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sábado, 8 de mayo de 2021

Un helicóptero estrellado y dos pilotos perdidos: la trama detrás la historia de los andinistas congelados durante 25 años en una montaña

 

Roberto “Leroy” Villa y Nicolás Ibazeta, que se perdieron en el cerro El Plata de Mendoza en el invierno de 1996 y fueron hallados semanas atrás, habían subido en pleno invierno para rescatar a dos miembros de Fuerza Aérea accidentados Por Fernando Soriano 8 de Mayo de 2021 fsoriano@infobae.com
El 4 de junio de 1996 una tormenta de viento en la cima del cerro El Plata, en Mendoza, provocó un desastre para la Fuerza Aérea que iba a tener consecuencias inimaginables. Ese día, la hélice de uno de sus helicópteros Lama de alta montaña de la IV Brigada Aérea falló y tuvo que aterrizar de emergencia en la cumbre. Para rescatar a sus tripulantes, un piloto y un mecánico salieron en otro Lama con el fin de arreglar el aparato a casi 6.000 metros de altura y que pudieran volver o, en el peor de los casos, abandonar el aparato y traer de vuelta a los compañeros. Pero cuando estaban por posarse sobre la nieve, la historia dio un giro abismal: una ráfaga de viento descendente envolvió la aeronave y, como si fuera un juguete en manos de un bebé, la estampó contra la pared sudeste de la montaña y la hizo añicos. 

 Tres semanas más tarde, el 26 de junio, cuando los pilotos del helicóptero que apoyado en la cima ya habían bajado a pie de aquel cerro, un escuadrón de rescatistas del Ejército, otro de la Fuerza Aérea, uno más del cuerpo de Alta Montaña de la Policía de Mendoza y dos jóvenes pero experimentados andinistas particulares como Roberto “Leroy” Villa y Nicolás Ibazeta, de 23 y 22 años, subieron a buscar a los pilotos del accidente. Excepto Villa e Ibazeta, el resto decidió en algún momento de la subida hasta el tope de El Plata, por la cara sudoeste, se dio por vencido y volvió a la ciudad. Era pleno invierno y en lo más alto de la montaña el frío puede llegar a provocar una sensación térmica de -40 grados centígrados. Leroy y Nicolás siguieron, llegaron al final del camino pero jamás volvieron. Nadie nunca supo nada más de ellos hasta que dos semanas atrás, un joven montañista de 23 años los encontró congelados, momificados por el frío, con los cuerpos casi intactos, en la posición de dormidos con la que, muy probablemente, los mató una hipotermia, producto de una tormenta. 

Y días después un equipo de rescatistas los bajó para que los reconocieran sus familiares. Leroy Villa, en una de sus expediciones durante los años 90 Leroy Villa, en una de sus expediciones durante los años 90 “Se mandó a un lugar muy difícil”, cuenta a Infobae Hugo Daniel Villa, hermano de Roberto, conocido en el mundo de la montaña como Rambito por su pasión por agregar algunos explosivos de más en las detonaciones que se ejecutan evitar avalanchas en las pistas de ski de la cordillera andina. En aquellos años, “Rambito”, su hermano, Ibazeta y otro gran grupo de montañistas de la zona trabajaban como rescatistas en centros recreativos o contratados por privados. “La prioridad siempre salvar vidas. No te fijás en el tiempo, no te fijás en nada. Por eso Leroy y Nicolás subieron igual, aunque era pleno invierno y la cara sudoeste de El Plata es extrema”, explica, horas después de haberse reencontrado con su el cuerpo de su hermano, que hoy tendría 49 años y que, al fin y al cabo, pasó más tiempo a la espera de que alguien lo encuentre ya congelado en la montaña del que pudo disfrutar en vida. Aquella semana de junio de 1996 los jóvenes subieron a buscar los cuerpos de los tripulantes del helicóptero Aérospatiale SA-315B Lama, matrícula H-62 de la Fuerza Aérea, el piloto Primer Teniente Alfredo Montenegro y el mecánico, Suboficial Principal Alberto Julián Mazagatos. Según “Rambito”, fue por pedido de Fuerza Aérea. “Pasa esa historia y cae personal de la Fuerza Aérea a mi casa, porque somos reconocidos en la montaña, a ver si podíamos subir y ver la posibilidad de rescatar los cuerpos, o buscar a las personas con vida”, relata. Originalmente iba a subir un equipo de cuatro. 

