lunes, 22 de febrero de 2016

ESOS ESTÚPIDOS URUGUAYOS

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Esteban Valenti
22.02.2016
No tengo suficiente experiencia para opinar a nivel más general, pero puedo decir con total certeza, con absoluta convicción que hay algo que los uruguayos de todos los sectores sociales, de todo el territorio nacional, de todos los orígenes y posiciones políticas no soportan: que alguien los trate de estúpidos, los subestime.
Una de las peores formas de subestimarlos es considerar que algún sector político, algún partido, gobierno o corporación de cualquier tipo puede manejarlos y llevarlos de las narices detrás de su batuta. No lo logró hacer ni siquiera la dictadura con su máquina de terror, su cuasi monopolio de los medios de comunicación y sus muchos años de poder absoluto. El plebiscito de 1980 fue una sorpresa mundial y un gesto natural de los orientales. Somos pocos, pero despiertitos.

Hubo un tiempo en que la izquierda votaba muy bajo o al menos por debajo de sus expectativas y algunos se las agarraban con la gente y aunque en los sesudos análisis no decíamos nada, en el fondo despreciábamos esas mayorías. Algunos consideraron incluso que por esa vía, la de recurrir a la opinión ciudadana no se lograría nada, más que adornar al sistema. ¿Se acuerdan?

En el fondo y no tanto, eso era precisamente lo que se discutía. Nunca lo discutimos a fondo en la izquierda, pero el golpe de estado triunfó por muchos motivos, por la ofensiva imperial en la región, porque los sectores golpistas civiles y militares asumieron la mayoría del control de las Fuerzas Armadas, pero además porque la mayoría de los ciudadanos fueron indiferentes o los apoyaron. Los que resistimos fuimos una minoría.

Fue una resistencia única en toda la región, con huelga general incluida, pero los trabajadores y estudiantes organizados chocamos no solo contra la represión, sino sobre todo con la indiferencia y en algunos casos con el sordo reclamo de amplios sectores de más orden, de más control. Y perdimos esa batalla y nos llevó 7 años recuperar la iniciativa a través del plebiscito de 1980.

A la salida de la dictadura ganó las elecciones Julio María Sanguinetti del Partido Colorado y las dos fuerzas principales de la resistencia el Frente Amplio y el Partido Nacional, perdimos. Es cierto nuestros dos principales dirigentes estaban presos o proscriptos, Liber Seregni y Wilson Ferrerira Aldunate, pero esa no fue el único motivo, "El cambio en paz" conquistó las mayorías electorales de 1984. Y no fue una consigna correcta y bien manejada, fue toda una propuesta que luego se frustró a partir de 1985, la concertación y el espíritu común de la lucha contra la dictadura cívico-militar.

Y si bien no entusiasmaron a nadie, no movilizaron a nadie, en 1989 en el plebiscito contra la ley de impunidad, nos ganaron. Convencieron a la mayoría de mirar sobre todo hacia adelante y tratar de olvidar el pasado. El pasado volvió inexorablemente a golpear las puertas y durante el primer gobierno de izquierda abrió las investigaciones y los cuarteles y encarceló a algunos de los principales responsables.

La crisis del 2002 fue otra prueba de la cordura de los uruguayos y de su rechazo a ser tratados como manada. Jorge Batlle comenzó su gobierno con un alto nivel de aprobación, más alto que sus antecesores, hasta que la herencia de la decadencia sembrada y regada por Sanguinetti, Lacalle y Sanguinetti y los propios errores y compromisos lo derrumbaron. Fue la crisis bancaria, fue la aftosa, fue la situación argentina, pero fue un viraje violento en nuevos y mucho más amplios sectores sociales que se sintieron engañados y hartos del poder tradicional de los dos partidos más viejos del mundo aferrados al poder.

Y hemos ganado tres elecciones al hilo por nuestros méritos, de eso no hay duda, pero también porque los opositores siguen tratando mal a las mayorías nacionales. Y estuvimos a punto de perder las elecciones en el año 2014, cuando iniciamos la misma como si ya hubiésemos ganado, como si fueran un acto casi ritual y hasta que no volvimos a presentar un candidato que se sometía a su voluntad, que volvía a La Teja y a sus orígenes, que descruzaba los brazos y se sacaba la corbata de presidente y volvía a ser "El Taba", estuvimos a un pelo de perder las elecciones, ni que hablar la mayoría parlamentaria.

Un susto de novela nos llevamos en las elecciones departamentales y municipales del 2010, cuando aparateamos a la gente y le impusimos una candidata. Nos taparon de votos en blanco y anulados y aunque seguimos gobernando, nunca nos perdonaron y la Intendenta tuvo una constante hostilidad, incluso de frenteamplistas de toda la vida.

Pagamos caro el tema Pluna. No lo pagó el Frente Amplio lo pagó por entero el FLS y era obvio que iba a suceder eso, a pesar de que las diferencias con ANCAP son abismales, pero hubo formas y contenidos que la gente no se tragó.

Pero nunca como ahora, desde que existe el FA, tenemos encima la mirada atenta e inquisidora de la gente, de esos uruguayos que odian ser tratados como rebañó de seguidores incondicionales a los que se les puede arrear con un relato. Porque en definitiva aunque nuestros cambios han sido tan evidentes y nuestra historia es tan rica y llena de pasión y creemos que llegado el momento emergerá para sepultar a los críticos y a los dudosos y a los que se atrevan a poner en discusión algo de la refulgente realidad, pensar así es un suicidio.

Está muy bien que sigamos construyendo el relato sobre como recibimos el país en el 2004, hace 12 años...y todo lo que hicimos, que fue extraordinario, pero hay pruebas y preguntas inexorables: ¿Cómo sigue esto? ¿Cuáles son los ejes centrales de la nueva etapa? ¿Qué capacidad de iniciativa tenemos en la nueva situación? E inexorablemente: ¿cómo reaccionaremos ante los errores, horrores o inmoralidades e ilegalidades si se comprueban? De esto último que nadie se haga ilusiones, no le venderemos un tranvía a la gente.

Discutamos con altura, adoptemos las medidas legislativas y de todo tipo para, pero sobre todo políticas para que no vuelva a suceder, para cambiar a fondo, no solo el directorio y varias gerencias y jefaturas de ANCAP y encaucemos con sentido progresista a la principal empresa del país.

Una de las cosas más difíciles del poder es lograr que las ventanas de sus palacios, miren siempre hacia la calle, hacia la gente, a las plazas y los caminos del país y no se transformen en espejos donde se observan los gobernantes. Es el camino más corto para subestimar a la gente y confundir la realidad de los pasillos del poder con la realidad.


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