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jueves, 6 de julio de 2023

Programa de traducción y apoyo a la exportación editorial

 


La iniciativa que ya va por su quinta edición y busca impulsar la exportación de la literatura nacional, está coordinada por la agencia gubernamental de promoción de inversiones, exportaciones e imagen país, Uruguay XXI y la Dirección Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura.

 Pueden postular editoriales extranjeras, editoriales y autores nacionales*. Las postulaciones serán recibidas hasta el día 20 de cada mes.

INFO COMPLETA: https://bit.ly/3PIak0i Andrea Villar Miravalles Departamento de Comunicación Dirección Nacional de Cultura Ministerio de Educación y Cultura Sarandí 444

sábado, 22 de mayo de 2021

El gobierno argentino es como un cazador que vive al día y luego depreda las vacas del productor

 

Con las recientes medidas tomadas en contra del campo quedó en evidencia que lo único que le importa al Ejecutivo es la inmediatez. Resolver sus problemas hoy sin tener que planificar a futuro
El 2018 fue récord para las exportaciones de carne vacuna, pero hay alerta por el aumento de la faena de hembras y la baja del 2.4% en el consumo. Voy a referirme a las características culturales de los argentinos que nos han llevado al entuerto presente, con un cierre de exportaciones de carne que perjudica a los productores, y al país todo, y que no resolverá la inflación. 

Argentina era un país que tradicionalmente vivía del campo, cuya productividad la llevó a tener un poder enorme y a ser la quinta economía del mundo, con un PBI equivalente al de toda la América Latina sumada, antes de 1930. Era un país poderoso. Una potencia agroganadera. El agricultor es alguien muy diferente de un cazador. Un aborigen wichi, por ejemplo, que se dedica a la caza, la pesca y la recolección, vive en la inmediatez. 

Él no hace planes, sino estrategias de caza: sabe que hay pesca en enero en el Pilcomayo y se desplaza hasta allí para pescar. El cazador vive al día y no planifica. Si se la da por ejemplo una ayuda de $100, $1000 o $1.000.000, lo más probable es que lo gaste en lo inmediato, porque el mañana no existe en su horizonte de vida. La mentalidad del agricultor es completamente distinta. Planta y espera, por cuestiones biológicas y climáticas.

 Uno está en un lugar maravilloso donde la comida fluye de los árboles y el otro está en un lugar árido en el que necesita labrar la tierra para que ésta produzca. El agricultor planta, espera unos meses y, mientras tanto, tiene que trabajar para que la semilla no sea atacada, por ejemplo, comida por las aves; luego para que la planta, recién crecida y por lo tanto frágil, no sea atacada por otro yuyo... Y cuando llega el tiempo de la cosecha, además de recolectar y preparar el producto para su venta, debe separar semillas, una parte para vender y otra para el año siguiente. 

Esto significa que el agricultor que, a su vez posee una serie de vaquitas a las que hizo servir para tener un ternero que vender a los tres años, tiene una cabeza más ordenada que la del cazador porque piensa en el largo plazo. Da lo mismo que el hombre tenga 10000 hectáreas o media hectarea de porotos; la cultura es la misma. Por eso, cuando se discutió la resolución 125, todo el campo se levantó contra esa arbitrariedad y luchó unido, porque lo que se estaba atacando era una cultura común a todos los productores. 

Se atacó al productor que planifica y el gobierno se convirtió en un gobierno de cazadores al que solo le importa la inmediatez y ver cómo resuelve el hambre de hoy. A esto se lo llama ser fundamentalistas de la coyuntura. Es decir, cuando ya no tienen nada que cazar dentro del Estado, no les queda otro recurso que ir a robarles las vacas y las gallinas -como cazadores que son- a los que tienen vacas y gallinas, porque el cazador no sabe producir ni planear. Si el cazador tiene hambre porque no hay más liebres a la redonda, irá por las vacas ajenas.

 Esto es metafóricamente la síntesis de lo que estamos viviendo. La gente que trabaja para el Estado, ya sea nacional o provincial, vive de la caza. Por más que no trabajen, por más improductivos que sean, saben que van a cobrar de todos modos y que prácticamente están blindados contra los despidos. Luego vienen todos los beneficiarios de planes de la Argentina que también integran el grupo de cazadores y tampoco saben producir porque ya constituyen la tercera generación que nunca trabajó de modo regular. Por último, están los políticos que buscan perdurar en sus puestos para seguir gozando de privilegios, acomodar a su familia y premiar a la gente de su entorno con un trabajo en el Estado. 

