MIRADAS HACIA EL PASADO ZARATEÑO
El Frigorífico Smithfield comenzó sus actividades el 28 de febrero de 1905. Para su puesta en marcha y funcionamiento fue necesario traer de Londres y otros puntos del imperio británico empleados, técnicos y directivos y brindarles el alojamiento y amenidades adecuados. Par ello, la empresa debió proyectar además de las construcciones fabriles originales las viviendas y el equipamiento para el personal extranjero dando origen, de este modo, a la denominada Villa Smithfield.
VILLA SMITHFIELD, UN BARRIO CON HISTORIAS
La villa suburbana se diseña
Hacia finales del siglo XIX el pueblo de Zárate se fue convirtiendo en un centro industrial de importancia al instalarse en el sector costanero con frente al río Paraná de Las Palmas
las fábricas de papel y de alcoholes.
Vista aérea -desde el Partido de Campana- del emplazamiento del Frigorífico Smithfield.
En 1905 comenzó a operar el frigorífico “The Smithfield and Argentine Meat Company Limited”, comúnmente llamado “Smithfield” por los trabajadores y vecinos zarateños.
Zárate. Frigorífico “The Smithfield and Argentine Meat Co. L.D.
Frigorífico y Villa Smithfield -vista desde el río Paraná de las Palmas- en la década de 1930.
Para su puesta en marcha y posterior funcionamiento fue necesario traer de Londres y otros puntos del imperio británico empleados administrativos, técnicos y directivos y, por consiguiente, brindarles el alojamiento adecuado.
Por lo tanto, la empresa debió proyectar además de las construcciones fabriles originales -que responden a la denominada tradición funcional inglesa- las viviendas y equipamiento para el personal extranjero.
Diseñaron y construyeron una villa suburbana no integrada a la trama urbana del pueblo, con una clara diferenciación de jerarquías dada por el emplazamiento, la forma de agrupación de las viviendas, su tipología funcional, tipos de acceso y detalles arquitectónicos. Integraban la misma los chalets para directivos y personal jerárquico emplazados en la parte alta con vistas hacia el río y las viviendas para técnicos y empleadas localizados en las barrancas.
El personal sin familia a cargo fue hospedado en una construcción de mayores dimensiones localizada fuera de la villa y denominada el “chalet de los solteros” que, en el último tercio del Siglo XX, fue reciclado como establecimiento educativo habiéndose respetado, en ese entonces, sus características de origen.
Vista aérea de Villa Smithfield en 1939. Fotografía Archivo General de la Nación
Se construyeron además las filas de viviendas para operarios jerarquizados próximas a la plaza y, finalmente, algunos alojamientos para obreros de características funcionales y morfológicas muy simples. Completaban el conjunto los equipamientos destinados a las actividades recreativas -en el salón social actualmente conocido como la casona de Smithfield- y deportivas haciendo su aparición en Zárate el tenis y el golf con sus respectivos clubes. Cabe señalar, además, que una vida social intensa distinguió a esta comunidad de origen británico que tenía en la Villa Smithfied su enclave privado.
Los chalets, de perímetro libre, estaban rodeados por jardines en los que se mezclaban algunas plantas de la región con especies foráneas y que se prolongaban en el paisaje cultural con que los ingleses acondicionaron el agreste ambiente natural donde se instalaron y que, aún hoy, se disfruta como un verdadero oasis cuyas características merecen ser preservadas.