Además de Villa e Ibazeta estaban dispuestos a escalar otros dos rescatistas del grupo de amigos pero por diferentes razones no fueron. Uno acusó un problema estomacal y el otro, un tema familiar. Los pilotos de los Lama de la IV Brigada Aérea, entre ellos Montenegro y Mazagatos, estrellados el 4 de junio de 1996 en El Plata Los pilotos de los Lama de la IV Brigada Aérea, entre ellos Montenegro y Mazagatos, estrellados el 4 de junio de 1996 en El Plata De acuerdo al relato de Hugo Villa, les habían encomendado buscar los cuerpos y la caja negra, y ver qué posibilidad había de sacarlos de ahí “porque es un lugar complicado”. Como habían pasado 22 días, las posibilidades de que estuvieran vivos eran casi nulas, por eso Villa e Ibazeta subieron de a par. “Si estaban muertos vos ubicás el lugar y va un grupo y los saca. Si estaban vivos eran pocos para dos personas, porque normalmente trabajábamos en grupo”, explica “Rambito” que, asegura que él no fue porque estaba trabajando en una mina de la Patagonia en ese momento. “Por eso yo no sé quiénes de Fuerza Aérea nos contactaron. A mí me lo dijo mi mamá, que murió hace dos años sin poder volver a ver a Leroy. No hay papeles firmados”, aclara. Una fuente de Fuerza Aérea consultada por Infobae descree de la versión del hermano de Villa. “Nosotros tenemos nuestro propio equipo de rescatistas. 

Y en aquel episodio además subieron de la Policía de Mendoza y el Ejército”, aclararon. “El vuelo en montaña es muy peligroso, tenés que estar entrenado y conocer muy bien el lugar y el clima, las corrientes de viento ascendentes y descendentes en la zona del Cordón del Plata son muy fuertes”, detalló un experimentado piloto retirado de Fuerza Aérea que prefirió no revelar su identidad. “No sé qué estaban haciendo los Lama ahí, no sé si les corresponde, si hacían maniobras. Salieron de Uspallata, los vieron pasar tipo 16. Y el siniestro fue 17.30. El Plata es una zona muy dura para volar, deben haber cuatro helicópteros. Uno está en la zona de Franklin y tres en la pared sur”, agrega Villa, que se pasó 25 años subiendo esa montaña para encontrar los cuerpos de su hermano y de Ibazeta. Leroy Villa era un apasionado de la montaña Leroy Villa era un apasionado de la montaña “En la búsqueda encontré uno que hacía 11 años que estaba desaparecido. Bajé un radio para ver si podían sacarlo. Me dijeron que era un helicóptero chileno.

