Marta Rodriguez Martinez con AP • Mientras el aeropuerto de Kabul continuaba colapsado ante la concentración de miles de personas que intentaban agónicamente ser evacuadas de Afganistán tras la nueva toma de poder de los talibanes, los servicios de inteligencia de Estados Unidos llevaban tiempo advirtiendo del alto riesgo de atentado. En la noche del jueves 26 de agosto, las sospechas se cumplieron.
Dos terroristas suicidas se inmolaron entre las desesperadas multitudes. Los atentados causaron la muerte de al menos 60 personas de nacionalidad afgana y 13 soldados del ejército estadounidense, según informaron funcionarios de ambos países.
La filial del Estado Islámico en Asia central
Detrás de estos ataques, figura un brazo regional del grupo terrorista autodenominado Estado Islámico, el mismo que proclamó el califato en 2014 en un territorio comprendido entre Siria e Irak.
Esta rama del grupo terrorista toma su nombre de la histórica provincia de Jorasán (Khorasan en inglés, de ahí la "K"), una región que abarcaba gran parte de Afganistán, Irán y Asia central en la Edad Media.
El ISIS-K, también conocido como ISK, se fundó oficialmente en enero de 2015, señalan los expertos en terrorismo Amira Jadoon, de la Academia Militar estadounidense West Point, y Andrew Mines, investigador del programa de Extremismo de la universidad George Washington, en un artículo publicado en The Conversation.
Ha logrado consolidarse rápidamente tomando el control territorial de varios distritos rurales del norte y el noreste de Afganistán, desde donde ha coordinado una campaña letal de atentados que han afectado a todo Afganistán y Pakistán.
Una de las cuatro organizaciones terroristas más mortíferas del mundo
Los expertos en terrorismo explican que en los tres primeros años de vida de la filial del Estado Islámica lanzaron ataques contra grupos minoritarios, zonas e instituciones públicas y objetivos gubernamentales en las principales ciudades de Afganistán y Pakistán.
En 2018, ISIS-K se convirtió en una de las cuatro organizaciones terroristas más mortíferas del mundo de acuerdo con el Índice de Terrorismo Global del Instituto para la Economía y la Paz.
No obstante, desde finales de 2019, esta organización terrorista se consideraba prácticamente derrotada al haber sufrido significantes pérdidas de sus efectivos a manos del ejército estadounidense.
Enemigos acérrimos de los talibanes
A diferencia de los Gobiernos occidentales, los integrantes del ISIS-K consideran a los talibanes demasiado moderados.
De hecho, sus filas se han nutrido en Asia central con talibanes desencantados que buscaban una mayor radicalización. Los propios fundadores del movimiento son talibanes paquistaníes, talibanes afganos y miembros del Movimiento Islámico de Uzbekistán. Esto hace que la efectividad de sus tácticas se base en la experiencia local de sus militantes.
Los expertos Jadoon y Mines señalan que los integrantes del ISIS-K califican a los talibanes afganos de "sucios nacionalistas", porque su único objetivo es formar un Gobierno limitado a las fronteras de Afganistán.
Esto contradice la principal misión del autodenominado Estado Islámico que busca establecer un califato mundial.
Mientras que los servicios de inteligencia estadounidenses creen que los combatientes de Al Qaeda están integrados en los talibanes, estos, por el contrario, han llevado a cabo importantes ofensivas coordinadas con el ejército de Estados Unidos para intentar expulsar a la filial del Estado Islámico de las zonas que ocupaban en el noroeste de Afganistán.
Una amenaza real para la seguridad de Afganistán
Aunque aparentemente estaban muy debilitados, los atentados del pasado jueves demuestran que ISIS-K tiene capacidad para desestabilizar la seguridad del país.
Los expertos en terrorismo señalan que en Afganistán, el ISIS-K ha demostrado ser una importante amenaza, puesto que demás de sus ataques contra las minorías afganas y las instituciones civiles, el grupo ha amenazado la seguridad de los trabajadores de la ayuda internacional, ha obstaculizado los esfuerzos de eliminación de minas terrestres y ha incluso intentado asesinar al principal enviado de Estados Unidos a Kabul en enero de 2021.
Sus acciones en el país pueden confirmar uno de los mayores temores de Estados Unidos al retirar sus tropas del país después de dos décadas: que bajo el Gobierno de los talibanes, Afganistán vuelva a convertirse en un imán y una base para los grupos extremistas antioccidentales.
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