y se comprometió a levantar todas sus mesas, a cambio de que le permitiera llevar al candidato cualquier cosa que pidiera al room service. El 3 de junio, Bobby Kennedy pidió la cena en su habitación, y allí fue Juan con el pedido. Años después, recordaría: “Cuando entré estaba hablando por teléfono. Bajó el auricular para decirnos: ‘Come on in, boys. Entren, chicos’.

 Te miraba diferente, te miraba con distinción. No vio ni mi edad, ni el color de mi piel. Me miraba como a un estadounidense. Me dio un fuerte apretón de manos y sonreía de modo muy especial. Salí de allí sintiendo que medía como tres metros”. Juan Romero con los crucifijos que le enviaba la gente, agradecida por su gesto. El jamás lo vio así: siempre pensó que si no lo hubiese saludado, Kennedy se habría salvado de su asesino. Juan Romero con los crucifijos que le enviaba la gente, agradecida por su gesto. El jamás lo vio así: siempre pensó que si no lo hubiese saludado, Kennedy se habría salvado de su asesino. Bobby Kennedy sabía que lo iban a matar. Al menos, que iban a atentar contra su vida en algún momento.

 Primero, creía en el factor imitación: alguien iba a tratar de repetir la historia de su hermano presidente en Dallas. Pero después se convenció de los poderosos intereses que iban contra su candidatura, que ya era inevitable. La leyenda cuenta que la tarde del día en que fue baleado, mientras llegaban los resultados de la votación en California, Bobby dijo a los suyos: “Acabo de ver allí afuera a los tipos que me van a matar”. Tal vez haya sido una broma, pero se refería a tres agentes de la CIA, David Morales, Gordon Campbell y George Joannides, de la división Anti-Castro de la CIA en Miami. Días antes, el novelista francés Romain Gary le había dicho a Pierre Salinger, ex jefe de prensa de John Kennedy y que colaboraba ahora con Bobby: “A tu candidato lo van a matar”. Y hubo algo más.

 El día del crimen, en una charla informal entre periodistas, Jimmy Breslin, del “New York Daily News” y John Lindsay, de “Newsweek” mantuvieron un diálogo, breve y revelador, que quedó registrado. Breslin preguntó, y se preguntó, si Bobby tenía lo suficiente para llegar hasta el final. Y Lindsay le dijo: “Por supuesto que tiene lo necesario para llegar hasta el final. Pero no va a llegar hasta el final: alguien lo va a matar. Yo lo sé, ustedes lo saben, y es tan cierto como que estamos sentados aquí. Y él está allí afuera, esperando que lo maten”. Todo esto fue narrado por el historiador Richard Mahoney en un libro fundamental sobre los hermanos Kennedy: “Sons and Brothers”. Sin saber nada de esto, Juan Romero se atrincheró en la cocina del Ambassador a esperar que pasara Bobby en la noche del 4 al 5 de junio. 

La cocina del hotel era una ruta alternativa si es que el candidato no podía abandonar el hotel, o subir a sus habitaciones, por el hall central, repleto de gente. Alguien más conocía esa posibilidad: Sirhan, que, por la tarde del 4 de junio, preguntó si Kennedy podía optar por la cocina del hotel como camino a la salida del hotel o a su cuarto. Sirhan Sirhan is llevado fuera del hotel Ambassador después de haber disparado contra Bobby Kennedy Sirhan Sirhan is llevado fuera del hotel Ambassador después de haber disparado contra Bobby Kennedy Y a Kennedy lo llevaron por la cocina del hotel, tal como estaba pensado, en los primeros minutos del 5 de junio. 

Allí lo esperaba Romero. “Vi que Bobby saludaba a todas las manos que tenía enfrente. Me propuse felicitarlo y ver si me recordaba. Estiré mi mano derecha lo más que pude y, cuando llegó a mí, estrecho mi mano, dio un paso y, cuando soltaba mi mano, escuché los disparos.” Los disparos fueron al menos trece. La pistola de Sirhan podía disparar solo ocho. Enigma para expertos, jamás develado. Kennedy cayó de espaldas, los brazos extendidos en cruz, quienes estaban a su alrededor buscaron refugio y Romero se quedó solito frente al senador caído. “Me arrodillé junto a él y puse mi mano entre el concreto y su cabeza para que estuviera cómodo. Vi que sus labios se movían, así que me acerqué y le escuché decir: ‘¿Está todo el mundo bien?’ Le dije ‘todo el mundo bien’. Él dijo ‘Todo va a ir bien’ Y sentí su sangre correr entre mis dedos. Así me di cuenta de que estaba herido, y grave. Yo tenía en el bolsillo de mi camisa un rosario que mi mamá me había regalado. 

