domingo, 1 de agosto de 2021

Saint-Tropez, el paraíso de Brigitte Bardot

 

Marc Bassets 30 JUL 2021 - 00:40 GMT-3
La vida de Saint-Tropez podría dividirse en un antes y un después de que Brigitte Bardot rodara en esta población costera francesa Y Dios creó a la mujer. Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir también tuvieron casa aquí. Romy Schneider, Catherine Deneuve y José Luis de Vilallonga fueron otros de los habituales del lugar. La riqueza ostentosa de una parte de sus visitantes ha convertido este enclave en el destino favorito de representantes de la jet-set y curiosos atraídos por su leyenda.

 La vista desde la terraza de La Ponche, el hotelito en el barrio de pescadores de Saint-Tropez que frecuentaban las estrellas del cine y la literatura, ha cambiado poco. Las montañas a la otra orilla del golfo, los veleros y, como decía la escritora Françoise Sagan, “el único elemento estable del pueblo: el agua azul, el agua lisa”. Sí, ahora se ven más construcciones en la costa que en las fotografías de la época y algún yate interrumpe la calma del Mare Nostrum. 

Pero La Ponche —este rincón del pueblo que ­Brigitte Bardot hizo célebre cuando en 1956 protagonizó Y Dios creó a la mujer— parece inmune al paso del tiempo. “Mire, ahí nací yo”, dice Simone Duckstein señalando el edificio que en aquel año, 1943, todavía no era un hotel, sino un bar regentado por sus padres. Sentada en la terraza, ­Duckstein habla del Saint-Tropez de antes, del de ahora. Ella estuvo aquí desde el principio. 

A todos los vio pasar. A ­Picasso y a Boris Vian, el trompetista-poeta que convenció a los padres de Simone para abrir una pequeña boîte de jazz que tras la II Guerra Mundial se convertiría en una sucursal en la Costa Azul de Saint-Germain-des-Prés, el barrio existencialista de París. A Simone de Beauvoir y a Jean-Paul Sartre. A sus amigas: Sagan, la autora de Buenos días, tristeza, y Bardot o B. B., recluida desde hace años en sus casas, La Madrague y La Garrigue, cerca de aquí, pero indiscutible emperatriz de Saint-Tropez. 

Y a tantos otros: Romy Schneider, Catherine Deneuve, ¡José Luis de Vilallonga!… No cita tantos nombres por vanidad. Realmente fueron el paisaje de su vida. Pocas personas vieron tan de cerca y desde una atalaya como esta —la terraza de La Ponche— los dramas y las alegrías, las transformaciones profundas y lo que nunca cambia en la vida de uno de los destinos veraniegos más exclusivos. “Es un pueblo de verdad, con sus tradiciones. Y a la vez todo el mundo está aquí”, resume Simone Duckstein. “Hay algo telúrico en Saint-Tropez, hay algo en el suelo”, añade. Materia, magia… La historia de Saint-Tropez podría dividirse, como la era cristiana, en un antes de Brigitte Bardot y un después de Brigitte Bardot (a. B. B. y d. B. B.). 

El año cero es el del estreno de Y Dios creó a la mujer, la historia de una mujer libre y moderna que revoluciona un pueblo costero que se debatía entre mantener la tradición de la pesca o abrirse al turismo. Uno de los pretendientes de la protagonista quiere construir un casino. Otro se resiste a venderle los terrenos. No hubo un casino en Saint-Tropez —para ello hay que desplazarse a Sainte-Maxime, en la otra orilla del golfo, o a Cannes, o a Niza—, pero el éxito mundial de la película, dirigida por el esposo de B. B. Roger Vadim, removió los cimientos del plácido puerto, hasta entonces un refugio de artistas, intelectuales, actores de Hollywood y burgueses parisienses. 

Como los Bardot, recuerda Duckstein, quienes, tras pasar la noche en el tren, solían llegar con sus hijas, Brigitte y Mijanou, por la mañana y dirigirse a La Ponche para desayunar. Nada volvió a ser igual en la era d. B. B. “El mundo entero nos había descubierto, el pueblo ya no nos pertenecía, había que compartirlo”, explica Simone Duckstein. “No se podían dar dos pasos en la calle sin que alguien preguntase: ‘¿Dónde vive Brigitte Bardot?’. 

