"Todos los que caminamos a diario por las calles de Buenos Aires seríamos sospechosos de ser fugitivos".
Artículo publicado por VICE Argentina
Hace un tiempo comencé a investigar las tensiones entre sociedad, tecnología y privacidad. Creía que iba a convertirse en un tema relevante en el futuro y como periodista debía prepararme para explicarlo. Pero me equivoqué: es una problemática del presente, que en menor o mayor medida ya nos afecta a todos por igual. Redes sociales, datos personales, inteligencia artificial, algoritmos, privacidad y biometría forman parte de nuestras vidas más de lo que creemos.
Aunque parezca exagerado, la desafortunada combinación de todos ellos puede derivar en la pérdida de derechos fundamentales como la libertad de expresión, la libertad de reunión y hasta la libertad sexual. Estamos ante un fenómeno de dimensiones globales, pero que en Latinoamérica cobra otro sentido por ser una región caracterizada por la opacidad de sus instituciones.
A menudo, la tecnología es presentada como la solución eficiente a problemas sociales en donde la desigualdad es moneda corriente. Amparados en ese optimismo tecnológico, los políticos son los primeros en destacar las virtudes de las cámaras de seguridad en la lucha contra el delito, por ejemplo. Haz la prueba, chequéa los anuncios de gobiernos contra la criminalidad y verás que la tecnología aparecerá como protagonista.
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En el último año las autoridades locales de la región se pusieron de acuerdo para poner en marcha un nuevo juguete: el reconocimiento facial en espacios públicos.
Un software montado sobre las cámaras de seguridad que detecta a una persona por sus datos biométricos. Permite encontrar una aguja en un pajar gracias a la información sobre los rasgos faciales que el Estado tiene recopilado en distintas bases de datos como nuestros documentos de identificación. Una tecnología que se nutre de inteligencia artificial y que ya se implementa en países como Estados Unidos, Reino Unido y China.
Uno de los últimos en subirse a esta nueva ola te tecnoptismo es el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico de la Argentina. En un contacto con la prensa, el vicealcalde,
Diego Santilli, anunció que el sistema de reconocimiento facial en las calles porteñas comenzaría a funcionar hacia fines de abril.
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Quien también se desempeña como ministro de Seguridad, anticipó que se usarán las cámaras de vigilancia para encontrar a unos 30 mil evadidos de la Justicia que podrían estar caminando por la ciudad. Así, las autoridades podrían vigilar a los más de tres millones de personas que a diario circulan por las calles porteñas para hallar a esos fugados. O sea, todos los que caminamos a diario por las calles de Buenos Aires seríamos sospechosos de ser fugitivos. Hasta el momento las autoridades porteñas no dieron demasiada información sobre el tema por lo que el asunto está dentro de una zona gris.
Consultado por VICE un portavoz del ministerio de Seguridad comentó que “el sistema no tiene nada de distinto a lo que se está haciendo en Nueva York o Londres”.
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Grupos de activistas pusieron el grito en el cielo al advertir que este tipo de tecnología es invasiva, pone en riesgos derechos adquiridos y hasta abre la puerta a la discriminación racial y sexual por parte del Estado. Por caso, la Asociación de Derechos Civiles (ADC) presentó ante las autoridades un pedido de acceso a la información pública para conocer los detalles del nuevo sistema. Oficialmente les respondieron que eso podría llegar en los primeros días de mayo, cuando el sistema ya estaría implementado.
En diálogo con VICE, Leandro Ucciferri, abogado e investigador del área digital de ADC, evaluó como negativos los impactos de la tecnología de reconocimiento facial en espacios públicos por considerar que existe un perjuicio para la privacidad y derechos como la libertad de expresión y de reunión. “Estudios sobre el comportamiento determinaron que las personas actúan de otra manera cuando tienen la sospecha de que están siendo observadas. La incorporación de la biometría implica que ese espacio público ya no será percibido de la misma manera. Si sos una persona pudorosa, lo más probable es que no vayas más a ese parque”, ejemplificó el especialista.
