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MIRADAS HACIA EL PASADO ZARATEÑO
En un recodo del camino de acceso a la Zona Industrial de Zárate, nos encontramos con el Barrio “Meteor” y una construcción en avanzado estado de deterioro que nos hablan de una historia particular de nuestro pasado zarateño: la Fábrica de Productos Químicos “La Diana”, que perteneció a la familia Palma.
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MIRADAS HACIA EL PASADO ZÁRATEÑO
La Fábrica de Productos Químicos “LA DIANA”
En un
recodo del camino de acceso a la Zona Industrial de Zárate, nos encontramos con
el Barrio “Meteor” y una construcción en avanzado estado de deterioro que nos
hablan de una historia particular de nuestro pasado zarateño: la Fábrica de
Productos Químicos “La Diana”, que perteneció a la familia Palma.
Las
plantas elaboradoras de los diversos ácidos y sulfatos, junto con la
“cremería”, las filas de casas donde vivían los operarios y el “chalet”
familiar constituyeron un conjunto
productivo-residencial, que alcanzó su máximo esplendor en las primeras décadas
del Siglo XX. Se hallaba emplazado en el entonces Cuartel Tercero del área
rural del Partido, ocupando una franja de aproximadamente 40 hectáreas, que se
extendían desde las vías del Ferrocarril Buenos Aires al Rosario (luego Mitre),
hasta el río Paraná de las Palmas, donde la existencia de un muelle para buques
de ultramar completaba las instalaciones fabriles.
La evolución del complejo fabril.
En el
terreno mencionado existía, desde fines de la década de 1880 la Fábrica
Nacional de Dinamita perteneciente a un grupo de industriales italianos, que
fue adquirida hacia fines del Siglo XIX por Don José María Palma. Éste continuó
con su producción durante un tiempo imprimiéndole, luego, un notable impulso
que denotaba su gran visión empresarial. En efecto, la transformó en un moderno
complejo industrial, elaborador de ácidos y sulfatos, al que llamo Fábrica de
Productos Químicos “La Diana”.
El mismo
comprendía, en los primeros años del Siglo XX, la planta de ácido sulfúrico,
elaborando por el viejo método de las cámaras de plomo, y las plantas de ácido
nítrico y clorhídrico que empleaban en su producción el sistema de bombonas,
procedimientos químicos en desuso en nuestros días.
Estas
plantas se instalaron en las viejas construcciones de ladrillo visto
pertenecientes a la fábrica de pólvora, emplazadas al pie de la barranca,
próximas al actual camino a la Zona Industrial, y que subsistieron aunque en
avanzado estado de deterioro hasta hace poco años. Paralelamente funcionaba una
planta elaboradora de nitroglicerina y, posteriormente, se comenzó a fabricar
sulfato de cobre, subnitrato de bismuto, ácido tartárico, sulfato de soda,
sulfato de magnesio, etc. En la elaboración de los productos se utilizaban
materias primas importadas: azufre, negro animal, salitre y petróleo
(combustible), y nacionales: residuos de la vinificación, mineral de cobre, cal
de Córdoba y sal. Los productos elaborados se destinaban al consumo interno y
eran llevados hasta el muelle en zorras arrastradas por una pequeña locomotora
con rieles decauville.
La
dirección técnica de la Fábrica se hallaba a cargo de los señores Luis, Hugo y
Carlos Palma: Luis atendía preferentemente las oficinas de Buenos Aires
(instaladas en calle Bolívar Nº 375), Hugo era ingeniero civil y Carlos, doctor
en química; en tanto José María, padre de éstos y fundador del establecimiento,
desempeñaba las funciones de consejero irremplazable.
En los
años de la Primera Guerra, los Palma, aprovechando la demanda internacional y
el auge de la explotación ganadera de la zona, crearon una nueva industria
elaboradora de productos lácteos que se comercializaban hacia Europa a través
de la “Granja Blanca”, importante establecimiento base de lo que luego sería
“La Vascongada”.
La
“cremería”, como se la conocía localmente, comprendía un conjunto de galpones
de sencilla construcción en ladrillo y cubiertas de cinc, emplazados en lo alto
de la barranca y que actualmente se encuentra en pie, si bien en mal estado de
conservación.
Las “filas” de viviendas obreras.