Saint-Tropez había dejado de ser una joya secreta y era el lugar que atraía los focos mundiales, el pueblo que despertaba todo tipo de fantasías, el escenario de más y más películas —­la serie cómica de El gendarme, de Louis de Funès, y otras—, y el imán de estrellas y ricos de todo pelaje. “Teníamos muy mala reputación en aquella época”, dice Duckstein cuando recuerda los años posteriores a Y Dios creó a la mujer. “Era el lugar de la fiesta y el bling-bling”, añade aludiendo a la onomatopeya que imita el ruido de las joyas y designa a la riqueza ostentosa de una parte del público que empezó a visitar Saint-Tropez a partir de los años sesenta: una mezcla de jet-set y curiosos por el nombre del municipio.

 Ahora entrar en Saint-Tropez por carretera puede ser un calvario debido a un tráfico digno de una gran ciudad en hora punta. Y basta un paseo por el puerto para comprobar la hegemonía bling-bling: los pequeños barcos amarrados a la sombra gigantesca de los yates frente al famoso café Sénéquier, las callejuelas que son un centro comercial de firmas de lujo al aire libre, las mansiones protegidas y aisladas, una ONU de milmillonarios. “Hoy hay que conocer a las personalidades de 20 países, y esto complica el trabajo”, declaró hace unos años el fotógrafo de celebridades Pierre Aslan a Le Monde. “Se acabó la época en la que los habituales echaban raíces todo el verano. 

Ahora algunos llegan con barcos de 250 millones de euros y al día siguiente se marchan”. Nadie escribió tan bien del viejo Saint-Tropez como Françoise Sagan, quien tenía habitación en La Ponche. Por entonces ya había trasladado sus cuarteles a Normandía, pero le gustaba acudir a pasar unos días fuera de temporada en la Costa Azul. Solía sentarse en la terraza con vistas al mar, la misma donde ahora Simone Duckstein desgrana sus recuerdos. 

“Ya no es la risa lo que reina en la noche, ni el placer, ni la curiosidad”, escribió Sagan. “Es una especie de exhibición permanente —y generalmente falsa— de esta alegría, de este placer, de esta curiosidad; una exhibición que oculta, de hecho, y poco a poco, una sociedad tan burguesa, tan regimentada, tan cotilla y provinciana que puede o podría ser la de una ciudad cuyos héroes ya solo tuvieran derechos y ningún deber”. Duckstein, que ha escrito varios libros sobre el hotel y el pueblo, vendió La Ponche el año pasado. No tiene hijos y quería asegurarse de que el establecimiento le sobreviviría. Al contrario que Sagan, quien murió en 2004, Bardot nunca desertó de Saint-Tropez, aunque hace años que no se la ve por las calles. —¿Todavía preguntan los turistas por ella? —le decimos a Duckstein. —Menos, menos.

La juventud cubana toma la palabra

 




Piensa que en escenarios de alta conflictividad como el actual, “las identidades políticas funcionan como aglutinante” y, en ese sentido, las protestas “fueron una especie de vitrina”. “Hemos visto jóvenes detenidas que se definen como disidentes y opositoras; jóvenes detenidos que se definen como comunistas y socialistas; grupos de jóvenes que se han posicionado apegados al llamado del Gobierno y que también se califican como socialistas; otros colectivos que han hecho un acompañamiento crítico, pero mostrando su oposición al bloqueo y al anexionismo; y jóvenes que se identifican abiertamente como anticomunistas, opuestos al socialismo”. 

Sin olvidar, por supuesto, el grupo (mayoritario y silencioso) que no participó en las manifestaciones. Protestas en Cuba: las cosas por su nombre Cubanos en España: preocupación y esperanza ante las protestas en la isla Pero ¿qué siente y opina hoy la juventud, más allá de las protestas? ¿Cuál es su nivel de compromiso y su posición ante el cambio? ¿Son los jóvenes la clave de la evolución, o de la fractura, en el futuro? Todas estas preguntas han saltado con fuerza a la palestra estos días, y no solo es evidente la preocupación en medios intelectuales y académicos, también en las alturas políticas. 

No es casualidad que el pasado 26 de julio, fecha del asalto al cuartel Moncada, efeméride revolucionaria por excelencia, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, en vez de ofrecer un discurso solemne se presentara ante las cámaras rodeado de un grupo de muchachos haciendo trabajo voluntario. Uno de cada tres cubanos nació después de la desaparición del campo socialista. Lleva la crisis del Periodo Especial marcada a fuego en el occipital. 

