Por Nicolás Grimaldi
Perú volvió a ser noticia por él, casi seguro, triunfo de Pedro Castillo, quien se enfrentó a Keiko Fujimori, hija del ex Presidente. Lejos de ser parte de la solución, Castillo sigue expresando parte de los problemas de la política de la región.
Nicolás Grimaldi –Grupo de Análisis Internacional 08/06/2021 El Aromo n° 117
Al igual que sucedió con Bolivia, Perú aparece en la opinión pública como uno de los países que mayor descenso de la pobreza tuvo, rozando una reducción del 50% en 10 años.
Se especula que 7 millones de personas salieron de la pobreza entre 2007 y 2017 [1] Sin embargo, al igual que sucede con el resto de los países de la región, los indicadores oficiales en realidad esconden un número mayor de pobreza.
Si nos paramos en 1999, uno de los últimos años del fujimorismo, veremos que la pobreza medida de acuerdo a los ingresos era de 17,6% de la población que vive con menos de 1.9 dólares por día, 32,7% si tomamos como referencia 3,2 dólares por día, mientras que ascendía a 53,5% si tomamos como referencia la población que tiene menos de 5,5 dólares por día.
Esos mismos indicadores 20 años después, indican que hay un 2,64% con menos de 1.9 dólares, 8,35% con 3,2 dólares, y 22,10% con menos de 5.5 dólares diarios. A simple vista, vemos que la población que vive con menos de 1.9 dólares por día, cayó un 85%, la población que vive con 3.2 dólares cayó en un 75%, mientras que la población que vive con menos de 5.5 dólares diarios, cayó un 60%.
Medida por ingreso, la caída de la pobreza fue mayor entre los estratos más bajos, los que viven al límite de la indigencia, que en comparación con los niveles de pobreza más altos. Además, si tomamos esta medición en comparación con otros países como Colombia o Argentina veremos que, en el mismo período. para el primer caso la pobreza pasó de 20%, 36% y 58% a 4,11%, 10,8% y 27,7% respectivamente. Para el segundo caso, los números pasaron de 4%, 10% y 24% a 1%, 3% y 9%. Por lo tanto, vemos que la reducción de la pobreza en Perú es similar a lo sucedido en Colombia o Argentina. Basta con conocer la realidad de esos países para comprender que esas cifras esconden una gran miseria debajo de la alfombra [2]
Veamos el caso de Perú. Según los datos oficiales, un 34.2% de la población vive en barrios marginales.
Este número, venía decreciendo en promedio 10 puntos cada 5 años y desde el 2005 al 2015, último registro que existe de esta variable, solo disminuyó de 36,1% a 34,2%. Nótese entonces que esa “salida de la pobreza” no basta para que más de un tercio de la población viva en barrios marginales, donde se encuentra privada de acceso a una cantidad de recursos básicos como agua potable, vivienda de calidad, etc. Por lo tanto, cualquier número más realista de la pobreza en Perú tiene que partir 34% por lo menos, 10 puntos más que la medición oficial.
Si profundizamos más en estos datos, veremos que, según el último CENSO del 2017, 32% de los hogares poseen piso de tierra lo que equivale a 2.448.766 hogares. Por otra parte, 863.421 hogares poseen intermitencia en el servicio de agua, lo que equivale a un 8% de los relevados, mientras que un 10%, cerca de 950 mil, carecen de acceso a electricidad.
En relación a la forma de vida, un 21% de la población cocina sus alimentos con combustibles contaminantes, equivalente a 1.757.409 hogares. Más de la mitad de los hogares no tienen acceso a internet, alcanzando el número de 5.938.102 hogares. En relación a la tenencia de la vivienda, 1.256.520 alquila, 2.888.278 declaró ser dueño, aunque no tiene título para comprobar la propiedad, 579.244 hogares son cedidos, mientras que 10.045 poseen otro tipo de propiedad, por lo que cerca de un tercio de los hogares es de una tenencia deficiente de la propiedad. Además, el 51% de los hogares, 4.212.275, no posee refrigeración para sus alimentos. Finalmente, un 5% de los hogares declaró tener al menos un familiar viviendo en el extranjero. La pobreza real, si se toman en cuenta mediciones más serias y reales, ronda entre un 35 y un 50% de la población, como mínimo.
