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martes, 11 de octubre de 2022
El Intendente le reclamó al gobierno de Kicillof que le saque el celular a asesino de Alejandra
miércoles, 5 de enero de 2022
La bestial historia de “Mai” Bustos, el condenado por matar a su hijastro bebé que la jueza de Chubut visitó en la cárcel
Cristian Omar Bustos tiene una pena firme de 20 años de prisión por el crimen del niño de 9 meses en 2005. También fue sentenciado a perpetua por matar a un policía y herir a otro
El miércoles 29 y el jueves 30 de diciembre pasado, la jueza penal de Comodoro Rivadavia Mariel Alejandra Suárez ingresó al Instituto Penitenciario Provincial (IPP) de Trelew. El primer día estuvo casi tres horas, el segundo, dos. Fue a visitar a un detenido recientemente condenado a prisión perpetua por un tribunal que ella misma integró. Las cámaras de la sala donde se concretaron los encuentros los expusieron: en las imágenes se ve a la magistrada y al preso que se abrazan, se toman fotos y, aparentemente, se besan en la boca, además de compartir un mate y alimentos.
Un oficial del IPP denunció el hecho ante sus superiores y el Superior Tribunal de Justicia de la provincia de Chubut (STJC) inició actuaciones administrativas por “conductas inadecuadas” contra la jueza Suárez, que negó las acusaciones y aseguró no sólo que no besó al detenido, sino que simplemente lo visitó para entrevistarlo en calidad de “investigadora” por su interés en escribir un libro con su historia.
El detenido en cuestión no es uno más en la población carcelaria de Chubut.
Cristian Omar “Mai” Bustos, de 40 años y oriundo de la localidad de Corcovado, es considerado un preso de “alta peligrosidad”, lo cual será todavía por unos cuantos años más: cuenta con una condena firme a 20 años de prisión por el crimen de su hijastro, un bebé de 9 meses, en el año 2005, además de la sentencia reciente a prisión perpetua por matar a un policía y herir a otro en 2009 durante un operativo en el que pretendían detenerlo.
La jueza Suárez y Bustos durante el encuentro por el que la magistrada fue sumariada
Los dos hechos por los que fue condenado y sus otros enfrentamientos con la Ley son particularmente violentos.
El primero ocurrió el 3 de julio de 2005, apenas una semana antes de su cumpleaños número 24. Según pudo determinar la Justicia de Chubut, ese día, cerca de las 15, Bustos tomó en brazos en su casa a su hijastro Eric Benjamín Bustos, de apenas 9 meses, y, con la presencia de su pareja de entonces, “realizó maniobras violentas de hiperextensión y angulación dorsal extrema” sobre el pequeño cuerpo del niño, es decir, lo retorció como si fuese un trozo de pollo.
Luego de herirlo, Bustos lo trasladó él mismo al Hospital de Corcovado, para intentar salvarlo.
No alcanzó, algo sumamente frecuente en asesinos de niños. La torsión brutal que había hecho le ocasionó al bebé una fractura casi completa en la columna, con una grave lesión medular y vascular que le provocaron la muerte casi en el acto.
En junio de 2007, la Cámara del Crimen de Esquel lo condenó a perpetua por el homicidio calificado de Eric. Trece años más tarde, a mediados de 2020, sin embargo, Bustos -que negó ser culpable del hecho en cada instancia del proceso- logró gracias a su abogada defensora que se impugnara esa condena y se redujera la pena.
Es que en esa oportunidad fue juzgado por el homicidio simple del chico y no agravado por el vínculo, por no haberse podido acreditar el vínculo sanguíneo con el bebé que asesinó, a pesar de que sí estaba a cargo de su cuidado.
Si bien la defensa intentó una vez más impugnar también ese fallo, esperando una condena menor, el 15 de noviembre pasado, en una resolución a la que accedió Infobae, los jueces Roberto Adrián Barrios, Martín Roberto Montenovo y Daniel Luis María Pintos de la Cámara Penal de Esquel confirmaron la sentencia: 20 años de prisión, la pena máxima de un homicidio simple, aunque considerablemente menor a la inicial.
El juez Montenovo había incluso pedido que fueran 16 y medio.
Pero entre su primera condena y las últimas novedades de la causa por el crimen de Eric pasó más que solo tiempo. Tras haber sido sentenciado a perpetua en 2007, Bustos, detenido sin condena firme y con prisión preventiva, escapó de la Comisaría de Corcovado y se mantuvo prófugo por casi dos años.
El 8 de marzo de 2009, la Brigada de Investigaciones de la Policía de Chubut finalmente lo encontró en una casa dentro de la ciudad Corcovado, donde vivía con su familia, e intentó recapturarlo: fue una tragedia.
En el lugar los recibió el padre de Bustos, también de nombre Omar, que le aclaró al comisario que en el interior de la casa estaban sus cuatro hijos armados, que no se iban a entregar y que, por lo tanto, era mejor que se fueran.
Mientras el comisario intentaba convertir la conversación en una negociación, Marcos, Daniel, Wilson y “Mai” Bustos salieron de la casa con los rostros tapados con gorros y pañuelos. Estaban fuertemente armados: tenían un arma larga calibre .22 con mira telescópica, un arma de fuego calibre .38 y dos cuchillos de grandes dimensiones que exhibían y apuntaban en todas direcciones en forma de advertencia.
“Nos vamos. ¡Si tiran, tiramos!”, gritaron, mientras protegían con sus cuerpos a “Mai”, el prófugo. Inmediatamente después, los hermanos comenzaron a caminar en grupo. Los policías, que tenían orden de no disparar, los seguían.
La tensión no se sostuvo mucho más, porque “Mai” corrió y disparó: así alcanzó con un balazo al agente Leonardo “Tito” Roberts, que recibió el tiro en la cabeza y murió antes de llegar al hospital, y al cabo primero Luis Cañumir, que fue impactado por una bala en el abdomen pero sobrevivió.
En el enfrentamiento, Wilson Bustos recibió un disparo en la mandíbula y murió en el acto, mientras que su hermano Marcos recibió otro balazo en la espalda por el que quedó parapléjico. Daniel Bustos fue aprehendido en el lugar y “Mai”, que había escapado con Marcos hacia un pinar cercano, logró perder a los policías, y se fugó una vez más.
En los seis años siguientes, la Policía de Chubut siguió de cerca el rastro de Bustos quien, creían, se ocultaba en Chile con una identidad falsa. A mediados de 2015, efectivamente, desde un paraje rural ubicado a 70 kilómetros de la ciudad chilena de Palena -una de las más cercanas a Chubut-
“Mai” llamó a su mamá para desearle un feliz cumpleaños y delató su ubicación.