Fotografía familiar en Villa Smithfield
Los vecinos y sus testimonios
Uno de los testimonios más ricos sobre la vida de este característico barrio de nuestra ciudad fue el ofrecido por la ya fallecida vecina Elizabeth Myles, nacida en Escocia y llegada a Zárate siendo niña. Bessie, tal como era conocida Elizabeth, con una prodigiosa memoria relató, entre otros recuerdos los siguientes: “Yo llegué con mi mamá y mi hermanito el 10 de enero de 1927. Mi padre había venido unos meses antes. Me faltaba un mes para cumplir los once años, así que como se pueden imaginar viví toda mi juventud en este barrio. Me fui el 11 de noviembre de 1964. Fueron muchos años. Me casé en este salón; cuando tenía 16 años tocaba el himno nacional para la maestra, para las fiestas; Mis hijas fueron bautizadas en este salón (se refiere al Salón de Fiesta del Club Smithfield conocida hoy como “La casona”). El salón está muy cambiado. Antes había un escenario muy importante, muy distinguido, y ahí vivía la maestra. En esos primeros tiempos que yo vine pasaban cine; era muy pobre así que no sirvió para mucho haber hecho todo ese trabajo porque verdaderamente al tener cine en el centro íbamos a ver películas al centro. La escuelita estaba acá. Cuando yo vine había una maestra llamada Burguess, era encantadora. Éramos un grupo lindo de chicos. …la vida era muy linda, muy tranquila. Las mujeres en ese tiempo, claro en ese tiempo, se dedicaban mucho a la casa, a la familia, preparaban mermeladas y salsas y todas esas cosas, porque como no había demasiadas cosas para hacer, había que entretenerse con algo y estaban las despensas llenas de estantes de mermeladas de naranja, de limón, de pomelo. En el año 1940 esto cambio mucho. Se deshizo el escenario y se puso el salón de billar ahí. Aquí había un piano, que yo tocaba los fines de semana, se bailaba y cantaba y se jugaba mucho al tenis de mesa, pero no era solamente gente que estaba en la villa, había gente del centro. Había una idea equivocada de que la gente que vivía aquí estaba encerrada, siempre todos los de afuera eran bien recibidos”.
Fotografía familiar en el sector denominado las casillas. Década 1930
Más tarde, Bessie relató cómo se realizaba el sistema de mantenimiento de las viviendas que ocupaban: “Nos traían de todo del frigorífico: carne, leche, hielo, leña, carbón. Las casas estaban muy bien cuidadas. Cada dos años venían a pintar. Si había cualquier problema en la casa, sea de carpintería, de plomería, lo que fuese, era simplemente avisar a las 7 de la mañana al entrar a trabajar y para las 9 o 9.30 ya tenían a alguien en la casa solucionando el problema y no era solamente en los chalet y en las casas de abajo sino también en las casillas de acá, porque era la inversión del frigorífico y se cuidaba. Cobraban un alquiler de treinta pesos en ese tiempo, cinco pesos de luz, después claro, había que pagar la carne, el hielo en el verano, la leche, la leña, el carbón de piedra y eso ya venía descontado del sueldo. Eran tiempos lindos, inolvidables”.
Reunión social y deportiva en Villa Smithfield. Hacia la derecha se visualiza un típico chalet del barrio
Luego recordó a algunas de las familias que ocuparon las distintas viviendas: Martínez, Gilmore, Hughes, Sculy, Guerci, el viejito Serafín Guerci, padre de Enrique, de Noelia.
Grace Robson -sobrina de Bessie- cuyo padre trabajaba en el frigorífico y vivía en el barrio completa los nombres de otras familias: “en el primer chalet los Store, que eran los abuelitos de Edith Martin, después había una familia Wright, después venía la familia siguiente desde el tenis para ya, Philips, después venían los Dutch, después estaban mis abuelitos los Lawson, en la casa grande, donde viven ahora los Molina, los Sheppers, y después abajo había una construcción larga que tenía aspecto de galpón, ahí vivía Don Segundo Montero, era ya grande cuando yo era una chiquilina. El camino se cerraba, había una tranquera, en principio no se usaba prácticamente, después sí, en un tiempo lo cerraban y ahí enseguida estaba la descarga de la hacienda por la línea Urquiza”.
Asimismo recordaba que: “Mi papá manejaba la cuestión de carga y traslado de la hacienda y además administraba la estancia Copiapó donde había quintas, había también gallinas, todo eso estaba en manos de él hasta que se jubiló y nos fuimos de ahí en el año 1962. Vine en ese saloncito, con la señora Martin y jugamos al tenis en estas canchas; me casé en este barrio, conocí a muchas personas; algunas personas pensaban que éramos muy cerrados; nosotros no lo sentíamos así, venía gente del centro conmigo, a la escuela venían los chicos de Kehoe, de Attwell que no era de este barrio, vivían en la ciudad, y después cuando empezamos a jugar al tenis también había mucha gente del centro. Durante la guerra se reunían las señoras del barrio y además un grupo apreciable de señoras del centro, las Señoritas Gassó, que venían a coser y a tejer y a preparar los conjuntos para mandar a la guerra, ropa para los soldados. Recibían las telas y las lanas y ellas armaban las prendas y se reunían acá en este mismo salón, compartían un té y entregaban lo que habían hecho y retiraban material para la semana siguiente.”
