Por Gustavo Sierra China y Estados Unidos profundizan sus diferencias y esta semana aumentaron las tensiones en el disputado Mar de China Meridional. La Séptima Flota estadounidense anunció el martes que el Grupo de Ataque del Portaaviones Theodore Roosevelt había entrado en la zona para realizar “operaciones de rutina”. Esta es la segunda vez este año que esta flota, también compuesta por el crucero de misiles USS Bunker Hill, el Escuadrón de Destructores 23 y el destructor de misiles USS Russell entra a estas aguas en disputa. Dos días más tarde se le unieron otros dos buques de asalto anfibio. “Es estupendo estar de vuelta en el Mar de China Meridional para asegurar a nuestros aliados y socios que seguimos comprometidos con la libertad de los mares”, dijo en un comunicado el contralmirante Doug Verissimo, uno de los comandantes de la 7ª Flota. “A lo largo del despliegue del grupo de ataque, hemos demostrado nuestro compromiso con el orden basado en las normas en la región Indo-Pacífica operando con nuestros amigos de Australia, India, Japón, Malasia y Corea del Sur. Esperamos seguir navegando junto a todos aquellos que abrazan nuestra visión colectiva de la seguridad y la estabilidad en una de las regiones más importantes del mundo”, añadió Verissimo. De esta manera, Washington le estaba marcando claramente a Beijing cuáles son sus aliados y que junto a ellos está dispuesto a defender la independencia de Taiwán, la isla chino-occidental, donde se refugiaron en 1949 las fuerzas nacionalistas derrotadas por el Ejército Rojo comunista. Ahora China está testeando las aguas para retomar el poder sobre ella. “A lo largo del despliegue del grupo de ataque, hemos demostrado nuestro compromiso con el orden basado en las normas en la región Indo-Pacífica operando con nuestros amigos de Australia, India, Japón, Malasia y Corea del Sur. Esperamos seguir navegando junto a todos aquellos que abrazan nuestra visión colectiva de la seguridad y la estabilidad en una de las regiones más importantes del mundo”, añadió Verissimo. De esta manera, Washington le estaba marcando claramente a Beijing cuáles son sus aliados y que junto a ellos está dispuesto a defender la independencia de Taiwán, la isla chino-occidental, donde se refugiaron en 1949 las fuerzas nacionalistas derrotadas por el Ejército Rojo comunista. Ahora China está testeando las aguas para retomar el poder sobre ella. Un indicio de esta situación se produjo el pasado 22 de marzo, cuando un avión espía estadounidense se aproximó peligrosamente a las defensas litorales de China antes de retroceder, algo que nunca había ocurrido antes. Por su parte, China también aumentó los vuelos militares críticos en las cercanías de Japón y Taiwán. En el Pentágono, pareciera que están empezando a olvidar la “guerra antiterrorista” y se preparan para una posible confrontación con China y Rusia, desde el Ártico hasta el mar de la China. Es cierto que China y EE.UU. no buscan enfrentarse militarmente y que ambos países tienen como objetivo preferente la recuperación y el crecimiento de sus economías.
Pero, llevados del espíritu de la Guerra Fría, ambos se esfuerzan en mostrar que estarían dispuestos a alcanzar cualquier extremo para no dejarse dominar por el rival. Las guerras no siempre empiezan según un plan preconcebido y en la Historia son numerosos los casos en que un país se vio implicado en una guerra que no deseaba. China, EE.UU. y también Rusia están envueltas en un peligroso juego que puede afectar a todo el mundo. Las provocaciones verbales, las maniobras militares en zonas disputadas y la rivalidad enconada podrían llevar a una situación tan desastrosa como la que desencadenó la fatídica I Guerra Mundial que nadie deseó y terminó en una carnicería muy pocas veces vista en la Historia.
El Mar de China Meridional está emplazado en la región del sudeste de Asia y bordea el sur de China. En sus aguas hay más de 400 islas, arrecifes y bancos de arena, y numerosos archipiélagos entre los que se destacan las islas Spratly y las Paracel. Ahora se le suman las islas artificiales y las bases militares que la República Popular China construyó en los últimos cinco años. El conflicto por la soberanía comenzó hace setenta años cuando luego de la Segunda Guerra Mundial, el acuerdo de paz de San Francisco de 1951 no definió claramente a quién corresponden los archipiélagos. Esta omisión sentó las bases para el desarrollo de sucesivos enfrentamientos por la posesión de las islas y del espacio marítimo adyacente.
En la actualidad son seis los países involucrados en la disputa: China, Filipinas, Malasia, Vietnam, Brunei y Taiwán.
China basa sus reclamos sobre la totalidad de estas aguas en razones históricas como las expediciones a las islas Spratly realizadas por la Dinastía Han en 110 d.C., y de la Dinastía Ming entre 1403-1433. El gobierno de la República de China sentó las primeras bases de sus reclamos cuando protestó frente a intrusiones externas en las islas y la toma de posesión francesa en 1933 y japonesa en 1939, dándoles a sus reivindicaciones sustento legal. Desde entonces se sucedieron los conflictos como en el que se enfrentaron las fuerzas chinas y las de Vietnam del Sur en las islas Paracel en 1974, la disputa entre China y Vietnam en 1988, y la controversia que surgió en 1995 ante la construcción de infraestructura por parte del gobierno chino en Mischief Reef. Este arrecife se encuentra ubicado dentro de las 200 millas náuticas de Filipinas, y es reclamado por esta último desde 1962.
En todos los casos, China logró reivindicar su control sobre los territorios disputados. Aunque Vietnam ocupa 30 islas y arrecifes, Malasia posee control sobre tres y Filipinas ocupa diez islas y arrecifes.
Lo que está en juego con la disputa de las islas son los recursos de la zona: hidrocarburos y reservas pesqueras. Se estima que el Mar de China Meridional contienen 7 mil millones de barriles en reservas de petróleo y un estimado de 900 billones de pies cúbicos de gas natural. Pero lo más importante es su estratégica ubicación.
Es la segunda ruta comercial marítima más importante del mundo por el flujo de bienes que la atraviesan con destino a las mayores economías asiáticas. Corea del Sur obtiene el 65% del petróleo que importa del mundo, Japón y Taiwán obtienen el 60% y China el 80% del total de su abastecimiento. De ahí que el control del territorio que atraviesan estas vías sea considerado de interés nacional por el gobierno chino y que su reclamo se extienda al 90% del territorio marítimo.
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