ASOCIACIÓN AMIGOS DEL MUSEO DE ZÁRATE
Llegan las vacaciones de invierno y el Museo Histórico de Zárate ofrece una agradable propuesta para disfrutar en familia...
VISITA GUIADA A LA QUINTA JOVITA
"SORPRESAS EN EL MUSEO"
En la histórica Quinta Jovita, sede del Museo Histórico de Zárate, se realizará una nueva visita guiada a cargo de voluntarios de nuestra ASOCIACIÓN, especializados en el tema.
Su significativa arquitectura, sus magníficos jardines y las diversas colecciones permanentes y temporarias esperan a los chicos acompañados por sus papás, tíos, abuelos... el domingo 14 de julio, a las 16.00 hs. para disfrutar de la visita a cargo de la Sra. Dora Bas, con la participación del Grupo de Teatro " EL OVILLO " integrado por Olga Demaría, Hilda Gentilezza, Gonzalo Gramonte, Evangelina Iocco, Carolina Tártara y la colaboración especial de Silvia López y Victoria Calí.
Proponemos una cita con la historia, el teatro y la música. Luego, el Patio de las Glicinas será el espacio del café compartido entre amigos.
Actividad no arancelada
En archivo adjunto le hacemos llegar el Capítulo 2 del libro:
"NIÑOS, PATRIMONIO Y MISTERIO" de ADA MANTINI
referido a la Quinta Jovita
Museo Histórico de Zárate
Quinta Jovita
Lo invitamos a ser parte activa de nuestra ASOCIACIÓN en el año 2013, haciéndose amigo y/o haciendo amigos a sus amigos
ASOCIACIÓN AMIGOS DEL MUSEO DE ZÁRATE
Quinta Jovita / Ituzaingó 278 - Tel. (03487) - 422038
www.amigosmuseozarate.com.ar / También estamos en Facebook
Escrito por ADA MANTINI /
Editorial de los Cuatro Vientos, 2012
Mayo
Segundo paseo
Después del 25 de Mayo, cuando en todo el país se
celebró el Bicentenario, los chicos van de paseo a la Quinta Jovita. Llegan
alrededor de las dos, esta vez no llevan merienda porque la seño dijo que en
los museos no hay que comer, y durante el camino aprovechan el sol, que esta
tarde brilla a pleno. Ya frente a la entrada de Ituzaingó, luego de haber
escuchado que la casona ocupa media manzana, una señora muy amable los recibe
en la antigua puerta que escolta un muro bajo sobre el que se levantan rejas
separadas por pilares. La señora se presenta como la guía de la visita y, como
si descorriese el telón de un escenario encantado, anuncia que están ingresando
a una casa con muchísima y muy importante historia.
- Pero no es nada moderna - empieza Nahuel con sus
comentarios.
- ¿Cómo va a ser moderna, Nahuel, si esta casa es un
ejemplo de cómo eran las residencias importantes de fines del siglo XIX?
- De antes de que naciera Zárate, ¿no seño? -
pregunta Pedro.
- Claro, ya saben que Zárate nació como Partido en
1854, y por ese entonces y aun antes empezó a surgir una burguesía que al
instalarse en la zona construyó casas como ésta.
- ¿Y cómo se llamaban los que vivían aquí ? -
pregunta Anita mientras parte del grupo se dispersa por el parque donde hay
bancos y maceteros.
- Sobre sus habitantes será mejor que les hable esta
señora - dice la maestra ordenando a un grupito de chicos que no se suban a los
bancos y mucho menos a los árboles, pues varios varones los miran con ganas de
treparse como monitos.
Mientras caminan entre la arboleda que da al frente,
la guía dice que la historia de la casona viene de una de las familias más
antiguas y tradicionales de la zona, formada inicialmente por el señor don
Rufino de la Torre y Haedo y su esposa, María Cipriana Soler y Otálora, que
llegaron a ser padres de trece hijos: siete mujeres y seis varones.
Cuando escuchan ese número, los chicos abren los
ojos con asombro; les parece mentira una descendencia tan numerosa.