“Los sectores más jóvenes no tienen memoria de las etapas iniciales y más exitosas en política social del proceso. A ellos, la épica revolucionaria, las evidentes transformaciones y los beneficios de las primeras décadas no les dicen nada. Han conocido los últimos treinta años, con la secuela de pobreza, aumento sostenido de la desigualdad, proyectos de vida fallidos y expectativa por el éxodo a edades cada vez más tempranas”, asegura la historiadora Alina López, coordinadora general del portal de análisis La Joven Cuba. 

Es uno de los medios digitales más interesantes en este momento. Desde sus páginas se promovió hace algunos meses una dura carta abierta al presidente norteamericano Joe Biden para pedirle que ponga fin de una vez al embargo económico, como mejor modo de contribuir a una solución en Cuba, y del mismo modo han criticado abiertamente al Gobierno por demorar los cambios económicos estructurales que el país necesita y rechazar el diálogo con los jóvenes tras las protestas de un grupo de artistas el 27 de noviembre pasado. Jóvenes prenden las antorchas durante la inauguración del festival de cine en Gibara al oriente de de la isla, en julio del 2018. Jóvenes prenden las antorchas durante la inauguración del festival de cine en Gibara al oriente de de la isla, en julio del 2018. 

ELIANA APONTE “Los jóvenes necesitan cambios y no ven que en su país se les ofrezcan. En Cuba se abusa de la expresión «diálogo generacional». Esta concibe a los jóvenes como pasivos espectadores que tienen por encomienda salvaguardar un estado de cosas. Pues ya han dejado muy claro que no aceptan esta posición subordinada”, asegura López, que ha pedido por activa y por pasiva abrir espacios inclusivos de participación política, o atenerse a las consecuencias. Para hablar de estos temas y de lo sucedido el 11-J, un grupo de universitarios, representantes de diversas sensibilidades, acepta reunirse en territorio neutral, en una casa frente al mar. Todos declaran al empezar su amor por Cuba y hablan con el corazón en la mano, unos en contra, otros menos y algunos a favor, pero todos prefirieren no dar sus apellidos ni hacerse fotos, lo cual es revelador. 

Nada más iniciarse la conversación, Juan, en primer año de una carrera de humanidades, se declara “dentro-centrista”. A su juicio, hay dos criterios para definir la posición política en Cuba hoy en día: el primero es si te consideras “fuera” o “dentro” del proceso. “Es decir, si piensas que la revolución puede reformarse desde dentro y dar lugar a un socialismo verdadero y democrático, o los que se sienten fuera y piensan que esto es imposible, incluso hay quienes creen que indeseable”. El otro criterio “es la disposición de escuchar a los que piensan distinto e intentar que todos o casi todos puedan formar parte del proyecto futuro de nación”. Esto, dice, separa el campo político entre “extremistas y tolerantes (o centristas)”. Entonces, hay cuatro grupos: “Dentro-extremistas (principalmente el Gobierno); dentro-centristas (por ejemplo, Silvio Rodríguez, Julio César Guanche, Ailynn Torres y otros intelectuales críticos, pero comprometidos hasta cierto punto); fuera-centristas (los miembros del 27-N, e intelectuales que quieren una democracia representativa pero sus formas los llevan a dialogar con los demás actores y a estar en contra del bloqueo y otras injerencias externas); y por último fuera-extremistas (la ultraderecha de Miami, grupos que apoyan el bloqueo y la intervención)”. El análisis de este chaval de 19 años impacta por su madurez: “Lo ideal sería una alianza entre los centristas, pero el poder está en los extremos”. 

 Abierto el debate, los argumentos van cayendo de ambos lados. La mayoría, incluso el que más defiende la posición oficial y achaca gran parte de los males actuales al recrudecimiento del embargo norteamericano, coincide en que el país necesita cambios económicos urgentes. “Si no hay cambios reales, que alivien la vida de la gente y generen esperanzas, los jóvenes se seguirán marchando y las protestas se reproducirán”, dice uno de los moderados, que desearía que “el Gobierno se iluminara, reaccionara e iniciara una transición real desde arriba”. “Es el único modo”, opina, “pues el descontento y la presión popular no es suficiente para provocar los cambios necesarios si no hay voluntad política en el poder”. Salta como un tigre Julián: “No basta con cambios económicos, hay que democratizar este país y abrir verdaderos espacios de participación, y eso aquí nunca lo van a hacer”.