Finalmente, en septiembre de 2015, un operativo conjunto entre la Policía de Chubut y la Policía de Investigaciones de Chile, “Mai” fue detenido en un aserradero donde trabajaba como empleado y con otro nombre. Tal vez confiado por su última fuga, Bustos volvió a recibir a los efectivos a los tiros.
En medio de la balacera, incluso, uno de los policías recibió un tiro en el pecho, que impactó en un crucifijo que llevaba colgado y no llegó a herirlo. Esta vez no pudo escapar. Los agentes chilenos le dispararon a Bustos en una pierna, lo detuvieron y lo trasladaron a Santiago de Chile. También le secuestraron un arma larga y un revólver calibre .22.
“Pasamos 8 años en total buscándolo. Nos costó muchísimo. Pasaban las jefaturas y las comisiones y hasta que no se hizo un trabajo diferente como el que hicimos no lo pudimos detener”, cuenta ahora Néstor Gómez, quien fue hasta hace un mes subjefe de la Policía de Chubut y participó de la detención de Bustos en Chile, en diálogo co
. “Fuimos preparados porque sabíamos de la peligrosidad de este sujeto y de la violencia con la que actúa”.
Tras cumplir una condena en Chile por la agresión a los policías, Bustos finalmente fue extraditado en el año 2019.
En los últimos dos años, la Justicia resolvió varias de sus cuentas pendientes con la Ley. Primero se confirmó la sentencia por el crimen de su hijo y luego, el 23 de diciembre pasado, Bustos fue condenado a perpetua por el crimen del policía por un tribunal integrado por la conjueza local Ximena Miranda Nastovich y las juezas María Laura Martini y, justamente, Mariel Suárez.
“Siento mucha culpa por todo lo que pasó”, dijo Bustos cuando declaró en el último juicio por el crimen del policía.
“Yo no pensaba matar a nadie, solo quería huir, no tenía por qué matar a nadie pero, en el momento que cae mi hermano, perdí el control y disparé”.
Ahora, Suárez -que ya había atravesado un jury en 2013 y recuperó el cargo luego de ser destituida- dice creer su versión de los hechos y sostiene que, a su criterio, existieron irregularidades de la Policía provincial en el operativo en que murió Roberts. Por eso, asegura, quiere exponer esa versión en un libro titulado “Los cuatro de Corcovado”. Ese fue, según ella, el único y principal motivo por el que visitó al detenido en el penal. Ahora, sus superiores investigarán la relación entre ambos y lo ocurrido en las visitas para definir una eventual sanción.
sábado, 4 de septiembre de 2021
"Su hijo vio algo que no debía": el mensaje que una madre encontró junto al cuerpo de su hijo
Rodrigo Neria Cano sáb, 4 de septiembre de 2021 12:43 p. m. "Lo siento, su hijo vio algo que no debía ver. Tenemos al otro hijo mayor", fue el mensaje que una mujer encontró cerca del cadáver de su hijo de 2 años cuando llegó a su casa, el hecho ya era una tragedia, pero no terminó ahí. Fue el 1 de septiembre cuando la mujer, que estuvo trabajando durante el día, regresó a su hogar ubicado en el barrio Bernardino Caballero de la ciudad de Pedro Juan Caballero, en Paraguay.
Eran las 17:00 horas cuando halló al menor de edad recostado en la cama y cubierto con una sábana.
Al no encontrar a su otro hijo, de 14 años, llevó al de 2 al Hospital Regional de Pedro Juan Caballero, pero ya no tenía signos vitales, y según información de los forenses, ya tenía varias horas sin vida.
El medio La Nación, de Paraguay, informó que la primera hipótesis que manejó la policía era que personas desconocidas ingresaron al hogar, mataron al menor y secuestraron al adolescente, quien era el que cuidaba a su hermano.
Sin embargo, tras revisar las cámaras de seguridad descubrieron que no entró nadie a la casa y que el único que salió de la vivienda fue el hermano mayor. Los investigadores dijeron al citado medio: "presumimos que fue el menor quien escribió la carta", y explicaron que no había indicios de violencia en el cadáver, por lo que se pensó que hubo un sofocamiento accidental.
El 2 de septiembre un vecino de avisó a la policía que había visto a joven de 14 años merodeando cerca, por lo que la policía se presentó al sitio, lo encontraron junto con una bicicleta y lo llevaron la Comisaría 7 del barrio Jardín Aurora de Pedro Juan Caballero.
Más tarde, la fiscal Reinalda Palacios reveló que el adolescente había confesado que él había asesinado a su hermano.
Por otro lado, el comisario Silvino Jara, director de Policía del Departamento de Amambay, dijo a medios de comunicación que el menor de edad contó que su hermanito lo estaba molestando y puso una almohada sobre su cara y ejerció presión. Luego huyó por miedo.
"El muchacho está shock y asustado", indicó Jara, y comentó que también confesó que él escribió la carta, pues fue lo primero que se le ocurrió.
El adolescente quedó a disposición del Ministerio de la Defensa Pública de Paraguay que está recabando información para imputarlo por homicidio culposo.
miércoles, 1 de septiembre de 2021
“Te dejé en el hotel lo que te merecés”: la historia del argentino buscado por asesinar a su hijo de 2 años que conmociona a España
Martín Ezequiel Álvarez Giaccio se había separado de su esposa ocho días antes del crimen de su hijo. Reservó el hotel de Barcelona donde se cometió el asesinato dos días antes y fue visto por última vez en el aeropuerto de El Prat Joaquín Cavanna Por Joaquín Cavanna 1 de Septiembre de 2021 jcavanna@infobae.com Martín Ezequiel Álvarez Giaccio, argentino, economista, radicado en España hace más de 20 años, se había separado de su esposa el 16 de agosto. Los dos trabajaban en la misma sucursal del banco La Caixa, en el centro de Barcelona.
Vivían junto a su hijo de dos años en el barrio barcelonés de Sants.
Se habían separado, a simple vista, en buenos términos. No se habían registrado conflictos graves, discusiones. Ni siquiera había cortocircuitos en lo que iba a referirse al reparto de la tenencia del hijo de ambos. Álvarez Giaccio había construido toda su vida en España. Emigró desde la Argentina en la década del 90 y estableció su red de contactos y amistades en el país ibérico.
Una vez confirmada la ruptura, abandonó la ciudad de Barcelona y se mudó provisoriamente a El Vendrell, en Tarragona, donde vive su padre. Se suponía que desde allí viajaría varios días a la semana para poder pasar tiempo junto a su hijo.
El domingo 22 de marzo, Álvarez Giaccio realizó una reserva en el hotel Concordia, de la Avenida Paralelo, en la zona de Montjuic, para pasar únicamente la noche del martes 24. Era el día que le tocaba estar con el pequeño.