El Barrio Smithfield estuvo separado de la planta urbana durante buena parte de la primera mitad del siglo XX por un espacio con escasas edificaciones; la frecuencia de los primeros colectivos que comunicaban el barrio con el centro de la ciudad no era muy fluida, de manera que, en ocasiones, era preferible la caminata. Bessie, al respecto recordaba con su fino humor: “Yo iba siempre caminando, nunca esperé en mi vida un colectivo. Yo iba en una esquina, si no veía venir el colectivo empezaba a caminar; cuando llegaba a la otra esquina, miraba, si no venía el colectivo, seguía caminando y cuando me quería acordar, como buena escocesa, pensaba, para que voy a gastar si me falta poco para llegar”.
En otro pasaje recordó a las maestras, las fiestas y los bailes que se celebraban en el Club Social: “En esta casa vivía la maestra, había un piano en el que yo aprendí a tocar con Mrs. Lily Burguess… Luego ella se fue y vino luego una Mrs. Mac Phail, Mrs. Rivers, Mrs. Martin, quien fue la más conocida. Mrs. Martin estuvo muchos años acá. Pero Mrs. Burguess, creo que fue la primera maestra, era bastante mayor cuando yo vine y hacía unas fiestas de fin de año maravillosas. También se hacía todos los meses un baile. Venía la orquesta de Juan Elhert o los hermanos Torchiana y a las 12 de la noche en la pieza aquella se hacía un intervalo del baile y se invitaba a la gente a pasar, a comer sandwiches preparados por las señoras del barrio, de lengua y corned beef que se hacían en el frigorífico, y naturalmente, se servían a las 12 de la noche, aunque parezca mentira, con una taza de té. Todos los bailes eran así. Había bailes para el 25 de Mayo, el 24 para los ingleses era el día del Imperio, entonces se festejaba. Primero se tocaba el himno nacional y después de las 12 tocaban el himno nacional inglés (God Save the King) antes de las 12 y después de las 12.”
María Herrera es una de las más antiguas vecinas del barrio Smithfield y nos dice: “Yo nací acá, en Smithfield, el 29 de mayo de 1929 en la casa 8, rodeada de todos mis vecinos. Los chicos míos se criaron acá también. Éramos como una familia. Cuando tenía quince años había un arbolito detrás del tenis, yo agarraba para leer tranquila debajo de ese arbolito y leía mucho. A casa venía el lechero que se llamaba Fidel Castro, me dejaba seis litros de leche en la ventana y los paquetes grandes de manteca y de crema y nadie los tocaba. Los demás productos como el pan y las verduras las traían en un carro. Esos productos venían descontados del sueldo junto con el alquiler de la casa. Tuve que trabajar durante tres años en el Frigorífico porque mi marido falleció joven y le faltaban tres años para jubilarse. Entonces me dijeron que entrara al frigorífico. Trabajé en despostada, tripería y otras labores. Trabajaban muchas mujeres. Cuando yo era chica quise entrar a trabajar. Un día me vio mi papá, Pedro Herrera, haciendo cola y me sacó cortita. -Yo quiero trabajar le dije. Y él me respondió que no, -vos no en el frigorífico”.
