domingo, 5 de diciembre de 2021

Uruguay: ¿Quién gana y quién pierde con el referéndum de la LUC?


 ¿Cómo evitar que pierdan todos?

Por Andrés Scavarelli

Diversas investigaciones, que han pasado distintas instancias de revisión por pares, han llegado a la conclusión de que las decisiones que las personas tomamos con frecuencia, muchas de ellas con cierto grado de complejidad, tienen un alto componente emocional, es decir que decidimos más con el corazón que con la razón. Eso explica por qué las campañas públicas suelen enfocar más a la fidelización oa la identificación por efectos como “arrastre” que a la exposición racional, sistemática y clara de los componentes de la plataforma.

Vemos muchas veces consignas del tipo “el campo vota tal cosa” o “los trabajadores votamos tal cosa”, más que hablar de la cosa en sí misma. Las ciencias enfocadas a los “procesos persuasivos” con el advenimiento de técnicas cada vez más sofisticadas de influencia como el mayor dominio de la información personal por medio la utilización más eficaz de macrodatos “big data” permite apuntar cada vez de forma más ajustada y precisa a los elementos que pueden llevar a cabo una persona ratifique su convicción o la modifique, según sea el interés.

Con el referéndum de impugnación contra la llamada "LUC" vemos algo similar de ambos lados, apelaciones a prejuicios compartidos, divisiones, lugares comunes, la utilización de posverdades y desinformación para incidir en la convicción de distintos grupos sociales a fin de embarcarlos en la posición que cada grupo en pugna busque, pero de la razón, la reflexión y la argumentación sobre los efectos reales de las normas se ha visto muy poco ya lo que se ve se le trata de traidor, quinta columna o tibio.

Parece que el fanatismo está de moda y cuando eso sucede, la auténtica democracia huye por la ventana, porque democracia es poder popular y no hay tal sin reflexión, ya lo dice la Biblia “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”, es solo a través del debate serio, de la información ecuánime y serena que se puede tener libertad real de elección, porque en la estridencia del griterío no hay posibilidad alguna de reflexión, solo de dejarse llevar por la corriente, y no es casual, es lo que se busca por parte de muchos de un lado y otro.

El resultado del referéndum que más me importa o preocupa no es quien gana, no es si sale 1 a 0 o 0 a 1, sino como quedan los jugadores para después. Porque el resultado va a tener tantas lecturas como intereses haya, pero la forma en que se haga la campaña puede determinar más que el resultado en sí mismo.

Si la campaña, como el agua por una pared, discurre por las grietas de su estructura, es inevitable que lo que tendremos será deterioro de la edificación y se ampollan los techos, pisos y paredes, lo mismo sucede con los discursos inflamatorios en el edificio de la democracia, no importa tanto el resultado visible sino el menos notorio, el de las secuelas, daños colaterales y ampollas que queden en nuestro sistema democrático luego de pasar por una campaña de medio término.

No hay cura fácil para una democracia herida, lo que hay es prevención, un llamado a todos los actores políticos y sociales involucrados a priorizar la convivencia social y la salud de la democracia y no un resultado electoral que con importante que pueda ser, jamás lo será tanto como la paz social de una democracia fuerte y plena.

 

Hay referéndum: pierde el país, por Oscar Licandro

El sistema democrático representativo que nos dimos los uruguayos se basa en la idea de que los ciudadanos elegimos nuestros representantes para que sean ellos quienes propongan leyes, las discutan y las aprueben. No obstante ello, nuestra Constitución prevé dos mecanismos de democracia directa: el referéndum y el plebiscito.

Sobre el primero se establece en el artículo 79: “El veinticinco por ciento del total de inscriptos habilitados para votar, podrá interponer, dentro del año de su promulgación, el recurso de referéndum contra las leyes y ejercer el derecho de iniciativa ante el Poder Legislativo”.

Claramente, el objetivo es dar a los ciudadanos un instrumento para oponerse a leyes votadas en el Parlamento y para impulsar leyes que éste no impulsa.

El referéndum es un instrumento pensado para ser usado por los ciudadanos. No fue diseñado para que los partidos políticos (incluidas las organizaciones sociales que controlan) lo usen para revertir sus derrotas en el Parlamento. No fue pensado para “ganar en la liga lo que se pierde en la cancha”.