El pago lo realizó mediante una aplicación de promociones, descuentos y regalos digitales. Ese mismo martes, pasó por la mañana a buscar a su hijo por la casa que hasta hacía menos de dos semanas compartía con su mujer.
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Así se escapaba el argentino buscado por matar a su hijo en Barcelona.
Según aseguró Mayka Navarro, una de las periodistas de casos policiales de mayor renombre en Cataluña, en el proceso de la separación no hubo mayores conflictos ni situaciones de violencia.
Fue por eso que la madre del pequeño permitió que el padre se llevara al chico para pasar la noche en un hotel sin ningún problema.
Así, Álvarez Giaccio y su hijo llegaron cerca del mediodía al hotel Concordia. Pasaron gran parte de la tarde en la pileta del hotel, donde incluso fueron vistos por otros huéspedes.
“Coincidimos ayer en la piscina con el padre y el niño.
El padre le decía ‘Mira a mamá, dile que estás bien, que estás en la piscina’. Lo grabó en el agua y en una silla al lado. Lo único que me pareció curioso es que lo grabó dos veces al pequeño”, afirmó el 25 de agosto una de las huéspedes que pasó la jornada en el hotel, ante varios medios de prensa.
Todo parecía marchar dentro de la normalidad hasta cerca de las 22, cuando la madre del niño empezó a recibir mensajes amenazantes e intimidatorios por parte de su ex pareja.
“Te dejé en el hotel lo que mereces”, fue quizás la frase que llevó a la ex esposa de Álvarez Giaccio a dirigirse de inmediato al hotel Concordia.
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La madre del chico llegó al hotel poco después de las 23. Pidió acceder a la habitación donde se encontraban su hijo, la número 704, pero el pedido fue rechazado por el empleado que la atendió en el lobby.
La mujer, desesperada, le mostró los mensajes recibidos en el celular y el empleado le ofreció llamar a la policía para que fueran ellos quienes indagaran sobre lo que estaba sucediendo en la habitación.
Acudieron al séptimo piso una mujer y un hombre pertenecientes a los Mossos d’Esquadra, la policía catalana. Al abrir la puerta de entrada, vieron una de las ventanas abiertas de par en par, por lo que sospecharon que el hombre había saltado al vacío con el menor. Sin embargo, al cabo de pocos segundos, se encontraron con el cuerpo del menor escondido debajo de la cama principal de la habitación. Las tareas de reanimación fueron en vano. El chico estaba muerto.
La autopsia indicó que murió por asfixia mecánica: la hipótesis que surgió con más fuerza es que fue asesinado por su propio padre con una almohada del hotel.
La policía no pudo encontrar a Álvarez Giaccio dentro del Concordia. Sin embargo, las cámaras de seguridad registraron dos secuencias en los que se lo ve al presunto asesino en soledad. En la primera, asoma por la puerta de la habitación para constatar si hay otro huésped en el pasillo del piso 7.
El segundo plano lo muestra en un costado de la pileta. Se lo ve mientras trepa a través de una cerca a una pared lateral y desde allí salta a un balcón de un edificio lindero.
Al parecer, Álvarez Giaccio se escapó por dos balcones de un edificio contiguo al hotel y saltó desde un primer piso directo a la calle.
Fue visto por un chico que caminaba por la calle con su madre. El menor contó que el hombre vestía con la misma remera gris con la que se lo ve en videos, que cayó al suelo y que salió corriendo inmediatamente después de ponerse en pie.
Así, el argentino tomó un taxi en una de las calles del barrio Montjuic y pidió dirigirse al aeropuerto de El Prat. Al llegar a la Terminal 1, le solicitó al conductor que lo esperara por un lapso corto, que debía realizar un trámite y que luego continuaría con su camino. De todos modos, le pagó con billetes sacados de un sobre.
El conductor afirmaría luego que en ese sobre había una gran cantidad de dinero en efectivo.
Después de 15 minutos sin que Álvarez Giaccio apareciera, el taxista decidió abandonar el lugar.
El argentino llegó al primer puesto de control de la Terminal 1 y se topó con una agente de seguridad privada. Le dijo que no iba a tomar ningún vuelo, pero que debía realizar un trámite administrativo dentro del aeropuerto, un comentario difícil de creer: eran casi las 12 de la noche.
La agente rechazó el pedido y le dijo que si no presentaba la documentación exigida por el protocolo de pandemia no podía ingresar al aeropuerto. Álvarez Giaccio dio media vuelta y se fue caminando.
Desde ese entonces, pasó una semana. Sigue sin ser visto, con un pedido internacional de captura sobre su cabeza.
Las fuerzas de seguridad de Cataluña acudieron a la casa familiar de El Vendrell, pero Álvarez Giaccio nunca pasó por el domicilio de su padre. En tanto, la Policía Nacional calificó al argentino como el prófugo más buscado en España en la actualidad. Hubo contactos con las fuerzas de seguridad argentinas para alertar de la situación.
Así, descubrieron que el prófugo no tenía vínculos con la Argentina, al menos en un primer análisis.
A la hora de establecer el título de la acusación, la Justicia apuntará a los delitos de homicidio y de violencia vicaria, un femicidio vinculado, matar a su propio hijo para dañar a su ex pareja. Este último responde a un término acuñado en 2015 por la psicóloga clínica y feminista argentina Sonia Vaccaro y que en el 2017 fue incluido en el Pacto de Estado contra la Violencia de Género de la Justicia española. La pena máxima que contempla tal delito es la de prisión perpetua revisable.
La violencia vicaria es un tipo de violencia de género que contempla cuando el hombre busca causar dolor en una mujer mediante el daño a personas que tengan un especial significado para ella.
Precisamente, el ataque a los hijos de esas mujeres es la manifestación más habitual de violencia vicaria.
Por el momento, el equipo especializado en búsqueda de prófugos, integrados por efectivos de la Policía Nacional y la Guardia Civil contempla la posibilidad de extender el campo de investigación por fuera de Cataluña.
Las autoridades argentinas estiman que es sumamente difícil que Giaccio venga a su país dadas las restricciones y la dificultad de conseguir un vuelo en medio de la pandemia.
Mientras tanto, aquellos que se mantuvieron en contacto diario con la ex esposa de Álvarez Giaccio indicaron que la mujer todavía se culpaba a sí misma por haber dejado ir al niño solo con su padre. El daño que el economista argentino pensaba inflingir, si es que es culpable, ya estaba hecho. El nombre de su hijo era Leo, un homenaje a Lionel Messi.
martes, 29 de junio de 2021
La policía de Brasil mata al “asesino en serie del DF” tras 20 días de cacería
La persecución de Lázaro Barbosa, acusado de al menos 11 homicidios, dio alas al discurso de mano dura del presidente Jair Bolsonaro
YAGO SALES
La cacería policial que movilizó la atención de los brasileños durante 20 días llegó a su fin este lunes. Lázaro Barbosa, de 32 años, acusado de 11 asesinatos, entre ellos cuatro miembros de una misma familia, cayó por los disparos de los uniformados en la ciudad de Águas Lindas, en Goiás.