 Y los cuerpos deben estar todavía el hielo. Encontré el rotor, la radio, algunas bolsas de cama y así”, agregó. Leroy empezó en el andinismo gracias a su hermano Hugo, que comenzó a trabajar en el centro de ski Los Penitentes en 1986 y para fines de ese año ya estaba integrado a la patrulla de rescate. Al año siguiente lo sumó a su hermano. “Cuando estábamos al ‘pepe’ bautizábamos cerros y escalábamos. Y de ahí no paramos más, nos perfeccionamos, hicimos cursos de primeros auxilios. Siempre en la montaña”, relata. Leroy se convirtió apenas pasados los 20 años en un referente del montañismo de Mendoza. A los 22 escaló durante seis días la pared sur del Aconcagua, algo reservado para pocos. En esa aventura durmió “colgado” de la pared de hielo todos esos días. “El ya había estado en situaciones límite y había salido, era muy fuerte, tenía experiencia”, dice su hermano. Por eso imagina que su hermano e Ibazeta murieron por el clima. “La dificultad en aquella época es que había mucho hielo, y había que escalar. A ellos les jugó mal el tiempo, les reventó la carpa estando dormidos. Ellos aparecen con los escarpines puestos, como dentro de la carpa. Seguramente hubo un viento muy fuerte, habrán entrado en hipotermia, no se dieron cuenta y murieron en dos minutos”, intuye Villa y da magnitud: “Calculá que en junio allá arriba hacen 30 grados bajo cero pero con un viento de 60 kilómetros por hora te la lleva a -45 grados”. Hugo Villa en una de las expediciones por El Plata para encontrar el cuerpo de su hermano, con fragmentos de un helicóptero chileno accidentado en el cerro Hugo Villa en una de las expediciones por El Plata para encontrar el cuerpo de su hermano, con fragmentos de un helicóptero chileno accidentado en el cerro Hugo Villa buscó muchos años a su hermano y a su amigo, a quienes el jueves enterraron juntos en el cementerio de Uspallata. “Estuvieron juntitos tantos años, está bien que sigan así”, dice Hugo. El hermano del andinista aparecido estuvo dos décadas tratando de encontrar a los jóvenes. “Anduvimos mucho buscándolos, todos los años subimos, entramos por diferentes zonas y nunca tuvimos un resultado feliz. Ahora se dio y bueno, estoy contento”, admite. Recuerda que pasó una vez exactamente por el lugar donde Juan Cruz Rodríguez encontró a Leroy y a Nicolás. “Pero había mucha nieve, estaban tapados cuando pasamos por ese filo.

 En esa salida tardamos ocho días en dar toda la vuelta. Porque entramos por el oeste, pasamos a la sur. Y pasamos por el filo ese. Eso fue en 1996, el año que no volvieron. Estuve cuatro meses buscándolos pero nunca los encontré. Ahora lo pienso y me da mucha bronca porque pasé por arriba de ellos, estaban tapados por un manto de 2,50 o 3 metros”, se emociona. La montaña tiene su propio código. La Naturaleza puede ser feroz y antojadiza. Los mensajes los emite cuando quiere. La montaña traga y devuelve, nunca ningún humano sabrá cuándo lo hará. En 2019, un reconocido andinista que bajaba de una expedición al Cerro Niveros encontró el helicóptero de la Fuerza Aérea y uno de los cuerpos que el viento había revoleado aquella tarde de 1996. Las pruebas de ADN confirmaron que se trataba de Alfredo Montenegro. El piloto tenía 28 años y su pareja esperaba un hijo cuando él murió. Aquel bebé que estaba por llegar tuvo que esperar 23 años para conocer y a la vez despedir a su padre. Quien sabe cuándo será el momento en que la montaña decida que también es hora de recuperar al mecánico Mazagatos.

sábado, 1 de mayo de 2021

Así bajaron los cuerpos congelados de los andinistas perdidos hace 25 años: el estremecedor relato del hallazgo en la montaña

 

Fuente: Infobae

Juan Cruz Rodríguez, de 23 años, relató en una charla con Infobae cómo encontró los cadáveres de Roberto “Leroy” Villa y Nicolás Ibazeta en la cima del cerro El Plata, en Mendoza. Los andinistas habían partido a la montaña en junio de 1996. “Sentí mucho miedo cuando los vi, la montaña es un lugar muy hostil”, contó el joven autor Por Fernando Soriano 1 de Mayo de 2021 fsoriano@infobae.com Juan Cruz Rodríguez encontró los cuerpos congelados de Roberto Villa y Nicolás Ibazeta y el jueves una patrulla de rescate los bajó del cerro El Plata Juan Cruz Rodríguez encontró los cuerpos congelados de Roberto Villa y Nicolás Ibazeta y el jueves una patrulla de rescate los bajó del cerro El Plata Juan Cruz no estaba seguro de lo que veía delante suyo, un poco más arriba, al costado del sendero sobre el filo de la montaña. 