 La cosa se enciende, y la palabra que más se repite es “esperanza”. “Si no hay un proyecto de país mejor, y seguridad de que si te quedas en Cuba vas a tener un desarrollo profesional y un nivel de vida digno, la situación se deteriorará cada vez más, seguiremos sin esperanza”. Habla el que con más convicción defiende el sistema, y dice que sí la hay. “Hacen falta cambios, es verdad, pero hace falta también que nos quiten el bloqueo de una vez. Y en momentos como estos, cuando está en juego la estabilidad del país, el centrismo a mí me da urticaria: no estoy de acuerdo con echar todo por la borda, hay que defender lo que tenemos”, asegura el muchachón, que explica que su padre es hijo de campesinos pobrísimos y que lo que pudo lograr es “gracias a esto”. 

 Llega el pie a tierra en la voz de la única chica del grupo, que aclara que esta reunión solo representa diferentes modos de pensar de una minoría que puede considerarse privilegiada, que tiene acceso a la universidad y un cierto horizonte –”hacernos profesionales y, si este país no se arregla, largarnos”-, pero cuenta que en su barrio, en un arrabal de La Habana, no hay opciones. Los vecinos de su edad, dice, solo piensan en cosas muy concretas que les afectan, “en que se le está cayendo el techo de la casa, en que no hay comida, ni medicinas para sus padres, en que no tiene dólares para comprar en las nuevas tiendas, y que sufren colas y apagones insoportables. 

Como es obvio, en los lugares más empobrecidos, o en el campo, los jóvenes no están en nuestra discusión de si el Gobierno debe abrir espacios políticos, sino en resolver sus necesidades inmediatas, que son muchas”. Surgen entonces varios asuntos, y los análisis (ahí va el resumen) son todos interesantes: - La generación de sus padres y abuelos, aun viviendo mal, tiene cierto “apego emocional” y vínculos que hacen difícil la ruptura. Los jóvenes, no. 

Uno cuenta que el 11 de julio su madre, que piensa como él, no lo dejó salir. - Los padres han ido cambiando. Antes no les entendían. Hoy, aunque los quieren proteger, están “orgullosos” de ellos. Alguien saca el tema de la cantante Daymé Arocena, de 22 años, que al calor de los acontecimientos grabó un tema llamado Todo por ti, muy crítico con el Gobierno. Escribió en Facebook que su gran dolor era que su padre no le comprendiera y se peleara con ella. Los chicos buscan la respuesta del papá en las redes -ya funciona internet-.

 Dice el señor: “Mi niña, yo solo te puedo decir que estoy muy orgulloso de ti y la valentía con que siempre has asumido todos los retos y proyectos que te ha tocado vivir. Yo como tu padre siempre te voy a apoyar y soy de los que creo que son ustedes los jóvenes los que van a conseguir el cambio, porque no tienen ningún compromiso con el pasado y sí el deber con el futuro”. - Hay consenso entre ellos en que, si EE UU de veras quisiera ayudar a una evolución no traumática, debería “eliminar el bloqueo cuanto antes”. Pero, dicen, como esta es una variable que no depende de Cuba, las autoridades debieran focalizarse en hacer los cambios internos que saben que tienen que hacer, no en echarle la culpa de todo a EE UU. - Hay consenso en que las protestas “marcan un antes y un después”. También de que “no son suficientes”. 

“No hay una organización ni líderes capaces de transformar el descontento popular en motor de un cambio, si las autoridades no quieren”, dicen los centristas. Y añaden: “Pero si el Gobierno no actúa decididamente, al final esa organización aparecerá”. - Sobre si está en manos de las autoridades reconducir la situación, hay muchas discrepancias. “Si actúan con inteligencia y hacen verdaderos cambios aperturistas que mejoren la vida de la gente, no transformaciones cosméticas, pueden”, dice uno. “No bastan medidas económicas de alivio, hacen falta cambios políticos también”, le responden. Un tercero dice que “la pelota está en el lado del Gobierno. Tienen una gran oportunidad si la saben aprovechar”. 

