domingo, 20 de junio de 2021

13.911 restos arqueológicos: los incómodos obstáculos desenterrados en la ruta del Tren Maya

 

El hallazgo de vestigios precolombinos de valor desconocido entorpecen la construcción del proyecto ferroviario en sus primeras etapas ante el temor de las comunidades locales a más expolios
MICAELA VARELA México - 20 JUN 2021 - 19:19 GMT-3 

En una mina de tesoros arqueológicos todavía por explorar como es la Península de Yucatán, cualquier surco en la tierra puede destapar un fragmento de hace cientos de años. Con la construcción de la infraestructura de 1.500 kilómetros para el megaproyecto turístico del Tren Maya, los hallazgos no han tardado en aflorar del suelo. El Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH) ha recolectado hasta el momento 13.911 piezas arqueológicas, pero tanto su naturaleza, valor y tamaño —escondidos bajo el hermetismo del Instituto— aún están por conocerse. 

Mientras tanto, la construcción del proyecto avanza sin alteraciones de ruta y a trompicones en sus primeros tramos a causa de los yacimientos que va descubriendo a su paso, todavía con la polémica candente por un proyecto rechazado por las comunidades locales debido a su impacto. Ante el secretismo de las autoridades, la comunidad maya repite su propia historia y teme que su patrimonio cultural vuelva a ser víctima de saqueos, expolios o destrucción en nombre del progreso. 

 El tren, que adopta el nombre de la civilización que habita las tierras por las que discurre, es una promesa de desarrollo para los Estados del sureste del país. Además de turismo, comercio, infraestructura y actividad económica, el proyecto asegura la protección y enaltecimiento de la herencia arqueológica que encuentre a su paso. Para ello, un equipo de más de 80 operativos arqueológicos trabajan en conjunto con el INAH para realizar las tareas de salvamento del “patrimonio material no identificado” en la zona de construcción. 

Con la ayuda de mapeos topográficos con tecnología láser y excavaciones se han desenterrado miles de piezas, pero el Instituto no ha detallado ante la petición de información de este diario si se trata de vasijas, abalorios u objetos ceremoniales de mayor valor.

 Las joyas turísticas en la ruta del Tren Maya Hasta ahora, las autoridades han informado sobre los restos arqueológicos encontrados en los primeros cuatro tramos de la construcción de la ruta del tren. En el trayecto de selva de Palenque a Escárcega se han hallado 2.429; en el que va a Calkini, otros 2.211; de ahí a Izamal, las obras han sacado a la luz 6.269 piezas; y en el tramo que conecta hacia Cancún, otras 3.002. El Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) ha informado de que se trata de muebles e inmuebles que formarán parte del “acervo histórico, científico y cultural del país” y que pasarán por los protocolos de protección. En caso de que lo consideren, se detendrá la obra y se canalizará a los arqueólogos para la atención de los hallazgos. 

 Sin embargo, los últimos descubrimientos dentro del derecho de vía en Campeche han tambaleado el proyecto. Se trata de bienes inmuebles como caminos, plataformas, zonas habitacionales y estructuras, pero también de cerámica, lítica y restos óseos cerca del paso de las vías. “En el caso específico de la zona en Campeche, efectivamente es un sitio que posee arquitectura monumental, la cual se va a registrar, a proteger y, en el mediano plazo, se verá la factibilidad de su apertura”, ha informado el INAH, quien recuerda que abrir una zona arqueológica implica “un proceso dilatado que tiene que ver con la exploración, conservación y puesta en valor del sitio para ofrecer las condiciones que implica recibir la visita pública”.

 Aun así, no se ha reportado ninguna modificación en la ruta inicial del tren. El doctor en Arqueología e investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas, Rodrigo Liendo, explica que por el número tan elevado de hallazgos, las piezas arqueológicas en cuestión pueden ser meros fragmentos de menor valor. “Ese conteo puede deberse a objetos pequeños como un abalorio o un pedazo de una vasija rota, o solamente pedazos de cerámica. No creo que sea mucho más que eso”. Sin embargo, una de las preocupaciones del investigador es que las obras de excavación —que abarcan medio kilómetro a cada lado de la vía y avanzan a velocidad de crucero para inaugurar el primer tramo en 2023— requieren de maquinaria pesada que podría dañar los vestigios enterrados y de valor desconocido.

