domingo, 30 de marzo de 2014

Vaimaca Piru un heroe Charrua olvidado


VAIMACA fue soldado del Gral. Artigas, participando en varias acciones militares. Se caracterizó por sus virtudes militares.
Bajo el mando del el Gral. Rivera integró el Ejercito del Norte, responsable de la recuperación de las Misiones Orientales (acción que aceleró la Convención Preliminar de Paz y, en consecuencia, la Jura de la Constitución de 1830.

El 11 de abril de 1831, respondiendo al engaño pergeñado por el Gral. Rivera (que convoca a los charrúas en las cercanías del Salsipuedes, aduciendo que los necesitaban nuevamente "para defender a la patria") VAIMACA concurre con los suyos a esa emboscada. Quizá salva su vida porque en el momento que comienza la masacre increpa a su viejo compañero de armas, Rivera, casi ingenuamente, diciendole: "Mirá, Frutos, tus soldados matando amigos".

Conjuntamente con su fiel amigo charrúa, el curandero Senaqué, la indígena María Micaela Guyunusa y Laureano Tacuavé Martínez, Vaimaca es entregado al especulador francés Francois De Curel quien los lleva a Francia, partiendo de Montevideo el 25 de febrero de 1833, llegando al puerto de Saint Maló el 7 de mayo del mismo año.
A partir del 13 de junio son expuestos a la curiosidad pública en el Nro. 19 de la calle Chaussé D´Antin, en el distrito 9 de París. Allí se "recrea" un supuesto ambiente natural y, con el objeto de darle mayor sensacionalismo a la presentación, se les obliga a comer carne cruda (solo se les alimentaba a la hora que concurría el público) En principio De Curel cobra 5 francos la entrada, pero prontamente debe rebajarla a 2 francos.

VAIMACA, a pesar del mito que los charrúas eran altos, medía 1.64, según lo establecieron los investigadores compatriotas Badano Repeto, Soiza Larrosa, Peirano y Solla Olivera.

Una crónica señala: "Desde su infancia demostró valor y al entrar en la edad de la pubertad, poseía una arrogante fisonomía, resaltada por sus formas atléticas perfectamente depuradas. Era honrado, sabía hacer justicia y la confianza en su fuerza le fue abriendo el camino que pronto le llevaría al cacicazgo de la tribu a que pertenecía. Se produjo esto cuando apenas tenía 30 años de edad, contando con la simpatía general. Llegó a ser poderoso, no como acaudalado porque ningún indígena de nuestro suelo gozó de opulencia, sino por sus estimables condiciones expuestas en defensa de los intereses de su tribu y de su terruño..."

VAIMACA solicitó, en cierta oportunidad, para verse con el Rey de Francia (Luis Felipe), única autoridad que, por su rango de cacique, reconocía. Expresaba que le pediría un barco y cuarenta hombres para retornar a "vengar el honor de su tribu destruída".

Varios personajes de la época concurren a la muestra y hacen públicas sus quejas por el maltrato a que el grupo indígena era sometido. Entre ellos se puede citar a Heine, Jorge Sand, Federico Chopin y el músico Cherubini.

Puede leerse en crónicas de la época:
"La autoridad, es necesario decirlo, habría sin duda intervenido para impedir esta escandalosa transacción (...) pero los Charrúas (...) la muerte los liberó de una condición en la que parecieron sentir la amargura tan vivamente..." Francois Trouilla o Trouillac, en Le Magasin pittoresque, 9º. Año, página 395, 1841.
"...el Sr. Auguste Saint-Hilaire (...) fue por un acto de reminiscencia muy natural, a visitar a los Charrúas que eran expuestos a la curiosidad pública en un departamento de la rue de Rivoli; se sintió golpeado por la manera indigna en que los extranjeros eran tratados por el especulador al cual ellos habían tenido la imprudencia de confiarse. Este miserable, aprovechándose de su ignorancia acerca de nuestras leyes, no tuvo escrúpulos en ponerlos en la misma categoría que a los animales que se lleva en circos de fieras ambulantes, que van de feria en feria. Este de ser testigo, hizo partícipes, a su retorno al Instituto, a algunos de sus colegas de lo que acababa de presenciar. Ellos juzgaron, como él, que su sentido de la humanidad y el honor de Francia no les permitía tolerar por más tiempo una injusticia tan cruel. Pero sin embargo, no les pareció necesario hacer intervenir oficialmente a la Academia de Ciencias en un hecho de tal naturaleza. No era, en el fondo, más que un simple asunto policial, y era la policía quien debía poner orden desde el principio. El Sr. Seguier, en su doble calidad de académico y de magistrado, fue entonces encargado por ellos de realizar junto a la administración los trámites necesarios, sin otro aliciente que el de su caridad y cortesía, para rectificar las injusticias que por exceso de negligencia se habían causado a los desgraciados Charrúas. Después de haber verificado escrupulosamente la condición en que estaban estos extranjeros, y donde bajo ningún pretexto se excluyeron los latigazos que éstos habían sufrido, fue a buscar al Prefecto de Policía, y así obtuvo sin dificultad que la administración liberara a éstos infortunados de su ilegitimo carcelero y tomara para sí las medidas que esta situación excepcional reclamaba. Y ¿qué quedó del celo en la ejecución de las órdenes del Prefecto? ¿Algún agente advirtió oficiosamente al exhibidor de lo que se tramaba contra él? El hecho es que, cuando la policía hizo su llegada al lugar donde eran mostrados los Charrúas, éstos se habían ido. Se supo, sin embargo, que habían sido puestos en marcha hacia Estrasburgo. Se solicitó entonces al Ministerio del Interior que se interesara por el asunto, y se trasmitió al Prefecto del Bajo Rin la orden de detener a los viajeros en el instante de su llegada a la capital del distrito. Si no me equivoco, se usó el telégrafo en esta ocasión (...) Por desgracia, tantas buenas intenciones fueron inútiles. Sospechando que las órdenes de la policía de París lo alcanzarían en Estrasburgo, el exhibidor hizo tomar a sus víctimas un camino imprevisto (...) Las damas, siempre tan compasivas de los verdaderos infortunios, quisieron tomar parte en la reparación que Francia debía a estos infortunados, tan largamente privados de los derechos sagrados de la hospitalidad..." en Le Magasin pittoresque, Carta al Director, 10º. Tomo, página 48, 1842.
"Si hay necesidad de una nueva prueba de la indignidad con la que fueron tratados los Charrúas(...) (Senaqué) muerto cuatro días después de su entrada a la Maison Royal de Santé, Guyunusa, el mismo día de su hospitalización. No fueron enfermos, sino moribundos, los que el odioso bárnum confió a los médicos" PAUL RIVET, fundador del Musée de L´Homme, en "Les Derniers Charrúas" 


VAIMACA había sido sableado cuando fue capturado en Salsipuedes. No muere como motivo de esta herida sino, al igual que Senaqué, por consunsión, es decir, enflaquecimiento excesivo, extenuación.

La partida de defunción de VAIMACA, ubicada por J.J.Figueira en los registros del 5to. distrito (antiguo) de Paris, dice escuetamente: "VAIMACA PERÚ; Chef tribu indienne, décésé à 55 ans, Chaussée d´Antin Nro. 27, le 13 septembre 1833". Logró sobrevivir en Francia apenas 4 meses.

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