Los que pierden hoy en el Parlamento, pueden tener su revancha en la próxima legislatura (corregir allí todo lo que creen malo de la mayoría actual). Los verdaderos demócratas tienen esta convicción.

La Democracia no es sólo un conjunto de elementos formales (elecciones, referéndums, Parlamento, etc.), sino también un conjunto de valores que deben regir el comportamiento de los partidos y de los dirigentes políticos democráticos (una cultura política). Entre esos valores cuenta el saber perder, el no utilizar vilmente las herramientas democráticas para torcer el funcionamiento de la democracia representativa. Eso lo tienen claro los partidos fundacionales y el Partido Independiente, que no utilizaron el mecanismo del referéndum para intentar derogar leyes con las que no estaban de acuerdo (que fueron muchas y muy importantes), votadas durante los gobiernos frenteamplistas.

Lo inverso ha ocurrido con el FA, que ha llegado al colmo de utilizar infructuosamente dos veces la democracia directa para derogar la llamada Ley de Caducidad.

La izquierda frentista no entiende el espíritu de la democracia. Por esa razón solamente acepta las reglas de juego formales (lo que algunos de ellos llaman “democracia formal”), pero no creen ni aceptan la dimensión cultural de la democracia (¡para Andrade, en Nicaragua hay democracia porque se realizaron elecciones!). Aceptan formalmente que perdieron las elecciones, pero no tienen la actitud moral de actuar como partido democrático de oposición, cuyo rol consiste en controlar, criticar, denunciar, pero no en distorsionar los mecanismos formales del sistema para imponer su punto de vista.

Es en función de estas convicciones personales que me tomo el atrevimiento de resumir todas las preguntas que formula Voces en una sola.

En vez de preguntarme si gana el gobierno o gana el FA, según sea el resultado, prefiero formular una pregunta más trascendente y relevante para la vida de los uruguayos: ¿es bueno para el país este referéndum?

Es decir, ¿gana algo el país según la opción que triunfe? En mi opinión, sea cual sea el resultado, el Uruguay pierde. En realidad, ya perdió.

Me explico. Uruguay arrastra desde hace décadas importantes problemas sociales y económicos (el de los asentamientos es quizá el más grave), a los que se sumaron los efectos dramáticos de la pandemia. Hay un gobierno electo por la mayoría de los uruguayos, que tiene una agenda y una estrategia para abordar esos problemas (esa mayoría les delegó el poder para hacerlo). A ello debería destinar todos sus esfuerzos.

Hay una oposición que, si se focalizara en proponer alternativas negociables a las propuestas del gobierno, criticar y controlar, estaría contribuyendo a mejorar las decisiones del gobierno para el bien de los ciudadanos. A ello debería destinar todos sus esfuerzos.

El referéndum distrae a ambos actores de las importantes responsabilidades que les demanda la situación del país. Mientras miles de uruguayos esperan soluciones a sus dramáticos problemas, la dirigencia política dilapidará tiempo y energía en la campaña del referéndum. Y el único gran culpable de esto es el FA, que con tal de imponer su punto de vista, violenta el espíritu de la institucionalidad democrática y saca al sistema político del que debería ser su foco: resolver los problemas de la gente.

A efectos de legitimar el referéndum, el FA argumenta que el gobierno impuso esta ley entre gallos y medias noches y que impidió un debate serio con la izquierda. Para el FA, la LUC es una falta de “calidad democrática” (¡porque en Cuba, Venezuela y Nicaragua, el gobierno y la oposición debaten las leyes!!!), que es necesario subsanar mediante un referéndum, en el que finalmente se dará ese debate y el pueblo decidirá.

De ahí, para el FA, la legitimidad moral del referéndum. Pero este argumento es absolutamente falso.


En 2019, a lo largo de toda la campaña electoral, se dio ese debate sobre los contenidos de la LUC (en particular, los artículos que se quieren derogar). La LUC resume la agenda de gobierno de la coalición multicolor. Esa agenda fue lo que, en particular Lacalle Pou, propuso y discutió con todo el FA durante la campaña de 2019. Después vinieron el anteproyecto y el proyecto de ley, pero el debate fue en 2019.