BRASIL
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La atención prestada a Lázaro, quien se adentró en los bosques y causó terror en el interior del Estado de Goiás, se intensificó después de que fuera señalado por la Policía del Distrito Federal como el autor de la masacre de una familia, en un crimen que recordó la novela A Sangre Fría, del escritor Truman Capote.
En la cronología descrita por la policía y hecha famosa por los informativos, Lázaro se convirtió en el hombre más buscado del país tras ser acusado de matar al ganadero Cláudio Vidal de Oliveira, de 48 años, y a sus dos hijos, Gustavo Marques Vidal, de 21 años, y Carlos Eduardo Marques Vidal, de 15 años, el pasado 10 de junio. Tras abandonar los cuerpos en una habitación, Lázaro presuntamente secuestró y asesinó a la madre de los jóvenes, Cleonice Marques de Andrade, de 43 años. Su cuerpo fue encontrado el 13 de junio cerca de un arroyo.
Según el gobernador del Estado, Ronaldo Caiado, Barbosa, conocido en Brasil como el “asesino en serie del DF”, murió a consecuencia de una herida de bala en la ingle.
Sin embargo, la secretaría de Salud informó de al menos 38 disparos en el cuerpo del fugitivo.
A riesgo de que el delincuente siguiese cometiendo asesinatos, el secretario de Seguridad Pública, Rodney Miranda, montó un cuartel general para organizar el asedio al criminal. Como dijo Miranda, en repetidas y tumultuosas ruedas de prensa frente a la escuela utilizada como gabinete de crisis, se desplegaron detrás de Lázaro unos 270 policías, helicópteros, drones y perros rastreadores.
La búsqueda no tardó en animar el campo político y provocar celos entre el gobernador del Distrito Federal, Ibaneis Rocha, y el gobernador de Goiás, Caiado. Ibaneis afirmó que las fuerzas de seguridad estaban siendo tomadas “por tontas”. Caiado, por su parte, reaccionó: “No te atrevas a faltar el respeto a los policías de Goiás”.
Caiado gobierna uno de los estados más visitados ―17 veces― por el presidente Jair Bolsonaro, dos de ellas mientras la policía buscaba al fugitivo. La historia del asesino en serie alimentó además el discurso armamentista que impulsa el bolsonarismo. El día 17, Bolsonaro, orgulloso, dijo: “Hay un maníaco en la región del DF y Goiás cometiendo barbaridades, matando gente, violando... Este elemento intentó entrar en una finca y fue repelido porque el hombre tenía un calibre doce en su interior”.
Y agregó: “Los bandidos están armados, no tienes paz ni siquiera dentro de tu casa. No puedo dormir, a pesar de la enorme seguridad aquí en el Palacio del Gobierno, sin tener un arma a mi lado”.
La historia de Lázaro agitó aún más las agendas bolsonaristas cuando se comprobó que el fugitivo había sido beneficiado con una salida transitoria durante la Semana Santa en 2016, de la cual nunca volvió. Desde entonces, la fama del asesino creció.
Bolsonaro celebró en Twitter la muerte de Barbosa: “CPF cancelado”, escribió, replicando una jerga policial utilizada cuando muere un acusado y su documento (CPF) ya no sirve. El tuit del presidente brasileño fue compartido más de 32.000 veces. “Uno menos para amedrentar las buenas familias”, despidió Bolsonaro.
sábado, 29 de mayo de 2021
Dos muertes violentas y la coincidencia de dos casas: la historia del montonero que asesinó a Rucci
El 29 de mayo de 1977 cayó muerto Juan Julio Roqué, miembro del comando guerrillero que en 1973 mató al líder sindical. El destino hizo que la casa donde se hallaba cuando años después y que fue rodeada por un grupo de tareas de la ESMA, estuviera a solo tres cuadras y en la misma vereda donde tenía su vivienda la familia RucciPor Aldo Duzdevich 29 de Mayo de 2021 Periodista y escritor Juan Julio Roqué, el jefe montonero que participó del asesinato a José Ignacio Rucci Juan Julio Roqué, el jefe montonero que participó del asesinato a José Ignacio Rucci El 29 de mayo de 1977, en El Ceibo 1175 de Haedo, cayó muerto Juan Julio Roqué, miembro del comando montonero que en 1973 mató a José Ignacio Rucci.
A tres cuadras, por la misma vereda, en El Ceibo 877, tenía su vivienda la familia Rucci.
Contrariamente a lo que muchos pueden imaginar, la única propiedad inmueble que tuvo el Secretario General de la CGT de 1970 a 1973, fue una modesta casa en ese sencillo barrio de trabajadores de Haedo. Según cuenta su hijo Aníbal, su padre compró el terreno, con una construcción precaria, que fue ampliando y convirtiendo en vivienda, trabajando él mismo de albañil.
Vivieron allí hasta mayo de 1973, cuando la familia se mudó a una casa prestada por su amigo Antonio Ianinni sita en Avellaneda 2953, donde Rucci fue asesinado el 25 de Septiembre de 1973 .
Por razones de seguridad, Rucci vivía durante la semana, en un departamento en el edificio de la CGT en la calle Azopardo; pero los fines de semana los pasaba con su familia. Según el ex-montonero que dio testimonio a Ceferino Reato para su libro Operación Traviata “los hijos de Rucci iban a la escuela Almirante Brown de Haedo, y una maestra nos dio el dato (…) así, siguiendo a los chicos llegamos a la casa de la calle Avellaneda”.
La escuela queda a 8 cuadras de la casa de El Ceibo 877, y por la mudanza a mitad de año, los padres decidieron mantenerlos allí.
José Ignacio Rucci
Rucci provenía de una familia humilde de Alcorta, Santa Fe. Su padre no tenía trabajo fijo e iba peregrinando por distintas estancias haciendo labores. José después de la primaria siguió en la Escuela de Artes y oficios. En Santa Fe hizo varios trabajos ocasionales. En 1945 viajó a probar suerte a Buenos Aires. En 1946 ingresó como tornero en la metalúrgica La Hispano Argentina, y luego a Catita, la fabrica de cocinas y estufas. Eran los años de expansión industrial del peronismo, donde el gremio metalúrgico paso de 6000 a 200.000 afiliados en pocos años.
Como la mayoría de los jóvenes obreros de la época, estuvo el 17 de octubre en Plaza de Mayo. En 1947 fue elegido delegado de fábrica y allí comenzó su carrera como gremialista.
