Los expresidentes de Brasil sostienen una reunión sin precedentes en democracia, con la mira puesta en las elecciones del año próximoFLÁVIA MARREIRO São Paulo - 21 MAY 2021 - 23:24 GMT-3
Los expresidentes brasileños Lula Da Silva y Fernando Henrique Cardoso.
Los expresidentes brasileños Lula Da Silva y Fernando Henrique Cardoso.RICARDO STUCKERT / INSTITUTO LULA
Los expresidente Luiz Inácio da Silva y Fernando Henrique Cardoso mostraron este viernes una sintonía política que no tiene precedentes desde el final de la dictadura, en 1985. Una foto subida a las redes sociales los mostró uno al lado del otro, con mascarillas, chocando los puños, después de años de rencores, enfrentamientos y diálogos apenas puntuales. Los ha unido un enemigo común: el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro.
Desde que volvió al juego político, el expresidente Lula da Silva se mostró abierto a dialogar con todos ―incluso con quienes apoyaron el impeachment de Dilma Rousseff― y señaló su disposición a llevar al Partido de los Trabajadores (PT) más hacia el centro, si fuera necesario. Lula ha realizado una exitosa gira por Brasilia y ya ha anunciado que la próxima semana la agenda será con los movimientos sociales. Fernando Henrique Cardoso, el expresidente más importante de la redemocratización junto al propio Lula, también decidió hacer un gesto.
Tras la campaña de 2018 en la que evitó apoyar al petista Fernando Haddad contra Jair Bolsonaro, el socialdemócrata dijo en una entrevista televisiva que apoyaría a Lula en una posible segunda vuelta electoral contra Bolsonaro el próximo año. Era la señal para romper las últimas resistencias.
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El resultado se vio este viernes, cuando las redes sociales de Lula publicaron una foto simbólica. Ambos políticos se reunieron en un almuerzo “con mucha democracia en el menú” por invitación de Nelson Jobim.
El anfitrión posee un currículum inmejorable para acabar con las distancias: fue el ministro de Defensa de Lula y ministro de Justicia de Cardoso. Jobim es un conocedor de los enredos políticos y de los asuntos jurídicos en los más altos tribunales del país. “Los expresidentes tuvieron una larga conversación sobre Brasil, la democracia y la negligencia del Gobierno de Bolsonaro en el enfrentamiento de la pandemia”, dice el texto del mensaje.
El mensaje corrió como la pólvora. “Nuestras diferencias son mucho menores que nuestro deber histórico de derrotar a Bolsonaro”, escribió el diputado Marcelo Freixo del izquierdista Partido Socialismo y Libertad (PSOL).
“Es el momento de dialogar y construir consensos, porque lo que está en juego es la democracia y la vida de los brasileños. Felicitaciones a Lula y a Cardoso por el gesto de grandeza y responsabilidad con el país”, siguió. La interpretación de Freixo es la más evidente: la aproximación entre los dos puede remediar los problemas de todos los intentos para formar un “frente amplio” contra Bolsonaro: los dos grandes líderes no estaban en ninguno de ellos.
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Tras el encuentro, Cardoso tuvo que lidiar con su propio partido, el fracturado PSDB (de origen socialdemócrata, pero con largas franjas conservadoras) y el malestar de los aspirantes a la candidatura presidencial del próximo año: el gobernador de São Paulo, João Doria, y el de Río Grande do Sul, Eduardo Leite. El jefe de Río Grande do Sul fue explícito: “Hablar con todo el mundo es la premisa de quienes quieren acabar con el ‘nosotros contra ellos”. Pero no acepto que Brasil vaya hacia atrás. Confío en que Fernando Henrique Cardoso tampoco lo hará”.
Acto seguido, el expresidente tuvo que acudir a las redes para dar explicaciones: “El PSDB debe lanzar su propio candidato y yo lo apoyaré”. Pero si su partido, que tuvo el peor desempeño en la campaña presidencial en 2018 con Geraldo Alckmin, no avanza a la segunda vuelta, entonces Cardoso presionará 13 (el número que representa a los petistas) en las urnas elctrónicas, advirtió.
El malestar, sin embargo, ya estaba en el aire. La molestia pública de los socialdemócratas se hizo evidente cuando Lula recuperó sus derechos políticos en marzo y abril, cuando el Supremo Tribunal anuló las condenas que tenía en la Operación Lava Jato. Lula empieza ahora a mostrar fuerza en las encuestas.
Con el expresidente de vuelta en la carrera por la presidencia y con Bolsonaro aun mostrando una notable resistencia entre sus bases, se ha reducido el espacio para nuevos nombres de “centro”.
En las encuestas rumbo a las elecciones de 2022 no surge ningún nombre de ese “centro” o “ni-ni” (ni Lula ni Bolsonaro). Como demostró la investigación de Atlas para EL PAÍS, el gobernador Doria no despega ni siquiera en el Estado que gobierna, a pesar de su exitoso papel en la campaña de vacunación contra la covid-19. Andrei Roman, director del Atlas, sin embargo, ve en Leite un potencial como “efecto sorpresa”, dado que no es conocido en el país y no tiene rechazo.
Otro nombre de la izquierda, Ciro Gomes, del Partido Demócrata Laborista (PDT), que sigue en abierta fricción con Lula y el PT, tampoco despega. Gomes busca su oportunidad presentándose como el “Joe Biden brasileño”, a pesar de estar en las antípodas del presidente estadounidense en cuanto a temperamento. La apuesta por Luciano Huck, presentador de televisión, es cada vez más lejana ya que está a punto de ocupar el horario de mayor visibilidad en la poderosa TV Globo los domingos ―acabando definitivamente la idea de la candidatura.
Es en este contexto que la elección presidencial, hasta ahora, se configura como una batalla de rechazos. ¿Gana el antipetismo, como en 2018, o el antibolsonarismo? En este enfrentamiento, la foto de este viernes de Lula y Cardoso es una baza del petista. Cardoso traza una nueva línea y dinamita la falsa teoría de los “dos demonios” que abrazó en 2018. Con la democracia en el menú, Cardoso se queda con Lula.
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