Sería de suponer que los mercados bursátiles de los países desarrollados estarían festejando con euforia el desplome del precio del petróleo, el que en la actualidad vale menos de la mitad de lo que costaba a mediados del año pasado. Después de todo, si resultan estar en lo cierto quienes vaticinan que, hasta nuevo aviso, el crudo será mucho más barato de lo que hasta hace poco la mayoría pronosticaba, los beneficios para Europa, Estados Unidos, Japón, China e India, o sea, para la mayor parte de la economía internacional, serían enormes, lo que en buena lógica significaría que estaríamos entrando en una época de prosperidad generalizada. En cuanto a Rusia, Venezuela e Irán, los países más perjudicados por la caída sorprendente del precio de un recurso natural que no debe nada a sus propios esfuerzos, pocos sentirían mucha simpatía por ellos, por tratarse de sociedades clientelistas que se han acostumbrado a vivir de subsidios aportados por los demás. Sin embargo, lejos de celebrar la posibilidad de que se haya iniciado una etapa en la que los costos de la energía sean decididamente menores de lo previsto hace algunos meses, los inversores están reaccionando con nerviosismo. En Europa, Estados Unidos y Asia, los índices bursátiles bajan abruptamente para entonces recuperarse sin que nadie haya logrado explicar el porqué de tanta inestabilidad.
La ambigüedad así reflejada parece deberse a lo difícil que está resultando entender las razones por las que el precio del barril de crudo ha caído de manera tan vertiginosa. Las opiniones están divididas. Mientras algunos presuntos expertos lo atribuyen a una jugada geopolítica de Arabia Saudita y, tal vez, Estados Unidos –que según ellos se ve motivada por la voluntad de castigar a Irán y Rusia, además de la Venezuela chavista–, otros conjeturan que es consecuencia de la debilidad económica de grandes consumidores de energía como la Unión Europa y la ralentización del crecimiento de China que, luego de décadas de "tasas chinas", podría tener que conformarse con una anual cercana al 7%, lo que en otras latitudes sería considerado fenomenal pero que, según las pautas de Beijing, es motivo de alarma. Para quienes creen que la caída del precio del crudo no se debe a las maniobras de sauditas resueltos a hacer tropezar a sus enemigos mortales iraníes y a los rusos por el apoyo brindado por Vladimir Putin al dictador sirio Bashar al Assad, sino al exceso de oferta, se trata de una advertencia de que la economía mundial podría estar por sufrir una convulsión como la que siguió al estallido de la burbuja inmobiliaria estadounidense en el 2008.
Una tercera posibilidad que se ha planteado es que los sauditas se hayan propuesto frenar la revolución del fracking, merced a la cual Estados Unidos casi se ha liberado de su dependencia de petróleo importado y por lo tanto podría dejar de respaldar como antes a sus aliados poco democráticos de Oriente Medio. En términos comerciales, sería lógico que los sauditas trataran de impedir que los norteamericanos dominaran nuevamente el mercado petrolero, pero sucede que entre los miembros de la OPEP escasean los que están en condiciones de soportar muchos años de precios reducidos. Asimismo, para tener éxito la estrategia atribuida a los sauditas, el precio del barril de crudo tendría que mantenerse por debajo de los 70 dólares por mucho tiempo, lo que entrañaría el riesgo de que los empresarios norteamericanos reaccionaran haciéndose cada vez más eficientes. Sea como fuere, si en los próximos años el precio mundial del crudo se ve fijado por las empresas "no convencionales" de Estados Unidos, seguiría siendo un poco más alto que el alcanzado últimamente, pero así y todo demasiado bajo para Rusia, Venezuela e Irán, países que, para ahorrarse crisis socioeconómicas muy graves, necesitarían que se ubicara pronto por encima de los 110 dólares el barril. Puesto que a juicio de la mayoría de los analistas es muy poco probable que los precios suban mucho en los próximos meses –los hay quienes dicen creer que podrían continuar cayendo–, los gobiernos de los tres países, que se han visto privados de centenares de miles de millones de dólares que creían asegurados, no tendrán más alternativa que adaptarse a las circunstancias, lo que no les será nada fácil.
La ambigüedad así reflejada parece deberse a lo difícil que está resultando entender las razones por las que el precio del barril de crudo ha caído de manera tan vertiginosa. Las opiniones están divididas. Mientras algunos presuntos expertos lo atribuyen a una jugada geopolítica de Arabia Saudita y, tal vez, Estados Unidos –que según ellos se ve motivada por la voluntad de castigar a Irán y Rusia, además de la Venezuela chavista–, otros conjeturan que es consecuencia de la debilidad económica de grandes consumidores de energía como la Unión Europa y la ralentización del crecimiento de China que, luego de décadas de "tasas chinas", podría tener que conformarse con una anual cercana al 7%, lo que en otras latitudes sería considerado fenomenal pero que, según las pautas de Beijing, es motivo de alarma. Para quienes creen que la caída del precio del crudo no se debe a las maniobras de sauditas resueltos a hacer tropezar a sus enemigos mortales iraníes y a los rusos por el apoyo brindado por Vladimir Putin al dictador sirio Bashar al Assad, sino al exceso de oferta, se trata de una advertencia de que la economía mundial podría estar por sufrir una convulsión como la que siguió al estallido de la burbuja inmobiliaria estadounidense en el 2008.
Una tercera posibilidad que se ha planteado es que los sauditas se hayan propuesto frenar la revolución del fracking, merced a la cual Estados Unidos casi se ha liberado de su dependencia de petróleo importado y por lo tanto podría dejar de respaldar como antes a sus aliados poco democráticos de Oriente Medio. En términos comerciales, sería lógico que los sauditas trataran de impedir que los norteamericanos dominaran nuevamente el mercado petrolero, pero sucede que entre los miembros de la OPEP escasean los que están en condiciones de soportar muchos años de precios reducidos. Asimismo, para tener éxito la estrategia atribuida a los sauditas, el precio del barril de crudo tendría que mantenerse por debajo de los 70 dólares por mucho tiempo, lo que entrañaría el riesgo de que los empresarios norteamericanos reaccionaran haciéndose cada vez más eficientes. Sea como fuere, si en los próximos años el precio mundial del crudo se ve fijado por las empresas "no convencionales" de Estados Unidos, seguiría siendo un poco más alto que el alcanzado últimamente, pero así y todo demasiado bajo para Rusia, Venezuela e Irán, países que, para ahorrarse crisis socioeconómicas muy graves, necesitarían que se ubicara pronto por encima de los 110 dólares el barril. Puesto que a juicio de la mayoría de los analistas es muy poco probable que los precios suban mucho en los próximos meses –los hay quienes dicen creer que podrían continuar cayendo–, los gobiernos de los tres países, que se han visto privados de centenares de miles de millones de dólares que creían asegurados, no tendrán más alternativa que adaptarse a las circunstancias, lo que no les será nada fácil.
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