Según su biógrafo Luis Fernando Beraza, en esos años, estuvo muy cercano a Esteban Rey, un dirigente que provenía del troskismo integrado al peronismo. Esto le valió a José algunas acusaciones de “zurdo”. Aunque también el mismo Timoteo Vandor, tuvo entre sus asesores, ex-troskistas de la llamada línea nacional.
Rucci fue leal a Perón hasta el día de su muerte
Rucci fue leal a Perón hasta el día de su muerte
En el bombardeo del 16 de Junio, Rucci subió a un camión junto a sus compañeros de fábrica para llegar a Plaza de Mayo y en Paseo Colón fueron recibidos por ráfagas de metralla que caían desde el cielo. Después del 55 participó de la Resistencia en sabotajes y colocación de bombas de estruendo.
La UOM, en noviembre de 1956, desafió al dictador Pedro Eugenio Aramburu con un paro por tiempo indeterminado que terminó con 400 trabajadores detenidos. Surgía una nueva generación de dirigentes combativos entre ellos Vandor, Armando Cabo, Avelino Fernández, Paulino Niembro y Abdallah Balluch, entre otros.
En enero de 1959, en solidaridad con la toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, la UOM impulsó un paro nacional y fueron detenidos todos sus dirigentes, entre ellos Rucci, quien pasó un año preso en el penal de Santa Rosa. Al poco tiempo de ser liberado, volvió a prisión, por la aplicación del Plan Conintes de Arturo Frondizi.
Rucci fue asesinado el 25 de Septiembre de 1973
Rucci fue asesinado el 25 de Septiembre de 1973
En julio de 1970, por la propuesta del jefe de la UOM Lorenzo Miguel y con el expreso apoyo de Perón, José Rucci fue elegido Secretario General de la CGT. El 14 de septiembre lanzó un documento que retomaba las consignas de La Falda de 1957. El mismo proponía “la nacionalización de la banca, el comercio exterior y el seguro; liquidación de los latifundios; reforma agraria; defensa de la industria nacional; participación obrera en propiedad, dirección y ganancias de las empresas”
Dentro del sindicalismo convivieron siempre dos corrientes de pensamiento.
Quienes entienden que los sindicatos deben estar en una lucha meramente reivindicativa de sus representados y quienes entienden que el movimiento obrero debe tener una identidad política con el objetivo de construir una sociedad mas justa e igualitaria. En 1970 esa identidad política era el peronismo y la lucha por el retorno de Perón. Con el peronismo en el gobierno Rucci fue una de las tres patas del Pacto Social. Un amplio acuerdo de concertación entre Gobierno-Empresarios y Sindicatos, tutelado por el poder político de Perón. Rucci garantizaba en esa mesa la presencia de los trabajadores. Nunca quiso ni tuvo aparato propio. Fue hasta el día de su muerte un dirigente a las ordenes de Perón. Esa lealtad la pagó con su vida.
Juan Julio Roqué
Nació en la provincia de Córdoba 1940. Se recibió de Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Trabajó de docente y fue rector de un colegio de enseñanza media.
Según Horacio Tarcus, Roqué comenzó a militar políticamente a los 14 años en la escuela secundaria y luego en la universidad, con posiciones ideológicas de liberal, anarquista y también intelectual izquierdista. Estudió el marxismo y la epistemiologia, y consideraba que la educación tenía un papel clave en la transformación de la sociedad.
Participó activamente del Cordobazo de 1969. Luego fue uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en dicha provincia. Recibió instrucción militar en Cuba y se reveló como un experto y certero tirador. En 1972 dirigió la ejecución en Rosario del General Juan Carlos Sánchez.
La tapa del diario con la muerte de Roqué
La tapa del diario con la muerte de Roqué
En una carta para sus hijos, escrita al pasar a la clandestinidad en 1971, explica cuando nació su vocación revolucionaria: “Descubrir el dolor ajeno y sentirlo como propio, es el primer paso para convertirse en revolucionario.(…) Yo recuerdo exactamente cuando comencé a convertirme en un revolucionario. Fue un día de invierno muy frío, en que un compañero de la escuela primaria se cayó casi congelado en la puerta del edificio donde estaban las aulas. Yo tendría 8 ó 9 años.
Ví que ese chico tenía solo el guardapolvo escolar encima de una camisa rotosa. Su frío fue para mí un sufrimiento concreto. De pronto sentí una profunda vergüenza por mis ropas abrigadas, por mis zapatos y medias de lana. (…) ‘Los argentinos somos ricos porque la Argentina es un país riquísimo’ seguía diciendo la maestra y citaba largas listas de producción de trigo, carne, azúcar y ventajosas ubicaciones en los rankings de producción en los países del mundo. Sin embargo yo conocía compañeros que no comían nada antes de caminar los cinco kilómetros que los separaban de la escuela, y que aguantaban el hambre hasta la tarde con una batata asada que les daban sus padres al salir de su casa.
Esos padres trabajaban cultivando enormes trigales y cuidando centenares de vacas y no tenían más que una batata para darle a sus hijos.”
Según varios autores (menos Juan Gasparini) el comando de FAR-Montoneros que ejecutó a Rucci estuvo integrado por Julio Roqué, Eduardo Tomás Miguel Molinete, Horacio Antonio Arrue, y Marcelo Daniel Kurlat, entre otros.
El 29 de mayo de 1977 un grupo de tareas de la ESMA al mando de Jorge Vildoza rodeó la casa y se desató un intenso tiroteo. Al quedarse sin munición, Lino Roqué se suicidó
El 29 de mayo de 1977 un grupo de tareas de la ESMA al mando de Jorge Vildoza rodeó la casa y se desató un intenso tiroteo. Al quedarse sin munición, Lino Roqué se suicidó
A fines de 1976, cuando la conducción montonera partió al exilio, Roqué se quedó en el país como único miembro de la conducción nacional. En marzo de 1977 en una nota a una revista chilena Roqué expresó sus dudas sobre la estrategia adoptada por la organización.
“La correlación de fuerzas en el plano militar, en tanto nosotros nos definamos como un ejército, como un aparato militar y pretendamos enfrentar al enemigo en esos términos, es tan desfavorable que nuestro aniquilamiento es seguro, tarde o temprano.”
En la casa de El Ceibo 1175 vivían en la planta baja, el matrimonio Vasallo (también militantes montoneros) con sus dos niños y en la planta alta Roqué. La normalidad de los Vasallo ofrecía una cobertura creíble. Ese 29 de mayo, Vasallo salió en su renoleta a “cubrir una cita” de un militante que venía hablar con Roqué. Pero, el militante había sido capturado y torturado y “entregó la cita”. Vasallo fue secuestrado y obligado a dar su dirección.
