“[…] se va despejando la niebla y por ahora no hay disponible un tratamiento eficaz para el virus fuera de toda duda; se llega a la conclusión de que sólo se podría prevenir a través de la vacuna. Pero también sólo el tiempo dirá si esto es cierto.”
Hace bien Díaz Berenguer curándose en salud. Porque si uno lee contratos como el firmado entre los estados de la UE y una compañía farmacéutica clave, la transnacional de origen alemán, Curevac AG, respecto de responsabilidades civiles o penales por daños ocasionados a población civil con la vacunación, vemos que la parte farmacéutica está bien cubierta, no así los individuos sometidos a esos tratamientos.[1]
“[…] hay no obstante una incertidumbre sustancial en torno a estos esfuerzos, en particular con respecto a: […]si el Producto podría tener síntomas de efectos adversos inaceptables más allá de lo que se documentara en los ensayos clínicos en curso y en los planeados.”
Y más adelante, se insiste en cubrir al laboratorio:
“La Comisión y los Estados Miembros participantes reconocen que el uso de los Productos se producirá en condiciones epidémicas que requieren ese uso y que, por consiguiente, la administración del Producto se llevará a cabo bajo la responsabilidad exclusiva de los Estados Miembros participantes."
No conformes con esto, el consorcio farmacéutico se reasegura en otro artículo, ahora exclusivamente como firmante del convenio con la UE y no como ”partes contratantes”, eludiendo toda ulterioridad, secuela, o lo que fuere:
“[…] a la luz de las circunstancias extraordinarias de la ejecución y el rendimiento de este APA, el contratista, en particular, no garantiza que los Productos muestren suficiente eficacia para prevenir una infección COVID-19 y/o que no presenten síntomas inaceptables de eventos adversos […]”. [2]
_________________RECUADRO_________________________________________
SOBRE DEMOCRATICIDADES Y PROGRESISMOS CONSAGRADOS
Estimo que no sólo se registra una coincidencia en esa visión de lo científico en nuestros autores −aunque con matices en el caso de Díaz Berenguer, que advierte la mercantilización de la ciencia− sino también una cierta visión común de lo democrático. Aguiar Pardo confía en primorosos mapas inteligentes de ourworldindata al que se refiere cálidamente. Yo me permito usar un democratómetro más casero:
Brecha anuncia en su edición de papel (22/1/2021): “La polémica iniciada hace dos semanas con la columna “Los negacionistas” de Marcelo Aguiar Pardo, continúa. Por razones de espacio, los nuevos aportes serán publicados sólo en el sitio web del semanario y serán de acceso libre. Nota de la edición.”
Ante semejante anuncio publicado con precisión dentro del artículo de Álvaro Díaz Berenguer, imaginé que al remitir al lector a: “COLUMNAS DE OPINIÓN. DEBATE ABIERTO: LECTURAS DE LA PANDEMIA”, iban a aparecer, bajo ese triple título, la réplica a “Los negacionistas” que ya apareciera en papel, de Marcelo Marchese (“La dictadura global”), u otra, mía (“Porqué la nota ‘Los negacionistas’ hace agua”) asimismo enviada a Brecha, y, por la actualidad de la cuestión, imaginé terceras notas…
Iluso de mí. El debate democrático parece a veces contar con un solo contendiente: en Brecha digital sólo aparecen nuevas intervenciones del autor de la primera nota, de la nota inicial.
Así es fácil el debate.
_______FIN RECUADRO______________________________________________
Algo significativo es que Aguiar Pardo y Díaz Berenguer −ambos sin duda vehiculizan la visión que un periódico progresista como Brecha alumbra− tienen una confianza sin límites en la ciencia. Que compartimos. Pero que por un pase de prestidigitación transfieren a los científicos y a las instituciones que practican ciencia e incluso a aquellas que la administran, como la OMS. Esta “extensión” es lo que NO resulta aceptable.
Porque con los planteos de nuestros autores, tal vez inconscientemente, se absolutizan los apoyos, se abdica del pensamiento crítico, que precisamente se invoca para enfrentar a la ciencia con otras creencias, las religiosas o las esotéricas, por ejemplo.
No captar así que los aparatos científicos actuales (y los históricos) están condicionados en sus desarrollos científicos (algo que sin embargo Díaz Berenguer intuye), pero más aún en sus aplicaciones tecnológicas, nos introduce en un mundo “perfecto”, que ya deberíamos saber, es siempre perfecto.
Cuando una biólogo investigador perteneciente a los planteles de Monsanto sostiene con orgullo profesional su visión de la ingeniería genética, precisando que llevar a cabo algunas transgénesis, por ejemplo en la soja o el maíz, es una bicoca, una menudencia; que él y los suyos aspiran a algo más alto, trascendente; generar (¿o construir?) una quimera,[3] más allá de la penosa ignorancia en mitología, nos revela cuáles son sus aspiraciones, no las de ese investigador, fatuo, sino las de sus mandantes.
Parafraseando a Aguiar Pardo, podríamos decir que en el mundo de las PTOI [personas tecooptimistas irremediables] lo que avanza irrefrenable en el mundo es lo democrático.
Nuestro autor nos remite precisamente a datos presuntamente objetivos de la organización intergubernamental IDEA (International Institute for Democracy and Electoral Assistance) con sede en Estocolmo. Con envidiable celo democrático este instituto nos relata el avance incontenible de la democracia en el mundo: hace apenas unas décadas, el 68% eran gobiernos no democráticos y el 26% democráticos (suponemos que el 6% faltante tendría una caracterización intermedia) y el informe nos tranquiliza que hoy, apenas un 20% de los gobiernos del mundo son no democráticos.
