Esta nota tiene una trampa. Al empezar a leerla, el lector será sometido a un experimento, una especie de prueba. No corre ningún riesgo. Solo corresponde aclarar que otras personas enfrentaron el mismo desafío. Todas ellas cayeron derrotadas....
Casi por casualidad, el autor de esta nota se encontró esta semana con un texto muy angustiante que se redactó en un despacho oficial. Ese texto incluye un diagnóstico muy preocupante acerca del futuro, refleja mucha inquietud por el confuso enfoque del Gobierno frente a la crisis económica y pronostica una hiperinflación para el caso de que este no reaccione a tiempo.
Los principales párrafos de ese documento privado, que es realmente muy crudo, dicen lo siguiente:
-”La continuidad en el tiempo de las tendencias actuales permiten anticipar una situación hiperinflacionaria, con pérdida irreversible del control de las variables económicas y el deslizamiento hacia una forzosa recesión”.
-”En los diversos sectores de la gestión económica parece no existir una conciencia de las poco alentadoras perspectivas futuras y ello se refleja en la escasa preocupación por los problemas globales. La tentación habitual es desviar la atención de los mismos en relación a las urgencias de la hora”.
-”La presión inevitable de la marcha de la economía obliga a la reflexión sobre las dificultades. Sucede, sin embargo, que esa reflexión es episódica y a las apuradas. Lo que significa que se adoptan decisiones sin la debida evaluación, esto es, se camina a tientas y en la oscuridad”.
-”La oscuridad en la que se maneja la gestión tiene su origen en la falta de un esquema económico global. A falta de tal cosa, la propia realidad económica va imponiendo su rigor y obligando a actuar a la defensiva”.
-”La situación económica del país requiere en el corto plazo una disminución drástica de la inflación. Hoy en día, por lo tanto, la política progresista pasa por el lanzamiento de un plan antiinflacionario. Las elecciones que todavía nos están permitidas se refieren a la duración y la magnitud de los sacrificios a realizar”.
-”En el mediano plazo, la situación económica requiere un esfuerzo de inversión. El país se ha empobrecido en la última década y requiere volver a ponerse en marcha. El Gobierno además debe tender puentes fluidos con el mundo de la producción. En la actualidad, la relación con los empresarios se procesa sobre todo a través de la Secretaría de Comercio; esto es, los empresarios aparecen ante el Gobierno sobre todo como acumuladores de beneficios y no como productores de riqueza y del desarrollo de las fuerzas productivas”.
-”El progresismo político en la Argentina ha estado tradicionalmente sesgado hacia las cuestiones de distribución de la riqueza y la defensa de los recursos nacionales. Los temas de cómo crecer y cómo generar racionalidad económica no han figurado en un lugar central de su agenda. Hay que alterar, pues, esa vieja cultura”.
Al acceder a ese documento, el autor de esta nota le pidió a varias personalidades su opinión sobre el texto. Un integrante del equipo presidencial dijo: “Es una versión parcial y maniquea. El equipo económico tiene una visión muy precisa de los riesgos. En todo caso, el problema está en otros sectores del Frente de Todos. No es cierto que a los empresarios solo se los trate como aprovechadores. Son recibidos por muchos funcionarios y hay muchas evidencias a la vista. ¿Quién escribió eso”. Un miembro del equipo económico de Mauricio Macri explicó: “El Gobierno no percibe que su problema no es electoral sino de gobernabilidad. Si se concentra demasiado en las elecciones de noviembre puede provocar una catástrofe para después de las elecciones. Estoy muy preocupado”.
Un renombrado periodista de izquierda se lamentó: “Son las conclusiones que sacaron de la derrota en las PASO. Están equivocados”. “Muy razonable. ¿Quién lo escribió?”, preguntó uno de los editores más destacados de la Argentina. Uno de los cientistas políticos más agudos de la oposición analizó: “Se están dando cuenta del quilombo en el que se metieron ahora que ya no tienen capacidad política para reaccionar”. Curiosamente, uno de los analistas más inteligentes del oficialismo, coincidió: “Mi duda es en qué condiciones políticas se hace eso, que es un diagnóstico hiperrealista. No sé. Derrota electoral, reconfiguración del Frente de Todos, un giro a la derecha, una política de shock, que se yo. Va a ser duro. Ya duele lo que vivimos. Pero ha sido un dolor en cuotas, con cuidados paliativos. Ahora estamos en una situación límite”.
Más allá de las opiniones y los puntos de vista, todos coincidieron, sin excepción, en algo: ninguno tuvo la más mínima duda respecto de que el texto se refería al presente y que el funcionario que lo escribió pertenece a este Gobierno.
Pero no era así.
El texto fue escrito por el sociólogo Juan Carlos Torre en el año 1984, hace casi cuatro décadas. Está incluido en “Diario de una temporada en el quinto piso”, un libro apasionante que acaba de publicarse. Torre es un sociólogo muy prestigioso. En 1983, lo convocaron a integrar el equipo de economistas que comandaba Juan Vital Sourrouille. Ese equipo, en 1985 se haría cargo del ministerio. Durante el tiempo que duró esa experiencia, Torre grabó periódicamente sus impresiones de lo que ocurría a su alrededor, o las escribió por carta. En los años siguientes, recopiló todo el material. Finalmente, aprovechó la pandemia para escribir un texto que es, realmente, monumental para quien quiera entender por qué fracasó esa experiencia y, tal vez, por qué fracasan todos los planes económicos en la Argentina. Es un material imprescindible para quienes enfrentan hoy una crisis similar, o para quienes aspiren a conducir el país a partir del 2023.
Desde que Torre escribió su diagnóstico, cayó el Muro de Berlín, se inventaron las computadoras personales, se creó Internet, la humanidad vivió la pandemia del SIDA, y la derrotó, y la del coronavirus, y la está por derrotar. Cuando se escribió el texto, no existían en la Argentina ni el menemismo, ni mucho menos el kirchnerismo. Los argentinos y argentinas que dejaban de amarse no podían divorciarse legalmente, y a las personas del mismo sexo que se amaban no les permitían casarse. Las Torres Gemelas se erigían, orgullosas, en el sur de Manhattan. China no era una potencia: al contrario, se pensaba que sería Japón el país que disputaría la hegemonía del mundo capitalista. No existían el iPad, Spotify, Tinder, Netflix, Lali Espósito, L-Gante. Solo su familia sabía quién era Roger Federer, porque apenas gateaba, nadie conocía a Lionel Messi, porque no había nacido.
Muchas cosas cambiaron desde que Torre escribió ese documento. Pero una sigue allí, dura como una roca: los peligros y dilemas económicos de la Argentina son los mismos, o casi los mismos, que entonces. Por eso, algunas de las personas más inteligentes del país pueden confundir un diagnóstico económico escrito en aquel entonces con uno actual. En defensa de algunos de ellos, hay que decir que, luego de que se develara el misterio muchos dijeron que la palabra “hiperinflación”, les sonaba fuera de contexto, que no veían un riesgo serio de que eso se produzca en los próximos años, que les hizo ruido.
Por lo demás, no hay que esforzarse demasiado para percibir que los otros elementos centrales de aquel texto se repiten en estos días: hay una situación económica sumamente delicada que podría derivar en una escalada inflacionaria; el Gobierno está dividido acerca de cómo encararla y eso se expresa en marchas y contramarchas agotadoras; hay sectores muy poderosos del Gobierno que -cada día- maltratan a los empresarios. La cultura progresista, además, no evolucionó demasiado.
La Argentina es ese país en el cual, en un día puede cambiar todo, pero en 40 años no cambia nada. El país de la marmota, como quien dice.