Al poco tiempo un grupo de tareas de la ESMA al mando de Jorge Vildoza rodeó la casa y se desató un intenso tiroteo. Al quedarse sin munición, Lino Roqué se suicidó.
La cercanía de ambas casas
No esta claro si se trata de una casualidad o causalidad.
Sabemos que la casa operativa de montoneros estaba ocupada desde tiempo antes. Allí vivieron durante 1976 Lino y su pareja Gabriela Yofre, hasta el mes de octubre, cuando Gabriela fue detenida y se “levanto” la casa.
La casa montonera en El Ceibo 1175
La familia Rucci vivió en El Ceibo 877 hasta el 25 de mayo de 1973. Según cuenta Aníbal, en el 74 o 75 volvieron a vivir allí, porque era la única casa que tenían. Pero los niños sufrían mucho por el recuerdo de su padre y finalmente la tuvieron que vender y buscar un sitio nuevo.
Los tiempos de la casa montonera, en principio, no coinciden con los de la familia Rucci. Pero, como le contó el ex-montonero a Reato, montaron una vigilancia de la escuela de los niños, entonces, la cercanía podría dejar de ser casualidad, a tener una causa muy concreta.
Los interrogantes de los hijos
María Inés Roque en 2004 estrenó una película llamada Papa Iván, donde hace un largo recorrido de la vida de su padre y de las circunstancias de su muerte, buscando respuestas que finalmente no encuentra.
Claudia Rucci, militante del PRO, conserva un enconado disgusto con los sobrevivientes montoneros y aquellos que según cree, los protegen.
Aníbal Rucci mantiene otra actitud; la vida y la militancia política en el peronismo lo han llevado a una reflexión madura. Incluso pudo sentarse y conversar con el hijo de Firmenich, Marito, en la inteligencia de que los hijos no tienen porque hacerse cargo de la historia de sus padres.
Rucci junto a sus hijos
Josecito Duhalde, militante peronista de Morón, quien me acercó esta historia dice: “El cantante y compositor Carlos Barocela oriundo de Haedo, que vivía a pocas cuadras de la calle El Ceibo, en una canción homenaje a su ciudad escribió que ‘cuatro calles podían ser el universo’. Quizás en este caso una misma calle pueda encontrar cara a cara a Rucci y a Roqué y mezclarlos para la eternidad en la vida y en la muerte.”
lunes, 24 de mayo de 2021
“Hipnotizado para matar” o un lobo solitario: la historia secreta del asesino de Robert Kennedy y los misterios del crimen
Condenado a perpetua, Sirhan Bishara Sirhan, un palestino cristiano, tiene hoy 77 años. Cuando disparó las balas que mataron al joven senador, gritó: “Lo hice por mi país”. Aseguró que lo había asesinado por la simpatía que Bob tenía por Israel. Después negó todo y dijo haber actuado bajo hipnosis. A 53 años del crimen, persisten las dudas sobre los verdaderos autores de los disparosEn el Establecimiento Penitenciario Richard J. Donovan, en el condado de San Diego, California, su último domicilio conocido, languidece, acaso hasta su muerte, Sirhan Bishara Sirhan. En el amanecer del 5 de junio de 1968, en la cocina del famoso Hotel Ambassador de Los Ángeles, que ya fue demolido, Sirhan disparó su revolver Iver Johnson Cadet, calibre 22 contra el senador demócrata por New York Robert Francis Kennedy, que acababa de ganar las elecciones internas de California y marchaba raudo hacia su candidatura a presidente para las elecciones de noviembre de ese año. Kennedy recibió cuatro balazos.
Uno en la cabeza, detrás de la oreja derecha. Murió en la mañana del 6 de junio. Tenía 42 años y once hijos.
Tratándose de un Kennedy, y de su asesinato a balazos, nada es claro. Y las teorías conspirativas, siempre tan atractivas, sobre todo porque rozan la realidad de manera sorprendente, perviven a pronto cincuenta y tres años de su muerte. Que Sirhan haya disparado, un hecho que no admite réplica, no quiere decir que sus balas hayan matado a Bobby Kennedy.
Como en el asesinato de John, el hermano presidente de Robert quien había sido su mano derecha, hombre de confianza y consultor, abundan las hipótesis de más de un tirador; las balas disparadas por el arma asesina no coinciden con los disparos que se escucharon, se grabaron y se contaron esa noche trágica, la destrucción de pruebas y evidencias por parte de quienes debían resguardarlas y protegerlas y la sombra persistente de un crimen de Estado, remiten a dos crímenes calcados, idénticos.
Sirhan Sirhan is led away from the Ambassador Hotel after shooting Robert F. Kennedy
Sirhan Sirhan is led away from the Ambassador Hotel after shooting Robert F. Kennedy
Los bandos que dividen aguas, también son un calco: un lado cree que las muertes de John y Bobby fueron obra de asesinos solitarios y el otro lado abunda en teorías y evidencias que denotan la trama de un complot posible, creíble y hasta confiable, pero nunca revelado. Quienes podían hacerlo se llevaron sus secretos a sus tumbas.
Y todo indica que Sirhan hará lo mismo.
Al asesino del presidente, Lee Oswald, lo mató un gánster, Jack Ruby, dueño de un club nocturno de Texas y de intenso contacto con la policía de Dallas, la ciudad del magnicidio. Y lo hizo en los sótanos del departamento policial y delante de decenas de policías y periodistas. De Sirhan se sabe poco y nada. Tenía 23 años cuando disparó contra Kennedy. Fue juzgado y condenado a morir en la cámara de gas en 1969. Pero California abolió la pena capital en 1972 y la pena le fue conmutada por la de cadena perpetua. El pasado 19 de marzo cumplió 77 años, cincuenta y cuatro los pasó en prisión. Dice que no recuerda nada.
Nació en Jerusalén, de padres palestinos y de origen jordano, es un cristiano que buscó con afán una iglesia que pudiera contener sus ansias de fe y acaso de esperanza. Cambió varias veces de comunidad religiosa y, ya como adulto joven, adhirió a la Bautista primero, luego a la Adventista del Séptimo Día y también incursionó en el ocultismo. No vaya a ser cosa. Cuando tenía 12 años, su familia emigró a los Estados Unidos y, después de una estada breve en Nueva York, se afincó finalmente en California. Fue un estudiante más de la entonces Eliot Junior High School, que hoy es la High School Charles W. Eliot, de Altadena.
Pasó por la John Muir High School y por el Pasadena City College.
