Portugal, con diez millones de habitantes, arranca este lunes la segunda fase de su desconfinamiento, la más esperada por contener el gran alivio social: la reapertura de las escuelas, tiendas y terrazas, un elemento indispensable de la vida portuguesa que vuelve al inicio de la primavera convertido en un auténtico bálsamo nacional. "Estábamos hartas de estar en casa, ya no podíamos más", cuenta a Efe Fernanda. Ella y su hija Bianca aguardan turno frente a una tienda de ropa en Lisboa, una escena que no se veía en Portugal hace 80 días y que hoy regresa junto a terrazas, museos y gimnasios reabiertos tras controlar la última ola covid.
Desde la hora del desayuno las mesas han vuelto a las calles y se han mantenido ocupadas en las primeras horas del día, en las que también han vuelto a la actividad tiendas de hasta 200 metros cuadrados con salida a la calle, gimnasios -sin clases de grupo-, museos y monumentos, en tanto que los adolescentes han vuelto a clase.
La jornada, cargada de pedidos de prudencia por parte de las autoridades, creaba ambiente de domingo en la calle, cargado de actividad y optimismo: mientras otros países endurecen restricciones, los portugueses reabren con menos de 500 contagios y de diez muertes diarias.
Su desconfinamiento, aún a medias y que convive con la frontera con España cerrada, se percibe sin embargo como un enorme salto cualitativo hacia la "normalidad".
"No podíamos más"
"Estábamos hartas de estar en casa, no podíamos más.
Venimos a dar una vuelta, entrar en tres tiendas y ya esta", confiesa Fernanda, a la espera en la céntrica Baixa de Lisboa junto a su hija Bianca para entrar en una tienda de ropa.
Tendrán que esperar a que ingresen las ocho mujeres que tienen delante pero no les preocupa. Residentes en Barreiro, al otro lado del río Tajo, han decidido pasar la mañana del lunes exprimiendo uno de los alivios de esta fase de desconfinamiento.
El resto, agrega tras titubear, planean dosificarlo en próximos días: "quizá esta semana vayamos a una terraza, por ahora con esto basta. Ya es un gran cambio y nos quedamos tranquilas".
Otros ceden a la tentación del empacho. Las terrazas de la zona atienden a personas apurando un café y un pastel de nata, muchas de ellas con bolsas de tiendas cercanas, donde las puertas se abren con sus empleados aún repasando escaparates y reorganizando el muestrario.
Es una actividad desigual en Lisboa, donde no todos los que pueden abren.
Una de cada cinco tiendas no ha resistido los confinamientos y ya no puede levantar la persiana, según cálculos de la Unión de Asociaciones del Comercio y Servicios divulgados hoy.
Son las tiendas de ropa y calzado las más afectadas, con una caída de la facturación de entre el 50 y el 70 % registradas el pasado año.
Y en ese escenario, entre persianas bajadas y otras abiertas, cafeterías y restaurantes, que pueden tener a hasta cuatro clientes en una mesa de la terraza, han sentido que hacían su agosto después de trabajar en exclusivo para entregas a domicilio desde mitad de enero.
"No tiene nada que ver, ahora sí podemos pensar en luz al final del túnel", comenta a EFE Maria, que va y viene tras el mostrador, donde se suceden cafés y, a partir del mediodía, cervezas.
Curva estable, sube el índice de contagio
Los alivios de este lunes son posibles por el control que Portugal tiene actualmente de la situación epidemiológica, aunque en los últimos días se observa con cautela la subida del factor de transmisión R(t), que mide el número de personas que contagia cada infectado.
Este indicador es una de las claves de las autoridades, junto al número de contagios diarios y la presión hospitalaria, para medir los ritmos de la desescalada, y en los últimos días se ha aproximado a 1, nivel a partir del cual la situación epidemiológica pasaría a agravarse.
Será este el apartado que Portugal tendrá que vigilar durante las próximas dos semanas para decidir si pasa a la tercera fase del desconfinamiento o si, por el contrario, toca frenar sus alivios.