José Zeledón, hombre silencioso y huraño, vive atormentado por su violento pasado. Tras huir de El Salvador con una nueva identidad después de la guerra civil, ha logrado pasar desapercibido durante años en Estados Unidos.
Ahora debe dejar atrás Texas y empezar de nuevo en Wisconsin, donde un antiguo compañero de la guerrilla le ha conseguido una habitación amueblada en la ciudad universitaria de Merlow City y un trabajo de conductor de autobús escolar. Su anodina nueva vida se verá alterada al descubrir que otro compatriota salvadoreño, el experiodista Erasmo Aragón, ejerce como profesor en el Merlow College mientras busca esclarecer la muerte del poeta revolucionario Roque Dalton.
En Moronga (Literatura Random House), el narrador hondureño Horacio Castellanos Moya, uno de los escritores latinoamericanos que más y mejor ha reflexionado alrededor de la violencia, regresa a algunos de los temas que lo han perseguido a lo largo de su carrera como el origen de la maldad en el ser humano.
¿Qué pregunta suscitó la escritura de Moronga?
¿Por qué el hombre a veces se tira al vacío?
Me da la impresión de que José Zeledón se tiró al vacío. Podría dar una respuesta y pensar que estaba cansado de sí mismo, pero no creo que sea lo adecuado.
¿Cómo distingue el momento en que una historia debe convertirse en libro?
Hay una historia que empieza a sonar por dentro. Nunca sabes si esa sensación se mantendrá y se podrá desarrollar, o si solamente se quedará en un fogonazo. Moronga, por ejemplo, se formó a partir de los personajes. Una vez que definí al protagonista me subí en él hasta el final, así nació con quien iba a alternar. Luego creé sus vasos comunicantes.
¿Los personajes se construyen a partir de un método establecido?
No. Cada novela y personaje exige una construcción particular. José Zeledón había sido alguien secundario en otro libro, entonces él tenía 19 años. Ahora tiene 49 o 50 y no es lo mismo. Su pasado me ayudó a darle el perfil de un hombre silencioso que se niega a dejarse ver y huye de sí mismo.
En la novela el pasado tiene una presencia importante e incluso determinista.
El pasado es una losa que está en la espalda de los personajes y sin duda los determina. En el caso de Zeledón, pese a que se niega a vivir en el pasado, éste lo castiga. Aunque se anestesia con las series e intenta dedicarse a otra cosa, no logra a escapar del pasado.
Es curiosa la relación de Zeledón con las series, le aportan cierta actualidad, aunque también un grado de evasión.
Sí, ver la televisión es su forma de meterse en otro mundo donde no está él. En lo personal soy contrario a esto, las series me aburren.
¿Y el determinismo? ¿Cree en el destino?
El destino es la base de la tragedia y mis dos personajes son un poco trágicos. No obstante, en la tragedia el destino lo determinan los dioses y en mi novela no hay dioses. Mis personajes son trágicos, pero pareciera que su vida se limita a cumplir un destino porque a da la impresión de que no eligen, de que las cosas simplemente suceden, y se dedican a sobrevivir.
En relación con otras novelas, me parece que Moronga es una de las más desencantadas.
¿Te parece? Tal vez sea una de las más pesimistas.
El mundo no está como para los optimismos.
¿Usted cómo se asume? Dicen que un pesimista es un optimista bien informado.
Sí, yo soy más pesimista. Pero no soy un optimista bien informado, solamente estoy bien informado. En el mundo pasan demasiadas cosas que nos quitan el entusiasmo. El nacimiento y el crecimiento de un ser humano es una maravilla.
¿Y para qué? ¿Para qué termine matando a alguien?
Es raro. La naturaleza es increíble y el ser humano en su origen es maravilloso, pero una vez que entras en el ámbito de lo social todo es muy sórdido y feo, sobre todo en una época como esta en la que no hay ilusión.
¿La maldad es innata al ser humano? Este es otro de los temas de su literatura.
Todos nacemos con una cuota de maldad y otra de bondad. Pero nuestro desarrollo depende de otras cosas. Me interesa mucho la naturaleza del mal, pensar en cómo germina. Lo más fácil es achacárselo a las causas sociales, económicas, a la pobreza. Pero no creo que sea así. El mal, como la vida y la muerte, es un misterio.
Una vez más en Moronga El Salvador está presente.
¿La presencia de su país es un rasgo de identidad? ¿Una suerte de ancla?
Es una especie de ancla, de baúl del cual saco historias. Como escritor estoy determinado por mis experiencias de adolescencia y primera juventud, y este periodo lo viví en El Salvador, de ahí viene lo que me da fuerza para escribir. A pesar de que vivo en Estados Unidos desde hace mucho, no he dejado de sentirme un extranjero.
Otra presencia importante son las armas y ahí tiendo un puente con su novela El arma en el hombre.
Claro, la novela tiene relación con El arma en el hombre, incluso hay escenas que ya se insinúan en aquel libro. También hay vasos comunicantes con La sirvienta y el luchador y con El sueño del retorno. Cada novela es autónoma, pero están vinculadas.
En su libro la presencia de las armas tiene que ver con miedo.
Con el miedo, la defensa y el ataque. Ahora todo mundo anda armado porque vivimos en una sociedad temerosa. Hoy la vida vale poco, si es que vale algo. Así son los nuevos tiempos. La vida en Latinoamérica vale casi nada, sucede lo mismo en Estados Unidos. Tal vez en Europa valga un poco más.
Usted que vive ahí.
¿Cómo se explica la relación de Estados Unidos con las armas?
Es difícil porque es algo cultural. Las armas no tienen que ver con ser de izquierda o derecha. Tengo conocidos demócratas con pistola. Para nosotros es difícil de entender y no me siento cómodo con ellas. En el pueblo donde vivo la gente no las usa abiertamente, pero no podría vivir en sitios como en Texas. En México y Centroamérica a pesar de que no están permitidas mucha gente las carga. Hay una descomposición generalizada alrededor de la facilidad del asesinato
.
¿Uno siempre escribe el mismo libro?
No, pero podría decirse que inconscientemente, uno casi siempre escribe sobre una preocupación parecida. Hay un eje, un centro de la rueda de la bicicleta, el problema es que uno como escritor no necesariamente lo tiene claro.
Aunque usted tiene muy definidas sus obsesiones.
¿Te parece? Es verdad que hay una repetición o reincidencia en el mundo que escribes. La cuestión es que esto te genera más preguntas que respuestas.