Perú a su vez tiene otros indicadores que desestiman la idea de un nuevo “milagro” sudamericano.
Por ejemplo, si tomamos como referencia el indicador de médicos cada 10.000 habitantes, cuando la recomendación de la OMS es de 25 médicos cada 10.000, al 2016 Perú contaba con solo 13, y para el 2020 el número bajó a 12,8. En relación a las camas, mientras el promedio mundial es de 27 camas cada 10.000 habitantes, en Perú esa cifra es de 15.9, manteniéndose casi idéntica a la cantidad de camas que había en 2003 [3] También se ubica en cuarto lugar de prevalencia de la subalimentación, detrás de Venezuela, Bolivia, y Paraguay, con 6,7% de la población. Finalmente, aparece como el primer país en la prevalencia de la tuberculosis, con 117 casos cada 100 mil habitantes y segundo, después de Venezuela, en el paludismo, con 17.77 casos cada mil habitantes, siendo el promedio de América Latina y el Caribe 11.31 casos.
Al mismo tiempo, Perú presenta otros datos que permiten ver la precariedad de la vida en el país andino, específicamente en lo que respecta a las condiciones laborales. Según números oficiales de la Encuesta Nacional de Hogares, vemos que existe en Perú un 73% de empleo informal para el 2019, por lo que se especula con que el año pasado esa cifra superó el 90%. Por otra parte, solo un 35% de la población económicamente activa está afiliada a un sistema de pensiones, mientras que un 37% se desempeña como trabajador independiente y un 10% lo hace como trabajador familiar no remunerado [4]
Las malas condiciones de vida, sumada a la precarización laboral, hizo imposible la realización de una cuarentena en plena pandemia de COVID – 19. Las consecuencias están a la vista.
Perú se ubica quinto en América del Sur en casos por millón de habitantes detrás de Argentina, Brasil, Chile y Colombia, con 58.000 casos por millón de habitantes, casi triplicando la media mundial de 21.000 casos. En muertes, Perú en cambio está segundo, con 2.039 muertos por millón de habitantes detrás de Brasil que tiene 2.116 y muy lejos de la media mundial de 443 muertes. También está anteúltimo en cantidad de tests realizados con 104 por cada mil habitantes y anteúltimo en vacunación con un 6.98% de la población vacunada pero solo el 3% con dos dosis.
La pandemia demostró que Perú está lejos de ser un “milagro”. Las pésimas condiciones de vida ya lo habían puesto al tope de enfermedades asociadas a la pobreza y el hacinamiento como el paludismo y la tuberculosis. La precariedad laboral empujó a la población al contagio que, claramente, fue subregistrado debido al bajo nivel de testeo. Las malas condiciones del sistema de salud, producto de un presupuesto que se mantuvo estable en torno al 5% del PBI desde el 2009 pero frente a un PBI que pasó de crecer 9 puntos en 2009 a 2 en 2019, derivó en que esté al borde de ser el peor país de la región. Respecto a la vacunación, Perú no demuestra tener peores números a los del resto de la región, que vacunó, en promedio, entre el 3 y el 6%, con la sola excepción de Chile quien avanzó su vacunación de una manera importante, aunque cerca de un tercio de las vacunas aplicadas corresponden a la Sinovac, que no presente los mejores indicadores de cobertura.
Más de lo mismo
Esta situación de la vida social peruana tuvo su correlato en la vida política del país. Una de las formas que se expresa esto es en la ausencia de partidos políticos de masas por parte de la burguesía. El APRA, que supo ser el partido que ordenaba en parte la vida política, hoy está disminuido. Desde el 2006, con el triunfo de Alan García, el APRA no consigue hacerse con el gobierno viendo caer sus guarismos, incluso en términos parlamentarios. Hasta 2006 oscilaba entre el primer y el tercer puesto en cada elección obteniendo decenas de congresistas, pero desde entonces ha salido 6to, 5to, y 14vo, sacando solo 9 congresistas sumando las tres últimas elecciones.
Por ese motivo, la dinámica política en Perú se volvió particular.
