Lo dice el escritor Blas Matamoro en la Historia Popular/Vida y Milagros de nuestro pueblo, 1971 “que resulta imposible determinar cuál fue el primer tango que se conoció porque, como queda dicho, se trata de un género híbrido, que se fue formando poco a poco, y porque fue común, en sus comienzos, que tomara prestada melodías de habaneras españolas”. El carácter general de las letrillas primitivas y de los títulos combina la picardía con la reiteración de temas sexuales o prostíbulos y la franca pornografía. Entre los tangos más antiguos que se conocen se cuentan: El Queco: data de 1874, cuando se sabe que lo cantaron las tropas del general Arredondo al entrar en Córdoba y San Luis, en la sublevación mitrista que siguió a las elecciones de 1874. De allí pasó a los bailes característicos de los alrededores castrenses, de manera que dio nombre, o lo recibió, de estos lugares, en que solían instalarse los “ cuartos de las chinas”. Queco es sinónimo de burdel y de la danza de burdel, o sea que se lo puede considerar equivalente a tango. Julian Aguirre recopiló su música en sus Aires Criollos, No. 3. Bartolo: Carlos Vega sostiene que “Bartolo toca la flauta” es la antigua habanera llegada a Buenos Aires como “Tango de la casera” y popularizada luego, unos veinte años después de su importación, hacia 1880, con el porteño nombre de “Andate a la Recoleta” . Era una expresión común en la época: ir a la Recoleta significaba irse de juega, y venir de la Recoleta, estar extenuado por los excesos de la diversión. En todo caso se hacía referencia a los bailes del barrio de la Recoleta (entre ellos “El Prado Español” de la avenida Quintana, primer sitio en que se permitió bailar públicament el tango a parejas de hombres y mujeres) y a las romerías de la Virgen del Pilar, que daban lugar a grandes fiestas populares, no precisamente piadosas. Francisco Hargreaves, músico culto, autor de la primera ópera argentina – “La Gata Blanca” – lo recopiló y publicó en 1900.
Dame la lata: Quizá sea el tango porteño con la melodía original más antiguo que ha llegado hasta nosotros. Su título evoca una escena del prostíbulo: al llegar, el cliente pagaba su consumición y recibía una latita como prueba del pago. Al entrar en el cuarto de la pupila se la entregaba. Cuando el rufián visitaba el quilombo, exigía de sus pupilas la entrega de las latas, para calcular la parte que le correspondía.
El entrerriano: Es generalmente aceptado que su autor es Rosendo Mendizábal, pianista mulato en varias casas de baile de la época. En una de ellas, quizá en lo de Laura o en lo de María la Vasca, estrenó su pieza en 1896. Después Ernesto Poncio habría de cuestionarle la autoría, apoyado por la opinión del dramaturgo y crítico José Antonio Saldías. Está dedicado a algún habitual de la casa que había nacido en Entre Ríos.
Otros títulos de la época muestran los rasgos ya apuntados: “El Choclo”, “El serrucho” y “La Budinera” son metáforas de órganos corporales: “Taquerita” alude a la ya mentada taquera; “El fierrazo es el orgasmo; los siguientes son títulos picarescos o pornográficos: “Embadurnarme la persiana”, “Colgate del aeroplano”, “No me pisés la pollera”, “Aquí se vacuna”, “Golpiá que te van a abrir”, “Bronca con la percanta”, “Sacámele el molde”, “Soy tremendo”, “Chiflale que va a venir”, “Que rana para un charco”, “No empujés caramba”, “Cuidado con los cincuenta” de Villoldo, se refiere a los cincuenta pesos de multa a quien molestara a una mujer en la calle.
En cuanto a las letras, de las más antiguas sólo llegaron a nosotros fragmentos a más de las coplas del folclore de prostíbulos que recogen las antologías. Invariablemente son versos directamente pornográficos. Los hermanos Bates, en su Historia del tango, recogen algunos que por su lenguaje resultan irreproducibles.
A su vez, años más tarde, pero en la misma tesitura, Caruso pone versos a “La Chacarera” (famosa ramera de Avellaneda), de Juan Maglio: “Chacarera, Chacarera, Chacarera de mi amor,/ si yo te pido una cosa/ no me contestes que no/ Chacarera, Chacarera, no me hagas más sufrir/ todos duermen en tu cama/ yo también quiero dormir/ La Chacarera tiene una cosa que ella guarda con gran cuidado/ porque es chiquita y es muy sabrosa”
Estas letrillas eran cantadas por la concurrencia en la antesala de los burdeles, en tanto esperaban turno. El pianista o la orquestita de tangos acompañaba al improvisado coro y a los bailes, que generalmente se practicaban entre hombres, ya que las mujeres del local estaban trabajando en sus cuartos. A veces el solo lo llevaba a cabo la madama del establecimiento, generalmente una ex ramera entrada en años. Al establecerse las casas de baile, ya en el siglo XX, estas madamas solían aparecer como sus regentas”.
Fuente: De Norte a Sur
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