Conjuntamente
con el complejo productivo se disponían, en la parte alta de las barrancas
próximas a la “cremería”, las filas de casas donde residían los obreros de la Fábrica
que, en la década de 1910, alcanzaban un número de doscientos.
Grupo de trabajadores de “La
Diana”. En el centro, Don Jacinto Vandiol, administrador de la Fábrica
En efecto,
Don José María Palma, en atención a las condiciones de aislamiento de “La
Diana”, realizó la construcción de las casas para sus operarios ocupándose,
simultáneamente, del mantenimiento de las mismas y de facilitar el traslado de
los niños que residían en el lugar a los establecimientos educacionales
situados en la zona urbana de Zárate. Se originaron dos filas de casas
enfrentadas separadas, según nos explicaron vecinos del lugar, por un hermoso
bosque de acacias, extinguido cuando las emanaciones tóxicas producidas por
Meteor quemaron gran parte de esa vegetación. Completaban el conjunto
residencial las viviendas de los trabajadores solteros, próximas a la
“cremería”.
Eran
construcciones sencillas, en ladrillo visto y cubiertas de chapa, con amplias
habitaciones comunicadas internamente y patios posteriores. Estaban provistas
de servicios sanitarios, agua corriente y luz eléctrica, infraestructura
suministrada desde la fábrica, que nos habla de las buenas condiciones de vida
e higiene que se pretendió imprimir al barrio. En la fila Nº 1, la primera en
construirse, en una vivienda de mayor jerarquía, habitaba el Jefe de Personal
de la planta, ubicándose en el otro extremo el Club, que servía de
esparcimiento a los trabajadores contando, además, con una biblioteca muy
equipada para esos años.
Hoy, esas
construcciones, que presentan el deterioro producto del tiempo, continúan
cumpliendo sus funciones originales aunque modificadas y adaptadas a las
necesidades actuales de sus moradores constituyendo, en conjunto, el Barrio
“Meteor”
El “Chalet”
Ubicado en
la parte posterior del predio, a continuación de las filas obreras, completaba
todo este conjunto lo que en ese entonces llamaban el “chalet”, haciendo
referencia a la casa patronal.
Reunión
familiar en el “Chalet”, a principio del Siglo XX. Estaba constituido
originalmente por dos edificios independientes que fueron unificados, luego,
por Don José María Palma
Era la
residencia veraniega de los Palma, familia numerosa compuesta por Don José
María, su esposa Ángela Della Valle y sus diez hijos: cinco varones y cinco
mujeres. Los varones eran Luis, Carlos y Hugo, que trabajaron en distintos
períodos en “La Diana”, Enrique Pascual, que se dedicaba a la administración de
campos y José Julio, a cargo de la “Granja Blanca”. Las cinco mujeres eran: Ángela,
la mayor, Josefina, Ema, Sara y Celina, casada con el Dr. Julio Rojas Boerr.
Según
relatos de Celina Palma de Rojas Boerr, la vida en el “chalet” era, en verano,
en familia: se reunían a jugar tenis, al croquet y eran frecuentes las
reuniones sociales a las que concurrían, entre otras, las familias Vandiol,
Viviani, Roldán Vergés, Odriozola, Burgos.
Luego de
atravesar las filas de casas un sendero peatonal, bordeado de naranjos,
conducía al mismo. Delante de la fila Nº 1, pasaban los rieles decauville que
llegaban a la plataforma, explanada próxima a la casa principal, y por los que
transitaba la zorra arrastrada por una pequeña locomotora: el tren de “La
Diana”, como lo llamaban. Allí llegaban los proveedores para abastecer al
barrio y diariamente abordaban el tren cuando se dirigían a sus tareas Don José
María, el administrador Don Jacinto Vandiol, quien también vivía en el “chalet”
con su familia, el jefe de personal y capataces de la planta siendo, además,
frecuentes los paseos familiares hasta el muelle realizados en tan singular
vehículo.
Don
Jacinto Vandiol
Cuando Don
José María Palma compró “La Dinamita” la construcción comprendía dos casas muy
grandes, de dos plantas separadas por un jardín. A principios de siglo resolvió
unirlas conformando un edificio único, acorde a las necesidades de su numerosa
familia, dotándola de las máximas condiciones de confort vigentes en la época.