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En Chile, los activistas por las libertades individuales también están en alerta por la implementación masiva de este tipo de tecnología. Por el momento, el reconocimiento facial en cámaras de seguridad hasta el momento sólo quedó en un anuncio del Gobierno central, pero se estima que podría entrar en funcionamiento muy ponto. Dónde sí ya corre este tipo de tecnología es el metro de Valparaíso, donde se utiliza para detectar a quienes no pagan su boleto.
“Los rasgos faciales son datos personales sensibles y tienen el mayor nivel de protección de la ley de datos personales. Por tanto, su recolección y tratamiento debe ser algo excepcional y en casos bien fundamentados.
En Chile no hay disposiciones específicas por lo que estamos en área gris”, explicó a VICE Pablo Viollier, analista de políticas públicas en Derechos Digitales, una organización chilena que vela por la defensa y la promoción de los derechos humanos en el entorno digital. En ese contexto, afirmó que la implementación de reconocimiento facial en espacios públicos “es un sistema desproporcionado y de permanente control”.
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En México, las autoridades locales también miran de cerca a este tipo de tecnología. Si bien por ahora no hay uso de reconocimiento facial en espacios públicos, esto va a cambiar muy pronto. Las actuales administraciones de los Estados de Coahuila, Guanajuato y la propia Ciudad de México tienen en carpeta planes para implementar esta tecnología.
En Ciudad de México, la oficina encargada de la operación de las cámaras de vigilancia en la ciudad contempla en su plan anual la instalación de unas 50 cámaras de reconocimiento facial. Además, el sistema de transporte subterráneo prevé la compra de más de 500 de cámaras de vigilancia con esta tecnología.
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“Esto está ocurriendo sin que se consideren a fondo lo que el tratamiento de datos biométricos implica para la privacidad y seguridad de las personas”, apuntó Santiago Narváez, investigador de R3D, una organización dedicada a la defensa de los derechos en entornos mediados por la tecnología en diálogo con VICE. El especialista también alertó sobre las consecuencias en la expansión de estos sistemas de vigilancia ya que permiten conocer la geolocalización de las personas en tiempo real: “La legislación actual mexicana prevé que la obtención de dicha geolocalización debe de contar con previa autorización judicial”.
Claro que todo esto está lejos de ser una movida latinoamericana. China puso toda su maquinaria estatal para espiar a una minoría musulmana de la mano de su potente inteligencia artificial. Una investigación reveló que el gigante asiático utilizó un extendido sistema de reconocimiento facial para detectar a los uigures en función de su apariencia, manteniendo así un registro de sus movimientos para la búsqueda y revisión. Ni más ni menos que un perfilamiento racial por parte del Estado.
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Alrededor de esta controversia hay elemento clave: la inteligencia artificial. Seguramente, escuchaste hablar sobre los algoritmos en los medios. Se trata de métodos para inferir información a través de datos estadísticos y son el corazón de la inteligencia artificial.
Claro que esos algoritmos no son objetivos, sino que reproducen los sesgos de las personas que los programan. En definitiva, quien programa los algoritmos alimenta al software para que haga foco en unos factores sobre otros. Cuando en Google buscamos persona exitosa, difícilmente nos arroje a una mujer como resultado porque quién programó el algoritmo del motor de búsqueda asocia el éxito a los hombres.
“En el caso del reconocimiento facial hay mucha evidencia en otros países que demuestra que estos tipos de algoritmos están programadas para reconocer a personas blancas. Por lo tanto, el nivel de falsos positivos es muchísimo mayor porque el algoritmo ha sido entrenado en función del seteo de datos correspondientes a hombres blancos, heterosexuales que son las personas que generan este tipo de tecnología”, afirmó Pablo Violler.
Los falsos positivos son las veces que el algoritmo identifica a una persona como parte de su “lista negra”, pero la detecta como un hombre cuando era mujer, por ejemplo. O cuando el sistema señala como sospechosa a alguien de descendencia afroamericana, latina o indígena sin que esa persona haya sido acusada alguna vez de un delito.
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El caso paradigmático ocurrió en Nueva York.