No tenía certeza de si aquello era producto de una alucinación como consecuencia de la altura, el frío y la falta de oxígeno, o era parte de una realidad demasiado cruel que lo espantaba al punto de paralizarlo. Llevaba 13 horas ininterrumpidas de escalada en el tramo final hacia el tope del cerro El Plata. Iba por el lado más complicado de la montaña que domina el Cordón del Plata, un sector al que pocos montañistas se le animan. Estaba a casi 6.000 metros de altura, a nada de hacer cumbre. Había caminado durante toda la madrugada, por momentos a 12 grados bajo cero. Casi pierde dos dedos de una mano por el frío. Tuvo detener la marcha y frotarlos durante media hora. De no sentirlos pasó a sufrir el dolor horrible que el cuerpo experimenta cuando se recupera la circulación, como pinchazos de mil agujas. 

 Así marchaba Juan Cruz cuando se topó con lo que primero vio como un “bulto”. Frenó, confundido, mientras aclaraba la visión, atrapada por la conmoción, en la soledad intimidante del techo de la Cordillera de los Andes: “Pensé que quizá me estaba volviendo loco porque de repente me encontré con el cuerpo de un hombre acostado en la nieve, que me miraba. No me daba cuenta si estaba teniendo una alucinación producto de la situación extrema, pero enseguida entendí que no. Era real. Y me dio mucho miedo”. “Sentí terror, hermanito”, dice a Infobae con tonada mendocina Juan Cruz Rodríguez, el andinista de 23 años que el domingo pasado mientras intentaba llegar hasta lo más alto de uno de los picos de la provincia de Mendoza encontró los cuerpos congelados de Roberto “Leroy” Villa (23) y Nicolás Ibazeta (22), dos jóvenes que en junio de 1996 (dos años antes de que el propio Juan Cruz naciera) desaparecieron durante una escalada y, ahora se sabe, murieron acurrucados en la montaña, probablemente como consecuencia del frío y el “sueño blanco” que invade a los montañistas en situaciones de tormentas de nieve y viento, frío y desorientación. 

 A pesar de que Juan Cruz ya había subido el cerro El Plata -por la otra ruta, la tradicional- no conocía la historia de Villa e Ibazeta. No sabía que eran los únicos dos andinistas que aun quedaban en la lista de los que jamás volvieron de esa montaña. Rodríguez estuvo no más de seis minutos frente a los cuerpos momificados desde hace 25 años, los miró con obsesivo detallismo. Era consciente de que tenía que recordar los colores y las marcas de los equipos que llevaban porque no tenía batería en su teléfono para sacar fotos y siguió hasta la cumbre. Pero ya nada iba a ser igual. Horas después bajó, contó lo que vio, un amigo guía de montaña le dijo que probablemente se tratara de ellos y entonces Rodríguez llamó a la oficina del fiscal Carlos Torres e hizo la denuncia. "Leroy" Villa y Nicolás Ibazeta, tenían 23 y 22 años cuando desaparecieron en la montaña, en junio de 1996 "Leroy" Villa y Nicolás Ibazeta, tenían 23 y 22 años cuando desaparecieron en la montaña, en junio de 1996 Al otro día lo llamaron de la Patrulla de Rescate de Alta Montaña de la Policía de Mendoza y el joven partió de nuevo al cerro para guiar a los rescatistas durante tres días de escalada hasta el lugar donde durante un cuarto de siglo los cuerpos esperaron que alguien los descubriera.

 Finalmente el equipo los bajó en camillas especiales a pie, por un tramo que demandó dos días, hasta llegar a una zona donde pudiera acceder un helicóptero. Los restos de Villa e Ibazeta fueron reconocidos por sus familiares en la morgue de la capital mendocina el jueves. Ese día, en ese momento, se desintegró el peso de la incertidumbre que habían cargado durante tantos años. El camino hacia el reencuentro con los andinistas perdidos comenzó para Juan Cruz el viernes de la semana pasada. Salió de su casa en colectivo hasta Potrerillos. Desde la base caminó ocho horas hasta que cruzó la laguna del Platita, en Los Morteritos, en el Cordón del Plata, ya a 4.100 metros sobre el nivel del mar. Pasó la noche allí y el sábado arrancó la trepada hasta la base de la cara sur del cerro El Plata, en la Quebrada de Casas, donde descansó la segunda noche. “La cara sur es la más jodida, la más expuesta y alejada”, explica Juan Cruz sobre su aventura. Él tenía la ventaja de que ya conocía el lugar, había estado y tenía todo estudiado. “Conozco bastante los tiempos, me conozco a mí mismo. Hay que encarar la montaña muy enfocado, pensando en el itinerario de la subida”, detalla. La organización y la concentración son determinantes.