De sobrias
líneas italianizantes, con galería posterior, el chalet se hallaba emplazado en
un parque perfectamente diseñado con variadas especies arbóreas y montes
frutales que, aún hoy a pesar del abandono, lo transforman en un sitio de alto
valor paisajístico. Completaban el diseño del parque un espacio con pérgolas,
suavemente perfumado con plantas de aromo, existiendo delante de la fachada
principal una fuente de mármol con varios picos de agua. Grandes vasos en
mármol bordeaban la calle vehicular, dando acceso a la misma una magnifica reja
de hierro originalmente colocada en el Plaza Hotel de Buenos Aires y que hace
pocos años, misteriosamente, desapareció de su emplazamiento original.
Un
paseo familiar hasta el muelle realizado en el llamado tren de “La Diana”.
(Principios del Siglo XX)
La
decadencia.
En la
segunda década del Siglo XX, la Fábrica alcanzaba una superficie cubierta de
25.000 m2. La capacidad productora de la Sección Primera (ácido sulfúrico,
nítrico), podía abastecer por muchos años todas las necesidades del país, dado
que las cámaras de plomo de la fábrica de sulfúrico median 4.000 metros
cúbicos, podían producir 16.000 kilos de ácido tartárico por año, y estaba
montada de manera talque, con poco gasto, se podía ampliar y aumentar la
producción. Todo este complejo productivo-residencial funcionó normalmente hasta
el año 1928 cuando una separación del patrimonio familiar de los Palma, motivó
que la industria se fuera diluyendo, quedando como se dice “en conserva”, hasta
1932.
Es en ese
entonces cuando el Ing. Silvestre Solari, yerno de Don José María Palma, se hace
cargo del establecimiento y durante unos cinco años lo hace funcionar
nuevamente. Pero, debido a las presiones del grupo industrial Duperial, que
había instalado una fábrica en Sarandí, “La Diana” debió dejar de producir
definitivamente como tal, quedando entonces prácticamente abandonada.
Sería
necesario esperar hasta los primeros años de la década de 1940 para que, con
otro nombre y otra producción, comenzara una nueva etapa para “La Diana”,
siendo Don Carlos Palma el gestor de la misma.
Una nueva
etapa.
Como ya lo
adelantáramos Don Carlos Palma, uno de los hijos de José María Palma, era
doctor en química y había colaborado activamente con su padre en las etapas de
máxima producción de “La Diana”.
En los
primeros años de la década de 1940 cuando se encontraba trabajando en las minas
de San Francisco del Monte de Oro (San Luis), Don Carlos entra en contacto con
los propietarios de la Fábrica de óxido de cinc llamada “Cabildo”. Esta
utilizaba en su elaboración, fundiéndola, la chapa “langosta” así denominada
porque se colocaba cerrando el borde de los campos para que éste insecto no
saltara evitando, de esta manera, su efecto devastador sobre los cultivos.
La chapa
escaseaba y era necesaria la producción de cinc, tarea que se encomienda
entonces a Don Carlos. Este acepta el desafío y en San Luis comienza a trabajar
intensamente obteniendo, al cabo de cinco meses, un cubo de cinc electrolítico.
Siendo
factible la producción del mismo se constituye entonces, la Sociedad
“Establecimientos Metalúrgicos Meteor” que alquila a la sucesión Della
Valle-Palma los terrenos e instalaciones de su propiedad, donde funcionó “La
Diana”. Se construye, dentro de lo que fue el ámbito de la planta de ácido
tartárico, la primera planta de zinc electrolítico de Sud América. Fue
designado Director Técnico de la misma Don Carlos Palma, quien fue a vivir al
“chalet” adaptándolo a las necesidades del momento y devolviéndole parte de su
antiguo esplendor.
“Meteor”. Su evolución
En los
años de la Segunda Guerra Mundial, la producción de cinc, ligada a la
elaboración del denominado “latón militar” era fundamental para las necesidades
de defensa del país. Esta primera planta del país instalada en nuestro Partido
comienza a producir a buen ritmo y durante muchos años su producción fue
vendida a la Dirección de Fabricaciones Militares, contando con el apoyo
brindado por su entonces Director el General Manuel Savio.
Pero al
mismo tiempo la implementación de esta planta de cinc electrolítico, determinó
la necesidad de absorber los gases sulfurosos que desprendía la calcinación de
los minerales de cinc. Sus efectos nocivos comprometían seriamente la
vegetación, alambrados y cubiertas de chapas de sus propias instalaciones y de
propiedades vecinas, daño menor comparado con los efectos provocados al
personal de la fábrica.