Y pensé que él iba a necesitarlo más que yo. De modo que lo até alrededor de su mano derecha”. Todo fue registrado por las cámaras de dos fotógrafos, Boris Yaro, de “Los Ángeles Times” y Bill Eppridge, de “Life”. Segundos después, Romero fue apartado por una desesperada Ethel Kennedy, embarazada de su undécimo hijo, y por los primeros médicos que fueron pedidos de urgencia ante el mismo micrófono desde el que Kennedy había anunciado su victoria en California. El senador fue llevado inconsciente al Hospital Buen Samaritano. Murió veintiséis horas más tarde, a los 42 años. La historia de Juan Romero siguió caminos poco luminosos. Aquella madrugada declaró ante la policía del condado de Rampart, donde había ocurrido el asesinato. 

En la mañana, cuando subió a un bus que lo llevaría a Roosevelt High, notó sangre seca en sus manos, que no limpió hasta muchas horas después. Nunca pudo quitar de sí, la sombra de haber contribuido a la muerte de Bobby Kennedy, un trauma hondo en un chico de 17 años que la adultez no pudo superar. Empezó a recibir centenares de cartas, de todo tipo. Algunas lo felicitaban por su acción. Otras lo culpaban por la muerte de Kennedy. Le llegaron miles de crucifijos que intentaban reemplazar el rosario que había dejado en la mano de Bobby. Centenares de personas lo buscaban a diario en el hotel para fotografiarse con él. Dijo basta. Dejó Los Ángeles y se mudó a Wyoming donde hizo una vida nueva. Se casó, tuvo cinco hijos, tres mujeres y dos varones. Terminó por regresar a California para instalarse en San José y dedicarse a la construcción y a la pavimentación de caminos. Entabló amistad con el periodista Rigo Chacón. 

Los dos visitaban en cada aniversario de la muerte de Kennedy, un parque céntrico donde se alza una estatua de Bobby. Romero solía dejar flores en ella porque era el escenario en el que Kennedy había hablado poco antes de su muerte, para decir a una multitud que la pobreza y el analfabetismo eran indecentes y que él veía cierta “erosión en la decencia nacional”. También fue amigo de Steve López, columnista de “Los Ángeles Times”, que fue quien escuchó la confesión de Romero: la sensación de culpa le había enturbiado la vida, lo había cercado y lo había dejado en cierto modo detenido en aquella noche de junio de 1968. Una nueva pareja, otro intento por rehacer su vida, le había abierto una hendija de aquella puerta cerrada. Recién a inicios del 2000, le dijo a López, pudo volver a ver las dramáticas fotos de Yaro y de Eppridge. 

“Fueron cincuenta años muy largos. Pero lo que vi en aquella foto, fue a un chico que ayudaba a alguien que lo necesitaba mucho y que en ese momento no tenía a nadie a su lado”. Romero dijo a su amigo periodista que no había sido un tipo perfecto, pero que había intentado vivir según los valores que Kennedy había defendido. Fue Steve López quien, en 2010, convenció a Romero para que, juntos, visitaran en el Cementerio Nacional de Arlignton, la tumba de Bobby Kennedy, no muy lejos de la de su hermano John. Romero, entonces, compró el primer traje de su vida y viajó a Arlington. “Sentí que necesitaba pedirle perdón por no haber podido evitar que lo balearan. 