En algún momento de su joven vida, antes de dispararle a Kennedy, abrazó el antisemitismo, el antiamericanismo y el nacionalismo palestino. No es un dato menor. El origen árabe de Sirhan lo ubicó, post facto, como el primer terrorista árabe en actuar en Estados Unidos, un sentimiento que creció luego del ataque de Al Qaeda a las Torres Gemelas en setiembre de 2001. Desde su detención la noche del crimen, Sirhan fue investigado por posibles conexiones con los entonces activos grupos terroristas árabes. No hallaron nada.
Lo que sostienen los teóricos de la conspiración contra Bobby Kennedy, afirman, con razón, que existen evidencias balísticas, testimonios valiosos tomados en la escena del crimen, pruebas alteradas o destruidas que invitan a la sospecha. Pero también afirman que Sirhan no tenía motivo alguno para matar, o para disparar, al senador Kennedy.
Eso tampoco es verdad. Desde chico, Sirhan recibió de sus maestros árabes los rudimentos básicos y elementales, teóricos y prácticos, que signaban la causa palestina, con abundantes referencias al gran guerrero árabe Saladino, que expulsó a los cruzados de Jerusalén.
Durante el juicio que lo condenó a muerte, su madre, Mary Shirán, describió cómo los intensos sentimientos de justicia palestinos siguieron latentes en su familia, aún cuando ya vivían en Estados Unidos y lejos del escenario del conflicto que recrudeció en estos días del siglo XXI. Mary contó cómo su familia había vivido en Jerusalén durante “miles de años” y habló del odio hacia los israelíes que se habían “apoderado de nuestra tierra”. John Strathman, un amigo de Sirhan de sus años de estudiante, dijo que el joven árabe estaba muy influenciado por las opiniones de su madre. Y su madre dijo en el juicio que su hijo había matado a Robert Kennedy debido a su acendrado nacionalismo árabe. “Lo que hizo -dijo- lo hizo por su país.”
Eso es lo que le oyeron gritar a Sirhan segundos después de dispararle a Kennedy en la cocina del Hotel Ambassador.
“Lo hice por mi país”. Sirhan sabía que el atentado, el asesinato si fue el único tirador, era un golpe propagandístico extraordinario. Así lo describió la Comisión Nacional sobre las Causas y Prevención de la Violencia, en 1969. Si Sirhan intentó promover la causa palestina con la muerte de Kennedy, lo consiguió. Los expertos lo definieron como un “terrorista no afiliado”, un lobo solitario en la jerga de los servicios de inteligencia. Antes de que los años de encierro trazaran una nube de niebla en su memoria, o al menos la nube de niebla que dice tener hoy, Sirhan admitió el 3 de marzo de 1969, ante el tribunal que lo juzgaba en Calilfornia, que había asesinado al senador por las simpatías de Robert Kennedy hacia el estado de Israel.
Robert Kennedy en el Hotel Ambassador durante su discurso de agradecimiento por la victoria en las primarias demócratas en California
Robert Kennedy en el Hotel Ambassador durante su discurso de agradecimiento por la victoria en las primarias demócratas en California (AP Foto/Dick Strobel, archivo)
Las investigaciones de la policía de California y del FBI no pudieron hallar pruebas, y las buscaron, de que Sirhan haya tenido conexiones con la Organización para la Liberación de Palestina, OLP. Ni hay evidencias de que alguien le haya pagado para disparar a Kennedy, no hubo transacciones que indiquen que Sirhan, sus hermanos o algún otro miembro de su familia hayan recibido grandes sumas de dinero. La OLP fue fundada en mayo de 1964 y, cuatro años después, no tenía al parecer logística, ni proyectos, de exportar sus atentados, sus acciones militares, es una organización política y para militar, fuera de los territorios en conflicto.
Un lobo solitario. ¿Qué tan solitario? Con los años, Sirhan se desdijo de todo cuanto había admitido en el juicio y surgió la idea, un poco disparatada y mucho alimentada por el preso y sus abogados, de que había sido apenas un engranaje del “Plan MK-Ultra” de la CIA, destinado a preparar “asesinos robot”, hipnotizados, capaces de realizar una acción determinada al escuchar una palabra, una orden, una música, un ruido. Es otra coincidencia con Oswald, el asesino del Kennedy presidente, de quien también se dijo que había disparado bajo los efectos de la hipnosis.
La ciencia no tiene evidencias de que alguien en proceso hipnótico larvado, pueda realizar, a distancia y en el tiempo, una acción determinada. Nunca se sabe.
(Original Caption) Robert Kennedy and brother Senator Kennedy in a huddle during testimony of the two reports at a Senate Labor Committee.
(Original Caption) Robert Kennedy and brother Senator Kennedy in a huddle during testimony of the two reports at a Senate Labor Committee.
Lo que ocurre con el asesinato de Robert Kennedy es que hay evidencias que no coinciden con la realidad. Todo sucedió en pocos segundos. Sonriente por el triunfo en California, Kennedy dijo a sus seguidores “Ahora, vamos a ganar en Chicago”, acomodó el pelo sobre la frente con un gesto heredado casi de su hermano, y se retiró del atril donde había dado su mensaje triunfal. Atravesar el salón en medio de tantos seguidores era una misión imposible, así que tomó una programada ruta alternativa, por la cocina del hotel, esas antiguas dependencias, levemente majestuosas, separadas de los salones principales por unas puertas vaivén con ojos de buey en la parte superior.
Ya en la cocina, Kennedy saludó a algunas personas. Y de pronto recibió cuatro disparos. Según el informe de la autopsia, uno le atravesó la hombrera derecha del saco, sin herirlo; otros dos dieron en la axila derecha y otro, el fatal, en la cabeza, unos centímetros detrás de la oreja derecha, y quedó alojado en el cerebro. Un quinto disparo rozó la frente de Paul Schrade, amigo personal de Kennedy y director regional del sindicato United Auto Workers: no lo mató de milagro. Otras cuatro personas fueron heridas por más disparos, de manera que hay en el aire de la cocina del hotel Ambassador nueve disparos: cuatro le dan a Kennedy, otros cuatro hieren a otras personas y uno más roza la frente de Schrade.
La pistola de Shiran sólo podía disparar ocho proyectiles. Sirhan B. Sirhan (R) and his attorney Russell E. Parsons are photographed as they leave the courtroom following the hearing, postponed until July 19th when it was learned a court appointed psychiatrist refused to examine the defendant. Sirhan is accused of the murder of Robert. F. Kennedy.
(Original Caption) Los Angeles, Calif.: Sirhan B. Sirhan (R) and his attorney Russell E. Parsons are photographed as they leave the courtroom following the hearing, postponed until July 19th when it was learned a court appointed psychiatrist refused to examine the defendant. Sirhan is accused of the murder of Robert. F. Kennedy.