 Cada minuto es importante para un montañista. “Si salís una hora tarde a caminar te agarra el sol y ya cambia las condiciones porque te derrite la nieve y podés morir en una avalancha”, pone como ejemplo. Por eso el último tramo Juan Cruz lo inició a las a las 4 am del domingo. Era de noche: “Salí a esa hora para aprovechar que la nieve está congelada y progresar más rápido y evitar avalanchas”. La naturaleza puede ser cruel en su búsqueda del equilibrio. La ventaja de un terreno sólido por la falta de sol era a la vez un problema: “Estuvo frío, sufrí bastante de frío, 12 grados bajo cero. Dos dedos de la mano ya no los sentía y no los podía mover y estuve un largo rato reanimándolos para poder sentir. Duele mucho eso”. Juan Cruz Rodríguez, en la cima de El Plata, donde encontró los cuerpos en la cima del cerro El Plata. Tiene 23 años. Cuando Villa e Ibazeta desaparecieron, él no había nacido Juan Cruz Rodríguez, en la cima de El Plata, donde encontró los cuerpos en la cima del cerro El Plata. Tiene 23 años. Cuando Villa e Ibazeta desaparecieron, él no había nacido La montaña exige al andinista desde todo aspecto. La fortaleza mental es tan importante como la capacidad aeróbica o la potencia de los músculos de las piernas o la capacidad para leer el clima. A las 8.30 salió el sol. Juan Cruz ya estaba a 5.500 metros. “Y la nieve se empezó a poner blandita y me tiré a la izquierda, al acarreo, a la pendiente de roca”, cuenta, porque en la nieve ya se hundía mucho y no podía caminar. La pendiente lo llevó al filo suroeste del cerro. El sector más complicado y hostil.

 El andinista caminaba lento, como si cada paso valiera una vida de energía corporal. Allí arriba el oxígeno es poco y vale como el oro. Eso provoca que la frecuencia cardíaca se acelere demasiado. Se camina despacio para no hiperventilar. Así iba Juan Cruz cuando se cruzó el primer aviso de algo extraño: la varilla de una carpa. Y luego, inmediatamente, un pedazo de tela en un lugar donde no hay más que nieve y piedra. “Me estaba cruzando con todo, me estaba chocando”, relata Juan Cruz, y la voz parece caer en un túnel vertiginoso, como si otra vez estuviera allá arriba. “Hice cuatro pasos y cuando miré para arriba vi que había una persona mirándome. Un bulto enorme de colores, y me di cuenta y caí en la cuenta de todo. La varilla, la carpa, el bulto. Eran personas congeladas, muertas. Y me dio mucho miedo. Me agarraba la cabeza, y no me la podía ni creer, parecía que me observaban”, contó. Atrapado por el estupor, Juan Cruz tomó valor y se acercó a los cuerpos.