Y allí, con mi traje nuevo, me sentí igual que el día que lo conocí. Orgulloso, como de tres metros”. Romero volvió varias veces a Arlington, para poner en paz a su pasado. María Shriver Kennedy, sobrina de Bobby ex primera dama de California, casada con Arnold Schwarzzeneger, dijo que siempre sintió mucha empatía por Romero, por lo difícil que le fue superar aquella noche. “Es difícil comprender por qué, alguien queda aferrado a algo para siempre. Para mí, su imagen será siempre la de una persona que intentó ayudar a otra”. Aunque nunca lo conoció en persona, deseó que Romero hubiera comprendido que había hecho algo humano en un momento trágico; esperaba que, finalmente, hubiera hallado paz. El Hotel Ambassador, escenario de esta historia, fue demolido en 2005. En su lugar, se alzan hoy las Robert F. Kennedy Schools. Juan Romero murió el 1 de octubre de 2018, por un ataque cardíaco. Tenía 68 años.

Secretos del negocio de la joya desconocida del mar argentino: se exporta a USD 10.000 por tonelada y desvive al paladar francés

 

Francia esparció el gusto por la vieira patagónica por el sur de EEUU, Canadá y otros países europeos. En la Argentina su pesca regulada empezó en 1996 e incluye a solo dos empresas y cuatro buques. Ya forma parte de la “marca país”
Por Sergio Serrichio 5 de Junio de 2021 

 En 1995 Pedro Bohnsdalen, primer gerente de Wanchese Sur, trajo a la Argentina el Buque Pesquero Erin Bruce y mediante un acuerdo con el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (Inidep) y el Consejo Federal de Pesca (CFP) inició en el Mar Argentino la investigación de las pesquerías de vieira, un molusco al gusto francés y cuyos usos culinarios Francia esparció por el sur de EEUU, Canadá, Bélgica y otros países de Europa. 

 La investigación determinó suficiente cantidad y densidad de bancos de la especie en el Mar Argentino y hoy la vieira patagónica o magallánica es una de las variedades más apreciadas del mundo. La pesca regulada se inició en 1996 y desde entonces involucra a dos empresas, Wanchese y Glaciar Pesquera, y 4 buques, en una actividad regulada a través de “unidades de manejo” y cuotas anuales fijadas en mareas de prospección que desde 2015 hicieron de la vieira la quinta especie del Régimen de Administración por cuotas de captura individuales y transferibles en el Mar Argentino. Las dos firmas tienen, en partes iguales, el 90% de la cuota anual y el Estado se reservó el 10% restante. La vieira es un molusco (invertebrado) bentónico (del fondo marino).

 Por su forma, los moluscos se clasifican a su vez en bivalvos (parte blanda encerrada entre dos conchas: vieira, mejillón, ostra), univalvos (una concha, como el caracol) y cefalópodos o sin concha, como el pulpo y el calamar. Es un producto muy Premium, que en la Argentina, por volúmenes comparativos con la merluza, el calamar, el langostino, pasa desapercibida, pero la vieira patagónica ya es una “marca país” “Nos manejamos profesionalmente con productos premium”, dicen Pedro Ibar y Eric Bohnsdalen, hijos de Pedro, encargados de la parte operativa y el armado de la flota de Wanchese, que incluye 5 buques pesqueros: el Erin Bruce y el Miss Tide (incorporado en 2006, en reemplazo de Mister Big) para la captura de vieira, más dos “langostineros” y un “centollero”. En 2014, además, Wanchese Fish Co, fundada en EEUU en 1936, fue comprada por la canadiense Cooke Seafood Inc, una de las grandes pesqueras mundiales, también presente en Chile, Uruguay, Nicaragua, España y Escocia. Wanchese Sur exporta a EEUU el 100% de los callos de vieira. 

 “Es un producto muy premium, que en la Argentina, por volúmenes comparativos con la merluza, el calamar, el langostino, pasa desapercibida, pero la vieira patagónica ya es una “marca país” de la Argentina en todo el mundo”, cuenta Pedro Ibar. La producción argentina va a Norfolk, donde una parte se reprocesa para el consumo interno (a los norteamericanos les gusta el “scallop”, como llaman a la vieira, en medallones) y el resto se reexporta desde el puerto de Suffolk (Virginia, distante 20 kilómetros) a Canadá y Francia, donde los franceses lo consumen al modo más tradicional. Los callos, explica Pedro, se exportan con un proceso de precocción a bordo y una eco-etiqueta. “Somos la primera pesquería argentina con certificado del Marine Stewardship Council”, dice. MSC, la certificadora de productos pesqueros más importante del mundo, es un sello de calidad y pesca sustentable. Lograrlo es un proceso complejo, pero ordena la actividad pesquera. Se reexporta desde el puerto de Suffolk (Virginia, distante 20 kilómetros) a Canadá y Francia “Tenemos certificado de captura legal (permiso, lugares, cupos) y de análisis de toxinas y sanidad del Senasa”, dice Pedro y agrega que en 25 años “jamás en un músculo de vieira (esto es, en los callos) se detectaron toxinas”, que por las mareas rojas suelen afectar las vísceras de algunos bivalvos. 