Asistimos a la creación constante de agrupaciones nuevas y de índole muy personalistas. Por ejemplo, el partido del ex Presidente Kuczynski se llama “Peruanos Por el Kambio” creado recién en 2014 para ganar las elecciones y llevando sus iniciales (PPK). El partido de Ollanta Humala, otro ex Presidente, llamado Movimiento Nacionalista Peruano, se creó en el 2003 por su padre, Isaac Humala, y luego le heredó el liderazgo su hijo Ollanta. Incluso, la prensa del partido, se llamó Ollanta y luego cambió su nombre a Antauro, como se llama su hermano. Al igual que buen parte de los políticos burgueses, Antauro está detenido por protagonizar un levantamiento militar, y Ollanta se enfrenta a un juicio por lavado de dinero que lo podría meter 25 años en la cárcel.
A este personalismo, se le suma que se constituyen alianzas puramente electorales que se rompen ni bien ingresan en el Congreso. El resultado, es que se conforman presidencias débiles, con figuras que ascienden prometiendo el oro, pero que no realizan ningún cambio estructural y ni siquiera logran controlar del todo su propio gobierno. Así, estos caen rápidamente en la desgracia, algunos incluso teniendo que finalizar antes de tiempo su mandato frente a la movilización social, como sucedió con Kuczynski y Vizcarra.
En este contexto social, económico y político, es que apareció la figura de Pedro Castillo, dirigente sindical docente, que lideró la huelga magisterial en 2017, se afilió al partido Perú Libre el año pasado, y terminó siendo candidato debido a que Vladimir Cerrón, candidato original de ese partido, tiene una pena de 4 años de prisión. Castillo busca presentarse como una especie de Evo, que surge de las protestas y busca erigirse como el líder que responde a ese movimiento. De allí que su propuesta está ligada fundamentalmente a la redacción de una nueva Constitución a través de una Asamblea Constituyente, declarar en emergencia la salud, la educación y la agricultura, iniciar una lucha activa contra la corrupción, avanzar en una reactivación económica fundada en la pequeña y mediana industria, y la nacionalización de la industria gasífera a través de un aumento de impuestos.
Siendo reformista en los económico, se presentan conservador en lo político, ya que se opone a la legalización del aborto entre otras demandas del movimiento de mujeres como lo hacen también el chavismo o el masismo.
En la primera vuelta electoral en abril de este año, obtuvo un 15% de los votos, mientras que Keiko Fujimori salió segunda con un 10%, por lo cual se enfrentan en un ballotage el 6 de junio. Ahora bien, hay que sumar que el voto en blanco fue del 12.5%, el voto nulo fue del 5% y la abstención fue del 29%. Es decir, que casi la mitad la clase obrera rechazó a los políticos burgueses en la primera vuelta, incluyendo al ex presidente Vizcarra que no llegó al 2% de los votos.
Si hacemos bien la cuenta, veremos que Castillo “ganó” la primera vuelta electoral con un 7% de los votos en el mejor de los casos.
A su vez, el Congreso quedó dividido en 11 agrupamientos -se habían presentado 18 listas- mostrando la debilidad política de la burguesía peruana que está fragmentada en casi dos decenas de partidos sin que ninguno tenga una hegemonía seria sobre el resto.
Para la segunda vuelta electoral, celebrada el domingo 6 de junio, tanto Keiko como Castillo llegaban cabeza a cabeza. Ni bien cerró la votación, los primeros números mostrados daban a Keiko como ganadora, aventajando por varios puntos a Castillo. En realidad, lo sucedido fue que se cargaron primero las actas del área metropolitana de Lima, zona donde Keiko es más fuerte, pero que a medida que fueron ingresando los votos de los departamentos del interior, cambió el panorama.
Al momento de escribir esta nota, con un 99,2% de los votos escrutados, Pedro Castillo aventaja a Keiko Fujimori por 50,3% a 49,6% una diferencia que, por lo sostenido por las diferentes proyecciones, es inmodificable. Al igual que sucedió en la primera vuelta, la abstención fue del 24%, mientras que los votos nulos o blancos, que no son contabilizados como válidos en el ballotage, llegan al 6%.
Por lo tanto, tanto Keiko como Castillo estarían obteniendo cerca del 35% de los votos en esta segunda vuelta. Lo cierto, es que esta contienda no se acabará acá, ya que desde el espacio fujimorista se mencionó la existencia de “irregularidades” y seguramente se produzca un conflicto judicial, y tampoco se puede descartar un escenario con movilizaciones en las calles.