- Y bueno, lugar para jugar tenían de sobra- dice
Clarita saltando de a dos los escalones que llevan a la loggia de la casa.
- Es verdad - dice la señora amable –. Pero deben
saber que el primer propietario de la residencia fue don Manuel José de la
Torre y Soler, uno de los hijos de aquel matrimonio que, de paso, les cuento
que fue el primer procurador de Zárate en 1856- ¿Y saben a quién se la regaló?
- ¡A los padres, para que tantos hijos tuvieran
mucho lugar!
- ¡No tonto, si él era uno de los trece hijos.
Seguro que la quiso para dársela a unos amigos que no tenían casa, y se los
trajo a vivir con él - corrige Lucas, mientras otros discuten y tratan de adivinar quién habrá sido el beneficiario de
semejante regalo.
- Se equivocan- dice entonces la guía -. Se la
regaló a su esposa Jovita Godoy y Soler, que lo enamoró tanto como para casarse
con ella cuando tenía veintitrés años.
- ¡Ay…! -suspira Anita que ya dejó la escalinata y a
esa altura camina con los otros por un patio de baldosas rojas donde hay un
hermoso aljibe -, si a mí un novio me regalara una casa así, seguro que
seríamos refelices y tendríamos veintitrés hijos.
- Pero ellos
sólo tuvieron siete - dice la señora-: cuatro mujeres y tres varones. Y de esas
mujeres una, llamada Adelfa, murió siendo chiquita. Otra, llamada Ana América,
se casó con el General Joaquín Leiva, que seguramente van a conocer cuando
estudien la etapa de la historia en la que él participó. Y también estuvieron
Ana María y Hortensia, que vivió muchos años, falleció no hace tanto y cuidó
que la casona siguiera siendo tan hermosa como había sido en su infancia.
- ¿Y no hubo varones famosos ? -pregunta Lucas.
La señora amable responde que a su modo, toda esa
generación hizo cosas importantes por el pueblo; y que Luis Aristides, uno de
los hermanos, se casó con Ester Del Mármol, hija de otra familia tradicional.
Desde el lugar de la baldosas rojas que llaman
¨Patio de las Glicinas¨, el grupo entra a unas dependencias que alguna vez
ocupó el personal de servicio de la familia. Allí tocan sus anchas paredes,
luego miran las muy antiguas tejas francesas de la techumbre, y pasan al patio
posterior en el que se enteran que a veces se hacían riñas de gallos, muy
comunes en aquella época. Más allá todavía, la guía señala el lugar que era de
las cocheras, y mientras la escuchan todos imaginan a la importante familia
salir a pasear en carruajes conducidos por serviciales cocheros, entre los que hasta
supo haber un honesto hombre de color negro.
- ¿Y a la casa no vamos a entrar? - pregunta ansioso
Nahuel.
- Claro que sí - dice la señora amable sacando una
llave de su bolsillo- Pero demos la vuelta, así subimos la escalinata y
entramos desde la loggia.
Mientras rehacen el camino, la señora Martina elogia
la frondosa vegetación que rodea la casa, y cuenta que en su infancia solía
pasar con amigas y espiar hacia adentro imaginando que habría fantasmas. O que
de pronto escucharían sonar un piano; o que alguno de los personajes que a
veces recordaban sus mayores como gente encumbrada y que veían poco, asomaría y
las haría pasar para probarse los sombreros y vestidos maravillosos que las
damas vestirían cuando iban a los teatros de Buenos Aires. Una mezcla de
curiosidad, encantamiento y un poquitito de miedo, dice la maestra que esa casa
inspiraba a los zarateños. Cuando la señora abre la puerta de entrada, antes de
que encienda las luces el grupo se dispersa sin detenerse en la sala. Por lo
que tanto ella como la señora Martina se dividen para acompañar a las nenas
fascinadas por la romántica belleza y antigüedad de los dormitorios, y a los
varones, algunos de los cuales se detuvieron frente a unas fotos y leen los
nombres de paisajes y edificios antiguos que hoy ya no están. Mientras tanto,
otro grupito ya se instaló en la zona del comedor. Allí juegan a ser damas y
caballeritos a punto de sentarse en las hermosas sillas de estilo que rodean
una finísima mesa larga. Como remontándose a otro tiempo, rien y llaman a un
supuesto camarero para que les sirva algo en la delicada vajilla que encierra
un aparador.