“El europeo exige certificación; sin eso quedás afuera de cualquier producto Premium, un consumidor de vieiras, ostras o langostinos se da el lujo de elegir”, enfatiza. Wanchese puede capturar hasta 3.000 toneladas anuales, pero ahora está operando a la mitad de ese volumen, y promedia una exportación de USD 20 millones anuales de “vieira patagónica”, cerca de la mitad de las divisas que aporta anualmente la especie y entre 50 y 60% de las exportaciones anuales de la empresa (el resto, langostino y centolla). El precio actual es de unos USD 10.000 por tonelada, esto es, USD 10 por kilo. Por ser una especie de poca movilidad, cuyas unidades de manejo están entre las latitudes 38 y 46 y dentro de las 200 millas de la costa, la pesca de vieira no sufre la invasión de buques extranjeros (en especial, chinos) en la “Milla 201” (y en ocasiones adentro) del Mar Argentino, pero Wanchese es “solidaria” con las empresas afectadas y sufre su parte en la captura de langostino y centolla. Año a año, la pesca lidia además con la imprevisibilidad de las especies migratorias. 

“¿Qué pasaría si desaparece el langostino?”, se pregunta Pedro Ibar. Con la vieira, destaca, por ser una especie muy regulada e investigada, se puede tener una visión de largo plazo. Un problema es la competencia de la vieira cultivada. “Los chinos están subsidiados y venden a precios imposibles de competir. El mercado para la vieira argentina y otras variedades se mantiene porque la vieira cultivada china no está certificada Un problema es la competencia de la vieira cultivada china. “Está subsidiada y venden a precios imposibles de competir”, dicen los Bohnsdalen. El mercado para la vieira argentina y otras variedades se mantiene porque la vieira cultivada china no está certificada, clave en un producto Premium. En la Argentina no hay cultivo de vieira, pero sí consumo local de la “vieira tehuelche”, que algunos buzos extraen “artesanalmente” frente a las costas de Puerto Madryn

. “Los nuestros son buques-factoría, llevan 30 personas en cada salida, con salarios altos”, explica Pedro (h). Wanchese tiene 200 empleados (180 son personal de a bordo, 20 adminitrativo) y genera otro tanto de trabajo de proveedores en tierra (mecánica, electrónica, electricidad, calderería, refrigeración). Cualquier trabajo en un buque cuesta el doble que en tierra, dicen los Bohndsalen Además, los protocolos por la pandemia encarecieron la operación. “Fuimos de los primeros en implementar el traslado de la tripulación a hoteles, previo embarque: test de PCR negativo, más cuatro días de aislamiento, antes de embarcar a una persona. Tuvimos casos en la empresa, pero no con la marinería a bordo. Y no es casual: en los congeladores se hacen mareas de 25 a 40 días, son personas que se cuidan mucho”, dice Pedro. Los buques de Wanchese operan desde Mar del Plata, aunque los callos se exportan desde el puerto de Buenos Aires. “Glaciar Pesquera (la otra exportadora de vieiras) tiene salida desde Ushuaia, pero nosotros exportamos desde Buenos Aires porque a Mar del Plata no están entrando portacontenedores, el puerto está quedando cada vez más abandonado”, dicen los Bohnsdalen.

