Sophie Scholl nació en 1921 y fue la cuarta de seis hijos que tuvo el matrimonio de Magdalena y Robert Scholl.......Robert era el alcalde de la pequeña ciudad alemana de Forchtenberg y estaba en contra del nazismo.
Hans, otro de los hijos de la pareja y tres años mayor que Sophie, se había afiliado a la juventud nazi en una clara rebeldía contra sus padres.
Al darse cuenta de la realidad y de la devoción que existía hacia el líder, abandonó la política y se marchó a Munich.
Sophie, por otra parte, se convirtió en maestra jardinera e ingresó como enfermera en el Servicio Público Nacional, una instancia obligatoria en la que los ciudadanos debían prestar algún servicio en medio de la guerra.
Estuvo en uno de los frentes de batalla y ese contacto sin filtros con la realidad, la transformó. Pocos meses después se unió a su hermano Hans en Munich y comenzó a estudiar filosofía y biología.
Allí conoció a otros jóvenes que veían la realidad alemana de la misma manera y que no se habían dejado seducir por el nazismo.
Quisieron entonces hacer aunar sus fuerzas y ponerse en acción. Ese grupo estaban integrado por los hermanos Scholl y algunos amigos.
Ellos veían claramente que la sociedad estaba hipnotizada por un asesino y creían que ellos debían intentar abrirles los ojos.
Tenían noción del accionar de la Gestapo, la principal institución estatal para controlar, callar, perseguir y matar disidentes, que observaba cada acción de los ciudadanos. Aunque tal vez sin la plena conciencia del riesgo concreto que corrían.
La puesta en marcha de Sophie
Mientras Sophie cursaba su primer año como universitaria fue convocada a desempeñarse en una fábrica de armas y municiones.
En esos tiempos, su padre fue llevado a prisión por haber criticado en una charla privada, a Hitler. Al parecer, uno de los integrantes de esa reunión lo denunció a la Gestapo.
Por otra parte, su hermano y algunos amigos habían comenzado a armar un grupo para concientizar sobre el estado totalitario.
Sophie se enteró cuando de casualidad recibió un panfleto en la universidad. Sintió de pronto que el panorama era menos árido.
Enseguida se unió a ese grupo llamado La Rosa Blanca, que estaba conformado por Willi Graf, Christoph Probst y Alexander Schmorell, además de su hermano.
Su idea era ejercer una resistencia pasiva e imaginativa contra el Führer y su gente. Lograr que de a poco otros tomaran conciencia de lo que sucedía.
La acción de La Rosa Blanca
Los jóvenes integrantes de La Rosa Blanca escribían los panfletos, los llevaban al mimeógrafo a escondidas y después los soltaban en pasillos, aulas y calles cercanas a la facultad, o lo mandaban por correo a distintas direcciones.
Sus proclamas se extendieron en muy pocas semanas y muchos se preguntaban quiénes eran los que se animaban a tanto
Las autoridades no podían encontrar a quienes hacían circular de manera clandestina estos textos. La Gestapo puso a todos sus hombres e informantes a rastrear a los artífices de ese arriesgado accionar.
La misión de Sophie
Al principio, los otros cuatro integrantes de La Rosa Blanca no querían que Sophie fuera parte. Con los sesgos de la época, veían la tarea como algo demasiado riesgoso para una mujer.
Sin embargo, Sophie les hizo ver que ese mismo pensamiento tendrían las autoridades y que, entonces, sería más fácil ejercer su función.
El pensamiento sería: ¿Cómo una chica joven y atractiva podía estar en un grupo de resistencia?
La acción cúlmine
El 18 de febrero de 1943 los hermanos Scholl llegaron a la Universidad de Munich con una valija repleta de folletos de La Rosa Blanca.
Los diseminaron con discreción por los pasillos mientras todos los alumnos estaban en clase. Cuando salieron, encontraron el mensaje.
Además, un remanente fue lanzado por Sophie desde el último piso del edificio. El título era contundente: “De la boca de Hitler sólo salen mentiras”.
La sensación de éxito del grupo fue efímera. Jakob Schmid, un hombre de mantenimiento de la universidad, vio el brazo de Sophie esconderse con velocidad luego de tirar los panfletos. El hombre corrió y detuvo como pudo a los dos hermanos.
Los estudiantes alertaron a las autoridades y los acusaron. Nadie salió en defensa de ellos.
En el departamento de los hermanos Scholl encontraron a Christoph Probst, otro de sus compañeros, y los originales de los textos que volaron por la universidad.
El interrogatorio de la Gestapo fue brutal. Sin embargo, estaban dispuestos a liberar a Sophie. Pero ella reconoció que era una de las integrantes de la Rosa Blanca. No cedieron a las torturas. No brindaron los nombres de los otros integrantes de la organización.
El juicio a los hermanos Scholl
Tres días después de la detención fueron llevados a juicio. La madre de los Scholl quiso entrar a la sala pero los guardias lo impidieron.
El proceso fue veloz y parcial. El abogado defensor no hizo ningún intento de justicia. No hubo pruebas presentadas ni testigos. En tiempo récord, se realizó una sentencia.
El delito imputado fue traición a la patria y demandó la pena de muerte.
Los dejaron despedirse de sus padres y pudieron hablar entre ellos. Hasta que les llegó la hora de la guillotina.
“Un día tan lindo y soleado, y yo me tengo que ir. Alguien tenía que empezar. Lo que nosotros dijimos y escribimos, lo creen muchos otros. ¿Qué importa mi vida, si a través nuestro, gracias a nuestras acciones, otros muchos se despiertan y entran en acción?”, expresó Sophie ese día fatal.