De eso habló Xi Jinping en la celebración de aquel 1 de octubre. “China impulsará el desarrollo pacífico de las relaciones a través del estrecho (de Taiwán) y seguirá luchando por la unificación completa de la ‘patria’ (...) bajo el modelo de ‘un país, dos sistemas’”.
La idea de “un país, dos sistemas” fue desarrollada originalmente para sentar las bases de la cesión de Hong Kong a China por parte del Reino Unido en 1997. Para que el traspaso fuera aceptado por los hongkoneses, Beijing se comprometió a respetar su autonomía, permitiéndole tener un modelo económico y político diferente al suyo.
En octubre de 2019 ese compromiso ya empezaba a resquebrajarse. Ahora ya se rompió por completo. A través de la represión de las sucesivas manifestaciones democráticas, del arresto de sus referentes y de reformas que modificaron sustancialmente su sistema político y judicial, el PCCh aplastó la autonomía de Hong Kong.
Un año y medio después, la propuesta de “un país, dos sistemas” —rechazada de plano por la presidenta taiwanesa Tsai Ing-wen— ya ni siquiera parece estar sobre la mesa. Decidido a consolidar el papel de China como potencia global, Xi Jinping está convencido de que necesita tener el control total sobre su Mar Oriental y sobre todos los territorios que reclama como propios. Taiwán es un obstáculo para ambos objetivos.
El gobierno de Tsai denunció en los últimos días “incursiones militares cada vez más frecuentes” cerca de la isla, tanto aéreas como marítimas, que incluyeron el paso del imponente portaaviones Liaoning 16. Beijing no sólo lo admitió. Dijo que piensa seguir realizando maniobras “de forma rutinaria”.
La perspectiva de una anexión forzada, que parecía impensable años atrás, parece menos disparatada a la luz de la creciente osadía de la política exterior china. Joseph Wu, ministro de Relaciones Exteriores de la isla, dijo que están “siguiendo muy de cerca” las acciones de China y anticipó que lucharán “hasta el final” en caso de un eventual ataque.
“Al ser parte de la llamada primera cadena de islas, Taiwán no es sólo un territorio perdido que hay que recuperar, sino que tiene un valor geoestratégico crítico”, dijo a Infobae Suisheng Zhao, profesor y director ejecutivo del Centro de Cooperación China-Estados Unidos de la Escuela de Estudios Internacionales Josef Korbel de la Universidad de Denver.
“Es una posición de defensa avanzada clave para que el Ejército Popular de Liberación (EPL) defienda los intereses marítimos de China y su costa oriental, altamente industrializada y urbanizada. Aunque Deng Xiaoping (líder chino entre 1978 y 1989) había dicho que podía esperar 100 años si era necesario, la dirigencia china se ha vuelto cada vez más impaciente con la perspectiva de una unificación pacífica. Xi confía en las capacidades de China para resolver la cuestión de Taiwán porque el equilibrio militar a través del estrecho se ha movido firmemente a su favor”.
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