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domingo, 9 de abril de 2017

UN PARO AL FUTURO QUE ES UNA POSTAL DEL PASADO Por Jorge R. Enríquez

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Nadie discute el derecho de huelga. Fue incorporado a nuestra Constitución Nacional en la reforma de 1957 a través del artículo 14 bis. La Constitución peronista de 1949 no lo preveía. Lo que puede debatirse es su alcance, los efectos que conlleva, las eventuales restricciones (en materia de servicios públicos esenciales, por ejemplo). Pero se entiende que cuando un gremio dispone parar lo hace para que sus representados tengan mejores condiciones laborales dentro de la actividad que realizan.
En tal sentido, los paros generales son una anomalía y cabe preguntarse si no son en principio todos ilegítimos. Porque cuando se dispone una huelga de ese tipo no se están reclamando mejores condiciones para los trabajadores de una determinada rama. Lo que en verdad se impugna es la política general de un gobierno.
Ahora bien, si de eso se trata, el paro es antidemocrático. Son los órganos surgidos de la voluntad popular, el Congreso y el Poder Ejecutivo, los que tienen la atribución de llevar adelante esas políticas. Si la presión de la huelga general fuera exitosa, lo que habrían conseguido sus promotores es conseguir más poder que el que tienen los millones de ciudadanos que no paran, que no cortan calles y que se limitan a trabajar y a cumplir las leyes. El voto de ellos valdría mucho menos que el de los huelguistas y los piqueteros.
Por lo demás, los motivos del paro son confusos, vagos y contradictorios. No podría ser de otra forma, por la heterogeneidad ideológica de quienes lo convocan. En realidad, los fundamentos alegados son una excusa bastante evidente que encubre los verdaderos: arreglar cuestiones internas del sindicalismo y del Partido Justicialista. Los “gordos”, corridos del palco de la anterior movilización por sectores de izquierda, se sintieron obligados a sobreactuar su enojo.
Todas las estimaciones del “éxito” del paro son falaces, porque cuando no hay transporte público la mayoría de quienes quieren trabajar no pueden. Estos no “acatan” – por usar el verbo de resonancias castrenses que nuestros gremialistas repiten en estos casos - la decisión de la CGT; simplemente, se ven imposibilitados de concurrir a sus lugares de trabajo.
Por suerte, hubo mayor cantidad de taxis que la esperada luego de ese abierto acto de intimidación pública perpetrado por el Sr. Omar Viviani, líder del gremio de ese sector, cuando instó a sus compañeros a “dar vuelta” los autos de los taxistas que salieran a trabajar. Es que los argentinos nos hemos cansado de la prepotencia y la irracionalidad. Ansiamos vivir en un país en paz y libertad, al amparo de la ley, en el que cada uno pueda pensar y obrar como quiera siempre que no provoque daños a terceros ni infrinja el orden jurídico.
Sabemos, además, que solo la recreación de la cultura del trabajo podrá sacarnos del pantano en el que nos metieron políticas populistas durante décadas. No le paran a un gobierno; le paran al futuro de la Argentina. Pero los otros, la mayoría silenciosa, somos más y nos vamos a imponer mediante un arma letal para el corporativismo retrógrado: la del voto.
               Viernes  7 de abril de 2017
                                                                                             Dr. Jorge R. Enríquez
                                                                            Subsecretario de Justicia de la C.A.B.A.
                                                                                       jrenriquez2000@gmail.com
                                                                                          twitter: @enriquezjorge
                                                                             http://jorgerenriquez.wordpress.com

lunes, 3 de abril de 2017

LA MARCHA DE LA ESPERANZA Por Jorge R. Enríquez


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Nadie dijo que el cambio sería fácil: el oficialismo es minoritario en ambas cámaras del Congreso. Pero el principal problema no es ese. La resistencia al cambio se extiende más allá de una determinada situación política. Está firmemente arraigada en una red de intereses particulares, los de la Argentina corporativista, que hunde sus anclas en el pasado. Cambiemos expresa no solamente un proyecto de regeneración moral e institucional, sino el de un país moderno, integrado al mundo, dinámico y con la mirada puesta en el futuro.
Durante el mes de marzo, asistimos a todo tipo de manifestaciones de esa Argentina vieja. Las calles, sobre todo las de la Ciudad de Buenos Aires, fueron el escenario de incesantes caravanas del pasado, que alcanzaron el 24 su clímax en los actos que, invocando la memoria, revindicaban en forma abierta la violencia terrorista de los años sesenta y setenta. Son sectores minoritarios, pero muy ruidosos. Quienes hacen de los piquetes y las marchas un modus vivendi desplazan en los medios de comunicación y, por ende, en la agenda pública, a aquellos otros, muy superiores en número, que no son vocingleros, que trabajan, que pagan impuestos, que acatan las leyes y que no tienen la obsesión de complicarles la vida a sus compatriotas
Pero la mayoría silenciosa a veces se cansa y deja el silencio. Es lo que sucedió el sábado pasado en las calles y en las plazas de las principales ciudades de la Argentina. Fue una iniciativa de diversas personas en las redes sociales. El éxito de la convocatoria indica que supo tocar una fibra sensible de cientos de miles de argentinos. La magnitud de las manifestaciones sorprendió a todos. El mensaje fue claro: seguimos apostando al cambio; continúen por ese camino de realizaciones.
La marcha fue extraordinaria. No tuvo dueños. No hubo consignas partidarias. No se llevó a la gente en micros. No hubo palos ni caras cubiertas Se realizó un sábado a la tarde, para no molestar a nadie. Se hizo con respeto, sin agresiones. La gente fue por su voluntad, con su familia.
Claro que en una democracia madura no es la calle el ámbito en el que se dirime la competencia política. Para eso están las urnas. Sin embargo, cuando de manera tan intensa se pretende sortear los mecanismos institucionales con apelaciones a un "pueblo" que no es la mayoría expresada por los votos sino una entelequia de la que se dicen representantes los que solo obtienen porcentajes marginales de sufragios, es necesario en ciertas oportunidades ratificar el mensaje electoral con la presencia activa de los ciudadanos.
En ese sentido, si bien no hubo discursos ni proclamas, el espíritu del 1º de abril fue diametralmente opuesto al del 24 de marzo. Democracia, república, paz, libertad, futuro, Constitución son algunos de los valores que unieron a tantos argentinos de diferentes orígenes geográficos e ideológicos. Fue un enérgico rechazo a un pasado violento y autoritario, y la renovación del compromiso de construir una Argentina con oportunidades para todos, sin grietas artificiales, fundada en la ley, no en el capricho de gobernantes mesiánicos.
Los argentinos que salieron a las calles no se hallaban distraídos mientras otros gritaban. Simplemente, estaban trabajando. Ahora queda claro que están ahí, para cuando se los necesite. Que son pacíficos y cordiales, pero también muy firmes a la hora de defender sus convicciones. Alguien la llamó la Marcha de la Esperanza. Es un buen nombre, porque remite al mañana, no al ayer; a nuestros hijos y nietos, que ansían vivir en un país mejor, librado de las ominosas sombras del pasado.
  Domingo 2 de abril de 2017
                                                                                             Dr. Jorge R. Enríquez
                                                                            Subsecretario de Justicia de la C.A.B.A.
                                                                                       jrenriquez2000@gmail.com
                                                                                          twitter: @enriquezjorge
                                                                             http://jorgerenriquez.wordpress.com

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