- ¿Y los patos del lago de Plaza Italia? - se oye la
voz de Nahuel desde el lugar de las fotos. Pero su pregunta queda sin respuesta
porque desde la sala se escucha un terrible grito de la señora. Preocupada
porque tal vez los niños hayan roto algún objeto valioso, o quizá pretendan
sentarse al piano, o hayan apoyado sus pies sobre la finas telas de los
sillones, la señora Martina corre hacia
la guía que, casi a punto de desmayarse, se sostiene agitada en una mesa en la
que hay una caja alargada y transparente con un papelito en su interior, que
mira desconcertada.
- El bastón…, el bastón…, repite la mujer a media
voz mientras las lágrimas comienzan a deslizarse por sus mejillas.
Sin entender lo que pasa, todos los chicos ya están
allí sin decir palabra. Excepto Nahuel que, como queriendo traducir a la guía,
grita: - ¿No escuchan que esta señora pide un bastón?-. Y después,
acercándosele y mientras la seño aproxima una silla para sentarla, porque hasta
la respiración parece faltarle a la pobre mujer, pregunta: - ¿Qué pasa, señora,
tiene un ataque al corazón ?
- El bastón, aquí falta el bastón - repite la otra
desfalleciente.
- ¿Pero claro! - también se agita la señora Martina
que de pronto recuerda-: Si aquí estaba el bastón de Sarmiento, tiene razón-. Y
luego, mirando a Anita le pide que vaya en busca de un vaso de agua. Que Anita
trae enseguida seguida por otra señora que pertenece a la Asociación de Amigos
del Museo.
- ¿Qué pasa, qué está pasando? - pregunta
preocupadísima al ver a su compañera que está llorando.
- Algo terrible, querida: falta el bastón.
Cuando lo ha oído, la recién llegada mira a los
chicos, luego a la maestra y otra vez al grupo para decir: - Chicos, no es que
yo piense mal; pero hasta me alegraría que dijeran que fue una broma.
Como si escucharla la entristeciera, la maestra dice
que de ninguna manera sus alumnos pudieron sacar el bastón de allí.
- No, seguro que ellos no fueron - gimotea la señora
amable - si recién entrábamos a la sala. Además… aquí hay un papel que dice:
¿Cómo…
- ¿Cómo? ¿Y qué más? - pregunta la señora Martina.
- Ni una palabra más, solamente cómo con el signo
que abre pregunta y al final puntos suspensivos.
- ¿Y el que la cierra?, pregunta Clara.
Cuando el papelito comienza a circular, Anita, con
gesto de detective experimentada, grita: - ¡Seño, este papel es una pista que
dejó el ladrón!
- Sí, mirá que un ladrón va dejar pistas - se burla
Nahuel de su conjetura.
Clarita, por su parte, opina que si fuese una pista
seguramente la pregunta estaría cerrada.
- ¿Cómo cerrada? - pregunta Lucas.
- Clara dice con el signo que cierra pregunta, ¿no
te das cuenta? - responde Ana.
Mientras la señora amable va reponiéndose un poco,
su compañera dice que en lugar de perder más tiempo hay que llamar a la
policía, cosa que hace luego de ir en busca de un teléfono al sitio de donde
vino.
- Para mí - murmura la guía-, este papelito no es
una pista sino una broma.
- ¿Pero dónde estaría la broma, señora? - pregunta
la seño Martina.
- Y yo qué sé… Podría querer decir ¿cómo no cuidan
el patrimonio un poco más? Aunque en ese caso también creo que hubiese escrito
la frase entera, ¿no?
- Pero en cambio puso puntos suspensivos, y cuando
se ponen quiere decir que sigue algo más, ¿no le parece, seño? - pregunta
Pedro.
