domingo, 2 de julio de 2017

Uruguay ostenta el triste privilegio de tener al 14 % de su población viviendo en el extranjero. Ese porcentaje es uno de los más altos del mundo.


Generalmente, el éxodo masivo de ciudadanos se produce cuando hay una guerra civil como en Siria, por ejemplo, o cuando el gobierno masacra a la población, como en Venezuela. Otro motivo frecuente es cuando se produce una gran crisis económica del tipo de la Gran Depresión de la década de 1930.
Pero en Uruguay no existen ninguna de esas causas. Es más, entre 2005 y 2014 tuvimos la mayor bonanza económica de la historia reciente —a raíz de los altos precios que alcanzaron nuestros productos de exportación—, sin embargo, la sangría no se detuvo. La gráfica de abajo permitirá visualizar la magnitud del fenómeno:
http://uruguayintegrado.com.ar/noticia/424/uruguay-un-pais-de-emigrantes-que-se-queda-sin-futuro
Imágenes integradas 1
Otros datos alarmantes complementan el deprimente cuadro:
Los datos revelan un crecimiento en la migración de personas con alto nivel de calificación.
Seis de cada diez universitarios dicen que consideran irse al terminar su formación de grado.
La mayoría de los que se van en tienen entre 25 y 30 años de edad.
Esta situación es sumamente preocupante porque refiere a lo que popularmente se denomina “fuga de cerebros”. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que el futuro económico y las posibilidades de desarrollo de nuestro país se verán seriamente afectados por esta causa.
Por otra parte, Uruguay es una nación envejecida (el 17,7 % de la población tiene 60 años o más). Por consiguiente, la franja etaria de los emigrantes también nos jugará en contra.
Asimismo, la partida de esos jóvenes, inevitablemente acarreará la merma en la cantidad de niños que nazcan en suelo uruguayo. Eso se traducirá en menos energía vital, entusiasmo, empuje, creatividad y facilidad para aceptar las innovaciones y transitar en un mundo que cambia con rapidez. En consecuencia, los uruguayos serán cada vez más conservadores y reacios a aceptar las reformas que son necesarias para que la nación despegue. Y en estos tiempos no avanzar significa retroceder.
Dado que este problema es tan grave y potencialmente nefasto para nuestro porvenir, urge analizar con seriedad la razón por la que emigran los jóvenes más capacitados, creativos e innovadores. Esta debería ser la principal preocupación de nuestros gobernantes si fuera cierto, como suelen proclamar, que anteponen los intereses del país y su gente a lo propios o los de su partido. Pero ¿realmente será así?
Vayamos a los hechos:
El gasto público ha venido creciendo sistemáticamente en los últimos 13 años, siempre por encima del crecimiento de la economía. En las administraciones consecutivas de Tabaré Vázquez y José Mujica ingresaron 70.000 nuevos empleados públicos. La magnitud de ese funesto accionar se visualizará mejor si tomamos en cuenta que la población total del Uruguay es de tan solo 3.300.000 habitantes. O sea que actualmente, casi uno de cada cinco empleados trabaja para el Estado.
Esta manera de gobernar tan dispendiosa produjo tres efectos simultáneos:
Tenemos el gasto público más grande de nuestra historia en relación con el PBI. A pesar de ello, los servicios que brinda el Estado están decayendo: hay cada vez menos seguridad; descendió la calidad de la enseñanza y de la salud pública; las vías de comunicación terrestres están en estado calamitoso. Tanto es así, que la empresa finlandesa UPM (ex Botnia), condicionó la instalación de una tercera planta de celulosa en nuestro país a que las autoridades le garanticen que ese problema quedará solucionado antes de que empiece a construirla.
A pesar del boom en el precio de los commodities —que provocó que al gobierno le entrara plata “a paladas”— el déficit fiscal entre 2014-2017 ha rondado entre el 3,5 % y el 4 % del PBI.
La conjunción de los ingredientes anteriormente mencionados condujo a que el sector privado en estos momentos soporte el nivel de presión impositiva más alto de la historia. Esa realidad ha llevado a que hasta las autoridades reconozcan que se ha llegado al límite, y que ni los particulares ni las empresas soporten más tributos.
Es en este contexto que el gobierno presentó en estos días los lineamientos de la Rendición de Cuentas, que tras ser aprobada por el Parlamento, definirá el nivel de gasto público para 2018. ¿Cuál fue su propuesta, a la que el ministro de Economía, Danilo Astori, califica de “prudente”? ¡Pues seguir aumentando desenfrenadamente el gasto público, así como los impuestos!
Esta postura llenó de indignación a los contribuyentes. Entre ellos, la asesora económica de la Cámara de Comercio y Servicios, Ana Laura Fernández, en un informe interno expresó: “No se habla de ajuste de gastos sino de dónde sacar mayores ingresos para financiar compromisos políticos”.
Esta es la línea de conducta que mantiene la dupla Astori-Vázquez. ¡Las mismas personas que durante la campaña electoral de 2014 enfatizaron que de volver a gobernar “no subirían ni crearían nuevos impuestos”! Pero desde que ganaron no han hecho otra cosa que aumentar la carga impositiva.
Simultáneamente, van saliendo a la luz nuevos curros y malas praxis realizadas por diferentes autoridades. Obviamente que siempre  en perjuicio de los contribuyentes.
En función de estos elementos, ¿es de extrañar que los individuos más capaces se hayan hartado y estén emigrando a lugares donde predomine otra ética pública? ¿Creen los gobernantes que la gente es tonta? ¿Qué seguirán capacitándose y esforzándose, para que luego las autoridades les quiten gran parte del fruto de sus desvelos para “redistribuirlo” según su arbitrario criterio? ¿Creen que los ciudadanos de a pie no ven que la plata que les extraen vía impuestos, en muchos casos va a parar a manos de atorrantes, cuyo mayor mérito es tener buenas conexiones políticas o familiares?
Mientras dure este estado de situación, que viene de mucho tiempo atrás, no habrá esperanza para Uruguay. Y los que se van —que están más que justificados y tienen todo el derecho de hacerlo— se están llevando consigo el futuro de nuestro pueblo. Pero la culpa no es de ellos, sino de los políticos que nos gobiernan y de los votantes que apoyan este tipo de ideas: “Que pague más (impuestos), el que tiene más”.
Así nos está yendo…
* Hana Fischer

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