Se
construyó, entonces, una moderna planta de ácido sulfúrico a base del sistema
de cámaras de plomo, anexando a las construcciones existentes un moderno
edificio con estructura de hormigón armado y creándose una sociedad anónima
“Zárate Sulfúrico”, para su explotación. Este conjunto continuó evolucionando
en forma sostenida. La demanda de cinc era cada vez mayor en nuestro país (dado
que después de la guerra no se podía importar el mismo) y, por consiguiente, “Meteor”
incrementó notablemente su producción llegando a contar con 600 trabajadores.
Amplió sus
instalaciones con nuevos galpones similares, en su aspecto formal, a los ya
existentes pero construidos con moderna tecnología, construyó, además, enormes
tanques de almacenamiento de combustible y ácido sulfúrico y dos nuevas plantas
de este producto, una en el año 1953 y otra en 1962, que dieron origen a la
absorción de todos los gases que originaba la planta de cinc. Completaban el
complejo productivo “Metermic S.A.”, encargada del procesamiento de los barros
residuales y la consecuente recuperación de los minerales contenidos en ellos.
Las viejas
filas de casas obreras continuaron cumpliendo su función original, en este caso
habitadas por familias de este nuevo grupo fabril. Sin embargo, el “Chalet” a
partir de la década de 1950 dejó de funcionar como residencia de los Palma,
(ligados a “Meteor”), quienes optaron por vivir en la zona urbana comenzando de
este modo su lenta e irreversible declinación.
El sitio hoy
En el año
1966 se declara la quiebra de este complejo productivo. Se creó entonces la
Cooperativa de Trabajo Zárate Limitada que continuó su producción durante
varios años hasta que, finalmente, el Ministerio de Defensa asumió su
administración, aunque de hecho la actividad fabril desapareció por completo,
hallándose en estado de abandono total desde 1983.
En octubre
de 1988, a raíz del derramamiento de ácido sulfúrico, sustancias orgánicas y
cloruro de bario y calcio, que comprometieron seriamente la seguridad de
nuestra comunidad, leíamos en el diario “Clarín”: “…Hoy la soledad y el abandono constituyen la esencia de Meteor, más
allá de unas treinta viviendas de familias que se han acostumbrado a la
fantasmal planta y a sus hasta hace poco misteriosos tanques oxidados…”.
Estas
familias, que continúan habitando las filas de casas obreras en la parte alta
de la barranca, confían en regularizar su situación. Quieren seguir en el
barrio, donde aún hoy, a pesar del deterioro y abandono, un magnífico paisaje
circundante, con variadas y añosas especies vegetales que es necesario defender
de próximas agresiones, le confiere un carácter sumamente apacible.
El
“Chalet” tampoco pudo sustraerse a esta decadencia y actualmente evidencia un
acentuado estado de deterioro que, en atención a sus altos valores
arquitectónicos y paisajísticos, reclama una urgente acción de recuperación y
puesta en valor que impida su destrucción total.
Indudablemente,
según se desprende de esta evolución histórica arquitectónica, “La Diana” y
“Meteor” industrias pioneras cada una en su época, contribuyeron notablemente
al progreso y evolución de nuestra ciudad pero, al mismo tiempo, comprometieron
en algunos aspectos la calidad ambiental y paisajística del área en que se
radicaron.
Estas
fotografías de fines de la década de 2000 ilustran la situación de abandono y
deterioro que presenta el histórico “Chalet” y que lo convierten, hoy, en un
ejemplo del patrimonio arquitectónico de los zarateños en peligro de
destrucción total si no se realizan, en forma urgente, tareas de consolidación
Entendemos
que el destino de las plantas productivas es incierto pero es necesario
intentar el mejoramiento de las actuales condiciones de habitabilidad de los
residentes en las filas de casas, el relevamiento de los deterioros y la
consolidación estructural del “Chalet” a fin de evitar su pérdida total y la
recuperación del parque en que se halla emplazado.
Arq.
Silvia Irene Baccino
Fuente:
“Era una vez… Zárate”/Silvia
I. Baccino María Luisa Sorolla. Buenos Aires. 1997
Relatos
y testimonios de la Sra. Celina Palma de Rojas Boerr y del Ing. Alfredo Mayer
Palma.
1988
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