 Los productos pesqueros pagan un “derecho de exportación” del 5% (caja fiscal) y en algunos casos tienen un “reintegro” de hasta el 1,5%, según su “valor agregado”. Wanchese integra la Cámara de la Industria Pesquera Argentina (CAIPA) y Armadores Langostineros Federales Argentinos (ALFA), cuyo gerente, Daniel Coluccio, calificó a Miss Tide, uno de los buques de la empresa, como “un pura sangre, una fábrica flotante, una riqueza del Mar Argentino con destino al mundo” y en un hilo por la red social Twitter describió e ilustró el proceso técnico: calibradoras que clasifican las vieiras por tamaño y devuelven las menores al mar, serpentinas de transporte, zonas de cocido a vapor, separación de aparato digestivo, concha y callo, limpieza de este con agua y rodillos abrasivos, verificación humana de calidad y envasado en cajas de 20 kilos. Las vieiras, dice el Larousse Gastronomique, biblia de la cocina francesa, vienen con una etiqueta de salubridad. En general, se consumen cocidas, pero la moda de los productos crudos marinados gana terreno. Se sirven en su concha, a la americana, al champán, al curry o al gratén, con distintas salsas, en brochetas, salteadas a la provenzal o frías en ensalada, y simbolizan una comida festiva.

El Municipio sigue desplegando con éxito los abordajes sanitarios barriales

 


"No hay que descuidar ningún frente de salud porque las personas tienen mucha necesidad de resolver otro tipo de patologías y nosotros queremos que tengan un control diario de cada una de ellas", explicó el secretario de Salud Municipal. Se desarrolló durante la mañana de hoy en la plaza del barrio Moisés Lintridis 1 un nuevo abordaje sanitario municipal con el objeto de detectar de manera temprana, casos positivos de Covid-19. 

Nuevamente, los vecinos tuvieron la posibilidad de informarse o efectuarse un hisopado, para saber si están cursando o no la enfermedad. El abordaje contó con un puesto de inscripción para la vacunación contra el Covid-19 y el trabajo territorial de personal de la Secretaría de Salud, de Desarrollo Humano y de la Secretaría de Desarrollo Territorial e Infraestructura que visitaron casa por casa como medida de apoyo para el rastreo de casos asintomáticos, seguimiento de personas confirmadas y asistencia de necesidades que puedan surgir entre los vecinos.

 En el lugar se hicieron presentes el secretario de Salud Dr. Marcelo Schiavoni (miembro también del Consejo Asesor de Salud) y la Subsecretaria de Estrategia Sanitaria, Dra. Lorena Mattei, quienes explicaron que el objetivo fundamental de este despliegue en los barrios es la prevención y el seguimiento de todo lo concerniente a la pandemia, pero incluyendo una visión más amplia, dado que de muchas patologías surge una demanda espontánea y es necesario que toda la población de Zárate acceda cerca de su casa a la atención primaria de la salud. 

“Aproximadamente en 13 días se hicieron 10 barrios, un promedio de 500 vecinos visitados y un total de 300 testeos, es decir hisopados, de los cuales hemos detectado 80 positivos que eran asintomáticos y que los detectamos en este abordaje sanitario municipal. Hay un trabajo territorial enorme, se hace un diagnóstico previo de los barrios que se van a visitar, se divide en cuadrículas y se trabaja en conjunto con Desarrollo Humano también, no solamente hay gente de salud recorriendo los barrios, se va casa por casa, pero también el vecino se puede arrimar al móvil fijo” explicó el secretario de Salud. Respecto a la situación del sistema de salud público y privado local, el Dr. Schiavoni agregó: “Hoy por hoy el Hospital tiene una ocupación de las camas de terapia al 100% pero un tercio es Covid y dos tercios es patología no Covid, y un tercio del sector de camas comunes también está ocupado por patologías Covid. 

La ocupación en las dos Clínicas es de un 60% hoy y se repite la misma situación: un tercio de las internaciones de terapia o de camas comunes corresponde a patologías Covid y dos tercios de los internados son de otras patologías”. Por último, la Dra. Lorena Mattei añadió: “Asimismo estamos tratando de hacer énfasis en lo que es salud de la mujer integral, no sólo de la embarazada sino también en la detección de patologías prevenibles como es el cáncer de cuello de útero y cáncer de mama. Por ello, seguimos reforzando en los Centros de Atención Primaria lo que es control de la embarazada y vacunación de los niños. No dejen de hacerse los controles. Hay un poco de demora porque tenemos que cumplir con los protocolos, pero es muy importante que continuemos con esto. Para turnos pueden comunicarse con el Hospital Intermedio al 447799 o acercarse o comunicarse telefónicamente con las salas de atención primaria para recibir orientación".

Noticias que interesan