Allí se puso a prueba un sistema de reconocimiento facial para detectar a los conductores que cometen infracciones de tránsito, pero los resultados fueron fatales: no detectaron ningún rostro por lo que la eficacia del sistema fue del 0 por ciento. Dicho de otra manera, la tasa de falsos positivos fue del 100 por ciento porque identificaron equivocadamente a las personas.
Para Leandro Ucciferri, la posibilidad de discriminación es el riesgo más grave en la implementación de este tipo de tecnología: “Los sesgos que puede llegar a tener ese algoritmo pueden identificar erróneamente a algunas personas que están por fuera de parámetros establecidos. ¿Qué pasa con las personas que son no binarias, trans o queers?
Es decir, toda la comunidad LGBTI. Hay discriminación de género y racial. Es un problema porque no hay transparencia en los sistemas que se utilizan”.
Estamos ante una controversia regional que pone el acento en derechos muy sensibles para todos y todas. Estas cuestiones no suelen pasar por el Congreso, sino que se resuelven con decretos, resoluciones o normativas dictadas por las autoridades de turno. Un combo en donde sobresalen la falta de información pública y sobre todo la ausencia de un debate sobre su implementación.
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GÉNERO
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Por Paloma Navarro Nicoletti
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02 Marzo 2018, 12:00pm
¿Qué precauciones toman las mujeres cuando salen solas por la noche?
Pregunté a varias mujeres que viven en distintos barrios dentro de la Capital Federal y en provincia de Buenos Aires: qué hacen, cómo se sienten y qué costumbres tienen a la hora de salir solas por la calle una vez que se pone el sol.
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Foto Natia Rolla
Artículo publicado por VICE Argentina
Todas las mujeres que conozco, absolutamente todas, han vivido en algún momento de su vida, un acoso callejero, han sentido miedo, han acelerado el paso o se les ha cortado la respiración por unos segundos, simplemente para evitar un mal momento.
Cruzar de vereda, caminar con las llaves en la mano, avisar al llegar, desconfiar de la persona que camina a tu lado, del hombre que se para cerca, que te lleva a tu casa o incluso te atiende en un bar.
Momentos que tomamos como habituales y asimilamos como si fuesen normales. Pero no lo son.
Dependiendo del país donde una viva las precauciones que tomamos varían. En Argentina, hace tiempo que dejó de existir una distinción entre barrios y horarios, entonces nos limitamos a aceptar que nuestras costumbres y hábitos conscientes no van a dejar de existir. Consejos y comentarios que se expanden como plaga a la hora de hablar con una amiga sobre lo que se debe y no se debe hacer en una situación incómoda, estando de noche, sola, yendo o volviendo de cualquier lugar.
Cecilia, Flores, 20 años
Todavía vivo en la casa donde nací, es decir, conozco perfectamente el barrio, siempre vi como policías se daban la vuelta cuando pasaba algo, transas, drogas, travas, pibes, acá hay de todo y hay zonas de Flores por las que no camino.
Vivo con precaución. Si salgo de noche no vuelvo caminando sola.
Lo cierto es que si me pasa algo no sabría como defenderme, aunque siempre estoy a punto de anotarme a algún curso de defensa personal.
Me asaltaron cuatro veces con pistolas, me robaron celulares, plata, cosas que no son importantes. Cuando me subo a un taxi mis amigas me piden: que les mande foto de los datos del conductor y avisar cuando llego a mi casa. Mi novio vive a 20 cuadras, un paseo de unos minutos que podría hacer caminando, pero prefiero no hacerlo. Ya no tengo idea de cuanta plata gasto en taxi innecesariamente. Ya dejé de contar las cosas que me dicen por la calle. Mi costumbre principal es llevarme un buzo para taparme, no me gusta que me miren y a veces me siento muy observada.
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Daniela, Lanús, 32 años
Trabajo en Capital, generalmente vuelvo a mi casa entre las 5 y 8 pm. regreso en subte, tren o colectivo dependiendo de como este el día. Si ceno en Capital o salgo esa noche vuelvo a mi casa en taxi porque no me da seguridad llegar a la estación y caminar esas cinco cuadras de estando sola.