Personal femenino del Frigorífico. Década de 1930
Mario Picón también nació en el Barrio y de su infancia guarda muchos recuerdos: “Yo nací en el año 1952… y señala que uno de los entretenimientos preferidos… “era esperar cuando venía toda la tropa con los troperos atrás y nosotros para hacerlos renegar paseábamos entre las haciendas corriendo; nos sacaban a los chirlos por el peligro que corríamos. Me acuerdo bastante, yo tenía siete u ocho años. En la calle Pacheco esquina Caseros estaba la balanza. Bajaban la hacienda de los trenes, iba todo por la calle hasta la estancia, la repartían allá en los lotes y después de allá la volvían a traer el frigorífico. Inclusive alguna vez el ganado venía por tierra, lo venían arriando de localidades vecinas y era un desastre, no quedaban nada sano porque eran miles de cabezas avanzando por todo lo que es ahora Barrio Obrero, que era campo. Nosotros teníamos cada uno una quinta, enfrente nos habían asignado una parcela de terreno, a cada persona la misma medida que la de la casa eran lotes para que tuvieran su huerta. Y cada vez que venía la hacienda por tierra no quedaba nada en pie. Inclusive a veces venían troperos y nosotros éramos quienes los guiábamos para encontrar los corrales del frigorífico. Todo ello era una aventura. Otras de las actividades cuando éramos chicos, era ir al establo, nos metíamos con unas latas grandes, los pisos del establo eran de adoquines y había entre el piso de adoquín una capa de pasto de alfalfa. Nosotros íbamos, levantamos la capa de pasto y juntábamos bichos blancos, isocas y se las vendíamos a la gente que venía de Buenos Aires a pescar pejerrey acá donde estaba el muelle Lacroze, eran muchísima la gente que venía a pescar y nosotros nos hacíamos buena moneda”.
La hacienda en los campos del Frigorífico Smithfield. Década de 1930
Villa Smithfield. Década de 1990
Jorge Orlandi por su parte nos recuerda: “Acá vivió mi mamá entre 1924 y 1932, mi tía, la familia Martínez. Ella me contó muchas vivencias de aquella época y, particularmente, yo y mi primo Ricardo (Sierro) y tantos otros fuimos alumnos de Mrs. Lucy Martin. Para nosotros el recuerdo de Villa Smithfield es el recuerdo de Lucy Martin y su hermana Nelly que vivía acá en la casa de al lado y estaba al lado del salón de clase y el aula. Creo que fueron incontables las generaciones de zarateños que aprendimos inglés con Mrs. Martin. Una persona muy buena, muy cálida. La queríamos todos muchísimo. Se desvivía por sus alumnos. Rendíamos los exámenes en el Liceo Cultural Británico. Algunos de sus alumnos fueron Marysabel Matteo, Olga Parente, Diana Mascheroni, el Dr. Gustavo García, una cantidad enorme de gente que han sido alumnos de ella. Algún día, si nos ponemos de acuerdo, le haremos un homenaje a Mrs. Martin. Creo que en éste lugar debería haber una placa, un testimonio del cariño y del recuerdo de quienes fuimos sus alumnos”.
Villa Smithfield. Década de 1990
Jorge Ferrero nos cuenta sobre la actividad deportiva que se desarrollaba: “Yo practiqué fútbol a los 14 años, jugaba en la primera del Club Smithfield. Quisiera rendir homenaje a Don Pedro Vila, que fue presidente muchos años del Club Smithfield, hoy fallecido. Me acuerdo que la cancha de Smithfield tenía túnel, después lo hizo el Club Belgrano, los grandes clásicos que jugábamos acá, en Defensores, en ese tiempo se decía que era la mejor cancha que había en Zárate por la forma en que estaba construida. Aparte tenía un espacio que no tenía ningún club, empezaba en la calle Justa Lima y Alférez Pacheco. La tranquera estaba en la calle Brown y había un casilla y un policía que cuidaba ese lugar. Había una entrada que tenía como 100 metros con arboleda a los costados y la cancha tenía una baranda desde donde mirábamos los partidos cuando no jugábamos.
Recuerdo que había una plantación de toronjas a los costados. Después se usaba mucho el predio de la cancha del Club para las escuelas. Con la Escuela Nº 6 veníamos el día de la primavera a la cancha del Club Smithfield, tenía una cancha de básquet, toda de granito, después habían hecho un escenario que se llamó el “Bosque Chico”, allá por los años 1961 ó 1962 donde se hacían bailes y venía toda la gente. Ni hablar cuando Smithfield salía campeón y tuvimos la suerte de salir varias veces campeón. Luego lotearon todo, hoy es el barrio CAP. y lo que queda son las casillas, la estancia. El Club existe porque está la sede social en Justa Lima y este local. Con respecto a la visita de Frondizi, el presidente venía a la estancia Copiapó inclusive yo lo vi, paseaba por la calle Justa Lima en auto”.