 Me puse al lado y fue tratar de ver lo más que pueda, el equipo que tenían, las chaquetas, vi las marcas, busqué alguna insignia de un club andino, estuve un ratito, pero no los toqué, no quise tocarlos”, admite el joven, que sintió la aparición de los cuerpos congelados como un mensaje intimidatorio de la montaña: “Era una tremenda señal. Me estaba encontrando con dos personas muertas, lo interpreté como una señal”. El lugar donde encontraron los cuerpos congelados de los montañistas, a casi 6.000 metros sobre el nivel del mar El lugar donde encontraron los cuerpos congelados de los montañistas, a casi 6.000 metros sobre el nivel del mar Una hora y media después llegó a la cumbre. Era la primera vez que tocaba la cima de la montaña por la ruta más difícil. Pero Juan Cruz no podía parar de pensar en Roberto y Nicolás. “Estaban enteros, momificados. El frío los conservó, estaban los dedos, las piernas, los pies, las caras. Vi que eran jóvenes. Lo que más quería saber era cómo se llamaban, quiénes eran, qué vida habrán tenido. Habrán tenido sueños, como cualquier persona”, dice conmovido. Rodríguez llegó extenuado a su casa el domingo a las 21 y el lunes a la noche volvió a salir para la montaña por pedido del fiscal Torres. “Fue volver a ver la escena del terror”, comenta Juan Cruz. Caminó junto a siete rescatistas. Dos de ellos llevaban las camillas especiales. “Ellos estaban tristes porque los conocían, me agradecían, me decían ‘gracias, hermano, vas a dejar gente tranquila, en paz’. Cuando los encontramos se pusieron los guantes, yo no toqué nada, ayudé a bajar las camillas”. De la cumbre bajaron hasta la Quebrada de Casas, por el otro lado, el más “fácil”. Durmieron allí y al otro día llevaron los cuerpos hasta la laguna del Platito.

 Ya era miércoles. “Estábamos expuestos a avalanchas y buscamos un buen lugar para dormir”, cuenta Juan Cruz. La expedición de rescate terminó a las 2 de la mañana del jueves, cuando los rescatistas volvieron a la base del cerro. Ese día a las 10.30 un helicóptero levantó los cuerpos en la orilla de la laguna. “El cansancio fue letal, fue muy duro, estuvimos sin comida, con ganas de volver. Sufrimos mucho, fue muy duro”, comenta Juan Cruz. La frase corta indica la profunda conmoción. Una imagen del anochecer, sobre el filo de la cara sur de El Plata. La foto fue tomada por Juan Cruz Rodríguez para Infobae durante la expedición de rescate Una imagen del anochecer, sobre el filo de la cara sur de El Plata. La foto fue tomada por Juan Cruz Rodríguez para Infobae durante la expedición de rescate “Leroy” Villa y Nicolás Ibazeta eran jóvenes y tenían experiencia. A los 22 años, Villa había subido la pared sur del Aconcagua, el cerro más alto de toda América, una gesta que para los andinistas es como para un tenista ganar un Grand Slam. Quizás confiados en esa capacidad atlética y mental los jóvenes decidieron subir durante aquel invierno pleno de 1996, y tomaron el riesgo que siempre existe en la montaña. “Siempre asumís que puede pasar cualquier cosa. En este caso los chicos estaban en invierno. Las temperaturas se van a -25 grados, mínimo. Y sopla mucho el viento”, describe Juan Cruz, que se anima a conjeturar sobre el destino de Villa e Ibazeta: “Seguro los agarró una tormenta. Las condiciones climáticas, la altura, el frío, todo se junta y todo suma para que pasen esas cosas. Es muy extremo, la montaña mendocina en esos lugares es hostil, estás solo, alejado, sin comunicación, estás por tu cuenta.

 Quizás ellos en su época habrán tenido el equipo. Leroy tenía mucha experiencia. Nico también. Hay que saber mucho para mandarse al cerro Plata en invierno por esa cara. Es una decisión fuerte”. Al volver de traer los cuerpos, Juan Cruz habló con los familiares de los andinistas encontrados. “Estaban con un montón de cosas en la cabeza, felices porque se terminó la incertidumbre, muy agradecidos conmigo. Ellos ya no esperaban encontrarlos”, se emociona. La madre de Villa, que sufrió esa incertidumbre, ya no está para cerrar el círculo que permaneció abierto durante 25 años. “A las familias se les termina una tristeza enorme. Espero que ahora les venga paz y que puedan volver a recordarlos. Serán días de festejo”, dice el joven de 23 años. Mientras habla, una cicatriz invisible marca la historia de su vida para siempre. Es una de las formas humanas de crecer. SEGUIR LEYENDO: Un largo “sueño blanco”: dos cuerpos congelados en la montaña y el misterio de los andinistas perdidos hace 25 años

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