 Además, reconoce que en este primer tramo del tren es donde se esperaba encontrar menos monumentos, ya que la ruta sigue una vía ferroviaria ya existente para la que se realizaron las respectivas excavaciones hace 40 años. La zona sureste de Campeche y todo el Estado de Quintana Roo, la siguiente por la que avanzarán las máquinas, son las menos exploradas y donde la posibilidad de encontrar yacimientos relevantes es mayor. Ivan Šprajc, arqueólogo esloveno y descubridor de varios sitios arqueológicos en Campeche, recuerda que toda la República Mexicana está llena de vestigios, “por lo que algunos colegas –arqueólogos mexicanos– han comentado que, si quisiéramos conservar todo, habría que construir un segundo piso en todo el país para la población actual”. Šprajc defiende que la arqueología no debe considerarse como un obstáculo al desarrollo moderno, pero “la destrucción descontrolada” del patrimonio arqueológico resultaría en la “pérdida irreemplazable de la información imprescindible” para entender tanto la historia prehispánica como los procesos de evolución cultural de la humanidad. 

“Más aún, sería paradójico que una obra del tipo Tren Maya, destinada también al desarrollo turístico de la región, conllevaría la destrucción del patrimonio que podría ser de alto potencial turístico”, agrega el arqueólogo. Antes de que se aprobara el proyecto, las comunidades locales manifestaron su preocupación por el impacto del tren en el patrimonio cultural de la zona, además de los daños ecológicos y en el estilo de vida. Jorge Fernández, abogado de la organización en defensa de los derechos humanos Indignación, ha presentado varios amparos para reconsiderar la construcción del tren basados en la protección de los yacimientos arqueológicos desde el año pasado. Pero se han quedado atascados en los tribunales. 

En consecuencia, las obras comenzaron y desenterraron lo que los lugareños a los que representa Fernández temían: vestigios de sus ancestros. “El problema es que en este caso, como en muchos otros, no hay información de ninguna naturaleza sobre los impactos, sobre los trabajos, sobre las prospecciones, sobre la tecnología que se esté utilizando, sobre qué están haciendo con las piezas que encuentran o a dónde se las van a llevar”, denuncia. “La Península tiene más de un 50% de población indígena maya. Esos edificios arqueológicos [los asentamientos precolombinos como los encontrados en Campeche] son también de titularidad cultural y parte su patrimonio”, subraya. Pedro Uc Be, portavoz de la Asamblea de Defensores del Territorio Maya Muuch Xiinbal, describe el sentimiento en su comunidad como una “tristeza tremenda” y “una impotencia” generalizada. “El INAH no da información, no rinden informes al respecto.

 Se ha mantenido una especie de silencio muy cerrado y no han informado de lo que está sucediendo”, denuncia. La poca información que tiene sobre los hallazgos, se la filtran algunos trabajadores de la obra, gente de la comunidad indígena que ha encontrado un trabajo temporal limpiando la zona o en tareas de construcción menores. “Han visto como desentierran cualquier cantidad de vestigios como platos, vasijas, figuras humanas de todo tipo y tamaño. Describen que gente extraña, que no parece mexicana, o los mismos ingenieros de la obra, recogen las piezas y luego desaparecen”, detalla Uc Be, quien reconoce que sus compañeros no son expertos ni tampoco hablan mucho de lo que ven por miedo a represalias o a perder su trabajo. “Les han advertido de que no tienen por qué averiguar ni meterse. Es un saqueo, es una destrucción lo que el Fonatur está haciendo en las vías”, lamenta, con el recuerdo vivo del expolio que sufrió su comunidad desde la conquista española. “Si al menos lo conservaran en el Museo Nacional aún podríamos ir a verlo, pero me parece que este saqueo posiblemente termine en otros países”, lamenta.

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