Cuando la maestra está respondiendo que no entiende
el significado de esa pregunta incompleta, ya está llegando la policía. Una vez
en la sala el que parece conducir, mientras otros tres agentes recorren el
sitio con caras de inspeccionar, el hombre pregunta si ese día alguna de las
dos señoras vio el bastón en su sitio, a qué hora calculan que se habrá
producido el robo, o si la noche anterior la Quinta estuvo con vigilancia, ya
que ellas dicen que hasta ese momento ninguna había advertido la falta.
Entonces, el agente que hace de jefe mira a los chicos muy seriamente: -
Díganme la verdad, ¿ mientras hacían la
visita no será que a alguno se le ocurrió esconder el bastón?
- Y díganos la
verdad usted -lo encara Anita resuelta-, ¿le parece que tenemos caras de
hacer algo semejante con un bastón del Padre del aula?
- No señor vigilante - suma Nahuel -, ni locos
fuimos nosotros. Además y para que sepa, le cuento que mi abuelo no usa bastón,
ni que yo sepa los abuelos de mis amigos.
- Ni aunque sus abuelos usaran bastones estos niños
se atreverían - concluye la señora Martina mirándolos como cuando se siente
orgullosa por algo que hacen o dicen.
-Bueno, está bien, disculpen, si sólo fue una
pregunta - contesta el policía que promete que la autoridad se ocupará de
devolver el bastón a su vitrina lo antes posible.
A todo esto Anita, luego de haber nombrado al ¨Padre
del aula¨, se acercó a Clarita, le dijo algo en secreto, ésta se lo pasó a los
otros chicos y, repentinamente, todos cantan: ¨En su pecho, la niñez de amor un
templo/ te ha levantado y en él sigues viviendo…¨
Y así continuarían si la señora Martina no les
hiciese una seña para recordarle a la señora amable el papelito encontrado
dentro de la vitrina.
- Ah, es verdad, si lo había olvidado - dice ella
mostrándoselo al principal que al leerlo repite: ¿Cómo… Pero no parece que ese
detalle le interese ni a él ni a los tres agentes que lo acompañan. Más bien,
parecen tomarlo como una broma sin importancia.
- También tendríamos que pensar que si el ladrón no
trajo guantes - se le ocurre a Anita- seguro que huellas digitales habrá
dejado.
El señor que conduce el operativo acaricia entonces
la cabeza de la niña, y los uniformados se retiran. Y como la señora que los
guió ahora se ve más tranquila, la seño decide que volverán a la escuela. Donde
disgustada y triste escribe en el pizarrón:
Burguesía - Conjetura
Y nada más, cosa que a los chicos los pone
contentos. ¿Se puede saber qué pasa? -
pregunta ella mirándolos. Nada, le aseguran, sólo que esta vez deberán
buscar apenas los significados de dos palabras.
- Es que con
lo que pasó, son solamente las que recuerdo, chicos. Pero de todos modos, no
olviden agregar lo que hoy sintieron en el Museo. Escríbanlo como parte del
trabajo que comenzaron con la visita a la Plaza Italia.
- ¿Pero qué tiene que ver, maestra? - pregunta
Lucas.
- Tal vez no mucho, ya lo sé. Pero igual quiero que
piensen en lo que ocurrió y que anoten lo que sintieron.
El resto de la hora se va en hablar de Sarmiento, de
su paso por Zárate, su residencia en la isla y más tarde en una humilde casita
donde hoy funciona la escuela N° 10, que precisamente lleva su nombre. Y aunque
los niños ignoraban que el prócer anduvo por aquí, y creen que habrá sido su
estrecha relación con la familia de la casona lo que le llevó a regalar el
bastón, esta tarde salen de la escuela con una sensación extraña y con dos
preguntas: ¿ Quién podrá haber entrado, seguramente en hora nocturnas, a una
casa con vigilancia? Y ¿por qué razón el ladrón, entre tantos sitios donde
podría haberse apropiado de otro bastón, eligió justamente el Museo Histórico
de la ciudad? Y todavía dos dudas más: ¿Qué habrá querido decir con ese ¿Cómo…
¿El ladrón escribirá otro papelito, y, en ese caso, dónde lo dejará?
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