La estrategia preferida por la izquierda frentista es la de instalar un relato falso de los hechos, que sea funcional a sus objetivos. Instalar que no se discutió públicamente (y con calidad democrática) el contenido de la LUC es una gran mentira, que tiene un único objetivo: legitimar ante los ciudadanos el uso vil de un instrumento de democracia directa, a pesar de que la campaña por el referéndum saca energías al sistema político para dedicarse a resolver los problemas que tenemos los ciudadanos.

Para el FA (y todas las organizaciones que controla) lo más importante es infringir una derrota al gobierno. Los casi 200.000 uruguayos que viven en asentamientos, que aguanten y esperen. Total, si durante los 15 años de gobierno del FA, tampoco les dieron bola. La mejora de la educación, la reducción del delito, la creación de empleo y las decenas de problemas que afectan la calidad vida de miles de uruguayos (aquí sí es válido hablar de calidad) son menos importantes que imponer una derrota al gobierno.

Si gana el NO, el gobierno probablemente se sentirá fortalecido para avanzar con su agenda de reformas, pero sus ministros y legisladores habrán distraído tiempo de su trabajo en defender la LUC. Si gana el SI, el FA se sentirá con fuerzas para “ir por más”, lo cual reforzará un comportamiento opositor destructivo. No podemos saber cuál de ellos ganará. Lo único seguro es que perderá el Uruguay. Ya está perdiendo.

 

No al trancazo, por Gonzalo Pérez del Castillo

Es de toda evidencia que el Frente Amplio no termina de digerir que fue derrotado en las urnas en noviembre 2019. El pueblo uruguayo, después de haberlo apoyado por quince años consecutivos en todo el país, les dijo “basta” y los sacó. Años de laborioso trabajo conquistando y acumulando espacios de poder en todos los niveles de la educación, la cultura, la administración pública y el sindicato único terminaron por asfixiar a la población y esta, mayoritariamente, pidió un cambio.

El pronunciamiento fue explícito porque la oposición al gobierno del FA, durante toda la campaña, dejó bien claro los cambios que proponía. No hubo misterios. Al vencer la coalición multicolor, se redactó un programa conjunto que fue de orden público. Ese mismo programa es el que, una vez instalado el nuevo gobierno, se convierte en Ley y se somete al Poder Legislativo para su aprobación urgente.

No existe, tal vez, otro mandatario en el mundo al cual la catastrófica pandemia del COVID 19 le cayó a tan escasos días de haber asumido el mando. Al gobierno de coalición le entregaron las arcas del Estado con un déficit fiscal de casi el 5% del PIB, una cifra cercana a los 3000 millones de dólares. Ninguno de los logros que tuvo el FA (que los tuvo) puede justificar este desproporcionado exceso en el gasto público.

A pesar de estas dos calamidades el gobierno de la coalición tuvo un desempeño frente a la pandemia que ha sido ejemplar en el mundo. Se tomaron medidas adecuadas, se confió en la población, no se la confinó, no se paralizó la economía, se vacunó eficazmente y dieciocho meses más tarde se están recuperando los niveles pre pandemia de actividad económica y de empleo.

El FA quedó desconcertado y tuvo un comportamiento errático durante el período de la crisis sanitaria. Estuvo perdido y desorientado, peleando con sus propias autoridades e intentando marcar un perfil opositor que la población no acompañó. El sindicato de ANCAP, intentando salvar el pellejo propio, le tiró un salvavidas: un referéndum contra algunos artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC). El FA realizó una movilización impresionante para juntar las firmas necesarias y lo consiguió. Habrá referéndum. Gobierno y oposición deberán entonces re-encaminar buena parte de su tiempo, de su creatividad y de sus habilidades en esta intrascendente contienda.

Efectivamente, los artículos impugnados de la LUC, que están plenamente vigentes desde hace meses y no han producido ninguna catástrofe, no tienen importancia en este referéndum. Es simplemente un intento del FA por reposicionarse en el tablero político, obstaculizando la labor del gobierno. Significará un desperdicio de tiempo, de esfuerzo y de escasísimos recursos que bien podrían ser mejores causas en estos momentos críticos por el que atravesamos todos los uruguayos.

Hay una contribución que los uruguayos todavía podemos hacer. Lo del título.

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