La chica se ríe. Cae la noche en la casa frente al mar y sigue la discusión, y mientras en el apartamento de Carlos su abuela sigue en modo Good Bye Lenin, hablan los expertos. Tanto la historiadora (Alina López) como la psicóloga (Ailynn Torres) coinciden en que la juventud es clave en el futuro. La población cubana es de 11 millones de personas, y más del 35% son jóvenes. Según datos oficiales, en la isla hay más de un millón de graduados universitarios, y en estos momentos la matrícula en los cursos de enseñanza superior alcanza las 250.000 personas.

 ELIANA APONTE “Desde antes de las protestas hemos visto que los jóvenes han ido buscando espacios de participación y desbordando los espacios de lo político institucional”, señala Torres. Recuerda cómo ha ido creciendo la voz de los grupos feministas, antirracistas, de defensores de los animales (que se manifestaron en abril de 2019) o de los activistas por los derechos LGTBI (que se manifestaron sin permiso del Gobierno en mayo de ese mismo año). Desde La Joven Cuba, dice Alina López: “La tesis de que la escasez de alimentos y medicinas y las dificultades en la generación eléctrica fueron decisivas en la actitud de los manifestantes del 11 de julio, obvia las demandas políticas que indudablemente también explican el estallido social”.

 Y considera que “es imposible conseguir transformaciones reales en la esfera económica y social sin formular asimismo cambios políticos”. Hace unos días, la revista Alma Mater, la voz institucional de la Federación de Estudiantes Universitarios, publicó un artículo con entrevistas a cinco jóvenes que sí quisieron dar sus nombres y apellidos. Algunos eran muy críticos, tanto o más que los de la casa de Miramar. Otro hito, expresión del nuevo momento. Qué pasará finalmente, nadie lo sabe. Pero sí que los jóvenes cubanos han cambiado y que hay que contar con ellos.

Perú | La incertidumbre pesa como una losa en los primeros días de Pedro Castillo

 
Lejos de rebajar la tensión, los primeros días del izquierdista Pedro Castillo como presidente de Perú, han venido acompañados de inquietud, acentuada el viernes pasado por el descalabro de los mercados financieros. Los opositores a Castillo volvieron a salir este sábado a la calle en Lima. Guido Bellido, una primer ministro rechazado por amplios sectores

 El factor que más rechazo provoca, en casi todos los sectores, es el nombramiento del izquierdista radical Guido Bellido como primer ministro. Para muchos Bellido, investigado por apología del terrorismo y criticado por sus comentarios homófobos y misóginos, encarna en sí mismo el miedo que sienten ante el nuevo Gobierno. "Estamos en contra del terrorismo. Son una sarta de terrucos -decía este sábado uno de los manifestantes-. En el gabinete está mal que Bellido esté allí, es un terrorista declarado. ¡No puede estar ahí! (...) Ya el dólar ha subido, la comida ha subido, la gasolina ha subido.

 ¿Cuánto vamos a aguantar?" Entre los asistentes a la marcha había muchos simpatizantes del partido Fuerza Popular de Keiko Fujimori, que perdió en la segunda vuelta de las presidenciales frente a Castillo. Viernes negro en Perú El viernes, se juntaron todos los elementos en Perú. 

El flamante presidente tuvo que viajar de urgencia a Piura, en el norte del país, tras producirse un violento terremoto, mientras el país vivía una jornada negra en el mercado de valores, que sufrió una caída del 5,8 por ciento, al tiempo que la moneda perdía más de un 3 % frente al dólar, debido a la incertidumbre política. Francke, el bombero de Castillo frente a la incertidumbre económica Para tratar de calmar los ánimos y reconducir la crisis, Castillo ha introducido en su gabinete a Pedro Francke, como ministro de Economía, y a Aníbal Torres, en Justicia, figuras con amplia trayectoria y muy reconocidos en su país.

 Ambos se resistieron el jueves pasado a jurar el cargo por sus diferencias políticas con el primer ministro Bellido, Francke, un docente de izquierda moderada, apostó este sábado en un tuit por recobrar el buen funcionamiento de los mercados, promoviendo la inversión pública y privada. Torres, desde su ministerio de Justicia, deberá lidiar con otra cuestión espinosa, la nueva Constitución que el presidente peruano q

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