¿Un optimismo primermundiano envidiable o tal vez temible?
Por su ceguera ante el estado calamitoso de nuestro presente planetario.
Los ricos viven cada vez más democráticamente; los pobres, cada vez peor.
En el lapso señalado como gran avance, tenemos los destrozos políticos, jurídicos, territoriales y no olvidemos, de cuerpos humanos, libios, sirios, libaneses, palestinos, yemenitas, sudaneses, congoleses, afganos, nigerianos, nigerinos, malienses, ruandeses, oriundos de Myanmar, Burundi, de los pequeños enclaves territoriales generalmente islámicos dentro de “las Rusias”, como Chechenia, Daguestán, Ingusetia, Abjasia, y tantas otras etnias y poblaciones reprimidas, destrozadas.
Como expresión del empeoramiento, no del mejoramiento de los pobres del mundo, las condiciones migratorias han empeorado respecto de las peripecias de nuestros abuelos y bisabuelos, cruzando el Atlántico: hoy en día, retrotrayéndonos casi a tiempos de esclavitud, la población abandona desesperada su territorio, algo que casi nadie haría si puede sobrevivir al menos allí, y desesperados, masivamente se embarcan en pateras, en camiones o trenes, a pie, abandonando la periferia del globo para ver si encuentran un sitio en los países “centrales”. A diferencia de las migraciones europeas del siglo pasado estos emprendimientos llevan a menudo la muerte consigo. Hablamos sobre todo de población de origen afro o musulmán, de los sobrevivientes de los tsunamis índicos o caribeños.
También podríamos señalar que buena parte de la población uzbeka tiene que conformarse con la contaminación generalizada de su territorio. Y lo mismo, los congoleses, los ruandeses, los nigerinos, los mozambiqueños, los malauíes y tantos otros.
Podríamos agregar muchos más ejemplos, reseñar muchas más etnias en estado desesperante. Nombrar países, comunidades lingüísticas desquiciadas con la colonización y la neocolonización, la contaminación resultante de diversos proyectos transnacionales, todos presentados como la panacea para carencias locales, aunque dichos proyectos resultan exclusivamente panacea para sus inversores.
Tenemos que agregar aspectos crudamente materiales:
la desertificación de territorios (a menudo áridos en su etapa previa); su acidificación; la plastificación del mar océano planetario (y la consiguiente ruina de la pesca, en primer lugar como comida saludable y en segundo lugar como ocupación viable).
Los países más empobrecidos de África: Senegal, Tanzania, Eritrea Etiopía, Benín, Mali, Chad, Guinea-Bissau, Ruanda, Liberia, Uganda, Burkina Faso, Togo, Sierra Leona, RDCongo, Madagascar, Níger, Mozambique, RCAfricana, Malawi, Burundi; los más empobrecidos del “Nuevo Mundo: hondureños, guatemaltecos, panameños, nicaragüenses, salvadoreños, portorriqueños, haitianos, y tantos isleños viviendo vidas miserables…
Qué decir del nivel de vida, no ya democrático sino material, cotidiano, de buena parte de la sociedad filipina, de la indonesia, y tantas etnias perseguidas como minorías (a veces compuestas por millones de seres humanos, como los Karen, los shan, los tamiles) o incluso de poblaciones mayoritarias, aplastadas en sus existencias cotidianas, como en Bangladesh, por ejemplo.
No es verdad que lo democrático haya avanzado en la realidad.
Aunque sí en los papeles.
Pero si resulta preocupante la invocación a un desarrollo institucional más bien formal, que se da de bruces contra las condiciones reales de existencia y sobrevivencia de tamaña cantidad de humanidad, resulta todavía mucho peor, no ya los sueños democráticos en las periferias más esquilmadas sino además, el brutal debilitamiento de lo democrático, entre nosotros, los que nos consideramos pertenecer a lo más democrático del planeta.
Basta vez el proceso cumplido, cumpliéndose con la pandemia decretada de covid 19 para advertirlo. Porque no hay juego libre de opiniones; hay una verdad revelada por especialistas médicos y una política mediática desplegada para insuflar miedo.
Basada en que lo que se le opone es: “La fantasía del complot mundial, este contrarrelato del control sanitario creado artificialmente para dominarnos, es además de inverosímil, maquiavélico y de una debilidad argumental inquietante.
Su matriz conspirativa, esencialmente dogmática, lejos de promover la duda y el escepticismo sanos, que están en la esencia de la mentalidad científica fomenta un estado de sospecha permanente y erosiona la confianza en los sistemas de salud […]” (Aguiar Pardo, 8 ene 2021).
Significativamente, la OMS, los gobiernos que la acompañan y las redes institucionales médicas que definen la línea oficial no encuentran objetores salvo en la extrema derecha; terraplanista, nazis, receptores de alienígenas. Nunca han tropezado con críticos válidos al aborregamiento.
Ni necesitan discriminar sobre muertos y muertos, sobre enfermos y enfermos, para dimensionar con la mayor precisión un embate que se proclama eje de nuestras vidas. Apenas eso que barrunta Díaz Berenguer, “mercantilización de la ciencia”, ¿no aparecerá en las vacunas, negocio del siglo si lo hay? [1] EUROPEAN COMMISSION Directorate-General for Health and Food Safety. ADVANCE PURCHASE AGREEMENT (“APA”) for the development, production, advance, purchase and supply of a COVID-19 vaccine for EU Member States. [2] Todos los pasajes transcritos provienen del acuerdo indicado, su traducción al castellano, https://contraelencierro.blogspot.com/2021/01/contrato-de-compra-de-la-vacuna-de-la.html. El original en inglés:
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