Otra “bala mágica”, como en el asesinato del Kennedy presidente: la policía determinó que la que había atravesado la hombrera del traje de Kennedy era la que había dado en Schrade, que refutó la hipótesis con datos periciales: para que la bala de la hombrera le hubiese dado en la frente, Schrade debió haber medido 2.70 metros o tener la cabeza apoyada en el hombro de Kennedy. El agente del FBI William Bailey hallo luego otros dos vainas de bala en la escena del crimen, con lo que los disparos ya suman once, por lo menos.
Otro valioso testimonio tiró abajo esa supuesta evidencia. Sirhan fue atrapado por el maitre del hotel, Karl Uecker, que era quien guiaba a Kennedy a través de la cocina. Uecker dijo que ni bien vio a Sirhan hacer los dos primeros disparos, lo tomó de la mano y la empujó hacia una mesa de vapor hirviendo, el asesino no dejó de disparar, pero, según Uecker, no hubo manera de que volviera a apuntar a su víctima.
(Original Caption) Members of the Kennedy family placed flowers and prayed at the grave of Robert F. Kennedy on the seventh anniversary of the assassination of the former New York Senator. Kennedy was shot on June 5, 1968 and died the next day. In center is his widow, Ethel. At right is Senator Edward Kennedy, (D-Mass,), and his wife Joan. The children are members of the two families.
La historia de los ocho proyectiles tampoco acierta con el documento sonoro del crimen, también hay un documento sonoro del crimen de Dallas. Es una grabación que hizo el periodista polaco Stanislaw Pruszynski, que seguía el día a día de la campaña electoral de Bobby Kennedy. El forense Philip Van Praag afirmó que en la cinta se escuchan trece disparos. Primero, se oyen dos; luego hay una pausa de un segundo y medio, que el experto adjudica al momento en que el maitre apresa la mano de Sirhahn, y luego se escuchan el resto de los disparos.
Van Praag sostuvo que entre los disparos tres y cuatro, y entre el séptimo y el octavo, no existe tiempo suficiente como para que hayan sido hechos por la misma pistola. Por el contrario, cree que son disparos simultáneos hechos desde puntos diferentes de la cocina del hotel. El perito identifica a otros cinco disparos como de “una frecuencia anómala” que indica que provenían de otra arma ubicada en dirección opuesta a la de Sirhan.
Robert F. Kennedy en el Hotel Ambassador en Los Angeles el 5 de junio de 1968 instantes antes de ingresar a la cocina donde sería baleado a muerte Robert F. Kennedy en el Hotel Ambassador en Los Angeles el 5 de junio de 1968 instantes antes de ingresar a la cocina donde sería baleado a muerte A Sirhan lo vieron de frente a Kennedy, no a su espalda, como indica la trayectoria del balazo mortal. ¿Cómo puede alguien, de frente, herir a otra persona en la nuca? La respuesta, si es verdad, la dieron, el propio Sirhan y un detective privado, Michael McCowan, que ayudó a los defensores de Sirhan antes del juicio.
Contó el detective que, en sus charlas, Sirhan le había revelado que sus ojos se habían cruzado con los de Kennedy segundos antes de los disparos. “¿Por qué no le disparaste a los ojos?”, quiso saber McCowan. Y Sirhan contestó: “Porque ese hijo de puta giró la cabeza en el último segundo”.
Schrade pidió en 1988 que la policía desclasificara todos los documentos relacionados con el asesinato de Kennedy, para descubrir que gran parte, sino todas, de las pruebas balísticas habían sido destruidas. En 2011, los abogados de Sirhan, que cada tanto pide su libertad condicional que le fue negada en trece oportunidades, presentaron nuevas pruebas relacionadas con la grabación de los disparos hechas por el periodista polaco Pruszynski, a la que agregaron una certificación médica que aseguraba que Sirhan había perdido toda su memoria relacionada con la mañana del día del crimen, hasta cuatro días más tarde. Prueba suficiente, sostenían, de un estado hipnótico al que estuvo sometido.
En enero de 2015 la justicia desestimó las pruebas y el pedido de libertad condicional que las acompañaba..
Robert Francis Kennedy Jr, hijo de Bobby, tenía 14 años cuando mataron a su padre. Hoy es un abogado prestigioso de 67 años y, en plena pandemia de Covid es también un entusiasta activista antivacunas: piensa que hay una estrecha relación entre las vacunas y el autismo, una hipótesis desacreditada por la evidencia científica. También él cree que aquella noche hubo un segundo tirador en el Hotel Ambassador. Reveló al Washington Post que había hecho su propia investigación del caso y dijo estar convencido de la existencia de otro asesino en la escena del crimen. Pidió la reapertura del caso.
También reveló que, en diciembre de 2017, había visitado a Sirhan en el Centro Correccional Donovan, de San Diego. “Tenía que ver a Sirhan y fui porque tenía curiosidad y estaba perturbado por lo que había averiguado en mi investigación”.
Robert Kennedy Jr. no reveló un solo detalle de su charla de tres horas con el hombre que le disparó a su padre. “Me molestaba -dijo- que. Por la muerte de mi padre, pudieran tener condenada a la persona equivocada. Mi padre fue el principal agente de la ley en este país. Y le hubiera molestado que alguien estuviese encarcelado por un crimen que no cometió.”
En la celda en la que languidece, Sirhan Bishara Sirhan vive sin haberse arrepentido de haber disparado contra Bobby Kennedy. Si lo que cuenta es verdad, fue él quien le dio el balazo en la nuca, cuando el senador giró la cabeza “en el último segundo”. El misterio de los disparos que sobran y de la bala con la trayectoria extraña, es eso, otro misterio sin resolver.
La muerte de Bobby Kennedy, clausuró la lista de magnicidios en Estados Unidos, excepto el intento de asesinato contra Ronald Reagan de marzo de 1981. Las elecciones de ese 1968 en las que Bobby Kennedy era un candidato seguro de los demócratas y un rival de peligro para los republicanos, fueron ganadas por Richard Nixon. El asesinato de los hermanos Kennedy, con menos de cinco años de diferencia entre uno y otro, terminó con una dinastía política que ya no volvió a aspirar a cargos públicos de importancia.
Los dos crímenes Kennedy tienen más puntos en común que misterios resueltos. EL 22 de noviembre de 1963, en Forth Worth, Texas, y rumbo a Dallas, John Kennedy dijo a sus custodios del Servicio Secreto: “Anoche habría sido fácil matarme. Cualquiera con un rifle con mira telescópica, podría haberme dado en la cabeza”. Horas después, con la cabeza destrozada por un disparo, yacía en una camilla del Parkland Hospital, de Dallas. En la noche del 4 de junio de 1968, horas antes de ser asesinado, Bobby Kennedy dijo a un grupo reducido de íntimos que seguían su campaña: “Allí afuera acabo de ver al tipo que me va a matar”.
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