Trato de no estar distraída por la calle y no sacar mucho el celular. Evito las calles oscuras y encerrarme en lugares donde hay amontonamiento de hombres, no me gusta pasar delante de ninguna construcción.
Elijo evitar ciertas situaciones para no pasarla mal o sentirme incómoda. Evito bajarme sola del colectivo, a veces prefiero pasarme unas paradas y bajarme donde hay más gente, no me gusta bajarme y encontrarme con la nada misma.
Tengo dos caminos alternativos, uno que hago de día y otro que hago de noche porque está más iluminado, sin embargo me siento más cómoda caminando por mi barrio que por Capital Federal. Después de todo esto, siempre aviso a mis amigos si llegué bien.
Jorgelina, La plata, 31 años
Vivo con mi novio, y el intenta acompañarme siempre. Solemos volver en bici o caminando. Cuando estoy sola camino con miedo, todas las semanas termino de reunirme a las 10 u 11 pm y la verdad es que odio molestar a mis compañeros para que me lleven a mi casa.
Evito los taxis, una vez tuve una mala experiencia, me subí a uno donde tenía las ventanas tapadas con telas, como si fuesen media sombra, pero era de noche. El que lo manejaba era un pibe, yo no quería juzgar por el aspecto pero tenía una mala sensación, estuve todo el viaje simulando hablar por teléfono con alguien, sin embargo no lo soporté y me bajé antes.
Por momentos siento que mi barrio es tranquilo porque no hay nadie, luego pienso que esa idea de que no haya nadie me da miedo.
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Sofía, Parque patricios, 28 años
A la hora de despedirnos con mis amigas tenemos siempre la misma dinámica: nos avisamos cuando llegamos cada una a su casa. Vivo en Parque Patricios y los colectivos paran del lado opuesto a mi casa, lo que me lleva a tener que cruzar el parque entero de noche, y no me gusta hacerlo. A partir de la 1 am todo muere en esa zona.
Antes tomaba taxis, pero ya no me dan confianza, una vez en una conversación, un tipo me preguntó por qué mi pareja me dejaba salir sola de noche, y esa pregunta, en un auto ajeno, con un desconocido, no me generó nada de seguridad. Decidí dejar de tomar taxis y empecé a usar Uber, pero hace poco me pasó que por fuera de la aplicación dos conductores me mandaron mensajes de tipo: me encantaste o sos muy linda. Hice la denuncia y sé que fueron bloqueados o algo así, no se como funciona, pero se supone que los suspenden. Hoy volví a la bici, y me parece el medio más seguro, de todas maneras antes de llegar a casa saco las llaves y voy con las llaves en la mano, básicamente porque siento que es un arma de defensa.
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Clara, Palermo, 27 años
Yo no soy de caminar con miedo, creo que el temor está en el aire y nos meten en la cabeza que tenemos que tener cuidado permanentemente.
Creo que existe un constructo social que se basa en generar mecanismos de contención, de parte de tu familia y amigos. La verdad es que no siento que ese miedo se haya apoderado de mi. Personalmente tomo una actitud en particular cuando camino por la calle, camino con la idea de que puedo con todo, no se si trasmito algo o no, no se si algo me podría pasar, seguramente si, y estoy dispuesta a enfrentarlo. Creo que yo, como mujer, no tengo que salir al mundo a defenderme de monstruosidades, creo que la imaginación de mucha gente hizo que todo se agrande. Las mujeres estamos más expuestas, observamos más y nos acostumbramos a tener ese tercer ojo.
Hace un tiempo, cuando tenía otra actitud, no estaba pasando por un buen momento y caminaba más distraída. Me paso lo siguiente: entro al subte y noto que está plagado de gente, todo pegados, era imposible moverse, noto algo en mi cuerpo, un hombre estaba fregando su pene y masturbándose con mi pierna. En cuanto se despeja un poco la zona el hombre se pone un bolso de gimnasio tapándose y se sienta en frente mío. No dejó de mirarme durante todo el viaje, sonriendo, como si su mensaje hubiese sido: Yo se que te gustó. En ese momento no tenía las herramientas que tengo ahora, sentía que no estaba acompañada socialmente, ahora quiero suponer que si.
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