 Los que vivían de la caza eran incluso más inteligentes que los políticos, porque sabían que de tanto en tanto debían desplazarse a otro hábitat, porque su actividad predadora iba agotando las posibles presas y un día ya no habría más animales que cazar. Sabían hasta qué punto podían presionar al medio ambiente, y viajaban para no quedarse sin alimento.

 Pero hoy, si a los aborígenes no se les da un plan, se mueren de hambre porque sus hijos nunca fueron a cazar con el padre, ni con el abuelo. No saben ni siquiera cómo capturar un conejo. Convertimos a los grupos que tenían cierta eficiencia para vivir en su entorno también en gente que va a vivir del Estado. Todas esas personas se han convertido en cazadores voraces que, para subsistir, lo único que les queda son las vacas del productor agropecuario.

jueves, 12 de febrero de 2015

Una Mision Imposible

EDITORIAL
UNA MISIÓN IMPOSIBLE


editorial@diariocastellanos.net

Nada tiene que ver el tema de hoy con aquella famosa serie de espías que muchos lectores recordarán en blanco y negro. La misión imposible es hoy la de los proveedores de la República Argentina: cobrar por lo que vendieron.

El presidente de la Cámara de Importadores de la República Argentina, Diego Antonio Pérez Santisteban, explicó por qué quienes realizan esa actividad podrían llegar a perder sus proveedores, y con ellos la razón de ser de su trabajo.

La raíz del problema de los importadores radica en la decisión del Banco Central de restringir la entrega de dólares para el pago de las compras al exterior.

Ésto, si bien no es nuevo, se ha ido empeorando con el paso del tiempo. La necesidad de disponer de dólares hace que el Gobierno restrinja aún más la disponibilidad de divisas para compras en el exterior.

Esta actitud del Gobierno argentino es la que más rispideces ha producido en su relación con Brasil.

El país vecino no ha tenido la misma actitud con la mercadería que importa de la Argentina y considera que esa conducta es a todas luces desleal, para quienes hablan de la fraternidad y el destino común de sus pueblos.

Los problemas se repiten día a día, según Pérez Santisteban, que graficó la situación con la más reciente anécdota contando que el miércoles último, "sorpresivamente, sin que mediara ningún aviso previo, los importadores que tenían vencimientos en el exterior que necesitaban girar, se encontraron con la novedad de que el Banco Central había momentáneamente trabado las autorizaciones para que los bancos comerciales puedan venderles los dólares".

Aunque son miles los afectados, la industria automotriz está a la cabeza ya que son decenas de miles las unidades que no se pueden completar por falta de insumos. Un hecho que obliga al licenciamiento de operarios, impide concretar ventas y pone en duda cualquier plan a futuro.

En un primer momento los proveedores brasileños no podían creer las razones que daban los importadores argentinos, razón por la cual enviaron "investigadores" a distintas áreas para comprobar la veracidad de quienes decían que no podían pagar por impedirlo el Gobierno.

Alejandro Vanoli, presidente del BCRA, es la figura responsable de la falta de dólares. Cabeza del iceberg de un conjunto de políticas económicas que tienen como objetivo mantener el dólar quieto en un año electoral, y se implementan con el respaldo del swap recibido de China, obligan a restringir todo aquello que signifique liberar divisas.

Los importadores están que trinan porque "no se trata de operaciones para autorizar. Son operaciones que ya habían sido autorizadas por la Secretaría de Comercio, mercadería que ya fue importada".

Un hecho que puede traer problemas para los importadores porque los intereses por el atraso del pago se los van a cobrar a ellos, pero también se corre el riesgo de que el importador pierda a sus proveedores.

Pero poco parece preocupar al Gobierno esta situación que no perjudica sólo a un grupo de importadores sino a muchas cadenas de producción. Las restricciones se aplican también a quienes viajan al exterior y deben declarar cuanto elemento importado los acompañe. Ya la idea de que computadoras portátiles, teléfonos móviles, y cámaras, eran artículos personales se ha desechado y quien no llene y guarde copia del formulario correspondiente, volverá a pagar impuestos por ellos.


No producir ni importar tiene un solo resultado: desabastecimiento.

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