Dentro del complejo industrial frigorífico se encontraba la estancia Copiapó, donde descansaba el ganado que llegaba de distintas zonas bonaerenses y de Entre Ríos. Hubo varios capataces, entre ellos Constantino Díaz. El último fue don Cirilo Salarrayán quien refirió: “Vine en el año 1942 a la estancia. Al final vine a trabajar al golf primero, un año y pico. Luego fui a la estancia y luego entré al frigorífico. Después volví a la estancia en el año 1959 hasta 1963. En la estancia en ese tiempo estaba Castro, Felipe Vallejos, “Macho” Montero, entre los más viejos, y Almada. Cuando trabajé en el frigorífico de tropero estuve tres años y pico, la hacienda venía por tierra, por tren, se traía a la balanza y entraba la hacienda. Por la noche era más seguro de sacar la hacienda de allá por estar la ruta.
El entonces presidente de la República, Dr. Arturo Frondizi, era asiduo visitante de, la estancia Copiapó. “Yo también soy uno de los testigos que lo vio siendo muy chico”, recuerda Mario Picón. “En el campo donde hoy está el circuito o velódromo era el campo de aviación porque ahí venía la avioneta que traía al presidente de la Nación a descansar en el chalet (Copiapó).Recuerdo que en alguna oportunidad en una de las avionetas, que no se si eran del ejército que lo traían a Frondizi, nos paseaban a los chicos del barrio. Yo tendría 8 años y el piloto de la avioneta, mientras el presidente descansaba, se dedicaba a pasear a los chicos del barrio. Se imaginan lo que era para nosotros mirar la estancia de allá arriba. Era algo que difícilmente se pudiera olvidar. Yo lo recuerdo a Frondizi como una persona bastante alta, delgada y con gorra de vasco.”
Puesta en valor de las viviendas originales de Villa Smithfield. Década de 1990
La imagen, de la década de 1990, permite apreciar las construcciones principales del Frigorífico aún no deterioradas por el abandono y falta de mantenimiento motivados por el cese de actividades de la Cooperativa “Martín Fierro”
Los presentados son algunos de los testimonios que ilustran sobre los orígenes y la evolución de este antiguo barrio zarateño que trasciende en el tiempo ya que, al producirse la decadencia y posterior cierre del Frigorífico, las viviendas fueron vendidas a particulares iniciándose la puesta en valor de las mismas acondicionándolas a las formas de vida actuales y respetándose, en términos generales, las características arquitectónicas y ambientales de origen.
De este modo, se transformó en una zona residencial muy valorada evidenciando, por otra parte, esta experiencia que es posible compatibilizar ejemplos significativos del patrimonio arquitectónico de los zarateños con las demandas funcionales modernas.
Arq. Silvia Irene Baccino
Fuentes consultadas:
Reseña elaborada a partir Jornada de memoria barrial realizada el día 12 de junio de 2004. Vecinos presentes: Leonardo Fernández Palazuelo, Jorge Ferrero, Juan Fortune, Carmen Garayoa, Elizabeh Myles, Mario Picón, Grace Robson, Cirilo Salarrayán, Ester Sampietro, Nelson Schmitz, Héctor Ricardo Sierro.
Miembros de la Asociación Amigos del Museo de Zárate: Silvia I. Baccino, Sergio D. Robles, Cristina Bigarella, Cecilia Cordero, Jorge Orlandi, María Luisa Sorolla, y Rubén Mario Damonte.
“DE LOS VECINOS Y SUS MEMORIAS. Barrios de Zárate” - Silvia I. Baccino / Sergio Robles. Compiladores. Editorial de los Cuatro Vientos. Buenos Aires. 2009
Asociación Amigos del Museo de Zárate
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